Es noticia
Crimen de Cobeña: "A nuestro hijo lo asesinaron los 'Bonnie y Clyde' de Madrid"
  1. España
Niegan sentir odio o rabia

Crimen de Cobeña: "A nuestro hijo lo asesinaron los 'Bonnie y Clyde' de Madrid"

Nuria y Felipe, los padres de Alejandro, asesinado el 1 de mayo de 2019 en la localidad madrileña hablan por primera vez

Foto: Nuria y Felipe, los padres de Alejandro. (Cedida)
Nuria y Felipe, los padres de Alejandro. (Cedida)

Nuria y Felipe irradian una profunda tristeza. No hay rabia en sus palabras, pero cada una de ellas gotea pena. Da la sensación de que caminan por esta vida, heridos, llenos de dolor, pero aun así siguen avanzando. Como dice Nuria: "Tengo que luchar por los dos hijos que me quedan con vida, ellos son mi razón para no rendirme, y también por mis alumnos. Soy profesora por vocación y debo enseñar a los más jóvenes que la violencia no es el camino".

La pesadilla en la que viven arranca el 30 de abril de 2019: "El día 30 de abril de 2019 nuestro hijo Alejandro estuvo preparando los exámenes de tercero de Grado en Historia que estaba cursando en la universidad de Exeter, Inglaterra. Aquella mañana recogió su cuarto, cargó su mochila y se encaminó a la biblioteca. Iba ya a regresar a Inglaterra, pero antes quería despedirse de sus amigos de la infancia de Cobeña. Eran las fiestas del pueblo y decidió a pasarlas allí como todos los años. Se quedaba a dormir en casa de una de mis mejores amigas".

Foto: Un agente de la Guardia Civil en la investigación de un homicidio en Majadahonda, Madrid. (Getty/Pablo Blazquez)

Fue Felipe el que le llevó de Madrid, donde vive la familia, hasta el pueblo. Allí se despidió de él con el último beso. Jamás pudo imaginar que al amanecer del día siguiente estaría muerto. "A las 4:59 horas de la madrugada, Felipe recibe una llamada de teléfono. Es el padre de un amigo. Le dice que Alejandro había sido herido y que nos dirigiéramos al hospital donde iban a trasladarle. No sabíamos nada en ese momento de la gravedad de las heridas ni si había sido un apuñalamiento", explica Nuria. "Marqué el teléfono móvil del alcalde. Al no contestar pensé que estaría durmiendo, y que, por tanto, si no le habían levantado de la cama es que no era tan grave. Falsas esperanzas", recuerda Felipe.

A las 5:13 horas el matrimonio recibe una segunda llamada del padre del amigo de Alejandro. Les pide que acudan mejor al centro de salud de Cobeña. "Tres minutos después, cuando estábamos en el ascensor", continua Nuria, "recibimos una tercera llamada. Pudimos escuchar como alguien decía que Alejandro estaba muerto. Entramos en shock". El matrimonio condujo hasta Cobeña, no saben muy bien cómo. "Al llegar, lo encontramos tirado en el suelo de la calle Mercado y, tapado por una manta, estaba el cadáver de nuestro hijo. Supimos que era él porque asomaban sus zapatillas por debajo de la manta. Esa imagen la tengo guardada en la cabeza".

Al poco de estar allí se acercó a ellos un capitán de la Guardia Civil. "Le pedí que me dejara ver el cadáver", cuenta Felipe, "pero no me lo permitió. Me dijo que uno de sus hombres se encontraba a cincuenta metros del lugar donde nuestro hijo cayó desplomado. Me contó que el agente había intentado taponar la herida con su chaqueta de servicio, pero no fue suficiente. Así que nuestro hijo agonizó, atendido solo por este guardia civil y sus amigas, algunas de ellas estudiantes sanitarias que le habían visto desplomarse. El día 3 de mayo lo enterramos para siempre. Todavía hoy, cuando vamos a limpiar la lápida, nos preguntamos qué es lo que hace nuestro hijo ahí".

Foto: Summa 112 de la Comunidad de Madrid (Archivo)

Y llegó la investigación. Felipe y Nuria están sinceramente agradecidos a los investigadores del grupo de homicidios de la Guardia Civil de Tres Cantos, en Madrid: "Dieron con los culpables y solo les podemos dar las gracias". Las pesquisas los llevaron hasta dos menores de edad, dos menores, él, Adel, de 17, ella, Luciana, de 16. Ambos han sido condenados a 6 años en centro de régimen cerrado. Y lo que les queda, porque ambos están acusados también de haber asesinado a un joven chino en Madrid meses después de matar a Álex. Al parecer le trataron de robar el móvil. "Parece que se dedicaban a eso", explica Felipe. "A nuestro hijo lo mataron los Bonnie y Clyde de Madrid".

El dolor es inherente a los crímenes, pero Felipe y Nuria se niegan a sentir odio o rabia: "¿Es odio? ¿Es rabia? En realidad es tristeza. Los ves y dices, pero ¿qué necesidad teníais de hacer esto?, ¿qué habéis ganado? Nos habéis destrozado la vida ¿y qué? Será el placer de matar, imagino. Los que no somos asesinos no lo sentimos. No todo el mundo somos asesinos y la venganza no anida en los corazones de todos los seres humanos", apunta Felipe. Nuria se suma a la idea: "Y sobre todo creo que la venganza, al final no te lleva a nada, porque no nos va a devolver a Alejandro, y no somos como ellos. Como dice la Guardia Civil, nosotros llegamos cuando el crimen está cometido, pero tú que eres profesora puedes educar a los chicos para que este tipo de cosas no pasen". Y precisamente, en los dos hijos que le quedan con vida y en sus alumnos ha encontrado Nuria la razón para seguir viviendo: "Pero la sociedad debe saber lo que está ocurriendo para que no se vuelva a repetir. No son solo bandas. Existe mucha violencia gratuita, que no es instrumental, que es simplemente por el placer de hacer daño".

placeholder Alejandro. (Cedida)
Alejandro. (Cedida)

Saben lo que dicen, la joven condenada por el crimen de su hijo llegó a congratularse de su hazaña minutos después del crimen: "Le he apuñalado. Te juro que entraba como si fuera mantequilla. Me ha gustado, Me gustaría volver a probarlo". Durante el juicio ninguno de los dos acusados mostró arrepentimiento, tampoco las madres de los asesinos: "Sus madres estaban sentadas al lado nuestro, y yo no veía que fueran madres arrepentidas sino unas madres orgullosas de sus hijos". La condena finalmente fue de seis años de internamiento en un centro de menores. La pena podría haber llegado a ocho años, pero su Señoría decidió rebajársela en dos años de libertad. "Cuando eres víctima de algo así necesitas que se haga justicia, para que nadie vuelva a pasar por esto, ni que a otro chaval le quiten la vida. Pero tenemos la ley del menor, que yo pienso que está hecha por si se comete un error, pero cuando estás a punto de cumplir 18 años (el acusado tenía 17 años y 11 meses), creo que sabes lo que estás haciendo y cuando repites es porque no tienes ningún arrepentimiento. Y con esta ley no van a pagar lo que se merecen y creo que cuando salgan van a seguir haciendo lo mismo", concluye Nuria.

Su abogado, Iván Matamoros, del despacho Ejaso, asiente mientras Nuria habla: "Durante los días del juicio los miraba a los ojos y en mi carrera profesional no me he encontrado a personas más frías, más retadoras, sosteniendo la mirada, casi desafiantes, sin pizca de arrepentimiento".

Nuria y Felipe irradian una profunda tristeza. No hay rabia en sus palabras, pero cada una de ellas gotea pena. Da la sensación de que caminan por esta vida, heridos, llenos de dolor, pero aun así siguen avanzando. Como dice Nuria: "Tengo que luchar por los dos hijos que me quedan con vida, ellos son mi razón para no rendirme, y también por mis alumnos. Soy profesora por vocación y debo enseñar a los más jóvenes que la violencia no es el camino".

Guardia Civil
El redactor recomienda