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Podemos censura la actitud no beligerante de Díaz y le reclama más pelea con el PSOE
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Seis meses después de la sucesión

Podemos censura la actitud no beligerante de Díaz y le reclama más pelea con el PSOE

Díaz mantiene unos ritmos políticos que no comparten en el espacio confederal. La relación con Belarra o Montero no es mala, pero ella es quien marca una estrategia que genera dudas

Foto: Yolanda Díaz y Ione Belarra en Moncloa. (EFE/Fernando Villar)
Yolanda Díaz y Ione Belarra en Moncloa. (EFE/Fernando Villar)
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El pasado día 4 se cumplieron seis meses de la dimisión de Pablo Iglesias y del ascenso de Yolanda Díaz como líder del espacio confederal. Medio año en el que la hoy vicepresidenta segunda ha comenzado a lanzar su "proyecto de país" pensando en el maratón electoral de 2023. Ella no quiere mojarse con si será la próxima candidata a la presidencia del Gobierno, pero en su entorno todos dan por hecho que no hay otra opción. La ministra de Trabajo es la elegida y el proyecto gira en torno a ella. Pero eso no significa que toda Unidas Podemos comulgue con cómo está haciendo las cosas. Hay una disfunción de ritmos y de marcos políticos que no gusta en una parte del partido.

Díaz marcó territorio en la primera reunión del grupo parlamentario confederal. Apenas unos días después de la sucesión, la gallega transmitió a los diputados morados su hoja de ruta: una comandancia tranquila y alejada del ruido. Una estrategia política, en definitiva, dulce y, por tanto, diferente a la de la anterior etapa comandada por Iglesias donde, por su hiperliderazgo, la tensión era la tónica habitual y la estrategia comunicativa una pata esencial del proyecto. Díaz marca ahora la línea a seguir y eso no está en duda.

Pero sí existen voces internas que, según explican a El Confidencial, han hecho saber su disconformidad con esta hoja de ruta. Hay quien incluso lo ha expuesto internamente en el grupo parlamentario y en la mesa confederal. El problema, afirman, es de fijación de posiciones en público, de comunicación y, por tanto, de estrategia política. Reclaman a Díaz que cuide con una mayor implicación asuntos considerados "de Estado" y que sobrepasen sus competencias en el Ministerio de Trabajo. Que, en definitiva, ella marque la línea, dé un paso al frente en los temas más importantes y, si es necesario, delegue funciones.

Foto: Mónica Oltra y Yolanda Díaz, en su último encuentro en Valencia. (GVA)

En Unidas Podemos echan de menos, por ejemplo, un posicionamiento con mayor firmeza de Díaz en la crisis de las pensiones. Se valoró en el seno de la formación que la vicepresidenta segunda pusiera pie en pared y dejara claro en público la posición de los morados. Nadie habló, porque Díaz no quiso, en las primeras 36 horas hasta que Ione Belarra afirmó este viernes que “Unidas Podemos no va a aceptar ningún recorte en pensiones, ni presentes ni futuras”. La actitud contrasta con la que tuvo el exvicepresidente segundo, Pablo Iglesias, en el mismo momento en el que el ministro José Luis Escrivá manejó un borrador donde se contemplaba elevar a 35 años el periodo de cómputo de las pensiones y calculaba un recorte del 6,3% de media. Iglesias no dudó en salir en tromba contra el PSOE. Díaz también reclamó al grupo parlamentario que retirara las enmiendas ligadas al sistema de pensiones, algo que no terminó de ser comprendido, para facilitar la negociación de los sindicatos en el diálogo social.

Foto: El diputado de Unidas Podemos Enrique Santiago. (Mariscal/EFE)

Desde el entorno de Díaz, por su parte, se asegura que la ministra ya fijó su posición sobre esta cuestión antes de ser vicepresidenta segunda. Ella era la negociadora con Escrivá del Componente 30 del plan de recuperación y, por tanto, le correspondía, por delegación de Iglesias, defender la postura morada. "No a cualquier tipo de recorte", defiende. Precisamente, en ausencia de un posicionamiento público de Díaz, quienes sí opinaron sobre las pensiones este viernes fueron el secretario general del PCE y secretario de Estado para la Agenda 2030, Enrique Santiago, que afirmó que los recortes "es algo que no se puede consentir", y Nacho Álvarez, secretario de Estado de Derechos Sociales, que dijo que "Unidas Podemos no va a aceptar" medidas de este tipo.

El caso de Alberto Rodríguez y el escaño

Hay dirigentes de Unidas Podemos que también han echado de menos un posicionamiento en público más contundente por parte de Yolanda Díaz con Alberto Rodríguez, apartado de su escaño hace unos días. La vicepresidenta segunda le llamó por teléfono en un primer momento y ha estado hablando con él, pero hay quien reclama una defensa más férrea. Sí se dejó oír el aparato de Podemos en bloque, con Belarra a la cabeza. Irene Montero, la ministra de Igualdad, también escribió al exdiputado y tiene previsto defenderle en público.

Esta situación de tensión no significa que la relación entre Unidas Podemos y el yolandismo sea mala. Al contrario, Díaz presume de sintonía con Belarra, Montero y el resto de la cúpula morada. Las relaciones en el grupo dirigente están, salvo alguna excepción, engrasadas. Esa salvedad llegó el día que UP decidió anunciar una querella contra Meritxell Batet por retirar el acta a Alberto Rodríguez. A las 18:49 horas de aquel viernes, Enrique Santiago, responsable jurídico de Unidas Podemos y secretario de Estado de Agenda 2030, enviaba a un grupo de Telegram de la mesa confederal un mensaje comunicando la iniciativa. Nadie se opuso. En ese grupo se encontraban representantes de Podemos, como Belarra, de los comunes, como Jaume Asens, o Alberto Garzón. También la ministra de Trabajo, presente físicamente en ese momento en un acto público. Hubo una primera discusión por las consecuencias políticas con el PSOE que tendría el movimiento. La vicepresidenta en ningún momento se opuso al mismo. A continuación, se comunicó a los 35 diputados de UP la decisión. Nadie lo rechazó. Tras esto, el partido hizo público que presentaría dicha querella que días más tarde fue desechada.

Foto: Pedro Sánchez, conversa con Yolanda Díaz. (EFE/Mariscal)

Ocurre algo similar con la reforma laboral y el gran conflicto que, según Díaz, puso en peligro el Gobierno de coalición. Fue Ione Belarra quien, por indicación de la titular de Trabajo, publicó un tuit en el que reclamaba al PSOE una reunión urgente de la comisión de seguimiento del acuerdo sellado hace ahora dos años. La vicepresidenta segunda, por su parte, transmitió su malestar a Félix Bolaños, el ministro de la Presidencia, a través de una llamada. En ese momento, estaba cerrando con Teodoro García Egea el reparto del Tribunal Constitucional y otros órganos. Pero quien fijó posición en público fue Belarra, no Díaz, y eso es lo que se echa en falta.

En Podemos hay quien habla de una actitud de "paz y amor" por parte de Yolanda Díaz que no consideran acertada. Por eso le reclaman un mayor nivel de pelea externa, especialmente con el PSOE, que ha puesto la proa en Yolanda Díaz y que ya la cataloga como su principal adversaria por el voto de izquierdas. En la formación morada también hay quien ve que el Podemos original se está empezando a desdibujar si Díaz impone sus condiciones y su forma de hacer política. "¿Hubiéramos votado con Pablo Iglesias a Arnaldo para el TC?", se preguntan estos críticos. Varios diputados, no solo Gloria Elizo o Maria Pita, expresaron su disconformidad con el criterio que les fijó la dirección: salvar la votación. Fuentes cercanas a la vicepresidenta segunda se defienden: no hablar en público no significa que no pelee.

El pasado día 4 se cumplieron seis meses de la dimisión de Pablo Iglesias y del ascenso de Yolanda Díaz como líder del espacio confederal. Medio año en el que la hoy vicepresidenta segunda ha comenzado a lanzar su "proyecto de país" pensando en el maratón electoral de 2023. Ella no quiere mojarse con si será la próxima candidata a la presidencia del Gobierno, pero en su entorno todos dan por hecho que no hay otra opción. La ministra de Trabajo es la elegida y el proyecto gira en torno a ella. Pero eso no significa que toda Unidas Podemos comulgue con cómo está haciendo las cosas. Hay una disfunción de ritmos y de marcos políticos que no gusta en una parte del partido.

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