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"La izquierda de las cavernas": por qué Vox no es Marine Le Pen
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LAS DOS CARAS DE LAS NUEVAS DERECHAS

"La izquierda de las cavernas": por qué Vox no es Marine Le Pen

Por más que se las sitúe en el mismo espectro político, las formaciones de Abascal y Le Pen poseen diferencias significativas. Son parte de movimientos distintos, y a menudo enfrentados

Foto: Santiago Abascal. (Sergio Beleña)
Santiago Abascal. (Sergio Beleña)
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El sábado 19 de marzo, el día previo a las manifestaciones del campo en Madrid, Vox y el sindicato Solidaridad convocaron en Cibeles a sus simpatizantes contra la subida de precios y las medidas del Gobierno. Un representante del sindicato intervino en primer lugar, y puso sobre la mesa una serie de reivindicaciones acerca del campo, del trabajo y de la situación económica que podían ser interpretadas como mayoritariamente razonables por buena parte de la población.

Después fue el turno de Abascal, que recogió todos esos elementos y los reunió alrededor de un solo responsable: las nefastas medidas económicas del Gobierno, la falta de defensa de los nacionales, las chorradas culturales y el despilfarro público estaban causados por "la izquierda de las cavernas, de la ruina, de la miseria". No era una proclama aislada, forma parte de un discurso muy presente, y que explica en buena medida su implantación.

Vox es un partido con distintas visiones y que reúne votantes de diferentes clases

Vox es un partido con distintas visiones y que reúne votantes de diferentes clases. Hay gente de extrema derecha tradicional, liberales económicamente libertarios, votantes ligados a la religión y nacionalistas económicos, entre otros. Todos ellos existían antes de Vox, y la formación de Abascal permitió reunirlos. Les brindó un espacio fuera del PP.

Sin embargo, esa base electoral, que no era muy amplia y que se componía de visiones ideológicas diferentes, incluso opuestas, nunca había alcanzado el nivel de aceptación que ahora posee. Su crecimiento puede explicarse por diferentes factores, ya que nunca es producto de una sola clave, pero hay un aspecto que destaca especialmente. Para comprenderlo, se ha de explicar antes el lugar ideológico en que Vox ha decidido situarse, y las significativas diferencias respecto de una formación en apariencia similar, como es la de Marine Le Pen.

El factor perturbador por excelencia

Una salvedad es necesaria, ya que Vox no es el principal partido de oposición, lo es el PP. No tiene el Gobierno a la mano, y si se celebrasen elecciones ahora, sería la tercera fuerza. Esta es una diferencia sustancial con Le Pen, que sí optaba a gobernar directamente. Esa posición electoral otorga a la francesa una pujanza y una visibilidad mayores, y también obliga a la transversalidad, puesto que ha de captar votos de sectores amplios de la población. Vox puede ser más sectorial en lo ideológico, ya que carece de la urgencia del crecimiento inmediato.

Vox afirma que la democracia española, la monarquía, la judicatura o la unidad de la nación están en riesgo a causa de los progresistas

Más allá de este aspecto, hay que constatar que la visión ideológica de Le Pen y la de Abascal también son diferentes. Vox tiene la convicción de que los populismos de izquierda son el factor perturbador por excelencia de Occidente, de que la democracia española y sus instituciones, como la monarquía, la judicatura o la misma unidad de la nación, están en riesgo a causa de los ataques progresistas, de que el derroche del Gobierno y su afición al gasto son la causa de los problemas económicos españoles, de que las políticas buenistas con la inmigración ilegal y los menas deterioran la convivencia, de que el sinsentido de las leyes LGTBI conduce a enfrentamientos absurdos y de que las posiciones antifamilia destruyen lazos humanos necesarios.

Le Pen y el pueblo

El programa de Rassemblement National comparte algunos de estos puntos, pero se aleja mucho en otros. Le Pen impugna el libre comercio, cuando Vox es favorable a él, salvo en lo que toca a China y a las autocracias. Le Pen tiene una visión de Europa que la emparenta con el gaullismo, mientras que Vox está más cerca de las derechas de Visegrado. La posición de Le Pen con EEUU es más dubitativa, mientras Vox es proestadounidense y claramente anti-China. Rassemblement National incluye medidas decididamente sociales en sus propuestas, Vox apuesta más por la libre iniciativa empresarial. Además, la defensa de sus nacionales lleva a la dirigente francesa a acercarse a ideas económicas diferentes, ligadas con tendencias emergentes en otras derechas occidentales, incluso la estadounidense.

Le Pen critica a las élites y apela a la totalidad del pueblo, mientras que Vox restringe su crítica a las élites progres

Sirva como ejemplo de la nueva dirección este argumento del republicano Oren Cass: "El capitalismo no funciona porque las personas con capital, dejadas a su suerte para maximizar las ganancias, se vayan a comportar de una manera que genere prosperidad generalizada. Eso no tiene sentido y no hay ni una pizca de evidencia que lo respalde. Tampoco ‘capitalismo’ es sinónimo de ‘libertad económica’, a pesar del canon del fundamentalismo de mercado. El capitalismo funciona porque, bajo un conjunto específico de condiciones en un mercado bien gobernado, los capitalistas necesitan trabajadores cada vez más productivos para lograr ganancias crecientes, y los trabajadores necesitan acceso al capital para lograr salarios crecientes y, en esa dependencia mutua, a ambos les interesa actuar de manera que consigan buenos resultados para ellos mismos y para los consumidores. El capitalismo encierra a todos en una habitación y los alienta a encontrar una salida". Esta visión de la economía chirría en Vox, donde la libertad económica tiene mucho peso: los límites que marcan en este terreno tienen más que ver con la protección a ciertos sectores nacionales en la exportación y en la importación que con el equilibrio entre capital y trabajo.

Además, y fundamentalmente, Le Pen no tiene la izquierda como rival, ya que se mueve en el eje nacional/global, con todas sus derivadas entre rural/urbano, territorios en ascenso/territorios en declive y licenciados/no licenciados. Sus enemigos son las élites arrogantes y globalizadas, que viven en los barrios ricos de París y que suelen provenir de la ENA. Apela al pueblo francés en su totalidad y su programa en estas elecciones se ha definido mucho más por su aire propositivo que por la hostilidad hacia grupos concretos. Vox, por el contrario, no critica a los ricos de las urbanizaciones de Madrid, sino a los progresistas. Sus alusiones a las élites quedan reducidas a los progres como élite. Vox está todavía situado en el eje izquierda/derecha, mientras que Le Pen ha querido representar al pueblo más allá del viejo eje ideológico.

El hartazgo

Esta es, curiosamente, la esencia del crecimiento de Vox. La mayor parte de la indignación que ha recogido está encauzada hacia esas clases urbanas, formadas y pijo-progres, a las que señala como autoras intelectuales de las ideas dañinas para España. Les funcionó en el plano cultural con los toros, la caza o las fiestas populares, que no les han generado votos tanto por la defensa de esas prácticas como por la reacción contra un mundo izquierdista que no respeta las tradiciones ni las elecciones personales. Del mismo modo, las simpatías que recogen entre los pequeños empresarios, los autónomos o los propietarios de negocios locales no están ligadas a las medidas que proponen para ellos, sino a que estos sienten que alguien los defiende frente a un Gobierno del PSOE y de Podemos que les ignora o les daña: en ese terreno, la insistencia sobre los impuestos es clave.

Vox ha sido reactivo, en la medida en que ha sido el cansancio frente a determinados movimientos, como el independentismo, lo que les impulsó, y la saturación del progresismo ha terminado por afirmarles. El elemento esencial que reúne a muchos de sus simpatizantes, más allá de su ideología, es el hartazgo de las clases progresistas. Esta es la gran diferencia con Le Pen. Quien votó por ella quería un cambio, podía estar indignado con el sistema o simplemente percibir que sus problemas no eran escuchados, pero su opción incluía a muchos simpatizantes con recursos económicos escasos, así como a personas que no solían votar a la derecha: Le Pen quería representar al pueblo.

Su aspiración es convertirse en la fuerza principal de las derechas europeas, y no solo de las populistas, también de las sistémicas

La dirigente francesa ha girado hacia el populismo de derechas y ha acogido el eje nacional/global como fundamento, mientras que Vox se ancla en el combate entre la derecha y la izquierda, por lo que se acerca mucho más, en lo ideológico, a las nuevas derechas latinoamericanas. En ellas, el combate radical contra las izquierdas, sus populismos y las fórmulas que quieren imponer es un propósito principal.

Esta diferencia entre Le Pen y Vox no es azarosa, porque hay movimiento de fondo en las derechas extremas europeas. Esa marejada se concreta en un bloque en el que participan Marion Maréchal (en lugar de Marine Le Pen), Giorgia Meloni (en lugar de Salvini), André Ventura en Portugal y Vox. Su aspiración es convertirse en la fuerza principal de las derechas europeas, y no solo de las populistas, también de las sistémicas. Comparten ideario y propósitos, tienen conexiones con las derechas de Visegrado y juegan bazas similares. Su suerte electoral será relevante para el futuro político de nuestras sociedades.

El sábado 19 de marzo, el día previo a las manifestaciones del campo en Madrid, Vox y el sindicato Solidaridad convocaron en Cibeles a sus simpatizantes contra la subida de precios y las medidas del Gobierno. Un representante del sindicato intervino en primer lugar, y puso sobre la mesa una serie de reivindicaciones acerca del campo, del trabajo y de la situación económica que podían ser interpretadas como mayoritariamente razonables por buena parte de la población.

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