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Sánchez y Aragonès se verán ya, pero la mesa de diálogo se reactivará en septiembre
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Reunión el martes 29 en Moncloa

Sánchez y Aragonès se verán ya, pero la mesa de diálogo se reactivará en septiembre

A pesar de las previsiones iniciales del independentismo y de sectores del Gobierno, que ubicaban en julio el comienzo de esta nueva 'operación diálogo' con Cataluña, todo apunta ahora a la distensión y a la discreción en verano

Foto: Aragonès y Sánchez, en un acto de la patronal catalana. (Reuters)
Aragonès y Sánchez, en un acto de la patronal catalana. (Reuters)

La 'operación diálogo' con Cataluña, versión Pedro Sánchez, ha comenzado y parece que nada ni nadie pueda pararla. Otra cosa es que los ritmos sean más altos o más bajos, o que los plazos se dilaten o se contraigan. La política, al fin y al cabo, es una ecuación que maneja las expectativas y los tiempos. En el Gobierno y en el PSOE, consideran que lo prudente, en cuanto acabe la comparecencia del presidente en el Congreso del día 30, es usar julio para construir el marco de la negociación. Una vez dibujado el mapa, la misión comenzaría en septiembre. Fuentes de los ámbitos gubernamental e independentista reconocen que esta es la idea.

La motivación que ha llevado a levantar el pie del acelerador tiene que ver con el clima social. Ni al Ejecutivo ni a las formaciones independentistas les preocupa que PP, Vox y Cs agiten su rechazo a los indultos y a la negociación en las instituciones o en las calles. Lo que les preocupa es que sean los núcleos del soberanismo más radicales los que tengan una excusa para insistir e insistir e insistir en su visión pesimista. Aplacar la ansiedad, desconectar, vaya, se hace mejor en vacaciones.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la salida del Congreso. (EFE)

Tal y como informó El Confidencial, el Gobierno ha diseñado una estrategia de contactos discretos para ir poco a poco edificando un plan de diálogo y distensión. Entre los aliados de los socialistas en el Congreso, comienza a intuirse la existencia de ese plan. La concatenación de fechas ya es 'per se' un mensaje: el Consejo de Ministros aprobó los indultos el 22 de junio, los presos del 'procés' abandonaron la prisión el 23, el presidente verá a su homólogo en la Generalitat el 29 y Sánchez comparecerá en la Cámara Baja el 30. Así acabará junio. Julio, en este calendario, en este plan, no muestra de momento fechas en rojo, ni cruces en un día. Lo que muestra es invisible: son las reuniones sigilosas y fuera de foco que las dos administraciones tendrán para que en septiembre los dos presidentes retomen la mesa de diálogo.

Gestos y temores

Desde el Gobierno, se entiende que ahora toca mover ficha a los independentistas. Les reclaman gestos y, sobre todo, llevar a la mesa de diálogo propuestas que no estén fuera del marco constitucional. No se exige que abandonen su ideología o sus legítimas reivindicaciones, pero sí plantearlas dentro del ordenamiento jurídico para poder avanzar hacia una solución de consenso.

placeholder Los presos del 'procés', tras su salida de prisión. (EFE)
Los presos del 'procés', tras su salida de prisión. (EFE)

De ahí que se esté a la expectativa, máxime ante el temor de cómo reaccionará Junts y si sus presiones acabarán por torcer el brazo a ERC para que abandone su tímido camino hacia el pragmatismo. Los republicanos reconocen que los sectores 'hiperventilados' del independentismo estarían haciendo una pinza con la derecha española "más asalvajada" para etiquetarlos de dóciles, o para vender el relato de que estarían tragando con todo.

En el Ejecutivo, preocupan estas presiones dentro del universo independentista. Es por ello que quieren esperar. Primero, a que el independentismo "madure la nueva realidad", conscientes de que "será complicado que todos la acepten", asegura un ministro. Segundo, a que Junts y ERC se pongan de acuerdo entre ellos porque "tienen unos equilibrios complicados", añade otra fuente del Gobierno.

Se rehúyen así los plazos. Se pretende diluir el arranque de la mesa de diálogo, apostando por llevarla a septiembre, en lugar de a julio, como inicialmente pretendieron los independentistas. Aunque es probable que el 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès, meta prisa al presidente del Gobierno el próximo martes, durante la reunión que ambos mantendrán en el Palacio de la Moncloa, en el independentismo empieza a cundir que lo mejor es ir ahora despacio. Ya llegará el momento de acelerar. Si bien los independentistas son los más proclives a marcar plazos. Algo que desde el Ejecutivo central rechazan de plano.

Al presidente catalán le resultará dificil desmarcarse de sus socios tanto de gobierno (Junts) como de investidura (CUP)

En Moncloa reconocen que ERC se ha situado en posiciones más "razonables" que sus socios y, pese a evitar el optimismo en todo momento ("somos realistas", señalan las fuentes), depositan sus esperanzas en que Aragonès demuestre capacidad de gestión. Creen dichas fuentes que así conseguiría un mayor respaldo electoral, sobre todo porque han corroborado que los ciudadanos catalanes quieren y premian eso mismo tras años de agotamiento por el 'cuanto peor, mejor'. Aun así, al presidente catalán le resultará difícil desmarcarse de sus socios tanto en el Govern (Junts) como de investidura (CUP).

Previsiones y expectativas

Las dos partes asumen que el proceso será largo y que las tensiones internas y externas también subirán y bajarán. Hay muchos ojos mirando. Muchas ganas de error ajeno. Cualquier renuncia del Gobierno, y cualquiera de ERC, que es el partido que llevará la voz cantante desde Cataluña, se usará para hostigar y debilitar.

A Sánchez le vigilará su propio partido, aunque será una vigilancia meliflua, pues apenas quedan sectores críticos en el Partido Socialista. También le observará su socio, Unidas Podemos, aunque tampoco aquí aparece la inquietud. Yolanda Díaz no es Pablo Iglesias. Además, desde el sector morado asumen que acompañarán la mesa de diálogo plegándose a la estrategia de Moncloa y sin tratar de marcar posición propia. De la derecha se espera ruido, apuntan las fuentes socialistas consultadas, y ese es un golpe cuyo dolor ya se conoce. Lo que teme Sánchez es que el diálogo le meta en un callejón sin salida y que la odisea sea un viaje hacia atrás en el tiempo.

placeholder Pablo Casado, este miércoles en el Congreso. (EFE)
Pablo Casado, este miércoles en el Congreso. (EFE)

A Aragonès y a Rufián, que serán dos de las caras más expuestas, aunque también el propio Oriol Junqueras, les vigilarán las bases de Esquerra, muy susceptibles. Les vigilará JxCAT a través de Jordi Sànchez, a través de Puigneró y a través de Puigdemont. Y la CUP estará con el cuchillo entre los dientes. Hay que recordar que uno de los compromisos que hicieron viable la investidura del candidato de ERC es la cuestión de confianza en el ecuador de la legislatura catalana. Esto obliga a pasar páginas del calendario y a situarse en el otoño de 2023.

Será una época decisiva, por la mencionada cuestión de confianza y por el clima electoral que habrá en España. En noviembre de ese año se cumplirán cuatro años desde las elecciones, aunque Sánchez podría desplazar las urnas a enero de 2024. Las previsiones y las expectativas alcanzan su punto álgido: el presidente quiere que para entonces la economía vaya como un tiro, que la pandemia sea un mal recuerdo y el conflicto con Cataluña, un proceso pacificado y encauzado.

Otra Agenda para el Reencuentro

El Gobierno de Mariano Rajoy y el Govern de Carles Puigdemont iniciaron una 'operación diálogo' sobre la que llegaron a levantarse expectativas y hasta se crearon atisbos de optimismo. Oriol Junqueras fue a Moncloa a reunirse con Soraya Sáenz de Santamaría. Puigdemont también estuvo allí, en abril de 2016. Ya se sabe cómo acabó todo: con una ley de desconexión, un referéndum el 1 de octubre de 2017 y una declaración unilateral de independencia. Acabó con Puigdemont en el exilio, con penas de prisión y con las calles de Cataluña ardiendo.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i) conversa con el presidente de la Generalitat, Quim Torra, a su llegada a la primera reunión de la mesa de diálogo. (EFE)

Desde que Pedro Sánchez desembarcó en Moncloa tras la moción de censura, vio a Quim Torra cuatro veces: julio de 2018 en Madrid, diciembre de 2018 en Pedralbes, febrero de 2020 en Barcelona y febrero de 2020 en Madrid. El desenlace, de nuevo, es sabido.

Esas dos entrevistas de febrero del 20 supusieron la reanudación del diálogo, pues el líder socialista entregó al independentista su Agenda para el Reencuentro, una de las bases de aquella edición primigenia de la mesa de diálogo. Aquel documento, de 44 puntos, abordaba la solución política al conflicto con Cataluña, dentro del ordenamiento legislativo; una serie de mecanismos de bilateralidad entre administraciones y el planteamiento de una mejora del sistema de financiación. Nada de eso, nunca, se llevó a cabo.

Durante el mes de julio, discretamente, una vez Sánchez y Aragonès configuren por dónde desarrollar la negociación en la reunión de Moncloa, los equipos de uno y otro irán perfilando demandas y márgenes de conversación. También perfilarán calendario, formatos de negociación y equipos. En septiembre, los líderes iniciarán el proceso. Empezará el viaje.

La 'operación diálogo' con Cataluña, versión Pedro Sánchez, ha comenzado y parece que nada ni nadie pueda pararla. Otra cosa es que los ritmos sean más altos o más bajos, o que los plazos se dilaten o se contraigan. La política, al fin y al cabo, es una ecuación que maneja las expectativas y los tiempos. En el Gobierno y en el PSOE, consideran que lo prudente, en cuanto acabe la comparecencia del presidente en el Congreso del día 30, es usar julio para construir el marco de la negociación. Una vez dibujado el mapa, la misión comenzaría en septiembre. Fuentes de los ámbitos gubernamental e independentista reconocen que esta es la idea.

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