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España no odia la política, simplemente es más pobre que otros países
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¿Harto de los políticos? No eres especial

España no odia la política, simplemente es más pobre que otros países

Dos investigadores dan con nuevos ingredientes en receta para entender el desencanto político y evitar que, en el nuevo mundo apocalíptico, vayamos a peor

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el debate sobre el estado de la nación. (EFE/Huesca)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el debate sobre el estado de la nación. (EFE/Huesca)
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Francisco Franco le dijo un día a uno de sus ministros: "Haga como yo, no se meta usted en política". Aunque puede que solo sea una leyenda, la frase resume bien un sentimiento que ha trascendido a lo largo de los años. Más allá de la ironía, retrata una especie de actitud ibérica: el rechazo a la política. Hablar de ella o, peor aún, dedicarse a ella, ha sido tradicionalmente algo mal visto. Y ese poso de negatividad constante ha hecho también que la investigación sobre las posibles causas de la desafección política haya sido bastante plana: los españoles somos así y punto.

"Antes se decía que la desafección política en el caso de nuestro país era algo cultural, que venía a lo largo del tiempo y que eso venía derivado, entre otras cosas, de actitudes fraguadas durante el franquismo, en las que la política era considerado como un mal", afirma Adrián Megías, profesor investigador de la Universidad de Murcia. "Pero nosotros teníamos la idea de que eso no era así, y de ahí que hiciéramos este análisis".

Foto: Vista del interior del Congreso durante la primera jornada del debate sobre el estado de la nación. (EFE/Mariscal)

La cuestión es: la desafección política ¿nace o se hace? La respuesta tiene más de un asterisco, pero se encuentra en un reciente artículo firmado por Megías y la profesora de Ciencia Política y doctora en Gobierno y Administración Pública Cristina Moreno. Ambos han analizado si esa actitud responde a una cuestión cultural (si se nace) o si depende de la coyuntura de cada momento (si se hace). La conclusión es que no todo es blanco o negro, sino que ambos elementos tienen su peso en la ecuación. Pero lo novedoso no solo es el hecho de hacerse esa pregunta, sino el hallazgo de que lo coyuntural, la actualidad, es más importante. Con todo, "los factores estructurales, la cultura política, la socialización, lo que vivió la generación anterior… Todo eso sigue influyendo y sigue teniendo su peso", aclara Moreno. Vayamos por partes.

Punto de partida: la crisis económica de 2008. Ese momento les ha servido para evaluar cómo los niveles de desconexión entre sociedad y políticos están muy relacionados con lo que pasa en el día a día. Hay algunas series del CIS que muestran pistas sobre el fenómeno, como la valoración de la situación política y económica. Los datos muestran de qué forma 2008 marca un punto de inflexión. A partir de entonces, se dispara el porcentaje de población que considera que la situación es "mala" o "muy mala", y el clima se mantiene hasta 2020.

El CIS dejó de hacer esta pregunta cuando llegó la pandemia y todavía no la ha recuperado, pero sí retomó en junio de 2020 la cuestión por la valoración de la situación económica, que dibuja una progresión casi idéntica a la de la política. Eso sí, después del parón, se dejó de incluir la opción de que la economía está "regular", por lo que los datos no son del todo comparables con la serie anterior. Sí se puede ver, sin embargo, cómo el pesimismo creció en el primer año de pandemia, cayó durante 2021 y ahora vuelve a estar al alza.

El organismo liderado por José Félix Tezanos sí ha preguntado hace poco, en abril, por el hastío político. El 85% de los españoles cree que hay mucha o bastante crispación y el 90% cree que es importante reducir estos niveles de tensión política.

Para hablar de desafección, advierten Moreno y Megías, no es posible quedarse solo con esta simplificación. En su investigación, han revisado más de 20 variables, como la participación en política, la ideología, la satisfacción con el Gobierno, con los partidos políticos o el nivel de euroescepticismo, entre otras. Y todo ello, a su vez, teniendo en cuenta distintas cohortes o generaciones: desde los que vivieron la Segunda República o la Guerra Civil hasta los quincemayistas, pasando por la transición o los 90.

El 90% de los españoles cree que es importante rebajar el nivel de crispación política

Siguiente paso: no somos especiales. Su fuente principal es la Encuesta Social Europea, lo que les ha permitido analizar el mismo fenómeno en otros países de nuestro entorno. En concreto, han estudiado el fenómeno en Bélgica, Suiza, Alemania, Finlandia, Francia, Reino Unido, Hungría, Irlanda, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal, Suecia y Eslovenia.

Una de las principales conclusiones es que, precisamente en aquellos países que se han visto más afectados por la crisis económica, el nivel de desafección es mayor. Atendiendo a la evolución en el tiempo, sí aparecen algunas diferencias. La desafección es mayor y más volátil en los países del sur y en democracias recientes, lo que da buena cuenta del peso de factores relacionados con el contexto político o económico, siguiendo a los autores. Y, a la vez, esto indica que hay dos tipos de desafección: una más estructural o estable en los países del norte, y otra más coyuntural en el sur.

La línea de la media del gráfico de arriba marca bien esa división entre los dos tipos de países que se mencionaba antes. Pero, "a grandes rasgos, la tendencia general es que el contexto influye", resume Moreno, siempre sin menospreciar la parte cultural: "También influye la historia de cada país, la tradición que tiene respecto a las actitudes…", aclara.

Tercer paso: la frustración. Es habitual que la desafección se pueda confundir con un desinterés por la política. Pero puede ser incluso todo lo contrario, ya que existe una doble lectura del fenómeno. "En circunstancias de crisis, la ciudadanía cuenta con una capacidad crítica que se expresa de un lado en esa mayor desafección, esa mayor apatía. Pero, por otro lado, eso significa más interés por la política, más capacidad crítica", considera Moreno. Por eso, hablar de desafección es hablar de frustración, una frustración que no se entiende sin un nivel de exigencia elevado hacia la clase política.

"La gente se siente más auto competente para incidir en la política"

De hecho, los niveles de participación en formas de hacer política, más allá de ir a votar, han ido en aumento. "La eficacia política, que es la medida en la que la gente se muestra capaz o que entiende que puede hacer algo por cambiar las cosas, es mucho más elevada que hace unos años. Es decir, la gente se siente más autocompetente para incidir en la política", resalta Megías aludiendo a los datos de la Encuesta Social Europea.

Foto: Un momento del debate sobre el estado de la nación alternativo al del Congreso de los Diputados que tuvo lugar en Sol. (EFE)

Otra de las preguntas que ha dejado de hacer el CIS para sus barómetros y que es imprescindible para medir el nivel de desafección política es la de la confianza en distintas instituciones. Las últimas cifras son de 2018, pero sí hay información para España en la Encuesta Social Europea. De nuevo, la misma tendencia: a partir de 2008, el porcentaje de población que valora con notas muy bajas a determinadas instituciones se acrecienta. La tendencia se ha relajado, en cambio, en las últimas dos oleadas de encuestas. Los efectos en estas valoraciones de la era pospandemia no se podrán analizar hasta que no se recopilen datos de estos días, por lo que habrá que esperar algunos años.

Y así llegamos al punto final: el futuro. Si queda demostrado que las crisis elevan la desafección con la política, ¿qué pasa después de la pandemia? "Y se podría añadir qué pasa con este escenario de guerra fría, inflación, recesión… En fin, todo es muy apocalíptico y un poquito distópico", reflexiona Moreno. En épocas disruptivas, primero crece la frustración, que más tarde se traduce en un incremento de la polarización y que nos lleva a un escenario donde los populismos están más cómodos. Si ya lo hemos visto con la crisis de 2008, "es muy probable que acabe pasando igual", opina la investigadora.

Una hipótesis alternativa podía leerse hace unos días en un artículo publicado en 'Ethic'. El texto desliza la idea de que la inercia de la desafección puede dar lugar a una especie de catarsis de los extremismos y una vuelta posterior a la normalidad. "El interés por la participación política se caracterizará por constantes vaivenes", reza el artículo, por lo que "el desarraigo político debería ir en alza hasta tocar techo en algún momento, comenzando luego a revertirse".

Si en el escenario del futuro la tendencia es a encadenar unas crisis con otras, lo que ahora llamamos coyuntural puede pasar a ser estructural. "Si vas socializando a generaciones con crisis continuas, igual que se socializaba en el franquismo con lo de que la política era mala, en dos o tres generaciones se puede convertir en lo normal", zanja Megías. Un eterno retorno de lo mismo.

Francisco Franco le dijo un día a uno de sus ministros: "Haga como yo, no se meta usted en política". Aunque puede que solo sea una leyenda, la frase resume bien un sentimiento que ha trascendido a lo largo de los años. Más allá de la ironía, retrata una especie de actitud ibérica: el rechazo a la política. Hablar de ella o, peor aún, dedicarse a ella, ha sido tradicionalmente algo mal visto. Y ese poso de negatividad constante ha hecho también que la investigación sobre las posibles causas de la desafección política haya sido bastante plana: los españoles somos así y punto.

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