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Lucía Galán: "Si el niño está gordito no es simpático. Tiene obesidad"
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Y TÚ, ¿DE QUIÉN ERES?

Lucía Galán: "Si el niño está gordito no es simpático. Tiene obesidad"

La labor de esta pediatra le ha hecho recibir reconocimientos como el Premio a la Mejor Divulgadora otorgado por la Organización Médica Colegial de España, y el Premio Pepe Cervera al pensamiento crítico en redes

Foto: La pediatra y escritora Lucía Galán durante una entrevista con EC. (Ana Beltrán)
La pediatra y escritora Lucía Galán durante una entrevista con EC. (Ana Beltrán)

—Es que el niño no para de comer galletas.

—Pues no se las compres.

(Los padres se llevan las manos a la cabeza)

—¿No te das cuenta de que durante ocho o 10 años solo comen lo que nosotros compramos?

—Es que le encantan.

—¡Pues dale una tostada! Es tan sencillo como complicado, pero solo durará tres días. En el momento en el que abra el cajón y vea que no hay galleta, se comerá lo que le pongamos delante.

A este diálogo se enfrenta con relativa frecuencia la pediatra Lucía Galán (Oviedo, 1978). Pero va más allá. Habla en esta entrevista de nuestra relación con la comida, que concibe como un termómetro de lo que nos pasa, como la punta del iceberg de un problema que puede esconder depresión o acoso escolar. De que antivacunas ha habido siempre, pero que a los padres escépticos con la del covid es injusto meterlos en ese saco. De que hay varias generaciones Dalsy de niños, cuando la fiebre “hay que meterla en el bando de los buenos”.

Su labor divulgativa le ha hecho recibir reconocimientos como el Premio a la Mejor Divulgadora otorgado por la Organización Médica Colegial de España y el Premio Pepe Cervera al pensamiento crítico en redes y medios de comunicación.

Es miembro del consejo asesor de Unicef y, como no tenía suficiente con un blog para dar consejos y narrar sus vivencias, su hermano pensó que era buena idea escribir un libro. El último se titula ‘La vida va de esto’ (Planeta).

placeholder La pediatra y escritora Lucía Galán durante la entrevista. (A. Beltrán)
La pediatra y escritora Lucía Galán durante la entrevista. (A. Beltrán)

PREGUNTA. Hubo un tiempo en el que los economistas eran las nuevas estrellas del 'rock'. ¿Cree que pasa algo parecido con los profesionales sanitarios?

RESPUESTA. Desde hace unos años creo que sí, y me parece muy positivo que seamos nosotros los que demos información de primera mano y demos nuestro punto de vista basándonos en la evidencia científica. Hay grandes periodistas especializados en salud, pero los testimonios de los propios profesionales, que estamos ahí al pie del cañón, aportan un valor añadido. La divulgación acerca a la población temas complejos con un lenguaje que sea capaz de entenderlo cualquier persona que te esté escuchando. Es hacer fácil lo difícil.

P. Usted quería ser médico desde que tuvo una enfermedad grave con cinco años y al salir del hospital decidió que se dedicaría a cuidar de otros niños. ¿Qué le hizo escribir su primer libro?

R. Tenía un blog sobre pediatría en el que compartía consejos de salud para las familias. Un proyecto que surgió, fíjate, porque quería dejar de imprimir todo esto en papeles para los padres. A los tres meses o así, empecé a escribir 'post' desde un punto de vista más emocional y, un día concreto que tuve muy difícil con mis hijos, en el que no podía más, escribí un artículo que se tituló ‘Mamá también llora’. Se viralizó y me empezaron a llamar los medios de comunicación.

En cuanto empiezan el colegio, preocupan las enfermedades comunes. Y, a partir de ahí, el bienestar emocional

Ese día estaba con mi hermano en casa y me dijo: “Esto es un libro”. Le respondí: “Pues venga, voy a escribir a una editorial”. Como tengo una librería muy grande, escogí uno al azar y precisamente era de Planeta. Suena a peli, pero les escribí y tres meses después me respondió el que fue mi primer editor, David Figueras, que me dijo: “Lucía, cógete un avión y ven a Barcelona”. Me recibió y me dijo: “Bienvenida, eres un diamante en bruto”. Mi vida cambió por completo desde ese día y la carrera literaria me ha dado muchas alegrías.

P. Hablemos de paternidad en estos tiempos. En un país con una tasa de natalidad tan baja, muchas veces da la sensación de que los hijos son un bien preciado al que nada malo puede pasarles, y los padres y madres acabamos sobrerreaccionando ante demasiadas cosas. ¿Qué miedos más comunes detecta en su consulta?

R. Todos tenemos los mismos miedos en este viaje, la diferencia es cómo los abordamos. Cuando el bebé acaba de nacer, todo lo que afecte a su bienestar ocupa nuestro día a día. La muerte súbita del lactante, los ruidos, si gana o no peso... De repente, la alimentación se convierte en un mundo y en una fuente de preocupaciones importantísima. En cuanto empiezan el colegio, preocupan las enfermedades comunes. Y, a partir de ahí, el bienestar emocional.

P. Usted dice que existen dos etapas en lo que se refiere a la alimentación: una primera en la que nos preocupa cada ingrediente que ingiere la criatura y una segunda en la que tiramos la toalla.

R. La realidad es tan aplastante como que el 40% de los niños entre seis y 12 años tiene sobrepeso u obesidad. Estamos a la cabeza de los países europeos y casi te diría que del mundo. Y son problemas que no solo afectan a corto plazo en su salud física, sino también en la emocional. Son niños con más tendencia al acoso escolar, a la depresión, a la ansiedad y al aislamiento. En la adolescencia y cuando llegan a adultos jóvenes, tienen mucho más riesgo de hipertensión, de diabetes mellitus tipo 2, que son enfermedades que antes no veías hasta los 50 años y ahora las vemos en chavales con 15.

Detrás de un niño con obesidad, muchas veces hay padres obesos, y a eso no se llega de la noche a la mañana

A veces son casos que ya veías venir, y llevas años diciéndoles a los padres que el hecho de que el niño esté gordito no es ni bueno ni gracioso, ni qué simpático, ni mira qué bien me come, porque ese hijo tiene una enfermedad que se llama obesidad. A las familias les cuesta entenderlo, porque la evidencia científica dice que hay un porcentaje elevado de padres con niños con obesidad que no perciben que la tienen.

No se trata de poner a dieta al niño, es cambiar por completo el estilo de vida de esa familia. Detrás de un niño con obesidad muchas veces hay padres obesos, y a eso no se llega de la noche a la mañana. No es una neumonía que hay que tratar, hay que resetear y detectar dónde está el problema: si es la alimentación, los horarios, el sedentarismo, el mal dormir...

placeholder La pediatra y escritora Lucía Galán durante la entrevista. (A. Beltrán)
La pediatra y escritora Lucía Galán durante la entrevista. (A. Beltrán)

P. ¿Se dejan resetear las familias?

R. Normalmente sí, cuando tienes un cierto grado de confianza con ellos. Tienes que saber decirlo, eso sí, no se trata de minarles la autoestima. Pero detectan cuando la cosa va en serio.

Puede ser el inicio de una depresión, o que padece 'bullying', no basta con reducirlo a que el niño está pasando por una mala racha

P. Tenemos sobrepeso y obesidad y los hospitales están llenos de trastornos alimentarios.

R. Tanto la anorexia nerviosa como la bulimia se han disparado con la pandemia, y es algo que debemos abordar de forma urgente. Pero esa relación patológica con la comida suele ser la punta de un iceberg, así que tenemos que hacernos preguntas. Si el niño padece obesidad, por ejemplo, conviene saber si come por ansiedad, por tristeza, por imitación o porque tiene una familia que le ceba. Y, cuando un niño deja de comer, hay que hacer lo mismo. Puede ser el inicio de una depresión, o que padece 'bullying', no basta con reducirlo a que el niño está pasando por una mala racha.

La comida es un termostato que ayuda a enfocar un caso clínico. A veces, además, se utiliza como moneda de cambio para determinadas cosas. O como premio o como castigo. Si te portas bien te compro una chocolatina y si te portas mal no cenas. Eso es dar a la comida un rol equivocado.

P. Me gusta mucho una de sus frases: “La fiebre está en el bando de los buenos”. Insiste en el error de administrar antitérmicos a la primera de cambio. ¿Cuántas generaciones de niños Dalsy hay en España?

R. ¡Hay muchas! La escena es casi siempre la misma: te llaman del colegio porque el niño tiene 37,5 de temperatura y se para el mundo, casi pierdes la vida en la carretera porque tienes que ir de inmediato a buscarle y darle algo para que le baje. Tengo la sensación de que llevo al menos 15 años repitiendo los mismos mensajes, no hay libro donde no hable de este asunto.

Muchas veces los padres pierden la razón con este asunto y yo no paro de decir: no tratamos la fiebre, tratamos el malestar

P. Igual hay que hacer camisetas y tazas…

R. No es mala idea. Donde ponga “la fiebre es tu amiga, combatamos la fiebrefobia”. Hay un miedo provocado por mitos, porque se dice que, si sube mucho, el niño puede convulsionar. La evidencia científica nos dice que el que lo hace da igual si tiene 38,5 que 37,5, porque será por predisposición genética. También asociamos fiebre alta con enfermedad grave, y no es así. El cáncer infantil cursa con febrícula y el exantema súbito, que es algo muy leve, va con fiebres de 39 o 40.

Muchas veces los padres pierden la razón con este asunto y yo no paro de decir: no tratamos la fiebre, tratamos el malestar. Nuestro cuerpo reacciona subiendo la temperatura para achicharrar a los bichos, como le digo a los niños. Eso hace que el virus se replique con más lentitud y nuestro sistema inmune trabaje mejor. Si bajamos permanentemente la temperatura, adormecemos al sistema inmune, y damos gasolina para que el germen se replique.

Foto: Inés, de 15 años.

P. ¿De qué otras cosas estamos convencidos y no son verdad?

R. Que por salir al recreo sin chaqueta cogerán una neumonía. Más bien la cogen, igual que un resfriado, por jugar en clase y estando muy cerca. Por ir descalzo tampoco te resfrías, por cierto. O esa idea de que para la diarrea lo mejor es un Aquarius o una Coca-Cola. Eso es un error, porque lo que nos encontramos es que muchas veces la empeora.

placeholder La pediatra y escritora Lucía Galán durante la entrevista. (A. B.)
La pediatra y escritora Lucía Galán durante la entrevista. (A. B.)

P. El índice de vacunación contra el covid es muy alto en España en adultos, pero en lo que se refiere a los menores de 12 años hubo cierto escepticismo inicial por parte de algunos padres. ¿Por qué?

R. En el momento en el que se creó la primera vacuna, también surgió el primer movimiento antivacunas. Es algo inherente a la historia de la humanidad, no ha surgido con el covid. Los pediatras tenemos mucho contacto con antivacunas porque llevamos toda la vida vacunando niños y periódicamente te cae una familia así. Algunas te dicen desde la primera visita que no les van a vacunar, otras te dicen que las retrasan, te piden un calendario personalizado o te dicen las que sí y no les van a poner.

Afortunadamente, España es uno de los países de Europa y del mundo con mejor tasa de vacunación infantil en general. Más de un 95% de los niños tienen completo el calendario vacunal, somos la envidia de muchos países, así que algo debemos estar haciendo bien. Las vacunas salvan entre dos y tres millones de vidas al año, y la mayor parte de esas vidas son de niños. Son muchas, ¿eh? Es el mayor avance científico y médico de la historia científica de la humanidad, junto con la potabilización del agua y los antibióticos.

Son padres que necesitan otros tiempos. Pero tampoco olvidemos que el año pasado fallecieron 20 niños a causa del covid

Otra cosa es el covid. Porque esta vacuna llega un momento en el que hay una variante cuyos efectos son más leves, tienen menos riesgos de muerte, y en los niños es aún más leve. Con lo cual, se ha juntado el miedo, que hemos aprendido sobre la marcha, que son vacunas que salen en tiempo récord cumpliendo todos los cánones de seguridad y ahora cualquiera parece saber de vacunas.

Estos no son antivacunas, son padres que cumplen rigurosamente con el calendario, que se han vacunado, pero que deciden esperar a poner la de sus hijos. No les metamos en el mismo saco de manifestantes violentos y radicales porque sería injusto. Son padres que necesitan otros tiempos. Pero tampoco olvidemos que el año pasado fallecieron 20 niños a causa del covid y unos 200 ingresaron en la UCI.

P. Hasta que llegó esta pandemia, ¿qué argumentaban los padres para no vacunar a sus hijos?

R. Casi siempre son los mismos argumentos y se desmontan muy rápidamente. Que producen autismo, por ejemplo. Que contienen mercurio. También están los que te explican: “Yo estoy aquí, mis padres no me han vacunado y no me ha pasado nada”. Bueno, el hecho de que cruces la carretera todos los días con el semáforo en rojo y estés bien no significa que sea más seguro que cruzar en verde. Será más bien que no te ha pasado nada porque las personas que estaban a tu alrededor estaban inmunizadas y te han protegido. Si vivieras en un país donde el índice de vacunación fuera del 20% en vez del 95%, te garantizo que algunas cosas te habrían pasado. Es un argumento egoísta y frecuente a partes iguales.

También están los que se refugian en el hecho de que las enfermedades que previenen las vacunas pertenecen al pasado. Y sí existen, como la tosferina o la difteria. Hace cuatro años, tuvimos un caso en Cataluña en una familia antivacunas y el niño falleció con seis años. Curiosamente, toda esa comunidad antivacunas acudió en masa al centro de salud a vacunarse contra esa enfermedad. Los padres reconocieron públicamente haber estado mal asesorados. Siento toda la compasión del mundo hacia ellos.

Y hay un último grupo que es el que se lo toma como un acto de fe, y te das cuenta de que va a servir igual de poco que intentar convencer a alguien de la existencia o no existencia de Dios. A pesar de los datos o de que les expliques las cosas, te dicen: “Son mis creencias y de ahí no me mueves”. Necesitas tiempo, ganarte su confianza y, a veces, consigues que cambien de opinión. Lo que es imposible es que lo hagan en una primera consulta, y no debe ser nunca tu objetivo como médico. Por eso se necesita tiempo, y es el principal problema de la sanidad española: la falta de él.

—Es que el niño no para de comer galletas.

UNICEF Obesidad