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"José García Gómez", el nombre falso del rey de España: 10 años de la caída en Botsuana
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usó una identidad inventada tras el accidente

"José García Gómez", el nombre falso del rey de España: 10 años de la caída en Botsuana

El rey Juan Carlos se rompió la cadera en la madrugada del 13 de abril de 2012, en pleno safari de lujo en el delta del Okavango, cuando se levantó de la cama para ir al baño. Allí empezó a desmoronarse su reinado

Foto: Juan Carlos I, tras ser operado de la cadera; la tienda de campaña en la que durmió en Botsuana; y uno de los dos aviones que utilizó esos días. EC.
Juan Carlos I, tras ser operado de la cadera; la tienda de campaña en la que durmió en Botsuana; y uno de los dos aviones que utilizó esos días. EC.
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El 9 de abril de 2012, lunes de Pascua, Froilán se disparó con una escopeta en un pie. Estaba en Soria pasando unos días con su padre, Jaime de Marichalar, y su hermana, Victoria Federica. Rápidamente fue llevado a un hospital cercano, aunque la familia decidió trasladarlo ese mismo día a la Clínica Quirón de Madrid, donde fue intervenido. El accidente agrandó la leyenda de rebelde que ya acompañaba a Froilán y fue el preludio de una enorme crisis en Zarzuela que aún tardaría unos días en estallar. El martes 10 de abril, la reina Sofía acudió al centro hospitalario para visitar a su nieto y, a la salida, hizo unas breves declaraciones a los medios de comunicación. El rey Juan Carlos I no apareció. ¿Dónde estaba?

En Botsuana, cazando elefantes con Corinna Larsen. Era un viaje secreto, fuera de agenda, en compañía de una amante también desconocida para la opinión pública. El entonces jefe del Estado había hecho en el pasado decenas de viajes privados idénticos a ese con amigos y grandes empresarios, y nunca habían trascendido. El safari en Botsuana fue diseñado con el mismo propósito.

En abril de 2012, el noviazgo de Juan Carlos I y Corinna ya había terminado, pero el rey buscaba una segunda oportunidad. Pensó que el décimo cumpleaños del hijo pequeño de Corinna, Alexander, era una buena ocasión para volver a pasar una semana juntos, como si fueran una familia, igual que en los viejos tiempos. Juan Carlos decidió que esos días debían transcurrir en el delta del Okavango. Era casi imposible que su antigua pareja no quedara fascinada por la belleza de ese entorno. No podía imaginarse que allí empezaría el final de su reinado.

Foto: Montaje: Enrique Villarino.

El viaje a Botsuana comenzó el Sábado Santo 7 de abril. Juan Carlos I despegó del aeropuerto de Torrejón de Ardoz a primera de la hora de la mañana en un avión privado de la compañía Vistajet con matrícula OE-LXR, una moderna aeronave de color plateado modelo Bombardier Global Express BD-700, con asientos de ejecutivo recubiertos de cuero y servicio de catering durante todo el vuelo. El rey iba acompañado de su jefe de escoltas, Vicente García-Mochales, y otros cinco agentes del Estado cuya identidad preserva este diario por motivos de seguridad.

El avión no voló directamente hacia África, sino que primero hizo una escala en el aeropuerto privado de Farnborough, al suroeste de Londres. Allí, el OE-LXR recogió a Corinna, a su hijo Alexander y a un tercer acompañante, Philip Adkins, el primer marido de la intermediaria. La presencia de este último en un viaje en el que el rey pretendía reencontrarse con su amante puede resultar extraña, pero hacía años que Juan Carlos I y el exmarido de Corinna habían trabado una amistad casi fraternal ajena a la empresaria y, para esas fechas, Adkins ya había tenido otras relaciones.

El avión despegó de Farnborough ya con 10 pasajeros y puso rumbo a Maun, la capital del delta del Okavango, en el norte del país. Esos dos vuelos (Torrejón-Farnborough y Farnborough-Maun) fueron pagados por Corinna, que era clienta habitual de Vistajet. También sufragó por adelantado los trayectos de vuelta. El 13 de abril, despegarían de Maun en el mismo OE-LXR en dirección a Ginebra. Allí se quedarían Corinna, Adkins y Alexander, que estudiaba en un colegio de esa ciudad, y después el rey regresaría con su equipo de seguridad a Torrejón al día siguiente, el sábado 14 de abril. En total, la factura de Vistajet ascendió a 265.000 euros. La examante de Juan Carlos I lo pagó desde una de sus cuenta en el HSBC de Mónaco después de acordar el itirenario y las fechas con García-Mochales y Manuel Paredes, secretario personal del rey.

placeholder El avión en el que Juan Carlos I y Corinna viajaron a Botsuana.
El avión en el que Juan Carlos I y Corinna viajaron a Botsuana.

Aunque había sido una idea suya, el rey no tuvo que pagar nada. Los gastos de su estancia en Botsuana también fueron costeados por otra tercera persona que se incorporó a la expedición ya en Maun. Se trataba de Mohamed Eyad Kayali, un empresario hispano-sirio fallecido en 2019 que ejerció durante los últimos años de su vida como administrador personal del rey Salman de Arabia Saudí, íntimo de Juan Carlos.

Kayali fue clave en la adjudicación del contrato del AVE a La Meca a un consorcio de empresas españolas en 2011 y, solo unos meses después de ese safari, medió para que España y Arabia Saudí firmaran acuerdos bilaterales multimillonarios. Kayali abonó los más de 50.000 euros que costaron, aquella semana, los servicios de Johan Calitz Safaris, una compañía especializada en diseñar cacerías de lujo a medida para grandes fortunas de todo el mundo.

Empleados de esta empresa recibieron al rey y Corinna cuando aterrizaron en Maun, el 7 de abril, después de nueve horas de viaje. Desde ahí se dirigieron a los dominios de Johan Calitz en la región del Okavango, una enorme concesión del Gobierno de Botsuana ubicada en la franja sur del Parque Nacional de Chobe, una extensión de 10.968 kilómetros cuadrados repleta de elefantes, jirafas, leones, cebras, búfalos, babuinos, facoceros, antílopes e hipopótamos, algo parecido a un paraíso en la tierra para los cazadores de grandes mamíferos.

El rey, Corinna, Adkins, Alexander y los seis miembros del equipo de seguridad del monarca se hospedaron en el campamento de Johan Calitz, el Joverega Camp, un grupo de tiendas de campaña individuales y dobles con comodidades propias de un hotel de cinco estrellas: enormes camas con cabeceros y cojines, mesillas de noche a los lados con su correspondiente lámpara, suelos de madera recubiertos con alfombras, duchas y baños de uso privado... Junto a las tiendas de los huéspedes había otra de mayores dimensiones que ejercía las funciones de zona común, con una pequeña cantina en la que se servían los desayunos, comidas y cenas. Aquello no era precisamente un camping en una playa del Mediterráneo.

Aunque había sido una idea suya, el rey no tuvo que pagar nada por el viaje

Johan Calitz ofrecía otros servicios demandados por los cazadores de alto standing, como la tramitación de los documentos de los cazadores y una asistencia integral durante el safari. La compañía cuenta con un equipo de rastreadores que facilita la localización de las piezas. En un entorno como ese, es casi imposible no encontrarlas, pero agilizan el proceso y evitan que los turistas tengan que recorrer largas distancias. Johan Calitz cuenta además con cazadores profesionales que garantizan la seguridad de los clientes. El mayor riesgo es que no consigan abatir a los animales y estos los ataquen o embistan. Un tirador profesional cubre la espalda de los aficionados, literalmente, con el arma lista para matar al animal si el primer tiro falla.

El objetivo de Juan Carlos I era matar un elefante, el mamífero más grande. Fue el primero en abatir uno. La temporada de caza acaba de empezar. Había decenas por todas partes. Botsuana permite disparar a ejemplares ancianos para contener el crecimiento de su población. Kayali, otro gran aficionado a la caza y que ya había sido cliente en el pasado de Johan Calitz, abatió el segundo. Los siguientes días transcurrieron en las inmediaciones del campamento disfrutando de la fauna y el paisaje.

El rey tenía muchos asuntos que tratar con Corinna. Ella dormía en una tienda con su hijo. El monarca tenía asignada otra, pero los días eran largos y las noches se prolongaban hasta tarde. El silencio y las vistas animaban a la conversación. Fuera de la tienda de la cantina, había hamacas en las que tumbarse para contemplar las estrellas del cielo de África. Alexander, que había aprendido a disparar en Madrid en la galería de tiro del Grupo Cantoblanco, del empresario Arturo Fernández, disfrutaba de la experiencia. El plan estaba saliendo como había previsto el monarca. El accidente de Froilán había provocado rumores sobre su paradero, pero el viernes 13 emprenderían el camino de vuelta a España y el sábado 14 podría aparecer de nuevo en público para despejar todos los interrogantes. Los curiosos no tardarían en olvidar su semana de ausencia.

placeholder Corinna Larsen. (Dan Kitwood/Getty Images)
Corinna Larsen. (Dan Kitwood/Getty Images)

Los planes y también el futuro del monarca se desmoronaron solo unas horas antes de la hora programada para regresar a España. La última noche en el campamento, del 12 al 13 de abril, en torno a las cinco de la madrugada, Juan Carlos I se levantó de la cama para ir al baño. Antes de llegar al aseo, se tropezó y cayó al suelo. Su equipo de seguridad acudió al instante a ayudarlo. El rey tenía un fuerte dolor en la zona de la cadera y no podía levantarse, pero en ese momento parecían las molestias normales en una persona de 74 años que acaba de impactar a plomo contra una superficie de madera.

Su entorno tardó unos minutos en concluir que la situación era realmente grave. Casi con toda probabilidad, Juan Carlos I se había roto la cadera. Había que sacarlo de esa zona remota de África para llevarlo, cuanto antes, a algún lugar en el que un médico de confianza pudiera chequearlo y averiguar el alcance de las lesiones.

Estaba previsto que el Bombardier OE-LXR de Vistajet acudiera el viernes 13 al aeropuerto de Maun para despegar con toda la expedición rumbo a Ginebra a las 14 horas, pero García-Mochales contactó con la compañía de vuelos privados a primera hora de la mañana, en torno a las 7.30h, para pedirles un cambio de planes. Aunque la gestión de los vuelos y el pago de los billetes habían correspondido a Corinna, el jefe de Seguridad de Juan Carlos I solicitó que se adelantara la hora de despegue de Maun y que el avión se dirigiera directamente a Torrejón.

Si la lista de pasajeros de Maun a Torrejón se filtraba, España entera descubriría que el rey llevaba más de 30 años separado de la reina Sofía

García-Mochales también hizo otra petición a Vistajet. La caída iba a obligar casi con total seguridad a Zarzuela a revelar dónde había estado Juan Carlos I esa semana. Aquel episodio no solo podía provocar una enorme indignación en la opinión pública. También generaría automáticamente preguntas sobre quiénes habían sido sus acompañantes. Si la lista de pasajeros de Maun a Torrejón se filtraba, España entera descubriría que el rey Juan Carlos I llevaba más de 30 años separado de la reina Sofía y que había mantenido una relación sentimental con Corinna durante casi una década.

El jefe de escoltas de Juan Carlos I reclamó en primer lugar a Vistajet que eliminara el nombre de Philip Adkins de la lista de pasajeros y lo sustituyera por el del segundo marido de Corinna, Casimir Sayn-Wittgenstein. El hijo de ambos estaba en el safari. De ese modo, parecería una escapada familiar. La presencia de Adkins era más difícil de explicar.

La segunda petición fue aún más llamativa. García-Mochales pidió a la compañía chárter que borrara el nombre de Juan Carlos I y lo sustituyera por otro falso. El monarca se subió al avión usando la identidad "José García Gómez", según ha confirmado El Confidencial. Solo un dato permitía averiguar quién era en realidad ese pasajero con apellidos comunes: su fecha de nacimiento. El misterioso "José García Gómez" había nacido supuestamente el 5 de enero de 1938, el mismo día que el rey de España. La utilización de una identidad falsa para volar y cruzar una frontera es delito, pero en Zarzuela tenían otras preocupaciones aquella jornada.

placeholder La imagen de Juan Carlos I durante un safari en Botsuana en 2006.
La imagen de Juan Carlos I durante un safari en Botsuana en 2006.

La premura obligó a Vistajet a enviar otra aeronave, un Bombardier matrícula OE-LGX. El grupo aterrizó en Torrejón a las 23 horas de aquel viernes 13 de marzo. Ya de madrugada, el monarca ingresó en la Clínica San José de Madrid para ser examinado e intervenido. Se había roto la cadera en tres fragmentos.

Corinna despegó de Torrejón con su hijo Alexander a las 12 horas del sábado 14 de marzo y puso rumbo a Ginebra. Pocas horas después, aparecería en prensa una fotografía del rey junto a un cazador profesional y un elefante abatido. La imagen, que forma parte de la historia de España, pertenece en realidad a un safari en Botsuana que tuvo lugar en 2006 y fue pagado por Alberto Alcocer, uno de los empresarios con más influencia en Zarzuela en esa época. Pero la fotografía dio la vuelta al mundo y espoleó el escándalo, que ya no dejaría de crecer. En el peor momento de la crisis económica, el jefe del Estado se había escapado en secreto a un safari de lujo en África para cazar elefantes en compañía de su antigua amante.

La Casa Real asumió que Juan Carlos I había cruzado una línea roja. El propio monarca entendió la gravedad de la situación y aceptó hacer algo que nunca antes habría permitido. "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir", pronunció ante los medios cuando recibió el alta de la Clínica San José, el 18 de abril. Ya daba igual. La caída en África solo era el primer capítulo de un largo e interminable descenso que arrastraría al conjunto de la institución monáquica al borde del precipicio.

El 9 de abril de 2012, lunes de Pascua, Froilán se disparó con una escopeta en un pie. Estaba en Soria pasando unos días con su padre, Jaime de Marichalar, y su hermana, Victoria Federica. Rápidamente fue llevado a un hospital cercano, aunque la familia decidió trasladarlo ese mismo día a la Clínica Quirón de Madrid, donde fue intervenido. El accidente agrandó la leyenda de rebelde que ya acompañaba a Froilán y fue el preludio de una enorme crisis en Zarzuela que aún tardaría unos días en estallar. El martes 10 de abril, la reina Sofía acudió al centro hospitalario para visitar a su nieto y, a la salida, hizo unas breves declaraciones a los medios de comunicación. El rey Juan Carlos I no apareció. ¿Dónde estaba?

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