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El detenido por el asesinato de El Ejido: "Al final me voy a comer el muerto yo"
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El detenido por el asesinato de El Ejido: "Al final me voy a comer el muerto yo"

Paco, de 82 años, fue hallado sin vida en un descampado el pasado mes de diciembre. Le habían matado de un fuerte golpe en la cabeza. La Policía ya ha detenido al asesino

Foto: Imagen de archivo de la Policía Nacional. (Policía Nacional)
Imagen de archivo de la Policía Nacional. (Policía Nacional)

El 2 de diciembre, Paco salió apresuradamente de su casa. Se dejó la luz encendida, los platos de la cena sin recoger sobre la mesa y la dentadura postiza en el baño. Días después le encontraron muerto, tirado en un descampado, con un fuerte golpe en la cabeza. La Policía Nacional de El Ejido se puso manos a la obra para reconstruir lo ocurrido aquel día y mandar al asesino a comer barrotes. No suele haber muchos crímenes en la localidad y, prudentes, pidieron el apoyo de gente más experimentada, los agentes de la UDEV Central. Pronto descubrieron que el hombre tenía una novia que le había pedido un coche para desplazarse. Él, todo generosidad, se lo prometió. Le encargó la gestión a José Antonio, un conocido que hizo de intermediario para adquirir un vehículo de segunda mano. Este hombre buscó el utilitario, negoció el precio y le dio todo resuelto a Paco. El Hyundai Coupé con todo el papeleo hecho costó dos mil euros. Dos semanas después, Paco descubrió que el vehículo no lo conducía su novia, sino el hijo de la mujer. Ella ni siquiera tenía carné. Si había algo que no toleraba Paco era la mentira y la traición. Así que rompió con la novia, recuperó el Hyundai y le encargó a José Antonio que lo vendiera para así tratar de recuperar su dinero.

En dos semanas el coche se depreció un 38%. Lo había comprado en 2.000 y lo vendió en 750 euros. Encima, José Antonio se quedó 150 euros por el papeleo y la comisión del intermediario por la gestión. A Paco le dio la sensación de que le tomaban el pelo. Empezó a ponerse nervioso porque volvía a tener la misma sensación que con su exnovia. Asumió la pérdida, pero exigió a José Antonio un papel en el que se demostrase que se había producido el traspaso del vehículo y comprobar que ya no era suyo. José Antonio le dijo que no hacía falta, pero paco insistió. Por eso salió apresuradamente de casa el día de su muerte, porque el intermediario dijo que le iba a llevar a la gestoría para que viese que estaba cerrada y no le podía dar el papel. José Antonio explicó que después de aquello devolvió a Paco a su casa, que este se bajó enfadado dando un portazo y que luego fue a recoger a su hijo.

Las cámaras demuestran que la versión que dio José Antonio era falsa y la dirección que tomaron es la misma donde se encontró el cadáver

Mientras los agentes de El Ejido le tomaban declaración, observaron que tenía un arañazo en el cuello. Le preguntaron cómo se lo había hecho y él nervioso respondió: "Me he dado cuenta esta misma mañana. Me la ha hecho el barbero, que fui a pelarme y a afeitarme". Los policías acudieron al peluquero que lo negó todo y les enseñó la máquina con la que le había cortado el pelo y arreglado la barba. El aparato no podía producir unas heridas de ese tipo. También localizaron a un testigo que vio a Paco dentro del vehículo de José Antonio a una hora en la que supuestamente él decía que ya lo había dejado de regreso en su domicilio.

Las cámaras demuestran que la versión que dio José Antonio era falsa y la dirección que tomaron es la misma donde se encontró el cadáver de la víctima. Hay muchos otros indicios como cuando la hija de Paco junto a otros familiares se presentaron en casa de José Antonio para pedirle explicaciones sobre el paradero de su padre. La mujer se fijó en el arañazo del cuello y el detenido, al darse cuenta, se puso muy nervioso y comenzó a gritar: "¿Me estás acusando? Al final este muerto me lo voy a comer yo".

Contra José Antonio se acumulan numerosos indicios más que la investigación policial ha desgranado con maestría, pero el giro final a la cerradura de la celda lo consiguieron los resultados de ADN. En el cadáver se encontraron rastros genéticos mezclados de la víctima y el detenido, que solo se justifican a través de una acción violenta. No hay más vuelta de hoja.

El 2 de diciembre, Paco salió apresuradamente de su casa. Se dejó la luz encendida, los platos de la cena sin recoger sobre la mesa y la dentadura postiza en el baño. Días después le encontraron muerto, tirado en un descampado, con un fuerte golpe en la cabeza. La Policía Nacional de El Ejido se puso manos a la obra para reconstruir lo ocurrido aquel día y mandar al asesino a comer barrotes. No suele haber muchos crímenes en la localidad y, prudentes, pidieron el apoyo de gente más experimentada, los agentes de la UDEV Central. Pronto descubrieron que el hombre tenía una novia que le había pedido un coche para desplazarse. Él, todo generosidad, se lo prometió. Le encargó la gestión a José Antonio, un conocido que hizo de intermediario para adquirir un vehículo de segunda mano. Este hombre buscó el utilitario, negoció el precio y le dio todo resuelto a Paco. El Hyundai Coupé con todo el papeleo hecho costó dos mil euros. Dos semanas después, Paco descubrió que el vehículo no lo conducía su novia, sino el hijo de la mujer. Ella ni siquiera tenía carné. Si había algo que no toleraba Paco era la mentira y la traición. Así que rompió con la novia, recuperó el Hyundai y le encargó a José Antonio que lo vendiera para así tratar de recuperar su dinero.

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