En el año 2000, el entonces presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez-Ibarra, quiso contentar a los alcaldes de Mérida, Plasencia y Navalmoral de la Mata para que tuvieran sus respectivas paradas además de Badajoz y Cáceres. El problema es que todas estas ciudades no están en línea recta, sino que forman una ese. Fue una estrategia política que, para muchos, sacrificó un tren de alta velocidad por un regional exprés.
El cálculo era que, con la última actualización, apenas recortaba en una hora al anterior trayecto. Mucha gente señaló que sería más corto ir en coche a Badajoz que en el nuevo tren rápido.