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Viaje al infierno de menores nigerianas: del campo de refugiados a la prostitución de Ibiza
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Viaje al infierno de menores nigerianas: del campo de refugiados a la prostitución de Ibiza

Los jefes de una red que traía mujeres de África con falsas promesas de trabajo eluden la condena porque se fugaron aprovechando la parálisis de la Justicia durante la pandemia

Foto: Imagen: EC Diseño.
Imagen: EC Diseño.

Adeba (nombre ficticio) llegó a Libia las primeras semanas de 2016 tras cruzar el desierto del Sáhara desde su Nigeria natal. Tenía apenas 15 años cuando se subió a una barca junto a 150 personas para cruzar un mar que en los últimos años ha engullido decenas de miles de vidas. El destino era Europa, y la promesa, un futuro mejor al otro lado del Mediterráneo, sin ningún salvavidas a bordo. Unas semanas antes, su padre había recibido la llamada de una mujer desde España con una oferta de trabajo para la niña y un montón de indicaciones precisas sobre cómo llegar. Empezaba así un viaje al infierno.

La menor terminaría prostituida a la fuerza. Su historia es una más dentro de una sentencia de 261 folios en que la Audiencia Provincial de Madrid condena a los integrantes de un entramado de prostitución, malos tratos y amenazas por el rito vudú. Sin embargo, los máximos responsables de la red no se sabe dónde están o aprovecharon el parón de la Justicia durante el covid para salir de la cárcel y fugarse. La resolución judicial describe la conexión entre la prostitución y las mafias de la inmigración, que se sirven de la miseria en países africanos para satisfacer la demanda de sexo barato en Europa en un marco de explotación y esclavitud.

Foto: Refugiados protestan en Atenas contra la criminalización del rescate marítimo de inmigrantes en el Mediterráneo. (EFE/Orestis Panagiotou)

Los médicos forenses que la exploraron apreciaron en ella comportamiento de inhibición, irritación, silencios y mutismos. Es un cuadro típico en víctimas de abuso. La red captó al menos a nueve chicas, varias de ellas menores de edad. El relato de hechos de la sentencia detalla la experiencia personal de cada una. El periplo de Adeba empezó a torcerse muy pronto. Tras tres días y tres noches hacinada en esa balsa, alcanzó las costas italianas. Su bienvenida a Europa fue un campo de refugiados.

Ella siguió las indicaciones que le habían dado a su padre y llamó a un número de teléfono que tenía apuntado. Al poco tiempo, casi como si la estuvieran esperando, un individuo la sacó de allí, la llevó a Milán y después a Roma. Otra persona que no ha sido posible localizar le pidió el dinero que llevaba encima a cambio de un pasaporte con el nombre de otra persona y más indicaciones sobre la fecha de vuelo con destino Madrid. Al día siguiente de llegar a España, la trasladaron a Ibiza.

Testigo protegida 27

Habían pasado varios meses desde que abandonó su casa y comenzaba la temporada alta en la isla. Eso incluye afluencia de turistas de todo el mundo, noches de fiesta y hombres buscando sexo a cualquier hora. El piso estaba en el número 20 de la calle Pablo Picasso. Al llegar allí, le informaron de que su destino era ser amable con los señores que la visitaran y no negarse a nada. Todo el dinero que ganase se lo tenía que dar a una mujer que tampoco ha sido localizada. Tenía carta blanca para gritar y agredir a la menor si consideraba que no había recaudado lo que se esperaba de ella. El 17 de agosto, una operación policial entró en el piso y Adeba pasó a ser la testigo protegida número 27.

Aicha (nombre ficticio) tenía 16 años cuando un colaborador de la red contactó con ella en Nigeria. Se ofreció a llevarla a España para trabajar como peluquera. Era mentira. Ya separada de su hogar, lo primero que hicieron con ella fue someterla a un rito vudú. Le cortaron el pelo y le hicieron cortes por todo el cuerpo para asegurarse de que haría todo lo que le dijesen hasta saldar una deuda de 37.000 euros. De Nigeria a Libia, donde la subieron a otra barca con muchas personas más. Ni comida, ni bebida ni garantía alguna de supervivencia.

Foto: Fotografía tomada en Bengazi, Libia, en julio de 2019. (Reuters)

Era el invierno de 2015 y uno de los migrantes que iban en la precaria embarcación falleció durante el viaje, según acreditaron las autoridades italianas que procedieron a su rescate en un mar en malas condiciones. Aicha recaló en Lampedusa, en cuyas costas perdieron la vida 600 personas apenas unos meses antes. Como en el caso de la chica anterior, un hombre la sacó de allí, le dio un pasaporte falso y la metió en un avión en Milán con destino Barcelona. Al llegar a España le quitaron todo y la obligaron a ejercer la prostitución y a entregar todas sus ganancias a la organización. Al llegar el verano de 2016, la trasladaron también a Ibiza, a los apartamentos Bon Sol.

Aicha pasó a ser la testigo protegida número 2, pero ante los agentes policiales se negó a relatar sus vivencias. Los médicos apreciaron en ella malestar, miedo y alta vulnerabilidad, pero no pudieron establecer un diagnóstico a nivel psicológico porque la menor no quiso colaborar. Tal era el miedo y la coacción de las chicas, que alguna siguió mandando dinero a la organización incluso después de la operación policial.

La red desarticulada operaba al menos desde el invierno de 2014. Personalmente y por medio de terceros, “captaron en Nigeria a mujeres jóvenes, incluso menores de edad, de precarias condiciones económicas y sociales, a las que engañaban con la falsa promesa de conseguir una vida mejor en Europa”, según resume la resolución. Castellón o las localidades madrileñas de Humanes y Fuenlabrada eran otros lugares en que la red contaba con pisos donde las obligaban a prostituirse.

Los cabecillas se fugaron

“Después de someterlas a rituales de vudú para controlar y restringir su voluntad y su libertad de movimientos, las trasladaban, siguiendo diferentes itinerarios, hasta España donde, valiéndose de otros miembros del entramado, en rebeldía, las obligaron a residir en domicilios de miembros de la red que se encuentran en ignorado paradero”, dice la sentencia de la Sección 16 de la Audiencia Provincial a la que ha tenido acceso El Confidencial. La causa contaba con 24 acusados, todos en libertad provisional, en parte porque la pandemia paralizó los juzgados y muchos de los implicados sobrepasaron el tiempo permitido en prisión provisional.

Cuando en enero de este año dio comienzo el juicio, se declaró fugados a cinco de los acusados. Entre ellos, estaba una de los cabecillas de la red, que se beneficiaron de la excarcelación obligatoria en mayo de 2020. Se trata de Rita Friday, de 42 años, la encargada de captar a las mujeres. Ella era el contacto con el hombre que se encargaba de trasladar a las chicas desde Italia. Rita Friday se repartía el control de las mujeres con otra investigada llamada Grace Orhivbabor, que nunca llegó a ser detenida. Sí se arrestó, en cambio, a su pareja,Twony Osas, pero este es uno de los tres que tras la excarcelación forzosa por el parón del covid también se dieron a la fuga.

Adeba (nombre ficticio) llegó a Libia las primeras semanas de 2016 tras cruzar el desierto del Sáhara desde su Nigeria natal. Tenía apenas 15 años cuando se subió a una barca junto a 150 personas para cruzar un mar que en los últimos años ha engullido decenas de miles de vidas. El destino era Europa, y la promesa, un futuro mejor al otro lado del Mediterráneo, sin ningún salvavidas a bordo. Unas semanas antes, su padre había recibido la llamada de una mujer desde España con una oferta de trabajo para la niña y un montón de indicaciones precisas sobre cómo llegar. Empezaba así un viaje al infierno.

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