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Sánchez-Casado: por qué en las elecciones de 2022 se juegan también la Moncloa
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EL TABLERO POLÍTICO

Sánchez-Casado: por qué en las elecciones de 2022 se juegan también la Moncloa

El líder del PP necesita que Castilla y León le afiance frente a Ayuso. El presidente medirá su desgaste en las andaluzas. Sectores del PSOE apuestan por adelantar las generales

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Pablo Casado. (EFE/Fernando Villar)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Pablo Casado. (EFE/Fernando Villar)
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El 4 de mayo, las elecciones en la Comunidad de Madrid supusieron para muchos analistas políticos un “cambio de ciclo”. La abrumadora mayoría de la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, provocó un terremoto en los cuarteles generales de Génova y Ferraz. Nada volvería a ser igual para Pedro y Sánchez y Pablo Casado desde aquel domingo. En la Moncloa se empezó a cocinar el cambio de Gobierno que acabaría con el hombre fuerte de Sánchez, Iván Redondo, fuera del Ejecutivo. El batacazo histórico de los socialistas en Madrid llevó al presidente a cortar cabezas y a volver a mirar al partido. El planteamiento era fácil. Eran los primeros comicios que el tándem Sánchez-Redondo perdía. Ambos se habían volcado en la campaña y hasta el último momento se estuvo vendiendo que los sondeos daban un empate entre los bloques de izquierda y derecha. Sánchez tomó nota y se rodeó de gente del PSOE para apaciguar las aguas. Un nuevo giro en el que tomaría el mando el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y supondría el desembarco de los “extraidores”, Óscar López y Antonio Hernando. Solo hubo una buena noticia aquel día para el socialismo: Pablo Iglesias dejaba la política. El líder de Podemos se iba tras su último intento a la desesperada de reflotar la marca con su candidatura en Madrid. Desde ese momento, la vicepresidenta, Yolanda Díaz, ocuparía la esquina que hay a la izquierda del PSOE. En poco tiempo en Ferraz y en el “ala roja” del Gobierno descubrirían que con Iglesias se vivía mejor.

En la oposición, el ambiente era bien distinto. Había que celebrar el resultado. El PP volvía a ganar con holgura y las encuestas daban desde marzo un cambio de tendencia. Casado recortaba terreno a Sánchez y por primera vez había opciones claras de ser presidente. La misma noche del 4-M se empezó a percibir que la victoria de Ayuso para muchos no era la de Casado y viceversa. Los codazos en el balcón fueron los primeros indicadores de la pugna de poder que se viviría después entre Génova y la Puerta del Sol. La presidenta se había revelado como una líder frente al sanchismo y para muchos votantes era el nuevo icono de la derecha. En la dirección nacional se medían las fuerzas, pero el centro del análisis estaba en que la estrategia de absorber a Ciudadanos había funcionado. El PP recuperaba voto.

Foto: El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (2i), acompañado de los consejeros del nuevo Gobierno. (EFE/Nacho Gallego) Opinión

El 2022 arranca con una nueva cita electoral. El 13 de febrero habrá urnas en Castilla y León y en junio u octubre, si no hay adelanto, en Andalucía. Los partidos ya han puesto en marcha su maquinaria y, una vez más, aunque se trate de unas autonómicas, la repercusión será nacional. Para Casado es la oportunidad de demostrar que es la marca PP y no Ayuso la que está al alza. El líder popular afronta esta cita como propia y aupado por unos sondeos en los que el candidato, Alfonso Fernández Mañueco, roza la mayoría absoluta. Castilla y León es una plaza tradicionalmente del PP, pero en los anteriores comicios ganaron los socialistas. Anotar en este campo es para Casado afianzar su liderazgo y también un refrendo a su estrategia y equipo. El secretario general, Teodoro García Egea, es la diana de todas las críticas internas y externas. Su purga dentro del partido y sus ajustes en los territorios para colocar a afines han abierto heridas. “Una victoria en Castilla y León y Andalucía servirá para que Pablo tenga más confianza”, asevera un alto cargo del PP. Cuando Casado se puso al frente, encadenó malos resultados. Especialmente duro fue Cataluña. Mucho se ha debatido internamente cuál debe ser la línea del PP para lograr llegar a la Moncloa. La última ha sido respecto a la reforma laboral y el no. Desde Alberto Núñez Feijóo hasta el laboratorio de ideas de José María Aznar, FAES, han planteado la opción de una abstención dado que la mayoría de las líneas maestras aprobadas por el Gobierno de Rajoy no se han cambiado.

En Génova están en “ensanchar” el partido. Vox es una palabra proscrita y el mantra es que los de Abascal no marquen la agenda. El día después de las votaciones es cuando el PP tendrá que medir cuál es su relación. Ahora, en la pizarra de los estrategas se anota la vía Ayuso. El cálculo es sacar alrededor de 37 escaños en Castilla y León y que Vox ponga los restantes bajo amenaza de bloqueo. El PP tiene que sumar más que los partidos de izquierda y los que puedan sacar las plataformas de la España Vaciada. “Esto es el objetivo para todas las elecciones que se celebren y como Pablo quiere llegar a la Moncloa. Hay que gobernar en solitario”, reflexionan en el equipo del presidente. En esta ecuación queda fuera Ciudadanos. Las encuestas dan entre ninguno o dos procuradores, por lo que dejarán de ser el socio preferente.

Los de Inés Arrimadas quieren seguir en la pelea. Asumen que los sondeos les dan KO, pero sus 'trackings' internos empiezan a reflejar una leve mejoría. El espejo en el que mirarse es tanto a nivel regional como nacional el Partido Democrático Libre de Alemania, FDP, que ha sido llave de gobierno durante muchos años con muy pocos escaños. Ciudadanos cree que puede hacer llegar el mensaje de las “malas prácticas” del PP con la opa a sus cargos. También han aprendido de la política de pactos que diseñó Albert Rivera y de la que hoy reniegan: “Dimos todo al PP a cambio de nada”. Los naranjas prefieren seguir pactando con el PP, pero no cierran las puertas a “otro PSOE” en relación con modelos como el de Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha. Si no logran representante en Castilla y León, la crisis del partido se agudizará. Arrimadas ha confiado en Francisco Igea, su enemigo público en las primarias, para intentar salvar los muebles con una cara conocida.

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el secretario general del PSCyL, Luis Tudanca. (EFE/Santi Otero)

Para Sánchez, que ya ha anunciado que se volcará en la campaña, Castilla y León no es el principal problema. Luis Tudanca ganó por sorpresa los anteriores comicios, pero una derrota no hará tambalearse la estrategia en Madrid. La baza está en la España Vaciada y en lo que se pueda rascar para pactar después y desbancar al PP. Un 'Frankenstein' a nivel regional. Lo que sí preocupa es lo que pueda ocurrir en las andaluzas. Es zona roja y Sánchez ha puesto a su candidato, Juan Espadas, para acabar con Susana Díaz, su eterna contrincante. Un mal resultado en Andalucía haría saltar las alarmas en Ferraz. “La marca PSOE no está agotada, si hay un batacazo la culpa será de Sánchez”, señalan desde las baronías donde justifican que ellos sí tienen buenos resultados en sus paneles internos. Si el presidente andaluz, Juanma Moreno, logra consagrase al frente de la Junta de Andalucía, habrá una fuga en el proyecto socialista a nivel nacional. Cargos del PSOE plantean que Sánchez adelante elecciones cuando se convoquen las andaluzas porque confían en el “efecto arrastre”. En las épocas de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, ya se hizo, argumentan. Si se encadenan dos derrotas en 2022, se pondrá sobre la mesa el debate de la “credibilidad”. “Sánchez ha dado muchos bandazos y eso nos puede pasar factura”. En las comunidades socialistas, auguran que el presidente volverá al centro y a alejarse de ERC y Bildu si hay malos datos porque "las urnas mandan".

Los hay que van más allá y que creen que el presidente del Gobierno debe dejar la campaña a los locales y que el PSOE a nivel nacional debe centrarse en mandar un mensaje a los españoles de gestión. “La parte socialista del Gobierno se ha comido toda la pandemia, pero solo se habla de lo que hace Yolanda Díaz”, lamentan históricos socialistas. En la contienda con Podemos creen que la plataforma que pretende crear la vicepresidenta será un lastre para las expectativas electorales del PSOE. “Teníamos a Podemos e Iglesias de rodillas”, aseguran mientras recuerdan que Sánchez nunca ha logrado sobrepasar la barrera del 30 por ciento de voto y que eso es lo que realmente debe preocupar. Quien hace esta descripción augura que, en unas nacionales, Yolanda Díaz anotará entre un 10 y 12 por ciento de voto, lo que no permitirá a los socialistas crecer. En Ferraz ponen todas sus fuerzas en desmontar la idea de que hay un “cambio de ciclo” pese a que todos los indicadores lo señalan. “Aún tenemos dos años”, los mismos que en Génova se dan para tomar el poder.

El 4 de mayo, las elecciones en la Comunidad de Madrid supusieron para muchos analistas políticos un “cambio de ciclo”. La abrumadora mayoría de la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, provocó un terremoto en los cuarteles generales de Génova y Ferraz. Nada volvería a ser igual para Pedro y Sánchez y Pablo Casado desde aquel domingo. En la Moncloa se empezó a cocinar el cambio de Gobierno que acabaría con el hombre fuerte de Sánchez, Iván Redondo, fuera del Ejecutivo. El batacazo histórico de los socialistas en Madrid llevó al presidente a cortar cabezas y a volver a mirar al partido. El planteamiento era fácil. Eran los primeros comicios que el tándem Sánchez-Redondo perdía. Ambos se habían volcado en la campaña y hasta el último momento se estuvo vendiendo que los sondeos daban un empate entre los bloques de izquierda y derecha. Sánchez tomó nota y se rodeó de gente del PSOE para apaciguar las aguas. Un nuevo giro en el que tomaría el mando el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y supondría el desembarco de los “extraidores”, Óscar López y Antonio Hernando. Solo hubo una buena noticia aquel día para el socialismo: Pablo Iglesias dejaba la política. El líder de Podemos se iba tras su último intento a la desesperada de reflotar la marca con su candidatura en Madrid. Desde ese momento, la vicepresidenta, Yolanda Díaz, ocuparía la esquina que hay a la izquierda del PSOE. En poco tiempo en Ferraz y en el “ala roja” del Gobierno descubrirían que con Iglesias se vivía mejor.

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