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El fracaso de Educación para la Ciudadanía, 15 años después: "No consiguió su objetivo"
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El fracaso de Educación para la Ciudadanía, 15 años después: "No consiguió su objetivo"

Una nueva investigación realizada por profesores de la UAB muestra que la asignatura estrella de Rodríguez Zapatero no consiguió crear ciudadanos más implicados en política

Foto: La asignatura fue aprobada durante la primera legislatura de Rodríguez Zapatero, con Mercedes Cabrera en el Ministerio de Educación. (EFE)
La asignatura fue aprobada durante la primera legislatura de Rodríguez Zapatero, con Mercedes Cabrera en el Ministerio de Educación. (EFE)
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En diciembre de 2006 se aprobó la que se convertiría en la asignatura-estandarte del Gobierno de Rodríguez Zapatero, Educación para la Ciudadanía, que seguía la estela de otros países europeos que habían introducido asignaturas independientes y obligatorias semejantes. Comenzaba entonces un tortuoso camino, rodeado por la polémica y las reticencias a su aplicación en las comunidades gobernadas por el Partido Popular, que argumentaba que los valores democráticos que promovía estaban sesgados. “Es un ataque más a la familia”, llegó a manifestar el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares.

La aprobación de la ley Wert en 2013 terminaría extinguiendo por completo los rescoldos de la asignatura apenas una década después de su aprobación. Ahora, una investigación realizada por Enrique Hernández y Carol Galais de la Universitat Autònoma de Barcelona analiza los efectos de dicha asignatura en el alumnado a largo plazo. Y, como resumía la autora en un hilo de Twitter, “como indoctrinación es, como mínimo, curiosa”.

"No tuvo mucho efecto en las actitudes de los jóvenes hacia homosexuales e inmigrantes"

El estudio, realizado a partir de la comparación de alumnos que cursaron la materia y otros que no lo hicieron, concluye que si bien los estudiantes que la estudiaron son más críticos, no desarrollaron un mayor interés y participación en la política y los valores democráticos. Más bien, al contrario. Un balance más bien negativo. “Estas asignaturas suelen tener unos objetivos bastante genéricos”, explica Hernández a El Confidencial. “Uno de los principales, que es común a todos los países, es que la ciudadanía esté más involucrada en política. Esto no lo encontramos, pero tampoco encontramos lo contrario. En este sentido sí podemos decir que la asignatura no fue un éxito”.

Lo que sí ocurrió con los alumnos que cursaron la materia es que adoptaron una actitud más crítica ante la política. Pero una actitud más bien pasiva, de desconfianza: “Los resultados claramente chocan con los objetivos de Educación para la Ciudadanía que se consideraban una prioridad: los ciudadanos pueden haberse vuelto más críticos a causa de la asignatura, pero de una manera aparentemente improductiva, ya que parecen alienados del proceso político y no están particularmente interesados en la política”. Sus conocimientos políticos y la sensación de que entienden mejor la política aumentaron, pero el efecto sobre el sentimiento nacionalista español y el valor de la libertad fue negativo.

Otra de las decepciones identificadas en el trabajo, publicado en ‘West European Politics’, es que apenas alteró las actitudes de los alumnos hacia los inmigrantes o los gais, al contrario de lo que señalaban las voces más conservadoras. “Se criticó mucho que era un intento de adoctrinamiento y se puso mucho énfasis en los derechos de las minorías y la tolerancia, pero en los indicadores que tenemos sobre inmigrantes y parejas homosexuales vemos que no tuvo mucho efecto en las actitudes de los jóvenes, los que lo estudiaron y no lo estudiaron tienen actitudes parecidas”, prosigue Hernández. “Adoctrinar, no parece que adoctrinase mucho”, concluye irónicamente.

Mal momento para entrar en política

¿Por qué no funcionó? ¿En qué condiciones podría haber ocasionado un efecto más positivo? Los autores sospechan que uno de los motivos puede ser que no se trataba precisamente de un buen momento para sumergirse en el debate político. “Podemos tener dos interpretaciones, una es que la asignatura no funciona y puede tener un efecto un poco contraproducente”, prosigue Hernández. “Otra un poco más especulativa es que, si uno de los objetivos es fomentar el espíritu crítico, esto implica que se piense sobre política en función de cómo funciona la política en la realidad”.

La vida de la asignatura fue breve y en muchos casos la impartieron no especialistas

En otras palabras, en el contexto de implantación de la asignatura, en mitad de una grave crisis económica, recortes, austeridad, crispación, inestabilidad en el Gobierno y un sinfín de casos de corrupción, una asignatura sobre valores democráticos terminaba mostrando a los estudiantes el declive de dichos valores y les disuadía de participar democráticamente. Pero se trata de una hipótesis, prosigue el politólogo, porque “para testearlo tendríamos que compararlo con otro país donde las cosas hubiesen ido bien”.

Una de las razones que pudo contribuir a ello es la difícil implementación de la asignatura en algunas regiones de España. Aunque se introdujo en secundaria en el curso 2007-2008, las comunidades gobernadas por el PP no la adoptaron hasta el año siguiente, el 2008-2009. En algunos casos, como en el de la Comunidad Valenciana de Francisco Camps, esta se pretendió impartir en inglés, hasta que el Tribunal Superior de Justicia de Valencia lo evitó. En cualquier caso, la vida de la asignatura fue breve, pues la aprobación de la LOMCE apenas un lustro después la eliminó y paralizó el perfeccionamiento que suelen necesitar las nuevas asignaturas.

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El filósofo Fernández Liria fue muy crítico con la asignatura. (EFE)

“Pacífica la implementación no fue, hubo mucha oposición y no fue heterogénea, no en todas las comunidades se implementó al mismo tiempo y no de la misma manera”, desarrolla Hernández. Sin embargo, no han sido capaces de encontrar ninguna diferencia en los resultados entre unas CCAA y otras, entre las que entraron más tarde y eran más reticentes y las que no. “No, no hay ninguna diferencia”, concluye.

¿Y la posibilidad de que dicha polémica, que también llegó al profesorado de izquierdas (el filósofo Carlos Fernández Liria calificó la asignatura de “tamaña farsa” en su libro sobre la asignatura), provocase actitudes recelosas entre padres y docentes que al mismo tiempo se transmitieron a los alumnos? Es una posibilidad, pero como recuerda el investigador, “no tenemos forma de saberlo”. Sin embargo, hay otros factores a tener en cuenta: “Algunos comentarios que nos han hecho después decían que una asignatura de pocas horas en un curso o dos y con un profesorado que en ocasiones no era especialista podía restarle cierta efectividad y que su recorrido fuese corto”.

¿De verdad necesitamos una asignatura?

Una de las propuestas que contempla la ley Celaá es la introducción de una nueva asignatura de Valores Cívicos que recoja el espíritu de la de Educación para la Ciudadanía y sea impartida por profesores de Filosofía. Un tira y afloja semejante se ha producido en otros países europeos. Francia reintrodujo su equivalente en 2015 para fomentar los valores republicanos y Bélgica hizo lo propio en 2017, mientras que otros países como Chipre, Irlanda y Noruega han reculado y adoptado enfoques más transversales.

"Hay países que pasan de transversal a independiente y otros que vuelven atrás"

Ahí está el quid de la cuestión, en si de verdad es necesario crear una asignatura a tal efecto o es preferible un enfoque más transversal. No hay partido que se quede al margen de la “asignaturitis”: Pablo Casado propuso una asignatura sobre la Unión Europea en 2018 y Albert Rivera hizo lo propio con la Constitución española un año más tarde. “Es uno de los grandes debates”, coincide Hernández. “En principio, la ventaja de la asignatura es que le da más relevancia a los ojos del alumnado, por lo que, aunque solo fuese de un año, sería útil”. Sin embargo, la mayor parte de la literatura científica al respecto muestra que apenas hay diferencias entre uno y otro enfoque.

“Hay países que pasan de transversal a independiente, otros que vuelven atrás… Queríamos contribuir el debate mostrando que en España tuvo los efectos que tuvo y que, por ejemplo, eso que asumíamos que provocaría, que es generar interés e implicación, no parece que tuviese gran efecto”, añade. Uno de los grandes vicios de la educación española en relación con la política es tomar decisiones basándose en prejuicios o principios ideológicos. Como concluye Hernández, “ahora que se va a debatir si entra una asignatura parecida, hace falta evaluar los efectos de las políticas no solo en el corto plazo, sino también en el largo”.

En diciembre de 2006 se aprobó la que se convertiría en la asignatura-estandarte del Gobierno de Rodríguez Zapatero, Educación para la Ciudadanía, que seguía la estela de otros países europeos que habían introducido asignaturas independientes y obligatorias semejantes. Comenzaba entonces un tortuoso camino, rodeado por la polémica y las reticencias a su aplicación en las comunidades gobernadas por el Partido Popular, que argumentaba que los valores democráticos que promovía estaban sesgados. “Es un ataque más a la familia”, llegó a manifestar el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares.

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