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La otra crisis con la que lidia Ceuta: un tercio de los contagios son de inmigrantes acogidos
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Aumenta la incidencia

La otra crisis con la que lidia Ceuta: un tercio de los contagios son de inmigrantes acogidos

Ceuta acoge a más de un millar de personas, en torno a 800 adultos y cerca de 700 menores de edad, 200 de ellos menores de 16 años, repartidos en pabellones deportivos

Foto: La espera de los migrantes que buscan asilo en Ceuta. (EFE)
La espera de los migrantes que buscan asilo en Ceuta. (EFE)

A Ceuta se le acumulan las crisis. A la crisis migratoria intermitente que sufre la ciudad autónoma desde hace ya casi dos décadas, se le sumó la económica provocada en otoño de 2019 por el bloqueo de Marruecos al comercio transfronterizo. Un problema mayúsculo que terminó sepultado por la crisis sanitaria del covid-19 en 2020, a la que puso la guinda la crisis fronteriza de mayo de 2021, de nuevo propiciada por Marruecos y que ha devenido en crisis diplomática, política y humanitaria. Pocas veces un territorio tan pequeño, apenas 19 kilómetros cuadrados, ha soportado en tan corto espacio de tiempo tantas crisis con tantos apellidos diferentes. Todas las crisis que sobrevuelan Ceuta se solapan y se retroalimentan, pero una lo impregna todo: la pandemia.

Desde hace ya tres meses, la ciudad autónoma acoge a mas de un millar de personas, en torno a 800 adultos y cerca de 700 menores de edad, 200 de ellos menores de 16 años, repartidos en pabellones deportivos, como es el caso de los menores, o en las naves industriales del polígono del Tarajal, contiguo a la frontera y desierto tras el fin del comercio transfronterizo, que daba de comer a miles de familias al otro lado de la frontera y que suponía la principal fuente de ingresos para las arcas públicas ceutíes.

Foto: Dos menores marroquíes intentan saltar la valla del centro de Ceuta en el que estaban internados. (EFE)
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Botes de covid en las naves

En el caso de los adultos, son tres naves antaño usadas como almacén en las que son atendidos por la ciudad y Cruz Roja. Una de esas naves industriales está reservada como 'nave sucia', para aquellos que han de guardar cuarentena tras haber dado positivo o por contacto directo con un caso de covid. Y es que, si las condiciones de alojamiento de menores y adultos serían cuestionables en cualquier otra circunstancia, en tiempos de pandemia es el caldo de cultivo perfecto para el coronavirus. Las naves del Tarajal donde se alojan los inmigrantes acogidos —y donde las medidas de prevención como la observancia de la mascarilla o la distancia interpersonal son más que relajadas— han sido el escenario de muchos brotes en estos tres meses, el más grave hace apenas diez días con 65 personas implicadas, entre personas migrantes y personal que los atiende.

Desde el 17 de mayo, la pandemia tiene dos vías de entrada en Ceuta. Hasta entonces solo tenía una, la Estación Marítima, que con la frontera cerrada es junto con el helipuerto la única manera de entrar o salir en la ciudad. Ahora, la otra vía de entrada del coronavirus en esta ciudad-isla está en las naves del Tarajal. Y no es una proporción desdeñable. La tercera parte de los casos detectados en Ceuta en la quinta ola tienen su origen entre la población migrante acogida en las naves del polígono fronterizo.

Foto: Imagen del último salto a la valla en Ceuta, que se produjo el 22 de agosto. (EFE)

Según datos de la Consejería de Sanidad, de los 223 casos diagnosticados en Ceuta en los últimos 7 días, 67 casos corresponden con casos asociados a brotes en centros de acogida (naves del Tarajal, CETI, La Esperanza y otros recursos similares). Sería, en estos momentos, algo menos de un tercio de los positivos registrados en la última semana, aunque ha llegado a ser casi la mitad. Un escenario que se repite, en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, donde se aloja a 430 personas, casi todos hombres salvo una veintena de mujeres y 15 niños. Las autoridades sanitarias no precisan la cifra de positivos que hay en el CETI, pero trabajadores del centro aseguran que son muchos los residentes y el personal que permanecen confinados por positivo o contacto estrecho con un caso de coronavirus. Familias enteras encerradas en sus cuartos a las que se les lleva la comida "en táperes", explican desde el CETI. "Estamos mucho peor que al principio de la pandemia", resume un trabajador del CETI desde su domicilio, confinado por contacto con uno de esos casos.

Brotes y confinamientos que en ocasiones derivan en problemas de seguridad. Así fue esta pasada semana cuando un grupo de inmigrantes hizo amago de amotinarse, obligando a la Policía Nacional a desplegarse en los polígonos. Protestaban por que no les dejaban salir de las instalaciones y denunciaban la situación de precariedad en la que viven en las naves. El motivo de su encierro es una orden dictada por Sanidad para evitar la propagación de los casos de covid que se han producido en las naves del Tarajal, que a su vez han provocado contagios indirectos por contacto en otros puntos de Ceuta como es el CETI. Pero el problema de fondo de los inmigrantes era otro: no les dejaban acudir a su cita en la oficina de asilo, a solo unos metros de las naves, con lo que tendrían que reiniciar todo el proceso y no podrían hacer la solicitud que, admitida a trámite, les permita salir a la península.

Vacunación de migrantes y transfronterizos

Una serie de brotes que se trata de frenar con cribados de los acogidos y con la vacunación de la población migrante. "La Estrategia Nacional de Vacunación ya recoge esa vacunación y así se está haciendo y así se ha hecho. Se ha vacunado en el CETI, en los centros de menores tutelados y en las naves del Tarajal", explica el consejero de Sanidad del Gobierno de Ceuta, Alberto Gaitán. Más de medio millar de los 800 adultos acogidos en las naves del Tarajal ya tienen la vacuna frente al covid.

Pero no solo ellos preocupan y ocupan a la Consejería de Sanidad. Desde el pasado 10 de agosto Ceuta vacuna sin cita a todo aquel que lo solicite. Un dispositivo pensado para los ceutíes que aún no se han vacunado, pero también para aquellos que están bajo el radar, que no constan ni en el padrón ni en la Seguridad Social. La enorme población flotante que vive en los márgenes: inmigrantes marroquíes sin permiso de residencia y trabajadores y sobre todo trabajadoras transfronterizas que se quedaron en Ceuta tras el cierre de la frontera para no perder sus empleos y poder seguir manteniendo a su familia, pero que, desde entonces, de facto, son también inmigrantes irregulares. Su condición de transfronterizos les permite trabajar legalmente en España pero no residir, ni tan siquiera pernoctar, han de regresar a su país de origen al término de su jornada laboral, algo imposible con la frontera cerrada.

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850 menores permanecen en Ceuta. (EFE)

Muchos de ellos acuden estos días al Punto de Vacunación. Su pasaporte verde de Marruecos los delata. Aunque ya se había abierto la posibilidad de vacunar a quienes no estaban cubiertos por la Seguridad Social, muchos de ellos no habían acudido hasta ahora al ser necesario inscribirse en el listado de Sanidad para obtener una cita. Ahora ya no es necesario ese trámite. Basta con acudir. Y han acudido, ya sin miedo. "Nos interesa a todos, a ellos y también a nosotros, cuanta más gente esté inmunizada mejor", explica Manu, responsable del Punto de Vacunación del Palacio Autonómico, gestionado por Cruz Roja.

Es el caso de Abdelatif, de Castillejos. Hace más de un año y medio que no ve a su mujer y sus hijos, pero tenía que elegir, empleo o familia, las dos cosas no pueden ser desde que la pandemia selló la frontera. "El hijo del jefe me había avisado y hoy me ha llamado y me ha dicho que era sin cita y he venido", explica. Es también el caso de Saida, empleada de hogar transfronteriza que ha venido a por su segunda dosis, como Abdelatif. "Segunda vacuna ya", dice orgullosa, disculpándose porque tiene prisa, tiene que ir a Correos a enviar dinero a su familia en Tetuán. Ella es una de las miles de trabajadoras transfronterizas que, pese a no tener contrato legal, cruzaban a diario la frontera entre Ceuta y Marruecos para trabajar en negro como empleadas de hogar 'low cost'. "Soy rifeña", explica, "de Alhucemas, vinimos para trabajar aquí, mi marido en los polígonos, ahora ya muerto, mis niños, ya mayores, en Tetuán".

Incidencia acumulada irreal

Pero la incidencia del covid-19 en la población migrante tiene además un efecto colateral distorsionador, según el Gobierno de la Ciudad Autónoma. El consejero de Sanidad del Gobierno de Ceuta, Alberto Gaitán, alertaba de esta situación en el Pleno del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (SNS). Reclamaba que, "ante una situación excepcional y diferente, el tratamiento de los datos por parte del Ministerio de Sanidad sea igualmente específico" y desagregue los datos de la población migrante ya que desvirtúan los datos de incidencia acumulada en Ceuta. "La petición realizada respondió, y responde, a la situación de emergencia que ha atravesado Ceuta desde mayo. Una situación que no solo desbordó todas las capacidades de acogida, sino que exige un trato excepcional en todos los ámbitos, especialmente a la hora de medir el índice de incidencia por coronavirus", mantiene Alberto Gaitán.

Finalmente, el Ministerio ha hecho caso a Ceuta, que registra oficialmente 264,84 casos por cien mil habitantes (riesgo muy alto) aunque en el informe diario del Ministerio se da también la cifra desagregada, señalando la proporción de casos entre migrantes: "La incidencia acumulada en 7 días de la ciudad sería de 185,3 por 100.000 habitantes con una tasa de ataque en 7 días de 5,4% en los centros de acogida", matiza ahora el Ministerio a pie de página. "Se trata de una reseña que creemos importante y que la población debe conocer también".

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe en el Palacio de la Moncloa al presidente de Ceuta, Juan Jesús Vivas. (EFE)

Efecto estadístico

Pero se trata solo de un problema estadístico, nada más. Así lo cree el responsable de Medicina Preventiva y Salud Pública del Hospital Universitario de Ceuta y portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (Sempsph), Julián Domínguez, la voz critica en la gestión de la pandemia en la ciudad autónoma. A su juicio, los contagios entre población inmigrante tienen un impacto mínimo entre el resto de la población de Ceuta. Como en el resto de España, la movilidad exterior, que en Ceuta es ahora incluso más alta que antes de la pandemia, es el verdadero origen de este incremento de contagios y la que ha propiciado la expansión de la pandemia en esta quinta ola. "Restándole el efecto de la población migrante, Ceuta sigue en niveles muy altos", señala.

Para Julián Domínguez el error es de base, en como se abordó el problema migratorio sobrevenido en medio de una pandemia. "Lo que no se hizo bien fue la segregación entre los que podían ser positivos, que se quedaron en naves o contenedores adaptados. Eso lo hemos propuesto desde medicina preventiva durante toda la pandemia, era necesario un lazareto, tener un lugar para los aislamientos y un centro para las cuarentenas". Todo ello, apunta, sin olvidar a aquellos que entraron en la avalancha y se quedaron en casas de familiares o amigos, o que están en situación de calle o hacinados en alguna chabola y cuyo efecto en el incremento de casos es muy difícil de calibrar.

Foto: Dos migrantes se escapan de la nave del polígono industrial cercano a la playa de El Tarajal en mayo. (EFE)

La otra cara del problema está en la presión hospitalaria. A la que ya genera la pandemia se ha sumado la crisis migratoria, estresando un poco más si cabe el sistema público salud en la ciudad autónoma. Desde el 17 de mayo, el total de asistencias atendidas por INGESA es de 3.946 personas que han llegado a la Ciudad Autónoma de Ceuta desde Marruecos. Una cifra que puede parecer normal, incluso pequeña, leída en una gran urbe, pero que en el caso de Ceuta, una ciudad con solo un hospital y tres centros de salud, desborda las capacidades de la sanidad pública.

Un servicio público, además, aquejado de una grave dolencia crónica: la fuga de médicos, que huyen de Ceuta en busca de mejores condiciones laborales, mejores salarios y, sobre todo, un destino mejor comunicado. Otra de las paradojas de Ceuta, mientras unos se juegan la vida para entrar, otros se marchan a la primera oportunidad.

A Ceuta se le acumulan las crisis. A la crisis migratoria intermitente que sufre la ciudad autónoma desde hace ya casi dos décadas, se le sumó la económica provocada en otoño de 2019 por el bloqueo de Marruecos al comercio transfronterizo. Un problema mayúsculo que terminó sepultado por la crisis sanitaria del covid-19 en 2020, a la que puso la guinda la crisis fronteriza de mayo de 2021, de nuevo propiciada por Marruecos y que ha devenido en crisis diplomática, política y humanitaria. Pocas veces un territorio tan pequeño, apenas 19 kilómetros cuadrados, ha soportado en tan corto espacio de tiempo tantas crisis con tantos apellidos diferentes. Todas las crisis que sobrevuelan Ceuta se solapan y se retroalimentan, pero una lo impregna todo: la pandemia.

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