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España nunca arrasará en los 'rankings' de universidades, y quizás eso sea una ventaja
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SHANGHÁI NO PIENSA EN EUROPA

España nunca arrasará en los 'rankings' de universidades, y quizás eso sea una ventaja

Por su diseño, es difícil que las universidades españolas figuren algún día en los primeros puestos de Shanghái. Y, de hacerlo, muchas tendrían que renunciar a su esencia

Foto: Alumnos de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona, la que mejor ha salido en los 'rankings'. (EFE/Alejandro García)
Alumnos de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona, la que mejor ha salido en los 'rankings'. (EFE/Alejandro García)

La publicación de la última entrega del ‘ranking’ de Shanghái a principios de esta semana ha dado pie al conocido ritual de autoflagelación ante los resultados aparentemente mediocres de España. Solo una universidad, la de Barcelona, se ha colado en las posiciones 150-200. Otras cuatro, la Autónoma de Barcelona, la Complutense de Madrid, la Universidad de Granada y la Universidad de Valencia, figuran entre las posiciones 201-300. Dos más, la Pompeu Fabra y la del País Vasco, figuran entre los puestos 300 y 400. Y la Politécnica de Valencia y la Universidad de Santiago de Compostela, entre el 400 y el 500.

No hay ni una universidad española, la décimocuarta economía del mundo, en los primeros 150 puestos. “Os roban y a cambio os dan una sanidad tercermundista y una educación de nivel ínfimo. No hay una sola universidad española entre las 100 primeras. Os quieren pobres y analfabetos”, se quejaba César Vidal, historiador de derechas. “Mala noticia: se ha publicado el ‘ranking’ de universidades de Shanghái, y la tendencia de las españolas es negativa frente a norteamericanas y asiáticas”, añadía el periodista Antonio Papell. “Hace falta hacer algo muy mal, durante muchos años (y gobiernos) para conseguir algo así”, sumaba el corresponsal de RTVE Óscar Mijallo. Pero sí hay 40 universidades españolas en todo el 'top 1.000', de las cuales, solo una es privada (la de Navarra).

La mayoría de titulares han destacado el ascenso de los centros asiáticos y el descenso de los europeos como un síntoma de la decadencia del sistema de educación superior occidental. El vuelco se traduce en que las asiáticas han introducido dos centros más en el ‘top 100’ respecto a la edición del pasado año. Sin embargo, siguen siendo las macrouniversidades estadounidenses las que encabezan un listado en el que raramente hay grandes sorpresas. Harvard, Stanford y el MIT ocupan el podio, seguidas por la Universidad de Cambridge, la primera en el listado.

Lo que muchas de estas apreciaciones pasan por alto, para empezar, es que el ARWU (Academic Ranking of World Universities) recibe su nombre popular porque lo publica la consultora Shanghai Ranking Consultancy y es realizado por investigadores de la universidad china de Jiao Tong. Su carácter pionero ha propiciado que se haya convertido en la referencia desde que comenzase a publicarse en 2003. Aunque otros como el QS World University Ranking o la lista de Times Higher Education han intentado competir con él, sigue siendo la vara de medir tanto en Oriente como en Occidente, pero sus criterios son propios (y, durante mucho tiempo, han sido bastante opacos).

Lo que tampoco se explica es su metodología, como lamenta María Teresa Gómez Marcos, doctora en Estadística Multivariante Aplicada que trabaja en la Universidad Pontificia de Salamanca como técnica de calidad y responsable de ‘rankings’ académicos. Gómez es coautora de un estudio sobre el ‘ranking’ de Shanghái que concluye que no es una buena herramienta de medición del éxito académico, ya que se centra sobre todo en investigación. La lista atiende a cuatro criterios: la publicación en ‘Nature’ o ‘Science’ o en los índices Science Citation Index-Expanded y Social Sciences Citation Index supone un 20%; los investigadores altamente citados, otro 20%; la calidad del profesorado, un 20%; la docencia, un 10%, y el tamaño de la investigación, un 10%.

“Es un ‘ranking’ centrado en la investigación, que tiene mucho que ver con la financiación”, explica la autora a El Confidencial. Un criterio que beneficia a las universidades más grandes y con mayor presupuesto. Además, el ARWU mide la calidad de la docencia o del profesorado en función del número de antiguos alumnos y docentes con premios Nobel o reconocimientos como las medallas Fields. Un criterio discutible, ya que las universidades públicas españolas no pueden contratar a dedo, pero que por ejemplo explica el porqué del ascenso de la Universidad del País Vasco en esta última edición: en 2020, la UPV fichó a George Smoot y Albert Fert, premios Nobel de Física en 2006 y 2007 respectivamente.

"Tenemos que defender nuestro modelo, que cada vez tiene más prestigio"

Es un buen ejemplo de qué manera esta clase de ‘rankings’ termina condicionando las estrategias de las universidades, cuando “la universidad tiene muchas funciones y visiones y debería verse desde una perspectiva multidimensional”, como explica la investigadora. En su opinión, Shanghái se centra en la investigación porque es más fácil de medir que otros aspectos importantes como la calidad de la docencia, la transferencia a la sociedad, la accesibilidad o la sostenibilidad. La investigadora lo tiene claro: “No deberíamos tomarnos los resultados como algo malo. Deberíamos intentar que en España haya más presupuesto de investigación, pero también defender nuestro modelo de universidad, que cada vez tiene más internacionalización y prestigio”.

Las universidades están cada vez más obligadas a aparecer en los ‘rankings’ por cuestiones de financiación y reputación. Sin embargo, resulta complicado, ya que, como recuerda Gómez, la reputación de las universidades genera un ciclo de retroalimentación que refuerza a los que aparecen en los primeros puestos y obliga al resto a invertir cada vez más. Shanghái atiende a criterios difíciles de satisfacer por las universidades españolas y europeas, que tradicionalmente han atendido a otras cuestiones como la calidad de la docencia o la accesibilidad.

placeholder David Cameron, en la Universidad de Jiao Tong, donde se cocina el 'ranking'. (Reuters/China Daily)
David Cameron, en la Universidad de Jiao Tong, donde se cocina el 'ranking'. (Reuters/China Daily)

Rosalba Mancinas, profesora de origen mexicano de la Universidad de Sevilla y parte de las comisiones de investigación de su universidad, lleva décadas en España, pero sigue sorprendiéndole la reacción que se produce en nuestro país ante los resultados de estos ‘rankings’. “Como mexicana, me sorprendió que los españoles tuvieran tan mala opinión de sí mismos, porque para nosotros las mejores universidades son españolas”, explica. “Es una postura muy cómoda decir qué malos somos y qué mal lo hacemos, en lugar de decir ‘estamos sometidos a un 'ranking' horroroso”. Es, en su opinión, “marketing’, saber hacer contactos”.

Una cuestión de tamaño

En su tesis doctoral, el profesor Daniel Rodrigo-Cano, de la Universidad de Nebrija e investigador de la Universidad de Sevilla, citaba un dato que ha vuelto a repetir estos días a propósito de la publicación del nuevo ‘ranking’: solo UCLA, la Universidad de California, que se encuentra en la posición número 13, tiene más presupuesto que las nueve universidades andaluzas juntas.

El modelo de nuestra universidad no son los 'rankings' sino la accesibilidad

El docente también es una de las voces críticas con el ‘ranking’ de Shanghái: “Es una parte interesada del negocio: creo un ‘ranking’ con las características que me encajan y gracias a él consigo presupuesto que me hace subir en el ‘ranking”. Pero si condiciona tanto la agenda educativa, es porque las universidades cada vez destinan más presupuesto a salir bien en la fotografía, aunque la competición sea cada vez más feroz: “Es grave, porque los rectores no quieren no estar. Todos queremos estar en Champions con todo lo que supone, pero, entonces, los medios le preguntan al rector por qué no aparece en el ‘ranking’ y tiene que dar explicaciones”.

El profesor recuerda que el objeto de la universidad pública española no es aparecer en los primeros puestos de un ‘ranking’, sino conseguir una penetración del 40% de graduados entre el total de la población española y un 2-3% de doctores. En definitiva, un sistema accesible en el que prima la diversidad de funciones, entre ellas, la cercanía de las universidades de menor tamaño, precisamente aquellas que tienen más difícil competir con los mastodontes que arrasan en Shanghái. “Lo que ha buscado el modelo español es que todo el mundo tenga acceso a la universidad de forma sencilla, aunque es verdad que se podría unificar más, como Huelva y Sevilla o la Comunidad Valenciana, pero es más fácil tener universidades provinciales que a los universitarios desplazados”.

placeholder Macron, en la Universidad de Paris-Saclay. (EFE/EPA/Yoan Valat)
Macron, en la Universidad de Paris-Saclay. (EFE/EPA/Yoan Valat)

Una de las ideas que más han circulado en España durante los últimos días es la de que habría que fusionar universidades, como ha ocurrido en otros países europeos como Francia (Paris-Saclay nació de la unión de Paris-Sud, Versalles y Evry), para competir de manera más eficiente en esta clase de ‘rankings’. Pero como recuerda el profesor, cuando se ha intentado algo semejante en España no ha funcionado, porque eso genera una mayor dificultad para acceder a bonificaciones o a la financiación de los proyectos europeos, que “no premian que haya una unión de universidades”.

Otros autores también han matizado los resultados de este 'ranking'. En un artículo publicado en 'Universídad', Julio del Corral Cuervo, catedrático de Economía de la Universidad de Castilla-La Mancha, recordaba que en la edición 20ª de ARWU, la Facultad de Veterinaria de la UB figuraba en quinto puesto. Además, recordaba que 39 universidades españolas figuraban por debajo del puesto 1.000, es decir, quizá no sean universidades de élite, "pero sí buenas universidades". Mientras que el 83% de universidades públicas españolas aparecía en el 'ranking', el valor descendía al 22% en EEUU.

La pescadilla que se muerde la cola

“El ‘ranking’ de Shanghái afecta a nuestro día a día”, lamenta Mancinas. “Si yo, como profesora, pido ir a una universidad mexicana y no está en el ‘ranking’ de Shanghái, no me dan la ayuda, pero si está en él, sí me la darán”. Como los criterios de las comisiones son internos, es habitual que se recurra al ‘ranking’ de Shanghái, favoreciendo a las universidades del listado. Incluso ella, que es una de las más críticas con esta clase de medidas, reconoce que termina recurriendo a él por comodidad cuando tiene que realizar evaluaciones, porque no es fácil encontrar otros criterios.

"Shanghái tenía tal reputación que es difícil hacerle sombra"

Entre otras críticas planteadas a este sistema se encuentra la escasa importancia que da a las Humanidades y las Ciencias Sociales, donde precisamente España es más fuerte (y las universidades asiáticas, menos). Una revisión publicada en ‘Issues on Educational Research’ desvelaba que el criterio del ARWU tan solo tiene en cuenta las Ciencias Naturales y la Ciencia, mientras que otros han añadido que su valoración “al peso” de la producción científica, uno de los males endémicos del sector, provoca que las universidades más centradas en estos campos lo tengan mucho más fácil.

Foto: La Universidad de Harvard. (Reuters/Brian Snyder)

Los profesores consideran que la única solución sería la creación de ‘rankings’ alternativos que atendiesen a otra clase de factores que pusiesen en valor las ventajas de otros modelos más variados, por ejemplo, un ‘ranking’ europeo en el que se dé más importancia a la docencia. “Supimos inventar el Espacio de Educación Superior Europeo, pero creo que no lo hemos sabido vender todo lo bien que podíamos”, concluye Gómez. “Estaría bien que empezáramos a recoger indicadores y a tratarlos y a evaluarlos para hacer algo parecido a nuestro propio ‘ranking’ que nos diera prestigio y anulara Shanghái, pero tiene tal reputación que es difícil hacerle sombra”.

Pero no hay que preocuparse, la polémica pronto caerá en el olvido, como concluye Rodrigo: “Cuando aparece, se produce un debate interesado durante unos días, porque el resto del año a los medios y los políticos se les olvida la cuestión universitaria. Si hubiese salido en septiembre, a lo mejor no estábamos hablando de esto”.

La publicación de la última entrega del ‘ranking’ de Shanghái a principios de esta semana ha dado pie al conocido ritual de autoflagelación ante los resultados aparentemente mediocres de España. Solo una universidad, la de Barcelona, se ha colado en las posiciones 150-200. Otras cuatro, la Autónoma de Barcelona, la Complutense de Madrid, la Universidad de Granada y la Universidad de Valencia, figuran entre las posiciones 201-300. Dos más, la Pompeu Fabra y la del País Vasco, figuran entre los puestos 300 y 400. Y la Politécnica de Valencia y la Universidad de Santiago de Compostela, entre el 400 y el 500.

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