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Tomás Gimeno avisó a su pareja que pensaba llevarse a sus hijas
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Tomás Gimeno avisó a su pareja que pensaba llevarse a sus hijas

La autopsia ha revelado que la pequeña falleció por un edema pulmonar, lo que implica que se le encharcaron los pulmones. Todavía no se sabe si las drogó con algún relajante muscular

Foto: El buque oceanográfico que sigue buscando en el mar. (EFE)
El buque oceanográfico que sigue buscando en el mar. (EFE)

Tomás ha demostrado ser capaz de bailar con el diablo y disfrutar. Detrás de esa sonrisa agradable y de un rostro bello, el padre biológico de Anna y Olivia escondía la esencia del mal. Cuenta Beatriz que durante los 17 años de relación que mantuvieron, Tomás fue profundamente infiel. Su entorno también describe cómo se sumergió en los recovecos de la noche con sus tentaciones y consecuencias. Su esposa siempre estuvo ahí, a su lado, con un amor infinito, pero ni el mayor de los cariños es eterno si lo golpeas a diario. Ella lo había perdonado todo y siempre le concedía nuevas oportunidades en la creencia de que podía cambiar, pero se equivocó: estando embarazada de Anna, Beatriz descubrió que Tomás llevaba una doble vida y que mantenía una relación paralela con una amante desde hacía meses. Esta vez no le perdonó. En su cabeza se produjo una catarsis y el convencimiento de que merecía una vida mejor en la que el diablo no la arrastrase por el fango de la traición y las mentiras, deseaba que alguien la quisiese de verdad.

La ruptura provocó un profundo odio en Tomás.
"Desde entonces", cuenta la jueza instructora en un reciente auto, "Tomás mantuvo de forma constante hacia Beatriz un trato vejatorio y denigrante, dirigiéndole a diario comentarios descalificativos, ofensivos y ultrajantes, en particular enfocados a menospreciarla por haber rehecho su vida con una nueva pareja manifestando de forma reiterada que no toleraba que su nueva pareja compartiera momentos con sus hijas". Queda claro que sintió como una agresión que Beatriz tuviese una nueva pareja y que en la vida de Anna y Olivia existiese otro referente paterno. Un hombre más maduro y equilibrado que hacía feliz a Beatriz. La sed de mal se despertó. No fue suficiente agredir a la nueva pareja, tenía que vengarse de su mujer y sentir que la vencía e ideó un maquiavélico y cruel plan. Uno con el que perpetuar el dolor en las entrañas de Beatriz. Quería depositar la semilla del dolor en el corazón de su exmujer y que a diario bombease ese sufrimiento a través del flujo sanguíneo y emponzoñase tejidos corporales y órganos vitales. Día tras día.

Por eso el día 27, a primera hora de la noche, a eso de las 00:30 de la noche acudió a la finca en Arona donde trabajaba y dejó allí aparcado y cubierto con una lona su Alfa Romeo Giulia color negro. Un vehículo potente de reciente adquisición. Ya durante el día recogió a Anna de la casa de su madre y a Olivia de un centro educativo en el término municipal de El Rosario. Al hacerlo, entregó a la directora del centro "un estuche lapicero con cinta de embalar, pidiéndolo que no lo abriera y que le llamara a las 23:00 esa misma noche", relata el auto. La directora, que era su última pareja, no pudo evitar la curiosidad y abrió el paquete. En su interior encontró 6.200 euros y una carta en la que se despedía de ella.

Mientras Tomás se dirigió en coche con las dos pequeñas a casa de sus padres. Allí dejo a Anna y a Olivia se la llevó a un club de tenis de Santa Cruz de Tenerife donde daba clases. "Aprovechó Tomás la circunstancia para acudir, él solo, en el Audio A3 blanco hasta la marina de Santa Cruz de Tenerife, donde estacionó a las 17:51 (…). Se dirigió al barco, introdujo en el agua el motor y lo arrancó a modo de prueba". En cuanto comprobó que funcionaba se fue del lugar. Eran las 17:56 de la tarde.

Tomás regresó al club de tenis a recoger a Olivia y se dirigió a casa de sus padres. Allí estuvieron hasta las 19:26, hora en la que se fue con las dos pequeñas. Llegó a su casa en torno a las 19:47. Le pidió a Olivia que le mandara a su madre una nota de voz para que fuese a la casa a las 21:00 horas. Antes de esa hora según el auto: "Presuntamente, Tomás dio muerte a sus hijas envolviéndolas en toallas e introduciéndolas en bolsas de basura y estas, en bolsas de deporte que colocó dentro de su Audi A3". Según la autopsia, Olivia falleció de un edema pulmonar.

A las 21:05 Tomás salió de la casa y se dirigió a la de sus padres. Llegó a las 21:13 "parando un momento y dejando a escondidas a su perro, llamado Oto, dos tarjetas de crédito con sus claves, dos juegos de llaves del Alfa Romeo que la noche anterior había dejado tapado con una lona". Por casualidad Tomás y Beatriz no coincidieron, porque cuando llegó a la finca la madre de las niñas, él se acaba de ir con las dos pequeñas fallecidas en el interior del vehículo. Beatriz le llamo por teléfono para ver dónde andaban y él le respondió: "No te preocupes, estoy cenando fuera con las niñas y nos hemos retrasado. A eso de las diez te las acerco yo a tu casa. Beatriz no desconfió. Como la casa estaba cerrada, Beatriz no pudo ver la caja de relajantes musculares que había sobre la mesa del salón, fuera del armario de los medicamentos.

En realidad, Tomás tras pasar por casa de sus padres se dirigió al puerto. Las cámaras recogieron su imagen llegando a las 21:27 horas. El vigilante le abrió la verja del recinto y aparcó junto a la barca. Se bajó del coche y portó "en tres viajes desde el vehículo a la embarcación diversos objetos, entre los que estaban las bolsas de deporte en cuyo interior presuntamente se encontraban los cuerpos de Olivia y Anna".

Zarpó a las 21:40 con sus hijas metidas en bolsas y tiradas en el suelo. "A las 21:51, la novia de Tomás estableció contacto telefónico con él, el cual le comunicó que ya estaba fuera de la isla con las niñas. A las 21:59 horas, Beatriz llamó a Tomás, refiriéndole este que ya no iba a ver más ni a las niñas ni a él, que se iba con ellas y que iba a empezar una nueva vida", cuenta el auto judicial. "No vas a volver a verlas nunca más. Ni a ellas ni a mí", le reveló cuando supo que era imposible que pudiera parar su plan. "Yo me voy a encargar bien de las niñas, pero no vas a saber nada más de nosotros". Ese "encargar" lo tradujo Beatriz en sus códigos de bondad como "cuidar", pero el verbo encerraba un significado más definitivo y radical.

Aun así, Beatriz, angustiada, acudió al puesto de la Guardia Civil para denunciar los hechos. Desde allí llamó a Tomás y él le repitió lo mismo. No iba a ver a las niñas jamás. Uno de los guardias cogió el teléfono y le ordenó que llevase a las niñas inmediatamente. Tomás, de forma abrupta y grosera, le mandó a paseo y les dijo que él sabía perfectamente qué hacer con sus hijas y que no iba a ir.

"Cuando ya estaba suficientemente alejado de la costa y sobre una zona que conocía que era profunda, hacia las 22:30 horas, Tomás arrojó al mar desde el barco Esquilón las bolsas de deporte que contenían el cuerpo sin vida de su hija Olivia y presuntamente el de su hija Anna, ambas amarradas a un ancla por medio de una cadena y un cabo, quedando las bolsas, junto al ancla, depositadas al fondo del mar en las coordenadas".

A Beatriz le dijo en una de las conversaciones que no podía permitir que sus hijas creciesen sin él y aunque intentó llamarle varias veces más, Tomás se quedó sin batería en el móvil a las 22:44 y tuvo que regresar a puerto.

"En la bocana de la dársena pesquera, hacia las 23:15 horas, Tomás se cruzó con una embarcación del Servicio Marítimo Provincial de Tenerife tripulada por los agentes de la Guardia Civil que le pararon por incumplimiento de la normativa del toque de queda vigente, a la supervisión a distancia de seguridad de la embarcación y le indicaron que atracara, lo que efectuó a las 23:21 horas. Se le propuso de sanción por aquel motivo. Tras dirigirse a su vehículo y buscar documentación, Tomás preguntó a los agentes sí podría regresar a su casa, transmitiendo que finalmente pernoctaría en el barco. La embarcación del Servicio Marítimo Provincial de Tenerife volvió a partir rumbo norte, hasta la Punta de Anaga, regresando a la base a las 02:30, sin observar embarcación alguna".

Tomás habló con su padre "diciéndole que lo sentía de verdad, pero que necesitaba esto y que por fin estaría bien y como quería"

Entretanto, Tomás necesitaba un cargador. Le preguntó al vigilante si tenía uno, pero este disponía de ninguno compatible con su móvil, así que tuvo que montarse en el coche e ir a una gasolinera donde adquirió uno, una cajetilla de cigarros y una botella de agua. Después de cargar la batería en las oficinas se volvió a hacer a la mar, eran las 00:27 y, sabiendo que sus hijas estaban ya lastradas, en el fondo, a un kilómetro de profundidad, recibió la última llamada de su exesposa. Ya no había marcha atrás. Podía haberle confesado la atrocidad cometida; pero no, su sed de mal no se había saciado y buscaba perpetuar el dolor. Le insiste en que nos las volverá a ver, que él las va a cuidar y que se va a ir lejos. Y ya. También habló con la directora del centro, su última pareja, a la que había dejado varios miles de euros. Ella le recriminó su huida con las niñas y le recordó que Ana y Olivia necesitarían una madre. Él reconoció que a las pequeñas les costaría, pero que se acabarían acostumbrando a él y que tenía dinero para vivir. También mandó mensajes de despedida a sus amigos a los que les comunicó "que les dejaba varias de sus pertenencias materiales como su moto, su Quad e incluso la embarcación". Por último, habló con su padre "diciéndole que lo sentía de verdad, que lo sentía por él, pero que necesitaba esto y que por fin estaría bien y como quería".

Tomás no quería secar el corazón de Beatriz comunicándole la muerte de sus hijas. Su abyecta voluntad era la de sembrar la duda y que la madre de Anna y Olivia se quedase sin respuestas eternamente, sumida entre la desesperación, la angustia y la esperanza de poderlas encontrar algún día con vida. Quería que la semilla del mal germinase de forma perenne en su interior. Nunca contó con que la Guardia Civil movilizase un barco con la última tecnología para rastrear el fondo marino.

Beatriz, aunque necesita recuperar el cuerpo de Anna, sabe que sus hijas están muertas. Lo sabe y lo llora. Sus seres queridos la están arropando y trasmitiéndole la idea de que la imagen de sus hijas va a permanecer siempre asociada como un referente de bondad y de amor en el imaginario de la opinión pública.

Tomás ha demostrado ser capaz de bailar con el diablo y disfrutar. Detrás de esa sonrisa agradable y de un rostro bello, el padre biológico de Anna y Olivia escondía la esencia del mal. Cuenta Beatriz que durante los 17 años de relación que mantuvieron, Tomás fue profundamente infiel. Su entorno también describe cómo se sumergió en los recovecos de la noche con sus tentaciones y consecuencias. Su esposa siempre estuvo ahí, a su lado, con un amor infinito, pero ni el mayor de los cariños es eterno si lo golpeas a diario. Ella lo había perdonado todo y siempre le concedía nuevas oportunidades en la creencia de que podía cambiar, pero se equivocó: estando embarazada de Anna, Beatriz descubrió que Tomás llevaba una doble vida y que mantenía una relación paralela con una amante desde hacía meses. Esta vez no le perdonó. En su cabeza se produjo una catarsis y el convencimiento de que merecía una vida mejor en la que el diablo no la arrastrase por el fango de la traición y las mentiras, deseaba que alguien la quisiese de verdad.

La ruptura provocó un profundo odio en Tomás.
"Desde entonces", cuenta la jueza instructora en un reciente auto, "Tomás mantuvo de forma constante hacia Beatriz un trato vejatorio y denigrante, dirigiéndole a diario comentarios descalificativos, ofensivos y ultrajantes, en particular enfocados a menospreciarla por haber rehecho su vida con una nueva pareja manifestando de forma reiterada que no toleraba que su nueva pareja compartiera momentos con sus hijas". Queda claro que sintió como una agresión que Beatriz tuviese una nueva pareja y que en la vida de Anna y Olivia existiese otro referente paterno. Un hombre más maduro y equilibrado que hacía feliz a Beatriz. La sed de mal se despertó. No fue suficiente agredir a la nueva pareja, tenía que vengarse de su mujer y sentir que la vencía e ideó un maquiavélico y cruel plan. Uno con el que perpetuar el dolor en las entrañas de Beatriz. Quería depositar la semilla del dolor en el corazón de su exmujer y que a diario bombease ese sufrimiento a través del flujo sanguíneo y emponzoñase tejidos corporales y órganos vitales. Día tras día.

Agresión Guardia Civil