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Pedro Sánchez va a Andalucía con la amenaza de fin de ciclo ante un Feijóo al alza
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Elecciones andaluzas inminentes

Pedro Sánchez va a Andalucía con la amenaza de fin de ciclo ante un Feijóo al alza

El PSOE busca minimizar los daños pese a encadenar tres derrotas seguidas. El PP se la juega a ir ganando distancia sobre Vox para que la dependencia de Abascal sea mínima

Foto: Sánchez recibe a Feijóo en la Moncloa. (EFE/Chema Moya)
Sánchez recibe a Feijóo en la Moncloa. (EFE/Chema Moya)
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El 25 de marzo de 2012, el PP ganó por primera vez las elecciones en Andalucía. Javier Arenas daba una victoria histórica a su partido en un feudo socialista. No pudo gobernar porque la izquierda se unió para conservar el poder. Diez años después, Juanma Moreno aparece como ganador en todas las encuestas. Hace cuatro perdió, pero él sí pudo llegar a la Junta gracias al apoyo de Vox. Con los sondeos de cara y ante el temor de que Pedro Sánchez intente hacer coincidir las generales con las andaluzas, si se espera a final de año, el presidente andaluz se prepara para disolver las Cortes después de Semana Santa e ir a las urnas en junio. No hay confirmación oficial, sino oficiosa. El PP engrasa su maquinaria electoral bajo el "efecto Feijóo", que a nivel nacional ya ha desbancado en los sondeos al PSOE en menos de una semana como líder del principal partido de la oposición. En el otro bando, el ambiente es de derrota. Sánchez da por imposible recuperar el emblemático bastión socialista. La estrategia pasa por potenciar el papel presidencialista aprovechando la guerra en Ucrania. Sortear un nuevo varapalo que se sumaría a los cosechados en Galicia, Madrid, Castilla y León… Desde la coalición con Podemos, a excepción de Cataluña, todo han sido descalabros. Las andaluzas, además, tienen un agravante: es la región más extrapolable en las tendencias nacionales. Sin Andalucía, tradicionalmente no hay victoria de la izquierda en España.

¿Quién se juega más, Sánchez o Feijóo? Vayamos por partes. Los populares están eufóricos. "Feijóo suma y Casado nos restaba", argumentan los barones. Lejos de sentir vértigo ante un examen en las urnas prematuro, en Génova hay buenas sensaciones. Evitan caer en el error de situar el foco en clave nacional, como hizo la anterior dirección cuando el viento soplaba a favor en Castilla y León. "En estas elecciones lo que importa es Juanma. Vamos a ayudarle en todo lo posible, pero lo que se dirime es la Junta de Andalucía. Nada más". Así de tajantes son en el equipo de Feijóo donde no esconden que su aspiración es ir ensanchando hasta llegar a reeditar mayorías absolutas más allá de Galicia. Atrás quedó eso de que las victorias eran de la dirección nacional. En la campaña de Alfonso Fernández Mañueco se evidenció cómo, según las expectativas empeoraban, el candidato estaba más solo en los argumentarios. Casado sí le acompañó hasta el final, pero los 'trackings' revelaron que no fue un revulsivo. La explicación, según veteranos del partido, es que Casado tenía un perfil más duro que Feijóo y cuando marcaba distancias con Vox no era creíble. Muchos votantes de Ciudadanos se quedaron en la abstención. En el lado opuesto están los que son más de derechas que acabaron identificándose con los de Abascal: "Vox siempre va a decir una burrada mayor", explica un diputado popular bregado en tareas de partido.

Foto: El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. ( EFE/Julio Muñoz)

El advenimiento de Feijóo ha mutado el ADN del partido. Recuperar todo el electorado que se fue a los naranjas es posible. No solo los que antes de Albert Rivera votaban al PP, sino los socialistas que no están dispuestos a pasar por "sanchistas". En el "ala dura" también irán volviendo a casa porque les arrastrará la inercia de una victoria: "Cuando se ve que un candidato puede ganar, la gente no arriesga", certifican en el laboratorio popular. Con este escenario se lanza Juanma Moreno. Siempre queda eso de "las urnas las carga el diablo". El objetivo no es únicamente ganar, sino sumar más que la izquierda y, a partir de aquí, torear a Vox. El CIS andaluz publicado esta semana da al PP entre 43 y 44 escaños, un resultado muy alejado de la mayoría absoluta (55 diputados de los 109 del parlamento). El partido verde sumaría diez más que en 2018 y se colocaría con 22. Ciudadanos se desploma a dos. El actual vicepresidente, Juan Marín, pasaría a la irrelevancia. Con esta horquilla entre los conservadores, la formación de ultraderecha repetiría el modelo de Castilla y León, y al ocupar en proporción el espacio de los naranjas exigiría la misma cuota de poder. El PP cambiaría un socio de centro por uno más radical. Esto desmonta el discurso de Feijóo de marcar distancia con los de Abascal. Por supuesto que la baza de ofrecer un acuerdo al PSOE para que deje gobernar a la lista más votada se jugará sin albergar la mínima esperanza.

placeholder Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno en el Congreso del PP en Sevilla.
Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno en el Congreso del PP en Sevilla.

Entonces, ¿no sería mejor esperar? La respuesta es no. Está demostrado entre los gurús electorales que "hay que ir a votar con alegría". Junio es un buen mes, y noviembre y febrero los peores. Mañueco lo ha ratificado. En lo político está la responsabilidad de poder sacar un nuevo presupuesto para el 2023 y no prorrogarlo ante el escenario económico actual, que ha dejado desfasada cualquier previsión. Pero, además, está la seguridad de que en dos meses el PP romperá su propia barrera y la diferencia con Vox será cada vez mayor. Moreno aspira a hacerse un Ayuso y gobernar en solitario tras un abrumador resultado. Su perfil, como ocurría con la baronesa en Madrid, encaja a la perfección con el territorio. El presidente de la Junta gobierna desde la moderación, y si no es capaz de sumar votos de izquierdas, tampoco los moviliza, y eso en una tierra sociológicamente socialista es un mérito.

En privado, los socialistas hacen el mismo diagnóstico: "Moreno ha sido un buen presidente". También asumen que el proceso de sustitución/decapitación de Susana Díaz fue muy traumático. El candidato Juan Espadas es un hombre de Sánchez, pero poco más. Como alcalde de Sevilla apuntó maneras. A dos meses de las elecciones, la mitad de los andaluces no le conoce, según el último barómetro del Centro de Estudios Andaluces. La campaña se centrará en agitar el miedo a Vox. La investidura en Castilla y León es la coartada perfecta. Los expertos en demoscopia alertan de que los de Abascal no dan miedo y que ese mensaje es insuficiente como ya se demostró en las elecciones de la Comunidad de Madrid. Vox es la tercera fuerza en España y tiene un voto muy segmentado incluso en País Vasco y Cataluña. El hecho de que se está naturalizando a Vox también beneficia a Feijóo, que trabajará para atraer el voto anti-Sánchez que cada vez es mayor. En nuestro país, se vota en contra de alguien más que a favor.

En el PSOE algunos ven que a García-Page se le está poniendo cara de Feijóo

"No hay efecto Feijóo, están ahora en efecto rebote como en la bolsa". La frase es de un barón socialista. No resta cualidades al gallego, aunque considera que "es puntual" que haya pasado al PSOE en las encuestas. Achaca la espiral de derrotas de Sánchez en las autonomías en las que ha habido comicios a que parten estando en la oposición. Aunque hay coincidencia en las filas socialistas en que no se puede extrapolar Andalucía a España, también hay quienes saben que el golpe será duro. Al presidente le salva que la contestación interna, que la hay, está soterrada y que en un año hay elecciones municipales autonómicas. Sánchez no perdona la disidencia. Un dato para tener en cuenta es lo que pase en Castilla-La Mancha. Si Emiliano García-Page anota otra mayoría absoluta en el PSOE ya hay quien le empezará a ver cara de Feijóo. En Andalucía, el PP y Vox juntos ya suman casi el cincuenta por ciento de los votos. Los socialistas intentan minimizar esta derrota no solo política sino cultural. La calle ha empezado a asumir un nuevo tiempo. El cambio de ciclo que se truncó en Castilla y León puede arrancar en el Guadalquivir.

El 25 de marzo de 2012, el PP ganó por primera vez las elecciones en Andalucía. Javier Arenas daba una victoria histórica a su partido en un feudo socialista. No pudo gobernar porque la izquierda se unió para conservar el poder. Diez años después, Juanma Moreno aparece como ganador en todas las encuestas. Hace cuatro perdió, pero él sí pudo llegar a la Junta gracias al apoyo de Vox. Con los sondeos de cara y ante el temor de que Pedro Sánchez intente hacer coincidir las generales con las andaluzas, si se espera a final de año, el presidente andaluz se prepara para disolver las Cortes después de Semana Santa e ir a las urnas en junio. No hay confirmación oficial, sino oficiosa. El PP engrasa su maquinaria electoral bajo el "efecto Feijóo", que a nivel nacional ya ha desbancado en los sondeos al PSOE en menos de una semana como líder del principal partido de la oposición. En el otro bando, el ambiente es de derrota. Sánchez da por imposible recuperar el emblemático bastión socialista. La estrategia pasa por potenciar el papel presidencialista aprovechando la guerra en Ucrania. Sortear un nuevo varapalo que se sumaría a los cosechados en Galicia, Madrid, Castilla y León… Desde la coalición con Podemos, a excepción de Cataluña, todo han sido descalabros. Las andaluzas, además, tienen un agravante: es la región más extrapolable en las tendencias nacionales. Sin Andalucía, tradicionalmente no hay victoria de la izquierda en España.

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