La tormenta perfecta: ómicron y el invierno desatan la peor ola para los niños
El pico de contagios entre los menores de cero a nueve años ha sido cinco veces más alto que en enero de 2021 y el de hospitalizados, seis veces más. Pero las cifras en las UCI se contienen
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El invierno y la explosión de contagios por ómicron han disparado los ingresos en las unidades pediátricas, con un pico seis veces superior al que se registró en enero de 2021. Y aunque la evolución de las cifras en las UCI no sigue la misma tendencia, lo que demuestra que muy pocos niños desarrollan una enfermedad grave, los especialistas que los atienden están desbordados. Es la tormenta perfecta, en la que confluyen casos por covid, menores infectados pero cuyo ingreso se debe a otro motivo y aquellos afectados por otras enfermedades respiratorias, dolencias que hace un año no afloraron, pero que ahora han vuelto a aparecer. Mientras, algunos especialistas lamentan y denuncian que los pequeños vuelvan a estar en el ojo del huracán de la pandemia cuando han sido los adultos los que han dejado circular al virus libremente.
"En las anteriores oleadas, bastantes compañeros de servicios de pediatría tuvimos que colaborar en la asistencia de adultos, porque también tuvimos un descenso en nuestras patologías. Pero actualmente no. Ahora tenemos altas tasas de ingreso por covid, con covid y otras patologías. Eso se une a problemas en todas las unidades por bajas de personal sanitario", describe Pedro J. Alcalá, de la Sociedad Española de Pediatría Interna Hospitalaria (SEPIH).
Según los registros del Centro Nacional de Epidemiología (CNE), solo 232 niños han tenido que ser ingresados en la UCI desde enero de 2020. Y solo 18 han fallecido. Pero que los niños sufran menos el covid y que la letalidad sea ínfima no significa que se libren del virus. La sexta ola también les ha alcanzado. El pico de contagios ha sido cinco veces más alto que en enero de 2021. Y el de hospitalizados, seis veces más. También ha habido más ingresos en las unidades de críticos que en cualquier otro momento de la pandemia, pero se han mantenido a niveles mucho más bajos.
"En estos casi dos años, la población pediátrica cuantitativamente no ha supuesto un número elevado sobre la presión hospitalaria, pero no ha sido desdeñable, ni siquiera desde el principio", explica Alcalá. "Actualmente, la situación es como la que tenemos en la calle. Una alta tasa de infecciones en niños que ingresan en los hospitales y son atendidos en urgencias. Y muchos más niños que ingresan con covid y por covid". Y aunque, en el caso de los menores, "solo una pequeña proporción requiere hospitalización", la gran cantidad de positivos puede provocar que se acaben infectando "los pocos que sí tienen riesgo de desarrollar una enfermedad grave", destaca Quique Bassat, pediatra y especialista en enfermedades infecciosas.
"El porcentaje de pacientes que ingresan con covid, independientemente de su afectación, es muy elevado", continúa Alcalá. Eso implica medidas de aislamiento para garantizar la seguridad del resto de pacientes. Ese ingreso mantenido y prolongado es lo que se ha vivido en la mayoría de hospitales durante las últimas semanas, lo que también ha dificultado la atención a pacientes con enfermedades crónicas. "No es un porcentaje elevado de niños, pero requieren cuidados muy complejos. Atenderlos en las distintas oleadas ha supuesto un reto para todos los servicios de pediatría".
La excepción de 2021
La diferencia con las anteriores etapas de la pandemia ha sido la incidencia de otras epidemias virales. "Los inviernos en los hospitales pediátricos son muy complicados. Las UCI tienen una alta incidencia por patologías como la bronquiolitis aguda, que es una enfermedad endémica estacional que ocurre todos los años. Hemos tenido que contemporizar la asistencia de estos pacientes covid y garantizar la asistencia con las UCI ya bastante ocupadas por otras patologías".
A finales de 2020, la SEPIH ya señaló, en un artículo publicado en la revista de la Asociación Española de Pediatría, las dificultades para garantizar la atención en un contexto de coexistencia del covid con las epidemias víricas estacionales, como el virus respiratorio sincitial (VRS) o la gripe. "No basta con una serie de medidas dirigidas exclusivamente a la atención de procesos infecciosos epidémicos. Se deberá asegurar también la continuidad del resto de servicios médicos, con un uso eficiente de los recursos y promoviendo un ambiente seguro para pacientes, familias y profesionales".
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"Todo el mundo habla de la presión hospitalaria del covid en las UCI. Nos estamos haciendo expertos en esos datos. Pero todos los inviernos, la presión por la bronquiolitis en las UCI pediátricas es altísima y condiciona la atención. Es un mal endémico de la asistencia pediátrica. Provoca que se paren quirófanos, que se tengan que trasladar niños entre hospitales. El invierno 2020-2021, por un desplazamiento de virus, apenas hubo bronquiolitis. Apareció en verano, cuando apenas la habíamos tenido", explica Alcalá. De hecho, en verano, las hospitalizaciones por covid-19 en el grupo de cero a nueve años superaron el pico del pasado invierno.
Una incidencia al alza
Las cifras, además, indican que si los contagios han comenzado a caer de forma generalizada en casi todos los rangos de edad, entre los menores de cero a 11 años los positivos siguen subiendo. Son unos datos que para Bassat hay que "coger con pinzas". El especialista, miembro también de la Asociación Española de Pediatría, considera que son un "artefacto estadístico", fruto del mayor control que hay sobre los menores en comparación con los adultos. Bassat explica que en los niños "se hacen proporcionalmente muchos más test" y, por tanto, se detectan más casos que en otros rangos de edad.
El pediatra contrapone la estrategia que se está siguiendo en los adultos frente a la que se aplica a los menores. Si en los primeros "no hay una búsqueda activa de positivos, de hecho, hay una permisividad", en los niños las tornas cambian. "Vuelven a ser los perjudicados. Por un lado, no nos preocupa demasiado la explosión de contagios y no estamos acelerando su vacunación, pero luego se desata una histeria colectiva cuando detectamos casos", defiende. El pediatra remarca que con una incidencia que supera los 3.000 positivos por cada 100.000 habitantes, resulta imposible llevar ningún control, ya sea en uno u otro rango de edad, el problema es cuando se señala a los menores o a las escuelas como focos de contagio cuando la estrategia de contención no ha hecho nada por intentar frenar la explosión de positivos.
En una idea similar insiste Alcalá. "Si dijéramos que la actividad escolar se ha abierto de forma descontrolada y que en todas las demás facetas de nuestra vida fuéramos modélicos, podríamos identificar el colegio como fuente de infección. Pero no es así", remarca. Los especialistas además recuerdan que todavía no se ha medido el impacto último que el confinamiento de la primavera de 2020 tuvo en los menores. "Los niños asumieron y se resignaron con el mayor sacrificio a no estar escolarizados", pero las consecuencias pueden ser múltiples.
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"Hemos tenido un incremento muy grande de problemas psiquiátricos en los que sin duda el confinamiento y la pérdida de actividad escolar han podido ser clave. Y una factura tardía que vamos a recibir es la tasa de abandono escolar, en la que ha podido colaborar el confinamiento", apunta Alcalá.
A vueltas con la vacunación
La vacunación entre los menores de cinco y 11 años comenzó a mediados de diciembre y actualmente la mitad del colectivo, es decir, 1,6 millones, ya ha recibido su primera dosis. Los niños comenzarán a completar la pauta una vez haya pasado lo peor de la sexta ola, pero los expertos insisten en la importancia de concienciar a aquellos padres que todavía albergan dudas sobre la idoneidad de inmunizar a sus hijos. Bassat defiende que si las reticencias podían tener "cierto sentido" el pasado septiembre, antes de que se aprobasen los fármacos y de disponer de datos sobre aquellos países que comenzaron antes la campaña, ahora "no hay argumento en contra posible".
"La incidencia de miocarditis es imperceptible", defiende el pediatra, en referencia a uno de los posibles efectos secundarios que pueden generar los sueros en los menores. "No hay excusa, y si todavía hay padres con dudas, que hablen con los pediatras y con aquellos padres que sí han vacunado a sus hijos, verán que no hay riesgo".
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No obstante, la campaña en niños también se ha visto condicionada, concede Bassat, por la explosión de contagios. Los menores, al igual que los adultos, deben esperar cuatro semanas una vez superada la infección para poder recibir las dosis, por lo que la administración de pinchazos aumentará a medida que vayan cayendo los positivos. Pero además, remarca el especialista, a pesar de que la enfermedad en niños sea leve o asintomática, la recomendación es que se vacunen. No hacerlo "puede tener sentido en un contexto en el que la incidencia se sitúa en 40 casos por cada 100.000 habitantes. De hecho, cuando en otoño teníamos unas ratios muy bajas yo mismo defendí que no había ninguna urgencia en vacunar a los niños, pero ahora es diferente, con incidencias de 3.000 positivos el beneficio se multiplica. No solo para la protección individual, también para la comunitaria".
Y ahora que los datos apuntan a que se podría haber superado el pico de la sexta ola, o al menos no falta mucho, los especialistas llaman a la cautela frente a aquellos que propugnan que esto ya se ha acabado. "Me preocupa que se esté hablando del final de la epidemia. Porque como decía el personaje de John Malkovich en 'El Imperio del Sol', no hay nada más peligroso en una guerra que el principio y el final. Creo que todavía los próximos meses pueden ser complicados para garantizar una asistencia en niños a todos los niveles, con covid o sin covid. Y creo que eso puede repercutir en la asistencia de otras patologías crónicas complejas", avisa Alcalá.
El invierno y la explosión de contagios por ómicron han disparado los ingresos en las unidades pediátricas, con un pico seis veces superior al que se registró en enero de 2021. Y aunque la evolución de las cifras en las UCI no sigue la misma tendencia, lo que demuestra que muy pocos niños desarrollan una enfermedad grave, los especialistas que los atienden están desbordados. Es la tormenta perfecta, en la que confluyen casos por covid, menores infectados pero cuyo ingreso se debe a otro motivo y aquellos afectados por otras enfermedades respiratorias, dolencias que hace un año no afloraron, pero que ahora han vuelto a aparecer. Mientras, algunos especialistas lamentan y denuncian que los pequeños vuelvan a estar en el ojo del huracán de la pandemia cuando han sido los adultos los que han dejado circular al virus libremente.