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Eva Díaz: "Sin el hombre que fui no sería la mujer que soy"
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¿Y tú de quién eres?

Eva Díaz: "Sin el hombre que fui no sería la mujer que soy"

Es empresaria, consejera delegada de la consultora Appogeo Digital tras pasar por Arthur Andersen o KPMG. En esas firmas trabajó durante años pero no se llamaba Eva, sino Enrique

Foto: Eva Díaz. (Ana Beltrán)
Eva Díaz. (Ana Beltrán)

“Hablamos de lo que tú quieras, ¿eh? No todo va a ser mi empresa”, advierte por teléfono antes de concertar la cita. El encuentro tendrá lugar días después en el Café Comercial, al que tarda en llegar hora y cuarto porque vive en Algete y porque el tráfico en Madrid ha recuperado casi los niveles anteriores a la pandemia. Pero se sienta en la silla y tira el bolso muerta de risa, subida a unos tacones infinitos y pidiendo disculpas por el retraso.

Eva Díaz (1962) es empresaria, consejera delegada de la consultora Appogeo Digital, que nació con la vocación de acercar la tecnología móvil a las pymes. Hoy hace un montón de cosas más, pero ya hemos dicho que Eva no quiere hablar sólo de su empresa. También quiere hablar de feminismo, de lo manipulada que se siente a veces, de referentes, de edadismo y discriminación, y se lamenta de algo que aún está por superar. “No hay mujeres donde está el dinero”, protesta.

También se explaya en otras cosas, como su pasado en gigantes como Arthur Andersen y KPMG. En esas consultoras trabajó un montón de años pero no se llamaba Eva, sino Enrique. Era un señor con “todos los tópicos del mundo y los mismos trajes con la misma gama de grises que el resto”. En 2015, con 52 años, pasó a ser Eva. Tardó en llegar hora y cuarto, pero la charla nos llevó dos horas.

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PREGUNTA. Preséntese a sí misma, por favor.

RESPUESTA. Soy Eva Díaz, mujer, directora general de una consultora digital. He llegado a una edad en la que me veía al borde de la jubilación y lo único que tengo son proyectos. Espero que me dé tiempo a hacerlos.

P. La semana pasada hablaba con Borja Sémper de la mala imagen de los de su sector. Se me olvidó mencionarle una cosa así que aprovecho ahora que la tengo delante. ¿Cuánto hay de vendehúmos?

R. Es cierto que es un sector muy competitivo al máximo y más en los momentos en los que estaba en Andersen y en KPMG, y también es cierto que se aprende muchísimo. ¿Vendehúmos? Mira, nos parecemos mucho a los psicólogos. Ser consultor es enseñarle al cliente qué es en realidad y dónde podría llegar a estar.

P. El tejido empresarial español es, en su mayoría, la suma de empresas muy pequeñas que pertenecen al sector servicios y a las que le preocupa muy poco la tecnología. ¿Voy por el buen camino?

R. Eso no es un estereotipo, lamentablemente es una realidad. Lo que no nos damos cuenta es de que vivimos en un mundo global, y la pandemia lo ha puesto de manifiesto. Estábamos tranquilos con nuestro sector turístico, nuestro comercio y nuestro ocio y de repente el paradigma en el que estábamos se tambalea. Nuestro tejido empresarial está obsoleto y hoy la competencia puede venirnos de cualquier parte.

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P. Y de empresas de cualquier tamaño.

R. Claro. El tema no es si una empresa es pequeña o grande, sino si es o no innovadora. Con mentalidad provinciana no vamos a ningún sitio.

P. ¿La llegada de los fondos europeos cambiará algo este panorama?

R. Esto… ¿se puede hablar de política?

P. ¡De lo que usted quiera!

R. Si lo aplicamos a los sectores estratégicos que nos permitan redefinir el tejido productivo será un empujón brutal. Pero mi escepticismo viene más bien de si el Gobierno lo sabrá canalizar donde realmente tiene que ir. ¿Seremos capaces? Quiero creer que sí, pero…

P. Usted nació en 1962 pero hay una fecha clave en su vida, que es 2015.

R. Mi segundo nacimiento.

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P. Cuénteme qué pasó ese año.

R. Cumplí mi sueño, me dio un ataque de locura e hice el tránsito definitivo de hombre a mujer. A veces la gente me pregunta desde cuándo lo tenía pensado, pero ni lo tenía pensado ni planificado. Surgió una oportunidad de hacer una transición limpia y la hice. Fue un momento complejo donde hubo muchos miedos, mucha ilusión y muchos sueños, pero sentí una enorme satisfacción al conseguir algo que para mí había sido imposible.

P. ¿Qué es una transición limpia?

R. Mira, para mí era muy importante que mi vida fuera desde ese momento la misma, o al menos lo más parecida a lo que era antes. Soy una persona más allá de mi género, tengo un tejido social, unos hijos, una familia, unos amigos, un trabajo…. Y no quería que nada eso se perdiera, porque si no no habría merecido la pena. El objetivo era seguir viviendo como Eva igual que había vivido como Enrique. Por eso hablo de transición limpia, que no sencilla, porque conseguí mantener lo que tenía gracias a Dios. Bueno, gracias a Dios no, porque no me hizo caso cuando le llamé en otras ocasiones.

P. ¿Qué cree que pesó para que todo saliera bien?

R. Creo que la clave fue la autenticidad, no querer convertirme en alguien distinto a lo que era. Porque sin el hombre que fui no sería la mujer que soy. Eso hizo que me reconocieran mis amigos, por ejemplo. Fui muy sincera con mis hijos, y aunque les costó, lo acabaron entendiendo. Aunque igual habría que hacerle esa pregunta a los demás.

"Cuando empecé a trabajar me fui a vivir a Algete y al mes de estar allí salí en un programa de Telecinco y ya se acabó ahí la privacidad"

P. ¿Dónde encontró más dificultades, en el entorno más íntimo o en el profesional?

R. Los amigos que tenía los sigo teniendo, y he ganado muchos más. A nivel familiar, a mis hijos les costó, lo aceptaban pero lógicamente el cambio de verme de hombre a mujer fue un shock. Tuvieron que desaprender muchos modelos mentales y volver a aprender. Hubo un proceso de adaptación por su parte, que no reticencia. A nivel familiar, tíos, primos y tal, los he perdido a todos directamente. En ningún momento lo han aceptado, aunque tampoco es que hubiera mucha relación con ellos.

A nivel laboral fue complejo, porque no tuve valor de seguir en la compañía en la que estaba. Ir como Enrique el 31 de enero y aparecer el 1 de febrero como Eva con vestido y taconazos… Aquello me superaba (sonríe). Me encontré con 52 años y con las dificultades propias del edadismo, de ser mujer y de haber hecho la transición. Así que traté de salirme de las redes laborales por mi propio miedo de enfrentarme a antiguos colegas como mujer, y eso fue un error. Pero curiosamente fue mi red la que vino a buscarme. Un ex Andersen que ahora es mi socio y al que le debo la vida. Cuando ese miedo desapareció, los problemas fueron casi nulos. Ha habido dificultades, claro, de potenciales empleadores que no me contrataron por el qué iban a decir los clientes.

P. Ay, el maldito qué dirán…

R. Hice lo que hacemos todas.: primero la transición y luego todo lo posible por invisibilizarme. De hecho cuando empecé a trabajar me fui a vivir a Algete y al mes de estar allí salí en un programa de Telecinco y ya se acabó ahí la privacidad. Qué desastre.

Foto: La directiva Eva Díaz en el helipuerto de Torre Picasso, sede de Accenture de donde es exempleada. (Foto: Olga Moreno)

P. En alguna entrevista ha hablado de que las transiciones son más aceptadas en las clases sociales más acomodadas.

R. En general todo el concepto de la diversidad es un problema que tiene que ver con la cultura, no con el dinero que ganamos ni la casa que tenemos. Se ha creado una imagen falsa por la cual gays, lesbianas y transexuales son más aceptadas en ideologías de izquierdas, mientras que la derecha lo rechaza. Yo solo puedo hablar de mi caso, y mi experiencia es que vivo en un mundo de ejecutivos con ingresos muy altos y un nivel cultural importante, y no he recibido ningún tipo de rechazo. Sólo he tenido dos problemas, uno en Vallecas y otro en Villaverde.

No diría que me entienden mejor los de clase acomodada, sino los que tienen una mente abierta. Y también tiene que ver con la forma en la que me presento al mundo. Yo no soy un personaje, sino una persona. Si trato de pelearme con la sociedad y enfrentarme a ella, me rechazará. Y al final acaba siendo un asunto politizado y manipulado para conseguir votos. No queremos más derechos ni cuotas, sólo queremos salir a la calle, estar tranquilas y vivir en paz.

P. ¿Se siente acogida e integrada en esta cuarta ola del feminismo?

R. Me siento manipulada. Para empezar, un matiz. Yo no soy trans, soy mujer. Te puedo asegurar que los que hacemos transición, sea de hombre a mujer o de mujer a hombre, lo que queremos es estar dentro del género al que viajamos.

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P. Hablemos entonces del Ministerio de Igualdad.

R. Ay, me parece que se me ha acabado el tiempo de la entrevista ¡eh?

P. Que no, mujer, si esto solo acaba de empezar. ¿Qué le parece la ley trans y qué implica para que provoque tantas reacciones?

R. La agenda de España 2050 no me la he leído, pero esta ley sí. Me parece un conjunto de generalidades con las cuales es imposible no estar de acuerdo. ¿Cuál es el punto de fricción? La famosa autodeterminación de género, que es la que se utiliza y se tiran a la cabeza Irene Montero con Carmen Calvo y al revés. La ley lo que intenta definir es que cualquier persona puede definir su género sin necesidad de pasar por un proceso psicológico o una operación. Hasta ahí todos deberíamos estar de acuerdo. Cuando yo era pequeña sabía que era diferente pero no sabía que era. Me gustaban las chicas, tenía relaciones con ellas heterosexuales como hombre, igual que ahora tengo relaciones heterosexuales como mujer. En mi cabeza aquello era un batiburrillo.

Ahora, si quieres dar el paso, son nueve meses de tratamiento psicológico, y ese psicólogo determina tu voluntad de cambio y que no hay ningún otro tipo de problema por el que quieras hacer esa transición. Después pasas por dos años de hormonación, que es lo que se llama prueba de constancia de vida y te dan un papelito que dice: “Eva Díaz presenta disforia de género y no presenta ningún problema psicológico que le impida hacer su transición”.

"La transexualidad sigue estando ligada a la prostitución, a la farándula, a una hipersexualización"

Lo que dicen las organizaciones LGTB es que ningún médico tiene por qué decirme si puedo ser o no mujer. Lo que dicen desde los socialistas hasta el otro extremo es que eso es imposible, porque en algunos casos muchos hombres lo pueden hacer para acogerse de inmediato a leyes como la de violencia de género. Es el argumento del PSOE porque al PP ni siquiera le he escuchado posicionamiento. Debajo hay una realidad que ninguno de los dos partidos cuenta, porque a nosotras nos cuesta mucho saber lo que somos. Llegar a la conclusión cuando yo era Enrique de que quería ser Eva fue un proceso larguísimo; llegar a la conclusión de que no sólo quiero ser Eva sino que quiero vivir como Eva fue también algo muy importante. Necesitamos ayuda porque no es tan sencillo. Y no solo apoyo a las personas en transición, sino a nuestro entorno. Mis hijos necesitaron ese apoyo, también mi ex, y ahora mismo es precario. Hacen lo que pueden con lo que tienen.

Lo que sí es cierto, y no lo cuenta nadie, es que en el mundo de la transexualidad, el travestismo, etcétera, hay muchos comportamientos psicológicamente defectuosos, y estoy siendo políticamente correcta. Travestismo fetichista, complejos hombre-mujer…. Abrir la puerta a todas esas personas es un peligro, lo primero para ellas, porque necesitamos identificar esos casos de transiciones fallidas. Yo vivo como Eva, pago mis impuestos como Eva, y sigo sin ver dónde están las limitaciones a mis derechos. No acabo de entender toda esta pelea y nadie me ha preguntado qué necesito.

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P. También ha hablado en alguna ocasión de la falta de referentes.

R. Últimamente están saliendo algunos. Una ministra en Bélgica, algunas personas en el gobierno de Biden, científicas en España con poca visibilidad… Es una pena que no haya referentes reales o tangibles, y la culpa es nuestra, como colectivo. Porque no lo decimos. Si nos escondemos y no queremos que se sepa nuestro pasado, el colectivo no existe. Y qué referente tienen las generaciones que vienen detrás, ¿La Veneno? Lo siento, pero no me vale. La transexualidad sigue estando ligada a la prostitución, a la farándula, a una hipersexualización, mujeres que transicionan con unas formas voluptuosas generadas por operaciones médicas. Que conste que tengo un inmenso respeto a esa persona (Cristina Ortiz, La Veneno), yo no habría tenido su valor, pero una cosa es que en los años 70 ella, Carla Antonelli o Bibiana Fernández hubieran tenido que hacer eso porque vivíamos en otro entorno, y otra cosa es que en mayo de 2021 sigamos con esos ejemplos.

P. Hablaba antes del triple salto mortal: edadismo, mujer, transición de género.

R. Cuando lo hice lo primero que pensé es lo que iban a pensar mis hijos y al día siguiente mis amigos. Mi sorpresa fue cuando empecé a moverme por el mundo y vi que el mundo había cambiado.

P. ¿A mejor?

R. No, no, a peor. Estaba acostumbrada a enfrentarme al mundo como hombre. Ya sabes, no hay barreras, tampoco problemas, y punto. Iba con mi educación masculina y me encontraba con un mundo que actuaba distinto. Llegas con tu poderío, tu experiencia, y de repente tienes que volver a demostrar las cosas. A nivel profesional parecía que mi experiencia valía menos, solo veían a una mujer de 52 años. Otra cosa que me llamó la atención es que pasé a ser frágil, era curiosísimo. Las reuniones entre hombres ya sabes como son, todo tíos que se dan golpes en las espaldas, y de repente me convertí en alguien a quien había que cuidar. Al principio lo recibes bien, pero luego tienes que recordar que sabes hacerlo solita. Y en tercer lugar, me di cuenta de la importancia de la belleza.

"Las reuniones entre hombres ya sabes cómo son, tíos que se dan golpes en las espaldas, y de repente me convertí en alguien a quien cuidar"

P. Bienvenida…

R. Cuando era un hombre cogía lo primero del armario y me daba igual porque todos mis trajes eran iguales y con las mismas gamas de grises. Como mucho una corbata roja que para una vez que me la puse me montaron un pollo que para qué. El aspecto es irrelevante. El primer día que llegué a una reunión y era yo la única mujer me di cuenta de que me miraban de arriba abajo. Pensé: ¿qué he hecho mal? Sencillamente iba con un vestido blanco ajustado, y eso era un notición. Es lo primero que muestras de ti. Si estás abajo cuesta mucho subir y si estás arriba es aún peor.

P. ¿Por qué?

R. Porque no estás ahí por tu inteligencia sino por lo mona que eres. Cuando eres directivo de alto nivel, el respeto te lo da el cargo que viene en la firma de tu correo electrónico. Yo soy el CEO, el CFO, el director de operaciones… y tu palabra es ley. Cuando eres directiva, la autoridad por el puesto no existe, te la tienes que volver a ganar otra vez, o al menos es mi experiencia.

P. Dígame una cosa: ¿qué tenía aquella corbata roja para provocar tanto revuelo?

R. Es que ese color llamaba mucho la atención.

P. Madre mía.

R. ¿Qué te creías, que en otro lado no hay problemas? (Risas).

“Hablamos de lo que tú quieras, ¿eh? No todo va a ser mi empresa”, advierte por teléfono antes de concertar la cita. El encuentro tendrá lugar días después en el Café Comercial, al que tarda en llegar hora y cuarto porque vive en Algete y porque el tráfico en Madrid ha recuperado casi los niveles anteriores a la pandemia. Pero se sienta en la silla y tira el bolso muerta de risa, subida a unos tacones infinitos y pidiendo disculpas por el retraso.

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