Casado elige la vía institucional para ganar a Sánchez y aparca la pugna con Vox en la calle
El presidente del PP ha constatado que la vía para llegar a Moncloa pasa por la gestión y la institucionalidad, por el "reformismo prudente" que quiere encumbrar en la convención y no mediante movilizaciones en la calle
Pablo Casado ha decidido que el mejor camino para llegar a la Moncloa y derrotar a Pedro Sánchez consiste en cultivar el perfil institucional y el bagaje de gestión del PP en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos. Esta decisión aspira a marcar un rumbo inamovible hasta que el presidente del Gobierno convoque las elecciones, que no parece que sea mucho antes de diciembre de 2023. La decisión, además, conlleva la renuncia a rivalizar con Vox en actos como el de Colón del pasado domingo, pues la dirección popular ha constatado que en un contexto como el actual, proclive a la polarización, se presta a dicotomías populistas. Aquí, Casado no quiere estar. La presentación, este lunes, de la convención nacional así lo corrobora.
La resaca del acto de Madrid contra los previsibles indultos ha sentado mal a Casado. Cuenta un cargo del partido que le conoce bien y que ha hablado con él durante las últimas horas que el líder terminó la movilización "enfadado y disgustado", consciente de que la rentabilidad no ha sido la que esperaba. Entre "el error" de la alusión al Rey de la presidenta madrileña en funciones, Isabel Díaz Ayuso, según el término empleado por fuentes del partido a escala nacional y territorial, el limitado rédito mediático (el discurso de Andrés Trapiello ha sido de lo más viralizado en redes) y las escenas de tensión vividas en la calle, Casado ha podido comprobar que en estos momentos entrar en el marco político que busca Vox no le aporta beneficio. Al contrario: le magulla.
Aunque la convocatoria del acto de presentación de la convención se lanzó la semana pasada, el presidente del Partido Popular ha aprovechado el evento para levantar un muro político entre el acto de Colón y su proyecto a medio y largo plazo, resumido en la convención. Empleó expresiones como esta: "El partido está donde siempre, pero queremos, desde ahí, atraer a muchos más desde la izquierda a la derecha, alrededor de un proyecto centrado". También ensalzó la defensa de la Constitución "sin rencores" y apeló a la necesidad de "cerrar fracturas". En definitiva, Casado apareció el domingo en la puerta de su sede arremangado e informal, y no le fue demasiado bien; el lunes entró en escena trajeado y con corbata, delante de un panel en el que se podía leer claramente 'Creemos', el lema de la convención, y el resultado fue más satisfactorio. La apuesta está clara.
El fin de las dudas
De todos los políticos actuales, a Casado es a quien más le penaliza el titubeo. Desde que llegó a la presidencia del PP, ha tenido que afrontar un sinfín de batallas. Únicamente la victoria apabullante de Ayuso el 4 de mayo le está reportando ilusión y convicción, algo de lo que ha adolecido, en opinión de diversos dirigentes actuales y de numerosos exdirigentes. La sensación de que el líder de los populares se ha movido a impulsos, sin mapa ni estrategia, ha ido engordando hasta las elecciones madrileñas, tras las que las encuestas han empezado a mostrar un paisaje distinto. El PP podría ganar las generales, o al menos está más cerca de la victoria que nunca a lo largo de estos últimos tres años. El presidente del partido desea ante todo alargar la dinámica vencedora, de ahí que pensara en la idoneidad del adelanto electoral en Andalucía, lo que de momento está descartado, ya que Juanma Moreno maneja tiempos e intereses distintos.
El momento, por fin, es benigno para el PP, interpretan en Génova. Considera la dirección nacional que el dique de contención contra la corrupción ya está construido, pues los hechos que se ciernen sobre ellos, de un pasado que no será lejano en el calendario aunque sí en el ritmo de la política actual, describen un 'modus operandi' de unos cargos que ya no están, en concreto María Dolores de Cospedal. Además, explican a continuación, el desgaste del Gobierno de Sánchez empieza a ser notorio y poco a poco se adentra en una espiral en la que todo lo que le puede salir bien, le termina saliendo mal. El paseo de 30 segundos con Joe Biden, vendido como una reunión bilateral, es un ejemplo más.
Por tanto, para las fuentes consultadas, el crédito del presidente está completamente dilapidado y los ciudadanos atribuirán los éxitos de una hipotética recuperación económica a la UE y a los gobiernos autonómicos antes que al buen hacer de Moncloa y de los ministerios. Ven más o menos asentado que a Sánchez solo se le relaciona con la propaganda. La comparación con la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero tras el anuncio de los recortes es común en el PP.
El PP destacará su trayectoria de gestión en los gobiernos central y de Galicia, Andalucía, Castilla y León y Murcia, así como en los ayuntamientos
Así que Casado está resuelto a aprovechar este contexto a favor, demoscópicamente hablando, para situar el PP en un espacio concreto. Ese espacio, según aseguró este lunes, es el de un "reformismo prudente" y el de un "proyecto centrado", en el que combinar los cinco pilares del ideario que desgranó en 2018, tras ganar el congreso del partido, con nuevos pilares ideológicos. El liberalismo y el humanismo cristiano, como ejes principales, se mezclarán con aportaciones de la sociedad civil (unos 500 representantes) para configurar una alternativa de gobierno que incluirá, incluso, retazos de socialdemocracia. El PP, ha contado el propio Casado, se va a abrir al feminismo y a una política social más amable, de modo que las siglas dejen atrás para siempre la época de los recortes de Mariano Rajoy entre los años 2012-2015.
Pero, sobre todo, y aquí está la decisión de Casado, el Partido Popular destacará su trayectoria de gestión en el Gobierno central y los bagajes que va acumulando ahora en la Xunta de Galicia, la Junta de Andalucía, el Gobierno de Castilla y León, la Comunidad de Madrid y el Ejecutivo de la Región de Murcia, así como en las alcaldías de Madrid, Zaragoza o Málaga. El líder nacional está empeñado en diseñar una organización más moderna, menos arisca, más abierta. Tendrá como referencia dos estrategias: la de Ayuso, que a costa de detener a Vox y de absorber a Cs ha confeccionado un discurso que difumina algunas fronteras ideológicas, y las de Moreno y Feijóo, que han ido comiendo el terreno de la moderación y de esos votantes que no hace mucho se fijaron en Ciudadanos y que ahora, apuntan las fuentes, vuelven al PP.
El objetivo es reforzar el perfil institucional, el del partido que puede dar la medalla de honor en Andalucía al Rey y, al mismo tiempo, enfatizar un modo de oposición muy contundente contra Sánchez en el Congreso. Ir a la calle para ocupar más espacio en las fotos es un objetivo secundario en los planes de Casado.
El Parlamento es el lugar
Este mismo martes, en la Cámara Baja, tendrá lugar el debate sobre una moción del PP contra los indultos. Indican fuentes de la dirección parlamentaria del partido que el hemiciclo es el sitio adecuado para poner el altavoz en sus argumentos, pues el Congreso permite confrontar las razones en contra con las razones a favor del PSOE o de ERC. También permite comparar matices, y aquí es donde los populares pretenden retratar a Vox. Mientras unos transmiten el mensaje de que otro Gobierno es posible sin necesidad de que peligre el sistema, otros —Vox— lanzarán la idea de que peligra el sistema entero. No se trata de ganar la votación de la moción, al fin y al cabo es un pronunciamiento político sin alcance legislativo y el grupo que dirige Cuca Gamarra carece de mayoría, sino de exhibir un debate y de remarcar ciertas diferencias.
Es justo lo que consiguió Casado en la intervención de la sesión sobre la moción de censura de Santiago Abascal. Para numerosos dirigentes actuales y pasados, fue ese día cuando el líder enarboló sin equívocos las esencias del Partido Popular. Dejó tan clara la distancia con Vox que para los estrategas del presidente se taponaron todas las vías de fuga. Sin embargo, el plan no ha salido como se esperaba, principalmente a raíz de las elecciones catalanas del 14 de febrero, cuando el partido de Abascal adelantó a Ciudadanos y al PP. Casado descendió a su momento más crítico.
Después de esa jornada fatídica, las tornas cambiaron. La presentación de una moción de censura en Murcia contra el presidente de la Región, luego fallida, y el triunfo de Ayuso en Madrid han conseguido un doble efecto: desmantelar a Ciudadanos y revitalizar la marca del PP. El centro derecha y la derecha, antes aglutinados en torno a tres marcas, ahora descansan sobre dos.
La formación de Inés Arrimadas está cediendo casi todo su espacio al Partido Popular, pero Vox aún se resiste. En Génova, estiman que ha tocado techo, no obstante. Ahora bien, la apuesta por recuperar a sus votantes ha quedado aparcada. Si con el paso de los meses el PP se consolida como el voto útil de la derecha y la única garantía de expulsar a Sánchez, muchos de sus votantes volverán. A esa baza se juega. La idea, mientras tanto, consiste en esquivar las trampas de Abascal y de Espinosa de los Monteros. La de Colón se convirtió en una más. "Nuestra obsesión hace tiempo que dejó de ser ir a por los votantes de Vox", zanja una fuente de la dirección nacional.
Aunque organizado el acto por una plataforma civil, el sello de Abascal acaparó el protagonismo porque cuenta en estos momentos con los militantes y simpatizantes más vehementes y más activistas. Casado lo pudo comprobar. El PP ya no es aquel de 2007, cuando organizó una multitudinaria concentración contra la atenuación de la pena al etarra De Juana Chaos en la misma plaza de Colón. El propio Mariano Rajoy acabó ese acto escuchando el himno nacional, cuadrado y hierático, junto a decenas de miles de personas y de banderas de España, pero no ganó las elecciones del año siguiente.
Por ello, durante la noche del domingo al lunes, el líder actual disipó las pocas dudas que le quedaban. El camino a la Moncloa pasa por las instituciones; el juego de Vox es la calle. Y Casado ya ha elegido por qué camino viajar hacia la Moncloa. "Reformismo prudente", lo ha llamado.
Pablo Casado ha decidido que el mejor camino para llegar a la Moncloa y derrotar a Pedro Sánchez consiste en cultivar el perfil institucional y el bagaje de gestión del PP en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos. Esta decisión aspira a marcar un rumbo inamovible hasta que el presidente del Gobierno convoque las elecciones, que no parece que sea mucho antes de diciembre de 2023. La decisión, además, conlleva la renuncia a rivalizar con Vox en actos como el de Colón del pasado domingo, pues la dirección popular ha constatado que en un contexto como el actual, proclive a la polarización, se presta a dicotomías populistas. Aquí, Casado no quiere estar. La presentación, este lunes, de la convención nacional así lo corrobora.