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"La igualdad no llegará hasta que no hablemos de conciliación en el palco del Bernabéu"
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"La igualdad no llegará hasta que no hablemos de conciliación en el palco del Bernabéu"

Carme Chaparro habla, sonríe mucho, carcajea con ganas. Ha venido a hablar de su libro, claro, pero lo deja claro: "Pregunta lo que te dé la gana, no tengo problema". Hace tiempo que se quitó el sambenito de busto parlante

Foto: Carme Chaparro. (Isabel Blanco)
Carme Chaparro. (Isabel Blanco)

"No te acerques mucho, que estoy con faringitis", advierte la periodista Carme Chaparro (Barcelona, 1973) después del saludo inicial. Sentada en una mesa del Café Clarita, la entrevista tiene lugar en esa parte de la mañana en la que una no sabe si seguir desayunando o entregarse al aperitivo. Pero la faringitis manda, así que pedirá un te caliente y agua, mucha agua, para domar la tos tan traicionera.

Chaparro habla, sonríe mucho, carcajea con ganas. Ha venido a hablar de su libro, claro, pero lo deja claro: "Pregunta lo que te dé la gana, no tengo problema". Hace tiempo que se quitó el sambenito de busto parlante. "Antes de las redes sociales te reducían a un cuerpo de cintura para arriba que sale en televisión. Una vez por la calle una señora, mientras estaba con unos amigos, me dijo: ''¡Anda, pero si te ríes!'. Pues claro, señora. ¡Lo dijo sorprendida!", cuenta.

Escribía los informativos que luego contaba para miles de espectadores, pero asegura que hasta que no empezó a escribir libros (el último, 'No decepciones a tu padre', editado por Planeta) y artículos en prensa no se la tomaba muy en serio. Recuerda que una vez, en el probador de una tienda de ropa, le dijo una señora: "¡Hombre, me he dado cuenta de que eres lista!". "Lo primero que pensé era si su opinión venía porque me había puesto bien el pantalón, pero enseguida me dijo que leía mis columnas en 'Yo Dona' y que le parecía que tenía ideas propias e interesantes. Eso me hizo pensar: ¿qué pasa, que en estos años en informativos no he proyectado eso? Nos ha costado mucho llegar a las mujeres de mi generación, como Mamen (Mendizábal), Helena (Resano)… pero estamos aquí porque somos listas, hemos estudiado y sabemos hacer preguntas", dice.

Chaparro es peleona de siempre, de barrio, y feminista desde la cuna. Hace tiempo que dejó de sufrir por las críticas y no piensa callarse. Cree que vivimos plagaditos de titulares emocionales, "algo que ya inventó Hitler". Pregunta lo que quieras, insiste. Y no dejó una por contestar.

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Foto: Isabel Blanco.

PREGUNTA. Una de las últimas veces que la vi en televisión estaba muy emocionada con la docuserie de Rocío Carrasco. Ahora que ha pasado un tiempo, ¿cree que los periodistas hemos aprendido algo de ese asunto?

RESPUESTA. Era más optimista en los primeros capítulos, porque pensé que se estaba removiendo algo a nivel social. Pero a la vez que se removía hubo personas que hicieron una trinchera contraria para descalificar y una burbuja negacionista de muchas cosas: de la violencia de género, de la prostitución…

Ayer llegué de grabar un especial para Cuatro sobre padres malvados, sobre cómo un padre puede llegar a convertirse en un monstruo, como José Bretón, Tomás Gimeno, y estuve con una madre cuyo caso es calcado al de Rocío. Una mujer destrozada cuyo hijo era un ser amoroso que, tras pasar seis meses con su padre, al volver a casa le pegó una paliza a ella durante tres horas, diciéndole que la iba a matar, que hay que matar a los homosexuales… una transformación brutal en la que te das cuenta de que hay progenitores que pueden tener un poder muy grande con los niños.

Rocío nos pegó una bofetada de realidad en la cara, pero esa bofetada ha quedado contaminada porque estamos en un momento político en el que hay una trinchera muy profunda, muy simplista y emocional en la que cae cada vez más gente. Además, hablamos de un caso que tiene que ver con la farándula y con el mundo del corazón, que ha hecho más fácil el eco mediático pero también lo complica para determinados espectadores.

P. Hace días puso un tuit quejándose de un hotel en Valencia por falta de personal para atender. "En este hotel de más de 100 habitaciones, un lunes por la tarde solo hay una persona para todo. Una sola persona para todo", aseguraba…

R. Es que me da mucha rabia que haya gente que pierda el trabajo porque para determinados empresarios es muy cómodo tener a gente en ERTE. Tengo amigos en esa situación que podrían estar trabajando porque sus empresas van bien, y creo sinceramente que es nuestra responsabilidad luchar para tener la mejor sociedad posible. Y la mejor sociedad posible no es que el que gana 4.000 euros al mes cobre 1.000, sino que el que cobra 800 llegue a los 2.000. Y que el que tenga más, pague más impuestos. Si tengo cierta proyección pública y lo que pueda decir tiene repercusión, es importante que no me calle. Tanto cuando algo me encanta como cuando denuncio que en un hotel no haya personal suficiente para atender a los clientes y sea imposible que hagan bien su trabajo.

"Toda la energía que pierdo y la ansiedad que gano es tiempo que le quito a mis hijas, a mi salud, a mi vida, a pasármelo bien"

P. ¿Usted ha sido siempre así? Peleona, sin mordaza.

R. Es que soy de barrio.

P. ¿Qué tal lleva las críticas en redes sociales?

R. Es que ahora ya no me disgusto. Al principio Twitter era un sitio de amigos, el patio de la corrala donde ibas a comentar cosas, a discutir… pero todo eso se enfangó. Sufres porque hay muchos ataques personales que no son razonados, pero una vez que te das cuenta de que la mitad son bots y que algunos de los que te insultan si te ve por la calle te piden un selfi, llegas a la conclusión de que para qué los vas a escuchar.

Toda la energía que pierdo y la ansiedad que gano es tiempo que le quito a mis hijas, a mi salud, a mi vida, a pasármelo bien. Tengo la conciencia limpia porque es algo que siempre me inculcaron mis padres, que nunca me fuera a dormir sin haber perdido perdón a alguien. Porque a veces haces cosas que pueden hacer daño sin darte cuenta.

P. Podría haber optado por el silencio, pero entonces les habría dado la razón a los faltones, que es lo que quieren, que callemos.

R. Claro, es que me gusta hablar y dialogar. Siempre digo que creo que el cerebro es redondo para que el pensamiento cambie de dirección, y no hay nada que me pueda gustar más que una charla con amigos que no piensan igual que yo. Aprendo mucho de ellos y de cómo ven el mundo.

Otra cosa son las redes sociales, llenas de titulares sin mucho fundamento copiados de otra persona para linchar a quien sea. Pero si haces una buena limpieza y te quedas con gente que te aporta, te creas tu propio espacio, aunque les dejes el mayor hueco a los de los ladridos. Bah, que se coman entre ellos.

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Foto: Isabel Blanco.

P. Hace tiempo Ana Botín le dijo a Pepa Bueno que se considera feminista, aunque si la pregunta se la hubieran hecho diez años antes igual la respuesta habría sido la contraria. ¿A usted le ha pasado lo mismo?

R. Yo creo que siempre lo he sido, por la sensación de justicia de clase, de equidad social y de igualdad de oportunidades. Cuando era pequeña cruzaba mi calle de Barcelona y estaba en Hospitalet de Llobregat, en un barrio que estaba lleno de tiendas, el mercado, un montón de gente trabajadora y honesta. Y el feminismo no es más que eso, la conciencia de que todos debemos tener las mismas oportunidades.

Cuando pasé al instituto, me tocó por distrito uno que estaba en la zona alta de Pedralbes, un escenario muy alejado de la realidad que vivía. Entonces pensaba: un instituto como este, con tantos medios y tantos profesores deberíamos poder disfrutarlo todos. Si a eso, tiempo después, le añades los micromachismos, la mochila que cargamos… todo eso ayuda.

P. Cuando se abre el melón de que faltan mujeres en espacios públicos, suelen pasar dos cosas: los que dicen que han llamado a muchas pero todas han dicho que no y las que, como Paula Gómez de la Bárcena, de Inspiring Girls, afean en plena convención del PP esa ausencia porque haberlas, dice, haylas. ¿Usted en qué lado se encuentra?

R. Hay muchas mujeres expertas en muchas disciplinas, pero en este asunto convergen muchas cosas. Por un lado, el síndrome de la tiara, porque las mujeres siempre pensamos que va a venir un hombre a reconocer que lo hacemos bien, y vamos trabajando como hormiguitas y en silencio hasta conseguirlo. Y no olvidemos la mochila de cuidados que llevamos encima. ¿Cuántas mujeres, además de todo lo que hacen a lo largo del día, tienen tiempo libre para ir a un foro, a un programa de televisión, para tener esa visibilidad que si no se da parece que no existes?

"El viernes pasado estaba en el Congreso en el homenaje a Clara Campoamor (...) había unas 80 personas y solo dos eran hombres"

P. Es un círculo perverso…

R. Afortunadamente las redes sociales han destapado a un montón de mujeres interesantes, porque en cualquier momento puedes subir un contenido interesante. Pero la igualdad no llegará hasta que no hablemos de conciliación en el palco del Bernabéu, porque no podemos reducir esos temas a los foros femeninos como si fuera solo nuestro problema. El viernes pasado estaba en el Congreso en el homenaje a Clara Campoamor y a la conmemoración de los 90 años de voto femenino; había unas 80 personas y solo dos eran hombres. ¿Pero esto qué es?

P. Demos un salto en el tiempo. Usted entró en Telecinco cuando aún coleaban las Mamma Chicho…

R. Entré en enero de 1997, cuando Telecinco había cambiado de logotipo y ellas ya no salían, pero yo iba por la calle y me cantaban la canción. Fue un momento en el que se optó por hacer un cambio en la cadena, fichó para informativos a Àngels Barceló, a Juan Ramón Lucas…

P. ¿Qué cambios ha visto en estos casi 25 años? ¿Le han puesto muchas tiaras en el oficio?

R. No es por defender a mi empresa, pero ¿qué mujeres estamos en Mediaset? Yo tengo 48 años y llevo desde los 24 presentando. Estamos María Teresa Campos, Carlota Corredera, Ana Rosa Quintana, Paz Padilla, Lara Álvarez… mujeres muy diversas en el físico, en manera de pensar, en estudios… en todo. Eso en otros medios y otros grupos audiovisuales no lo veo. Y eso que las mujeres que estaban cuando yo empecé ya no están, están en la radio porque es un lugar donde no se las ve. ¿Dónde está Àngels (Barceló)? ¿Dónde está Julia (Otero)? Ellos siguen estando ahí, aunque estemos ganando credibilidad poco a poco y ya no seamos solo la chica florero al lado del señor con corbata, que es el que presenta.

"Los periodistas tenemos el arte de escribir, llevamos mucho tiempo utilizando la técnica, y quizá es más natural que escribamos nosotros"

P. Le contó a Iñako Díaz-Guerra en 'El Mundo' que un escritor…

R. Un señoro, dirás.

P. …le dijo que era demasiado guapa como para que la tomen en serio como escritora. ¿Eso le ha pasado también en el periodismo?

R. He tenido mucha suerte porque mis jefes han sido fantásticos. Por ejemplo, siempre he sido muy oscilante en mi peso y no he sentido jamás presión al respecto.

P. ¿Por qué le dio por escribir?

R. Fue una cosa muy natural. Contamos una historia en informativos y al volver a casa a las diez y media de la noche seguía dándole vueltas al asunto. Escribí un cuento que es el final de 'No soy un monstruo' —su primer libro, con el que ganó el Premio Primavera 2017—. Me puse a escribir, con cierta ansiedad, pero sin premeditación.

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Foto: Isabel Blanco.

P. ¿Cuántas veces escuchó eso de 'Otra presentadora de televisión escribiendo un libro'?

R. Siempre digo, leedlo primero antes de juzgar y decir que es otro libro de una chica que sale en la tele. Porque los periodistas tenemos el arte de escribir, llevamos mucho tiempo utilizando la técnica, y quizá es más natural que escribamos nosotros que un abogado. Fíjate que a un científico o a un actor nadie los ve como intrusos en la literatura, a todos les dan la bienvenida. Pero a los periodistas, no digamos si eres mujer, no digamos si eres mujer que sale en la tele… Menos mal que ya llevo tres novelas y hay mucha gente que las ha leído. Si lo critican para mal, que faltaría más que no tuvieran derecho a pensarlo, al menos que lo hayan leído. A mí me pasa lo mismo, hay mucha gente que me gusta y otra que no.

P. ¿Quién le gusta?

R. Cuando era pequeña, por Sant Jordi, había un concurso de redacción en los colegios y en los institutos y si lo ganabas te daban 10.000 pesetas para gastar en una librería. Una vez lo gané y me compré la trilogía de 'El señor de los anillos' (mi primer gran 'shock'), la de 'El Hobbit' y el 'diccionari' Fabra en catalán. Tiempo después, y también por Sant Jordi, aproveché una oferta del banco: si metías dinero en una cuenta te regalaban libros. Me cogí 'La casa de los espíritus' y uno que aún sigue en casa de mi madre que se llama 'Cocinar y congelar' (risas). Con 'Cien años de soledad' sentí que ya entraba en la literatura adulta, luego vino Paul Auster, Pierre Lemaitre, leí mucho a (Isaac) Asimov y ahora estoy con ensayo. Me gustan muchas cosas, como ves.

"Yo tengo ideas en las que nunca voy a cambiar, como la igualdad, porque hay conceptos sociales básicos en los que no se puede ceder nunca"

P. ¿Cómo ve España hoy?

R. Hay una parte de la calle, peligrosamente real, que se parece demasiado a la política; pero está otra, la más importante, que no hace tanto ruido y es la más numerosa, que se ríe, que lucha y que se quiere. Pasa más desapercibida pero es la que construye el país. Quiero creer que a pesar de algún empeño político por atrincherarnos, no lo van a conseguir.

P. ¿Y a Cataluña? Usted dijo hace tiempo, a propósito del 'procés': "Si tienes una pareja y no te quiere, déjala". ¿Sigue pensando lo mismo?

R. Vengo de una familia muy plural en la que hay de todo, y en todo este tiempo no me he dejado de hablar con nadie. Yo tengo ideas en las que nunca voy a cambiar, como la igualdad, porque hay conceptos sociales básicos en los que no se puede ceder nunca. Esa metáfora venía a que creo que hicimos una cosa mal aquí, y que sí hicieron bien los escoceses. En Escocia iba a ganar el sí, la salida, y en el Reino Unido se dieron cuenta de que la estrategia no era ir a por los escoceses, sino decirles que los querían y que les necesitaban. En unas pocas semanas consiguieron dar la vuelta a los resultados. En una pareja te tienes que sentir querido aunque haya momentos en los que te canses, pero las cosas se arreglan si se trabaja por ello. Aquí nos ha faltado decir eso, que les necesitamos y que los queremos, aunque podamos estar enfadados y haya algunos que se quieran ir. Pero no se arregla nada con un ataque, sino con comprensión. Espero que ahora estemos yendo por ese camino.

"No te acerques mucho, que estoy con faringitis", advierte la periodista Carme Chaparro (Barcelona, 1973) después del saludo inicial. Sentada en una mesa del Café Clarita, la entrevista tiene lugar en esa parte de la mañana en la que una no sabe si seguir desayunando o entregarse al aperitivo. Pero la faringitis manda, así que pedirá un te caliente y agua, mucha agua, para domar la tos tan traicionera.

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