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Miles de hectáreas quemadas, 15 pirómanos en prisión: por qué es tan difícil reinsertarlos
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Miles de hectáreas quemadas, 15 pirómanos en prisión: por qué es tan difícil reinsertarlos

A pesar de que la mayor parte de los fuegos forestales son consecuencia de la acción humana, la Guardia Civil tan solo puede esclarecer la autoría en el 30% de los casos

Foto: Bomberos forestales del Gobierno de Cantabria, durante los trabajos de extinción del incendio en Hazas de Cesto. (EFE/Pedro Puente Hoyos)
Bomberos forestales del Gobierno de Cantabria, durante los trabajos de extinción del incendio en Hazas de Cesto. (EFE/Pedro Puente Hoyos)
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Los incendios forestales dejan miles y miles de hectáreas calcinadas cada verano en España. A pesar de ser un fenómeno cuyo origen es en su mayoría la acción humana, por este motivo actualmente tan solo 15 personas se encuentran en prisión, ya sea preventiva o con condena firme. Podemos estar tranquilos: solo una mínima parte de los incendios forestales está provocada por personas que sienten fascinación por el fuego, disfrute por las llamas, aunque nunca satisfacción por el daño causado.

Ellos son los pirómanos, y aunque lleguen a entrar en prisión, siempre estará en su mano el acudir o no a terapia durante el periodo que dure su privación de libertad. Si no es así, la reincidencia está casi asegurada, lo que pone en duda una medida como la cárcel para este tipo de delincuentes.

Foto: Un bombero forestal realiza labores de extinción en el incendio de O Barco de Valdeorras. (EFE/Brais Lorenzo)

Los datos no dejan lugar a dudas. Según la Memoria de la Fiscalía publicada en 2021 y correspondiente al ejercicio del año anterior, se iniciaron 472 procedimientos judiciales por delitos contra el medio ambiente, se elevaron 76 escritos de acusación y las sentencias se dividieron entre 60 condenatorias y 30 absolutorias. En 2020, además, resultaron detenidas o investigadas un total de 437 personas. La causa más frecuente de incendios forestales aquel año fue la quema de residuos y restos forestales. Los pirómanos, en 2020, causaron el 19,39% de incendios, el mismo porcentaje que aquellos originados por actos vandálicos o vengativos.

Uno de cada cuatro fuegos, intencionado

Desde el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil saben que no es fácil a lo que se enfrentan. Los incendios forestales constituyen una de las principales amenazas para los bosques y montes por la pérdida de biodiversidad, degradación del suelo y hábitats, y la aceleración de desertificación que suponen. "Si por algo se caracteriza la investigación de un incendio forestal es por su dificultad, desde determinar la causa hasta la autoría", explica Paloma Orive, portavoz del servicio adscrito a la Benemérita. Por este motivo, la tasa de esclarecimiento de los incendios investigados por el cuerpo se sitúa en un 30%.

Sus estadísticas también indican que la causalidad más frecuente es el ser humano, alcanzando el 80% de los casos. Ese mismo porcentaje debe dividirse entre el 55% de los incendios forestales que son consecuencia de acciones negligentes y el 25% restante que sí son fuegos intencionados. Los primeros serían, por ejemplo, aquellos fuegos provocados por la quema de rastrojos o el lanzamiento de pirotecnia que se descontrola. Es en las quemas intencionadas donde entra el uso deliberado del fuego por parte del ser humano.

placeholder El helicóptero del 112 del Gobierno de Cantabria, durante los trabajos de extinción del incendio forestal de Hazas de Cesto. (EFE)
El helicóptero del 112 del Gobierno de Cantabria, durante los trabajos de extinción del incendio forestal de Hazas de Cesto. (EFE)

En este grupo se encuentran aquellas personas denominadas incendiarias, es decir, las que provocan un incendio con premeditación y afán de lucro relacionado con intereses económicos o políticos, o simplemente por maldad. Luego están los pirómanos, personas que tienen problemas en el control de impulsos y de su conducta, que sienten fascinación por el fuego.

La difícil investigación tras el incendio

"Cuando llegamos al lugar, observamos la escena. El terreno habla, los árboles hablan, las piedras hablan. La dificultad viene del aislamiento de estos sitios, en los que es difícil encontrar testigos, no hay cámaras y es complicado, porque muchas veces el propio incendio dificulta la obtención de pruebas", añade Orive. Aun así, desde el Seprona cuentan con varios indicios que les advierten de que el fuego ha sido provocado, como la simultaneidad de focos o que se inicien a última hora del día, cuando los medios aéreos no pueden trabajar. También el triángulo de fuego, relativo a condiciones meteorológicas propicias para la propagación: más de 30 grados de temperatura, más de 30 km/h de viento y una humedad por debajo del 30%.

El Código Penal es muy duro con aquellas personas que se atestigüe que han provocado un incendio. Se enfrentarán a una pena de entre 10 y 20 años si causan peligro para la vida humana; y, en el caso de los incendios forestales, si no hay peligro para la vida humana, la pena oscilará entre uno y cinco años de cárcel, y una multa de 12 a 24 meses. El texto normativo también tiene en cuenta ciertas agravantes, como la importancia de la superficie quemada, los efectos para el suelo, la afectación de algún espacio natural protegido o que el autor pretenda conseguir beneficio económico con los efectos del incendio. De esta forma, la pena de prisión aumentaría desde los tres a los seis años.

La prisión no asegura la reinserción

Francisco García Berenguer, abogado penalista de Zaragoza, concreta que un pirómano podría evitar la prisión si se demuestra en sede judicial que no es capaz de controlar sus actos. "Ahí se sustituiría la prisión por el internamiento en un centro psiquiátrico, o por otras medidas como tratamiento ambulatorio", agrega el experto.

De todas formas, no es tan fácil conseguir esa eximente completa de la pena: "Deben probarse patologías previas, que un profesional del juzgado las objetive y aun así terminaría recluido en un centro psiquiátrico. Luego queda la responsabilidad civil, que si al individuo se le declara incapaz, recaería en sus tutores, o si no en el propio sujeto".

placeholder Vista de una gran columna de humo durante el incendio que permanece activo en Chandrexa de Queixa, Ourense. (EFE/Brais Lorenzo)
Vista de una gran columna de humo durante el incendio que permanece activo en Chandrexa de Queixa, Ourense. (EFE/Brais Lorenzo)

Una vez condenado y en prisión, el pirómano no tiene la obligación de someterse a ningún tipo de terapia. Es decir, puede salir de la cárcel controlando sus impulsos de la misma forma en la que entró. Por eso, Jesús de Blas, coordinador del Grupo de Intervención en Emergencias del Colegio de Psicología de Castilla y León, considera que otras medidas de reeducación podrían ser más efectivas.

Un tratamiento psicológico difícil

"Los pirómanos, según los rasgos de su perfil típico, son gente con una socialización escasa, dificultades en las relaciones y con una necesidad de estimulación emocional intensa, que es lo que les produce provocar el incendio", define el psicólogo. Él mismo añade que no es infrecuente que la persona que ha quemado algo se ofrezca voluntaria para apagarlo o ayudar a reparar los daños, pues la emoción viene provocada por la generación del fuego, no por los tremendos daños que puede acarrear.

Foto: Zona quemada por el incendio de San Cibrao (Ourense). Brais Lorenzo (EFE)

El tratamiento, en este sentido, es complicado. Según explica De Blas, “ayudar a una persona a controlar sus emociones no es fácil, porque se trata de un área ya muy formada en la que no tiene cabida la conciencia de cuáles son los efectos de sus actos”. De hecho, la atracción por el fuego es prácticamente general en el ser humano, pero una cosa es que te guste ver el fuego en la chimenea y otra desarrollar una patología que te lleve a provocar un incendio, ilustra el zaragozano.

Desde el paradigma psicológico, la piromanía se entiende como un rasgo de agresividad e impulsividad y su tratamiento se basa en redirigir esa necesidad de estimulación a otros espacios más acordes como el deporte o la integración en grupos sociales. “Un pirómano es difícil que llegue a ser consciente del daño que crea. Quizá lo sería si se le presentan de manera directa los efectos, como cadáveres calcinados, a consecuencia de su acto, pero tienen que ser estimulaciones muy grandes para que reaccione”, agrega De Blas.

Los incendios forestales dejan miles y miles de hectáreas calcinadas cada verano en España. A pesar de ser un fenómeno cuyo origen es en su mayoría la acción humana, por este motivo actualmente tan solo 15 personas se encuentran en prisión, ya sea preventiva o con condena firme. Podemos estar tranquilos: solo una mínima parte de los incendios forestales está provocada por personas que sienten fascinación por el fuego, disfrute por las llamas, aunque nunca satisfacción por el daño causado.

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