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El drogadicto mentiroso dice ser el asesino de Miriam en Meco: "La maté. 68 puñaladas"
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De 29 años

El drogadicto mentiroso dice ser el asesino de Miriam en Meco: "La maté. 68 puñaladas"

Le manda mensajes a un voluntario de un centro de rehabilitación en los que dice: "No puedo dormir por las noches. [...] Ahora debes ir a la policía. No sé por qué lo hice"

Foto: La Guardia Civil donde hallaron el cuerpo de la joven. (EFE)
La Guardia Civil donde hallaron el cuerpo de la joven. (EFE)

A sus 29 años, Alberto entra y sale de centros de desintoxicación con cierta frecuencia. Él mismo reconoce que le cuesta decir que no a una copa, a una raya de cocaína o a un pico de caballo. Lo normal es que beba, esnife o se pinche. A finales del año pasado, acudió acompañado de su madre a ingresar de forma voluntaria en una clínica. Aguantó poco y, como nadie le podía retener, se marchó. Regresó poco después. Seguía necesitando ayuda. Esta vez aguantó 10 días y de nuevo desistió. Todo apunta a que sus dependencias le impulsaron a buscar el suministro fuera de las tapias del centro. Se quedó con el móvil de uno de los voluntarios. Le llama la noche de Nochebuena de 2020, a las 11 de la noche, ojo a la hora, “para decirle que no se liara mucho”, según recoge el atestado de la Guardia Civil. A continuación, Alberto añade un comentario desconcertante: “Ya sé dónde está la chica y el niño. Si voy, la mato”. El voluntario, al notar que estaba drogado y/o borracho, le cortó en seco: “Ya hablamos otro día”.

Cinco días después, Alberto envía varios mensajes de forma compulsiva al voluntario: “No sabes lo que he hecho, no tienes ni idea. Te dije una vez que no podía dormir por las noches, la maté, no sé por qué. Lo hice. Esto es mi condena y no sé por qué estoy tan enfermo. Ahora debes ir a la policía. La maté. 68 puñaladas”.

Foto: Foto: iStock.
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El voluntario, inquieto, habló con un compañero de lo que le había ocurrido. No sabía si darle veracidad o no al testimonio del drogodependiente. La sorpresa fue saber que, con su compañero, Alberto también había alardeado del crimen. “Le pregunté por su vida para que fuese abriéndose y me habló de sus problemas judiciales, me enseñó la foto de su hija a la que no conocía porque su madre no le dejaba verla. Reconoció que había empotrado el coche contra la casa de su propia madre y me confesó que había estado en la cárcel por haber apuñalado a una persona”.

No dice la verdad, ni entró en prisión por apuñalar a nadie, ni tampoco empotró el coche contra la casa de su madre, que vive en un piso. Sí ingresó en prisión, pero por violencia de género, concretamente por amenazas, pero no lesiones, nunca ha usado un puñal contra otra persona. Tiene antecedentes por las consabidas amenazas, desobediencia, resistencia y quebrantamiento de orden de alejamiento, pero ningún delito de sangre. Sus propios monitores del centro de desintoxicación lo sugieren así: “Me dio la impresión de que era un mentiroso, quizá porque tiene muchas adicciones”.

No dice la verdad, ni entró en prisión por apuñalar a nadie, ni tampoco empotró el coche contra la casa de su madre, que vive en un piso

A Miriam la mataron el 16 de enero de 2019. 12 días después de aquello, Alberto acudió al cuartel de la Guardia Civil de Azuqueca de Henares, un pueblo de Guadalajara, al lado de donde residía Miriam. Allí denunció que su madre había matado a su padre 10 años antes. Cuando le preguntaron cómo lo sabía y si podía demostrarlo, se encogió de hombros y fue incapaz de aportar una prueba concluyente. Solo divagaciones. ¿No hubiese sido ese buen momento para confesar el asesinato de Miriam? Tampoco se lo contó a los agentes que le detuvieron el 4 de enero de 2021 por violencia de género. Ni tampoco dijo nada el tiempo que estuvo en la cárcel condenado a dos años y seis meses por amenazar de muerte a su familia y a su exmujer.

En cualquier caso, ¿dónde estaba cuando ocurrió el crimen? Los investigadores de la Guardia Civil revisaron el posicionamiento de su teléfono y está localizado en las antenas de Azuqueca de Henares, donde vivía con su madre. Azuqueca es un pueblo que está a un lado de la R-2, carretera de pago que une Madrid con Guadalajara, mientras que la localidad donde residía Miriam se encuentra al otro lado de la autovía.

Foto: La Guardia Civil continúa investigando sobre el terreno donde la hallaron. (EFE)

Tampoco cuadra este aspecto, aunque las antenas no siempre son precisas. A pesar de que la confesión tiene todo el aspecto de querer llamar la atención, su señoría, que no acudió al levantamiento del cadáver a pesar de que estaba de guardia, ha ordenado que se le tome el ADN y se compare. ¿Con qué? Tendría sentido si en el cuerpo o en las ropas de Miriam hubiese ADN de varón desconocido, pero no. Ahí solo se encontró ADN de Sergio, el principal sospechoso. En las actuaciones sí hay varios ADN de varón desconocido, por ejemplo, uno en el coche de Miriam (puede corresponder a cualquier amigo que hubiese montado).

Hay otros dos ADN desconocidos en un pantalón que se encontró cerca de la escena del crimen y que los de criminalística se llevaron por si las moscas. Ese pantalón no tiene un rastro de sangre de Miriam ni su ADN. No hay nada que lo vincule con el crimen. El rastro genético puede ser de cualquiera y de semanas o meses antes. Da la sensación de que la prueba ordenada por su señoría carece de sentido, pero habrá que esperar en cualquier caso los resultados. Lo que no ha ocurrido es que la investigación haya dado un giro completo. El principal sospechoso es Sergio y todas las evidencias hacen que la Guardia Civil esté convencida de que es el autor del crimen.

A sus 29 años, Alberto entra y sale de centros de desintoxicación con cierta frecuencia. Él mismo reconoce que le cuesta decir que no a una copa, a una raya de cocaína o a un pico de caballo. Lo normal es que beba, esnife o se pinche. A finales del año pasado, acudió acompañado de su madre a ingresar de forma voluntaria en una clínica. Aguantó poco y, como nadie le podía retener, se marchó. Regresó poco después. Seguía necesitando ayuda. Esta vez aguantó 10 días y de nuevo desistió. Todo apunta a que sus dependencias le impulsaron a buscar el suministro fuera de las tapias del centro. Se quedó con el móvil de uno de los voluntarios. Le llama la noche de Nochebuena de 2020, a las 11 de la noche, ojo a la hora, “para decirle que no se liara mucho”, según recoge el atestado de la Guardia Civil. A continuación, Alberto añade un comentario desconcertante: “Ya sé dónde está la chica y el niño. Si voy, la mato”. El voluntario, al notar que estaba drogado y/o borracho, le cortó en seco: “Ya hablamos otro día”.

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