Juan Jiménez: el rey del porcino de Lorca del que dependen los ganaderos
Es el principal comprador de carne de la zona. Su empresa ha duplicado sus ventas en cinco años hasta los 378 millones. Está enfrentado al Ayuntamiento por un cebadero irregular
La industria ganadera de Lorca (Murcia) tiene un nombre y no es El Pozo. Se llama Juan Jiménez y ha edificado un imperio del que depende el sustento de muchos de los ganaderos de la localidad, también de los que se concentraron el lunes contra el intento del Ayuntamiento de poner límites a la presencia de granjas porcinas junto a zonas habitadas del término municipal. Un grupo de estos manifestantes terminó por irrumpir al más puro estilo 'trumpista' en el Centro de Desarrollo Local que iba a acoger el pleno para aprobar la moción de modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Tras el conflicto, jaleado desde la oposición del Partido Popular y Vox, está la complicada convivencia de algunas de estas instalaciones con grupos vecinales y la existencia de cebaderos en situación irregular que van a tener cuesta arriba su legalización si sale adelante la norma municipal, sustentada también en requisitos medioambientales y de sostenibilidad de competencia autonómica y nacional.
La industria porcina de Lorca, tradicionalmente anclada en el territorio, ha crecido en paralelo al incremento de la demanda internacional, especialmente de China. La población murciana cuenta con casi 700 explotaciones, en su mayoría de tamaño medio, que en muchos casos han surgido de pequeños cebaderos familiares. Hay dos modelos de producción, uno en el que el granjero es dueño de la cabaña, bien para engordarla o con las llamadas 'madres' que crían nuevos ejemplares, y otro en el que ponen la instalación, pero reciben de un productor mayor tanto los cerdos como los piensos para alimentarlos. Esto último es lo que se conoce como modelo de 'integración'.
En Lorca, Juan Jiménez se ha convertido en el principal comprador de carne y suministrador de 'chinos' y piensos a granjas familiares integradas, por encima incluso del gigante cárnico El Pozo, cuyo megacomplejo agroalimentario es bien visible desde la A-7 en la vecina Alhama de Murcia. Jiménez no llega todavía a las cifras en ventas de la compañía de Tomás Fuertes, casi 1.400 millones en 2020, pero ha abierto un espacio propio y Lorca puede considerarse su territorio. En el último lustro, este empresario casi autodidacta, que inició su actividad ganadera en 1964, ha duplicado su facturación hasta alcanzar los 378 millones de euros. El primer año de la pandemia se apuntó un beneficio consolidado de 26,1 millones de euros. En las memorias de gestión declara 780 empleados.
En esa evolución del negocio ha tenido mucho que ver el mercado exportador. El grupo es uno de los que cuenta en España con las certificaciones necesarias para vender carne de cerdo en China.
Con fábrica de piensos en Jaén (Piensos Jiménez), cebaderos y criaderos por varios puntos de España (Jisap) y el supermatadero y sala de despiece de La Comarca a las afueras de Lorca, donde tiene una participación mayoritaria del 76% en alianza con cooperativas locales de ganaderos, Jiménez ha cedido el testigo de la gestión diaria a su hijo Alfonso Jiménez, que ejerce de consejero delegado. El patriarca, nacido en la pedanía de Marchena en 1944, sigue como presidente. Su mujer, Francisca, y su otra hija, Catalina, también están en el consejo de administración. Una empresa de transporte de animales, Transijlor, y negocios inmobiliarios completan un conglomerado con una quincena de filiales, una de ellas en Canarias. Los centros de producción de porcino de capa blanca se reparten por Murcia, Castilla-La Mancha, Andalucía y Comunidad Valenciana. También producen ibéricos y carne de vacuno.
La empresa presume de contar con varios proyectos en marcha en materia de I+D+i para mejorar la calidad de los piensos, de la carne, de los procesos de producción y de la vida de los lechones. Muchos de estos proyectos cuentan con importantes ayudas estatales, especialmente del CDTI.
No es fácil encontrar alguien en Lorca que quiera dar detalles en público de Juan Jiménez. El empresario es un poder fáctico en un municipio que ocupa el puesto 1.509 en renta per cápita de España con 21.266 euros (casi 6.000 euros por debajo de la media nacional). "Da trabajo a mucha gente. Es fácil que alguien tenga un cuñado, un primo u otro familiar cuyo sustento dependa de él, por eso nadie querrá contar nada", señala Gloria Martín, concejal de Izquierda Unida. Su grupo se ha erigido en una suerte de azote de las granjas y cebaderos irregulares de Lorca y se ha posicionado del lado de los vecinos que denuncian molestias y malos olores de estas instalaciones y pelean para alejarlas de los núcleos habitados.
En esa labor, la formación de izquierdas también se topó con Juan Jiménez al advertir al Consistorio que dirige el socialista Diego Mateos de la existencia de obras irregulares en un antiguo cebadero con capacidad inicial para más de 300 'madres' ubicado a unos centenares de metros de las viviendas de la pedanía lorquina de Cazalla. La mercantil promotora de las obras se llama Pisega SL y ha resultado ser una filial del grupo de Juan Jiménez. Una inspección municipal del área de Urbanismo destapó obras de reforma que no contaban con licencia municipal. Además, la instalación contaba con una licencia de actividad ganadera expedida en 2010 pero, según IU, llevaba cerrada más del año que la normativa establece para considerar válida esa habilitación.
Cebadero irregular
La inspección de los técnicos se resolvió en abril de 2020 por el concejal de Urbanismo, José Luis Ruiz, y la jefa del servicio de Planeamiento, Ana Belén González, con una orden municipal de paralización de las obras de reforma de la explotación y de la ampliación de la balsa de purines, con el precinto correspondiente. Sin embargo, el grupo empresarial ha desatendido esa resolución y el expediente ha terminado en un juzgado. Como ocurre con otras explotaciones pequeñas similares, la de Pisega es una de las que puede verse afectada por la norma municipal que limita las nuevas granjas cercanas a núcleos urbanos.
El Confidencial ha tratado de ponerse en contacto con Alfonso Jiménez para conocer su visión sobre el conflicto de los ganaderos con el Ayuntamiento de Lorca, y también la situación del expediente del cebadero irregular cuyas obras ha paralizado el Consistorio. No ha habido respuesta. Siempre discreto en el ámbito público, pero con enorme influencia en Lorca, esta vez no ha sido una excepción.
La industria ganadera de Lorca (Murcia) tiene un nombre y no es El Pozo. Se llama Juan Jiménez y ha edificado un imperio del que depende el sustento de muchos de los ganaderos de la localidad, también de los que se concentraron el lunes contra el intento del Ayuntamiento de poner límites a la presencia de granjas porcinas junto a zonas habitadas del término municipal. Un grupo de estos manifestantes terminó por irrumpir al más puro estilo 'trumpista' en el Centro de Desarrollo Local que iba a acoger el pleno para aprobar la moción de modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Tras el conflicto, jaleado desde la oposición del Partido Popular y Vox, está la complicada convivencia de algunas de estas instalaciones con grupos vecinales y la existencia de cebaderos en situación irregular que van a tener cuesta arriba su legalización si sale adelante la norma municipal, sustentada también en requisitos medioambientales y de sostenibilidad de competencia autonómica y nacional.
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