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La impotencia de Egea ante la encerrona: "Me quito el pijama y voy a la puerta de Génova"
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El final del casadismo en el PP

La impotencia de Egea ante la encerrona: "Me quito el pijama y voy a la puerta de Génova"

El dimitido secretario general del PP, Teodoro García Egea, vivió desde casa la reunión de más de cuatro horas con los barones. Habló "20 veces" con Casado en el día de ayer

Foto: El ex secretario general del PP Teodoro García Egea. (EFE/Javier Lizón)
El ex secretario general del PP Teodoro García Egea. (EFE/Javier Lizón)
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Un minuto a minuto. Así vivió anoche desde su casa el ex secretario general del PP Teodoro García Egea la reunión de más de cuatro horas entre Pablo Casado y los barones en Génova. Había llegado junto a su familia antes de las ocho de la tarde por primera vez en años, pero no dejó de trabajar. “Me dan ganas de quitarme el pijama e irme a la puerta”, envió por mensaje a uno de los colaboradores con los que ha trabajado estos años y que estaba en la planta séptima siguiendo los acontecimientos. La impotencia se convertía por momentos en ira.

Pese al desencuentro del martes con Casado por cómo debían gestionar su salida, estuvieron en contacto todo el día de ayer. “Hablaron más de 20 veces”, aseguran desde el equipo del todavía líder del PP. García Egea mantiene intactos su “lealtad, cariño y respeto” a su amigo. La discrepancia estuvo en que el ex dos del PP quería seguir peleando y el todavía presidente ya veía imposible la remontada. Era la primera vez que García Egea no estaba con Casado (físicamente hablando) en una pelea, pero el jefe sorteó bien el envite de los barones y les dobló un último pulso, el de la honra. Casado se mantendrá como presidente del partido hasta el congreso extraordinario convocado para los días 2 y 3, aún sin lugar claro pero probablemente en Sevilla o Madrid.

El entorno más cercano al ex secretario general lamentaba la encerrona de los barones a Casado en Génova. “Y nosotros éramos los de las malas formas”, aseguraban sus colaboradores en alusión a la vehemencia, con "nocturnidad y alevosía", de la mayoría de los presidentes autonómicos, que quisieron forzar la dimisión exprés de Casado para coronar al presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. No lo lograron. Cuatro horas y media de reunión después, pactaron un comunicado en el que se anunciaba que la presidencia seguiría ocupada un mes más por Casado, quien confirmaba que no se presentaría.

Diputado raso

El primer día del diputado raso García Egea empezó, como siempre, en Génova. Llegó conduciendo su coche particular como símbolo de la nueva etapa. Después se fue al Congreso, aunque no participó en la sesión de control en el pleno donde Casado se despedía. Egea mantuvo reuniones con varios diputados en el edificio de los grupos. En el grupo parlamentario popular aún estaban digiriendo el escaño vacío del líder. Entre sus señorías ya a media mañana reconocían que “no habían sido generosos con Pablo”. Si se hace un paralelismo con la despedida que los suyos dieron a Mariano Rajoy cuando abandonó el hemiciclo el día de la moción de censura, los marianistas ganan por goleada. Los más veteranos lo califican de error: “Si querían echar a Casado, lo han hecho muy mal porque al final lo están victimizando”.

Foto: El líder del PP, Pablo Casado (d), y el hasta ahora secretario general, Teodoro García Egea. (EFE/Kiko Huesca)

El aplauso en las redes por la lealtad del vicesecretario de Comunicación, Pablo Montesinos, con su 'jefe' había removido conciencias. Incluso hubo alguno que al ver al ex secretario general en la Cámara Baja le reconoció que se había “equivocado” firmando el documento para exigir su dimisión. García Egea ya no aceptaba lamentos y se fue a almorzar con su mujer. A su teléfono empezaron a llegar mensajes de su equipo. Desde el entorno de Feijóo estaban sondeando si había opción de que se estuviera montando una candidatura alternativa al gallego desde los casadistas. Él mismo había alentado esa posibilidad en su entrevista la noche anterior en La Sexta. Pero en ningún caso sería la de Casado.

El todavía presidente del partido comió con su equipo más cercano en Génova, de donde no salió hasta pasadas las dos de la madrugada tras concluir la tensa reunión con los líderes regionales del partido. La gran ausente fue Isabel Díaz Ayuso, que se fue al fútbol. El de ayer ha sido el día más duro para Casado desde que llegó a la presidencia del PP, en julio de 2018, en otro congreso extraordinario que también tuvo un origen traumático: la moción de censura contra Mariano Rajoy y la consecuente pérdida del poder.

A las nueve de la mañana, Casado entró en el hemiciclo para pronunciar su última y breve alocución ante el Congreso de los Diputados. Nunca ha leído sus discursos, pero ayer, pese a que su intervención duró poco más de tres minutos, sí lo llevaba escrito. “Entiendo la política desde la defensa de los más nobles principios y valores, el respeto a los adversarios y la entrega a los compañeros. Todo para servir a España y a la causa de la libertad, porque ese es el futuro que merecen nuestros hijos y que debemos construir todos juntos”. Fue posiblemente su declaración más breve y la más difícil. La había preparado la tarde anterior con su equipo de fieles. El núcleo duro que le ha acompañado hasta el último momento y que ayer dudaba de si sería capaz de aguantar la emoción sin que se le entrecortase la voz. Terminó visiblemente emocionado y salió del hemiciclo. Detrás, los que se han convertido en su sombra las últimas 48 horas: los diputados Pablo Montesinos, Ana Beltrán y Antonio González Terol.

Al otro lado del teléfono se mantuvo García Egea, la bestia negra de muchos barones y cuadros del partido en los últimos años, que anoche se arrepintió de su dimisión, aunque solo fuera porque no pudo estar en Génova para defender a su líder de la encerrona.

Un minuto a minuto. Así vivió anoche desde su casa el ex secretario general del PP Teodoro García Egea la reunión de más de cuatro horas entre Pablo Casado y los barones en Génova. Había llegado junto a su familia antes de las ocho de la tarde por primera vez en años, pero no dejó de trabajar. “Me dan ganas de quitarme el pijama e irme a la puerta”, envió por mensaje a uno de los colaboradores con los que ha trabajado estos años y que estaba en la planta séptima siguiendo los acontecimientos. La impotencia se convertía por momentos en ira.

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