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Histórica Cumbre de la OTAN en Madrid: España debe ser más que la mera anfitriona
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Histórica Cumbre de la OTAN en Madrid: España debe ser más que la mera anfitriona

Las percepciones y visiones sobre la guerra en Ucrania y su desenlace final son muy distintas en Washington, Londres, Varsovia, Berlín, París y Roma. Los "guerreros" anglosajones quieren que Rusia pierda esta guerra

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Stephanie Lecocq)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Stephanie Lecocq)
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Es muy probable que la semana próxima tengamos una foto de familia de los líderes de los países que conforman la OTAN (y de la presidenta de la Comisión Europea, y del presidente del Consejo Europeo y del Alto Representante para la Política Exterior de la UE, y de las dos primeras ministras de Suecia y Finlandia, y hasta del primer ministro ucraniano Zelenski de manera telemática) con sonrisas y un sentir general de lograr un acuerdo histórico. Posiblemente, se acuerde proporcionar más ayuda militar y económica a Ucrania, mandar más tropas a los países bálticos para disuadir a Rusia y hasta se acordará un nuevo concepto estratégico de la Alianza Atlántica. España, como anfitriona, se congratulará por su labor de mediación y organización y habrá muchos titulares que destaquen el éxito de la cumbre.

Pero por debajo de esta aparente unidad quedarán muchas desavenencias que posiblemente se hagan más visibles en los próximos meses. Las percepciones y visiones sobre la guerra en Ucrania y su desenlace final son muy distintas en Washington, Londres, Varsovia, Berlín, París y Roma. Por un lado, están los "guerreros" anglosajones y del este de Europa que quieren que Rusia pierda esta guerra y que se desgaste lo máximo posible para que no vuelva a contemplar en una generación una aventura imperialista como la que está librando hoy en Ucrania. Piensan que, si Putin pierde esta guerra, es posible que caiga porque tradicionalmente lo que ha desbancado a los zares del trono ha sido precisamente perder conflictos bélicos de envergadura.

Foto: Un policía vigila junto a varias vallas de seguridad en Madrid. (EFE/Mariscal)

La visión táctica y estratégica de los "guerreros" se podría resumir pues en conseguir que los ucranianos aguanten las embestidas rusas, y que poco a poco en los próximos meses puedan empezar a recuperar terreno hasta expulsar a las tropas rusas de Ucrania y volver a las fronteras de antes del 24 de febrero. Los más optimistas incluso creen que se podría recuperar Crimea y así debilitar todavía más la capacidad militar rusa. Arrebatarle a Rusia el puerto naval de Sevastopol sería la guinda que colmase esa reconquista. Para lograr eso, EEUU y el Reino Unido están proporcionando mucho material militar, y sobre todo mucha inteligencia bélica, a Ucrania. Además, piden a sus socios de la OTAN que arrimen el hombro, porque los arsenales militares anglo-americano no son infinitos y en algún momento van a necesitar ser cumplimentados. Alemania, en concreto, ha recibido muchas críticas por no proporcionar material bélico pesado.

Pero es que la visión en Berlín y París (y en Roma) es distinta. Para empezar, Alemania, desde la Ostpolitik de Willy Brandt de los años 70, con la firma del Tratado de Moscú, siempre ha buscado una política de distensión y entendimiento, primero con la Unión Soviética y después con la Rusia "neo-imperial" de Putin. Y por mucho que el actual canciller, Olaf Scholz, haya proclamado un cambio de era (Zeitenwende) tras la agresión rusa, medio siglo de política exterior no se cambia en unas semanas. En Alemania todavía hay mucho miedo a una escalada del conflicto y que Rusia use su arsenal nuclear para terminarlo. La doctrina dominante es que no se puede derrotar a una potencia nuclear. En París, la percepción es parecida. De ahí que Macron dijese que sería un error "humillar a Rusia".

Foto: Una anciana recorre los restos de su casa destruida en Chernígov. (EFE/EPA/Oleg Petrasyuk)

Para los estrategas galos la realidad sobre el terreno es que Rusia está empecinada en conquistar el Donbás y es muy posible que lo logre. Esto no se dice públicamente, pero, según ellos, entrenar y armar a los ucranianos para que sean capaces de expulsar a esas fuerzas de ocupación va a ser muy difícil y supondrá un coste militar enorme. El conflicto además durará muchos meses o incluso años y eso conllevará mayor tensión con Rusia y posiblemente precios más altos de la energía y una crisis económica duradera en Europa. Ni Macron, ni Scholz ni Draghi se imaginaban esto cuando llegaron al poder. Su objetivo era modernizar sus países para poder ser más competitivos frente a EEUU y China y no estar enfrascados en una guerra que absorberá capital político, económico y financiero. La historia y la geografía vuelven a ser determinantes. Como Rusia no supone una amenaza física directa, siempre que el conflicto no escale y no se produzca un ataque ruso a ningún país de la OTAN, cada vez más la prioridad va a ser llegar a un alto al fuego y negociar un acuerdo de paz. De ahí que a este grupo se los conozca como "los pacifistas".

En público estos líderes dicen que son los ucranianos los que tienen que decidir cuándo van a dejar de luchar (y así lo han expresado Macron, Scholz y Draghi en su reciente visita a Kiev), pero en sus adentros están deseosos de que este conflicto acabe cuanto antes y su prioridad no es hacer de Ucrania un Afganistán para Rusia, como desearían algunos halcones en el Pentágono. Esto contrasta, lógicamente, con la visión en Varsovia y las tres capitales de los países Bálticos. Para ellos, Rusia sí que es una amenaza existencial y su estupor no deja de crecer al ver que ni siquiera una invasión sanguinaria rusa a las puertas de la UE saca a Berlín y París de su instinto apaciguador. Estos dos mundos paralelos quedaron bien reflejados esta semana en unas declaraciones de Jens Plötner, el asesor de política exterior de Olaf Scholz.

Foto: Rueda de prensa sobre la próxima cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid. (EFE)

Plötner dijo cosas que parecen muy sensatas desde la visión convencional de la política exterior alemana (y en cierto sentido la francesa). Primero, es importante no poner a Rusia y China en el mismo saco. La UE no se puede permitir abrir dos frentes de batalla, por lo tanto, hay que reducir la rivalidad con China. Segundo, la situación interna en EEUU es preocupante y es posible que vuelva Trump (o alguien incluso peor) en 2024. Tercero, los medios de comunicación y el debate público deberían centrarse más en cómo se van a recuperar en el futuro las relaciones con Rusia más que en cuantos tanques se envían a Ucrania. Y cuarto, y último, no puede haber un proceso de entrada exprés de Ucrania en la UE solo porque está en guerra con Rusia. No hace falta decir que estas declaraciones han sido criticadas duramente por "los guerreros" desde Washington hasta Kiev, pasando por Vilna.

¿Y cómo se ve la cosa desde Madrid? Pues con preocupación. Aquí hay guerreros y pacifistas, pero sobre todo mucho europeísta, y hay gran temor que estas divisiones en el seno de la Unión debiliten o hasta entierren por otros diez años la posibilidad de crear una autonomía estratégica europea digna de ese nombre. Si los del este de Europa perciben que Alemania y Francia no ven el peligro ruso y se ponen de perfil a la hora de ayudar a Ucrania y debilitar a Rusia, su confianza en Berlín y París quedará todavía más mermada y seguirán creyendo exclusivamente en el poder disuasorio que le ofrece EEUU.

Si bien es cierto que el Consejo Europeo aprobó este marzo la "Brújula Estratégica" propuesta por Borrell con la intención de crear una "capacidad de despliegue rápida" de hasta 5000 hombres, a la luz de la guerra que estamos observando en Ucrania, ese objetivo parece que es propio de los años 90, cuando todavía el foco estaba en gestionar crisis de intensidad baja o media localizadas, y no está a la altura de las exigencias actuales de establecer una capacidad militar para poder disuadir, y mucho menos enfrentarse, a una gran potencia como Rusia.

Foto: Un campo de trigo en Kiev, Ucrania. (EFE/Oleg Petrasyuk)

Este tendría que ser el debate de hoy, pero justamente por esas divisiones internas no se está produciendo. Y España, a pesar de su europeísmo, no parece estar activamente empujando en esa dirección. Más bien se intenta que las divisiones no se hagan más grandes. Se centran los esfuerzos en mantener el barco de la Unión unido, y mediar entre las visiones de Washington, Berlín y París. Vamos, lo que hace un buen anfitrión de una cumbre de este calado. Quizás la más importante que ha organizado nuestro país en las últimas décadas.

En sí, se podría decir, que esta posición intermedia, ni pacifista (porque a nivel diplomático el Gobierno se ha posicionado con las voces más duras con la invasión rusa) ni guerrera (porque España es de los países que menos material militar ha enviado a Ucrania, según la mayoría de estudios) es un reflejo del sentir de la población española. Dos recientes encuestas, una del Consejo Europeo para las Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés) y del Real Instituto Elcano así lo reflejan. ECFR califica a los dos campos aquí descritos como los de "la paz" y los de "la justicia" y ahí se puede ver como España tiene menos "pacifistas" que Italia, Alemania, Francia o incluso Suecia, pero a su vez también menos "guerreros" que polacos, finlandeses, suecos y británicos, y hasta menos que franceses y alemanes. Es decir, tenemos a mucha gente que por un lado piensa que hay que castigar a Rusia, pero por otro teme la escalada del conflicto y quiere que se resuelva cuanto antes.

Foto: Puente Viejo en Sarajevo. (EFE/Fehim Demir)

Los datos del barómetro de Elcano también demuestran esta ambivalencia. La mayoría de los encuestados son favorables a seguir apoyando a las tropas ucranianas mientras sigan luchando, pero también hay una mayoría que está a favor de negociar con Rusia para conseguir la paz, aunque sea a cambio de que Ucrania ceda territorio. Es más, mostrando una visión que se podría calificar como bastante realista del conflicto, el 86% de los españoles cree que Ucrania se mantendrá como estado independiente, pero que Rusia se quedará con parte de su territorio, y además la gran mayoría piensa que el conflicto se extenderá más de seis meses. Hay que destacar, por cierto, que ha aumentado el número de personas que piensa que la UE debe gastar más en defensa, pero hay poco apoyo para aumentar las tropas españolas en el Báltico.

En cuanto a la relación con EEUU, también hay ciertos mensajes contradictorios (¿o no?). Por un lado, el prestigio de EEUU está en bajos históricos y la mitad de los encuestados piensa que Europa debería ser más autónoma de EEUU, pero por otro lado más del 80% de los españoles cree que España debe pertenecer a la OTAN y el rechazo a las bases de Rota y Morón también ha caído. Como siempre aquí hay una clara división entre las personas que se consideran de derechas (que son más atlantistas) y las de izquierdas (que son más críticas con la OTAN).

Foto: Imagen de refugiados en la frontera de Polonia con Ucrania. (EFE/Biel Aliño)

Sin embargo, donde hay mucha menos ambivalencia entre los españoles es en las percepciones sobre el impacto económico de la crisis. En la encuesta de ECFR, a la pregunta de: "qué es lo que más teme de la guerra en Ucrania", el 40% de los entrevistados españoles declara "la crisis económica y la posibilidad de perder el empleo". Es el porcentaje más alto de los 10 países de la encuesta. Igualmente, en el Barómetro de Elcano el ¡95%! de los encuestados alega que lo que más teme de la guerra son "los problemas económicos" que se deriven de ella. Lo que contrasta con el 54% que dice que es imposible que Rusia ataque a España (aunque el 41% le da alguna probabilidad).

Todo esto lleva a una conclusión. Los españoles temen que se alargue el conflicto y que eso genere precios más alto y otra recesión económica. Con el posible panorama de subida de tipos de interés en el horizonte y el reavivamiento de las primas de riesgo, el Gobierno debería empezar a atar cabos (los económico y estratégicos) y girar el debate en Europa de la ampliación (con la posible entrada de Ucrania en la UE) hacia la profundización de la Unión. No sería nada descabellado plantear a los socios europeos que esta guerra va a ser larga, va a traer muchos perdedores, y quizás haya que crear otro fondo europeo de emisión de deuda conjunta para "ganar" esta guerra. Por un lado, para seguir armando a los ucranianos mientras sigan luchando (porque es lo que hay que hacer en este momento histórico, incluso desde el punto de vista pacifista) y para la reconstrucción del país y, por otro, para poder proteger a los que más se vean golpeados por la crisis económica, que por ahora está contenida porque estamos recuperando el terreno perdido por la recesión del covid, pero si al final Putin corta el gas, el otoño y después el invierno pueden ser muy duros para muchos.

Es muy probable que la semana próxima tengamos una foto de familia de los líderes de los países que conforman la OTAN (y de la presidenta de la Comisión Europea, y del presidente del Consejo Europeo y del Alto Representante para la Política Exterior de la UE, y de las dos primeras ministras de Suecia y Finlandia, y hasta del primer ministro ucraniano Zelenski de manera telemática) con sonrisas y un sentir general de lograr un acuerdo histórico. Posiblemente, se acuerde proporcionar más ayuda militar y económica a Ucrania, mandar más tropas a los países bálticos para disuadir a Rusia y hasta se acordará un nuevo concepto estratégico de la Alianza Atlántica. España, como anfitriona, se congratulará por su labor de mediación y organización y habrá muchos titulares que destaquen el éxito de la cumbre.

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