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El 'boom' de las guarderías para perros: "Cada semana nos preguntan tres parejas jóvenes"
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EL NEGOCIO DEL FUTURO CERCANO

El 'boom' de las guarderías para perros: "Cada semana nos preguntan tres parejas jóvenes"

Desde que se acabó el confinamiento, la demanda por encontrar un sitio donde dejar a tu perro mientras trabajas (o teletrabajas) se ha disparado

Foto: Mirando a cámara. (Jesús Hellín)
Mirando a cámara. (Jesús Hellín)

Son todos muy majos, pero al principio impresiona estar rodeado por 27 perros de todas las razas, colores y temperamentos ladrando y saltando excitados ante la visita de un extraño. Un caniche trepa por mi pierna, un labrador se pone de pie y me olisquea el lóbulo de la oreja. Mientras tanto, Pancho huele mi mano y se vuelve a dormitar a una manta en el rincón. Estoy en Wagwag, la guardería de perros señera de Madrid, que abrió hace seis años su primera sede en Parque Berlín, y a los 10 minutos ya tengo a Timón tumbado a mis pies. “Todo el mundo quiere a Timón”, me dicen.

Una guardería de perros es exactamente lo que su nombre indica, con pequeñas variaciones. Un lugar donde dejar a tu animal desde primera hora de la mañana hasta última de la tarde (primer cambio: pocas guarderías abren hasta tan tarde), donde aprenderá a socializar con otros perros, donde lo alimentarán y cuidarán. Desde luego, no se sentirá solo. La nueva sede en la que me hallo se encuentra al lado del Retiro, donde salen a pasear los perros, y se abrió después del confinamiento.

"Lo traje a España porque fui a Nueva York y aquello estaba lleno de guarderías"

“La gente se ha lanzado a tener perro este último año, el sector veterinario está en expansión”, explica Paula López de María, fundadora de Wagwag, que ha visto cómo sus clientes vencían las primeras resistencias hasta que ha llegado un ‘boom’ de demanda. Ahora mismo, la empresa tiene 55 perros diarios en la sede de Concha Espina, y casi 30 en la de Retiro. Solo admiten uno nuevo al día, y es necesario pasar una prueba en la que se introduce al animal durante unas pocas horas con los que serán sus compañeros para comprobar cómo se porta. Si es macho, tiene que estar esterilizado, para que no la líe. Una de las ventajas, explica, es que los perros llegan tan cansados a casa que a veces sus dueños hasta se ahorran el parque de la tarde.

“Se me ocurrió en un viaje a Nueva York, vi que estaba lleno de guarderías y como estaba quemada de mi trabajo de veterinaria en Barcelona dije ‘voy a probar suerte”, explica López. Ahora hay ya casi una decena en todo Madrid, generalmente en barrios céntricos como Chamberí, Moncloa, Malasaña o Pirámides. Poco a poco, han comenzado a abrir otras guarderías en ciudades como Valencia o Mallorca. Pero, como recuerda la veterinaria, es algo ya muy común en el resto de Europa, quizá porque allí también el teletrabajo lo es.

placeholder Esperando a los compañeros. (Jesús Hellín)
Esperando a los compañeros. (Jesús Hellín)

Como explica, sus clientes no son solo trabajadores que pasan el día fuera de casa, sino también teletrabajadores que al darse cuenta de que no pueden atender a sus animales mientras se reúnen por Zoom, prefieren buscarles la compañía de otros perros. Es una alternativa a los antiguos cuidadores, que además les ayuda a socializar. Álvaro H., por ejemplo, es el dueño de Biru, un perro de agua que, como los de su raza, tiene problemas de socialización, así que decidió acercarlo a Snau, otra céntrica guardería que se encuentra en la calle Toledo.

“Empezamos como plataforma de servicio para perros, pero solo digital”, explica su fundador, Dado’ Díez Hochleitner. “Abrimos la guardería en octubre de 2019, tuvimos que cerrarla en marzo, pero el modelo de negocio de la empresa ha repivotado por completo, porque antes teníamos cuidadores que iban a las casas y con la pandemia ha sido complicado”. Desde entonces, la demanda de sus servicios ha aumentado exponencialmente.

placeholder Relamiéndose. (Jesús Hellín)
Relamiéndose. (Jesús Hellín)

“Ha habido dos factores”, valora Díaz. “Durante la pandemia, como una de las posibilidades para salir de casa era tener perro, una parte de la población adoptó. Ahora aquí hay dos perros por cada niño y antes no era así. Eso ha implicado que cuando la gente vuelva a su vida habitual haya dos razones para traerlos: o bien porque van a trabajar, o porque tras haber pasado tanto tiempo con ellos el perro tiene problemas de ansiedad por separación”. En Snau tienen tratamientos de psicoterapia, y en Wagwag también trabajan con educadores.

¿Quién lleva sus perros a una guardería?

Suena el timbre y la dueña de un perro lo deja en la puerta. La jauría de perros salta como un resorte. Hay un compañero nuevo en la guardería y los perros se agolpan alrededor de la puerta de su recinto para saber quién es. Las expectativas son buenas: hay otro recinto listo para ser preparado a medida que entren más perros. Otros llegan más tarde, en la ruta escolar: los dueños que no pueden llevar personalmente a los animales pueden pedir al equipo de Wagwag que se los acerquen o les faciliten la recogida. Las trabajadoras son todas mujeres, porque, como recuerda López, “los perros se llevan mejor con nosotras”.

"Las clientas suelen ser mujeres con edad de entre 25 y 50 años"

¿Cuál es el perfil más común de los clientes de Wagwag? “Suelen ser mujeres entre 25 y 50 años, que buscan el plus que podemos ofrecerles en el cuidado de sus perros”, explica López. Mujeres trabajadoras, en muchos casos, pero también “es que las mujeres suelen tener mascota más a menudo”. Viene algún chico que otro, “y nos ha dicho eso de ‘los amigos se ríen de mí”.

El perfil de edad ha ido bajando durante el último año, explica Dado desde Pirámides, uno de los barrios donde ha empezado a llegar la oleada joven y moderna. “Inicialmente arrancamos con un perfil más mayor, igual de entre 40 y 45 años, y ahora estamos en el ‘target’ más joven, de entre 28 y 36”, explica. Los clientes prepandemia solían ser padres que tenían hijos y perros, y que utilizaban la guardería como un pequeño descanso de una de las dos cosas. Ahora el público es mucho más joven, en consonancia con la evolución del barrio. “Es rara la semana que no vienen tres parejas jóvenes a preguntar”.

placeholder Paula y la orla del año 2020. (Jesús Hellín)
Paula y la orla del año 2020. (Jesús Hellín)

Hace unos días, el ‘Financial Times’ publicó un reportaje en el que contaba cómo Goldman Sachs está animando a los inversores a apostar por el mercado de mascotas chino, una tarta de 30.000 millones de dólares. Como aseguraba el artículo, “la perspectiva es que los jóvenes que viven en las ciudades del país opten por alimentar bien a sus perros y gatos en lugar de un nuevo ‘baby boom”. Para el emprendedor, eso es una buena y mala noticia.

Tal vez mala para el futuro del país, porque “si no se crean familias, a ver quién nos va a cuidar cuando seamos viejos”, pero, por otra parte, positiva. “En cuanto a responsabilidad de animales hay mucha más educación, España era un país donde hace 10 años el perro era un objeto, o simplemente una herramienta. Eso es importante para evitar abandonos y que la gente sea consciente del trabajo que significa tener un perro”. La dueña de Wagwag está de acuerdo: “Vamos aún por detrás de Europa, pero también es verdad que hay otros dueños a los que tienes que decir que, al final, sigue siendo un perro”.

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Jugando con la cuerda. (Jesús Hellín)

¿Qué quiere decir todo esto?

Es tentador encontrar relaciones de causa efecto entre el aumento del número de perros en las grandes ciudades españolas y el descenso en la natalidad. Pero también entran en juego otros factores como el aumento de la soledad, que suele ser más frecuente entre mujeres que hombres. “El teletrabajo y pasar muchas horas en casa puede incrementar la sensación de soledad, y en esas circunstancias, si te gustan los animales, se entiende la búsqueda de una mascota”, explica Elisa Chuliá, profesora de Sociología de la UNED y coordinadora de Estudios Sociales de Funcas.

"Los perros proporcionan bienestar a un coste mucho menor que los niños"

A ello hay que añadir el aumento de los hogares unipersonales en España. Como recuerda la socióloga, si en 2008 el 12% de los hogares eran unipersonales y estaban formados por una persona menor de 65, el porcentaje en 2020 ha subido a un 15% (y de un 10,5% a un 11% entre los mayores de 65). Aunque tendemos a fijarnos en la soledad de los ancianos, el porcentaje de adultos que viven solos crece mucho más rápido. “Es otro dato que apunta en la misma dirección, y sin querer establecer una relación causal, tiendo a pensar que los hogares unipersonales tienen animal de compañía”.

El ‘boom’ de los animales domésticos durante el último año se debe también a un cambio en la concepción cultural de los mismos, menos instrumental y más afectiva, como explica Chuliá, que recuerda que inconscientemente tomamos decisiones mirando a nuestro alrededor. “Esos conocimientos van condicionando la decisión de tener un animal, que proporciona mucha satisfacción y bienestar con un coste, en términos de esfuerzo y dinero, mucho menores”. Así visto, parecería paradójico que la gente tuviese que recurrir a servicios privados para cuidar de sus perros, lo que los igualaría a los niños (en Wagwag, los precios oscilan desde el día a 20 euros o el abono mensual a 300), pero Chuliá recuerda que la crianza de un niño resulta mucho más cara.

placeholder Los perros y sus correas. (Foto: Jesús Hellín)
Los perros y sus correas. (Foto: Jesús Hellín)

Por eso, quien observe la situación a grandes rasgos, pensando que los perros son los nuevos niños, tal vez se equivoque. “La clave está en que no son similares”, explica. “Si no lo saben deliberadamente, lo intuyen: puedes dejar solo a un perro o a un gato, a un niño, no; los gastos de un perro o un gato son mucho más controlables; y un animal te limita mucho menos que un niño”. Más que sustitución, Chuliá considera que puede influir a la hora de retrasar la decisión de tener hijos. Pero añade: “Ya conozco a gente que, teniendo animales, lo de los hijos no se lo plantea”.

Paula López es una de ellas, y se tuvo que enfrentar a no pocas miradas incrédulas cuando se planteó la posibilidad de abrir la guardería. “Al principio la gente se reía, pero es algo cultural”, concluye. Algo semejante le ocurrió a Díez mientras buscaba financiación para su empresa. En una de sus visitas ante posibles inversores, uno de ellos le espetó “¿Tratar a los perros como a los hijos? No quiero oír más, los perros son perros”. Ahora son también un mercado en ebullición. El próximo año del perro, según el calendario chino, es 2030, pero parece haberse adelantado una década.

Son todos muy majos, pero al principio impresiona estar rodeado por 27 perros de todas las razas, colores y temperamentos ladrando y saltando excitados ante la visita de un extraño. Un caniche trepa por mi pierna, un labrador se pone de pie y me olisquea el lóbulo de la oreja. Mientras tanto, Pancho huele mi mano y se vuelve a dormitar a una manta en el rincón. Estoy en Wagwag, la guardería de perros señera de Madrid, que abrió hace seis años su primera sede en Parque Berlín, y a los 10 minutos ya tengo a Timón tumbado a mis pies. “Todo el mundo quiere a Timón”, me dicen.

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