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Esperanza Aguirre: "Casado cometió un error al atacar personalmente a Abascal"
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Entrevista

Esperanza Aguirre: "Casado cometió un error al atacar personalmente a Abascal"

Los años transcurridos y las experiencias vividas le han convertido en una política con espolones, que parece siempre desconfiada y reticente

Foto: La expresidenta madrileña, Esperanza Aguirre. (EFE)
La expresidenta madrileña, Esperanza Aguirre. (EFE)

Esperanza Aguirre ha vuelto. Otra vez. La expresidenta de la Comunidad de Madrid es de las políticas que se reinventan con facilidad, derrochan lágrimas de despedida con la misma facilidad con la que ingenian un retorno. La política les corre por la sangre y la fama es el único elixir que consuela de la pérdida del poder. En su regreso, Esperanza Aguirre y Gil de Biedma (Madrid, enero de 1952) se anuncia en las cocinas de un programa de televisión y en las librerías de toda España con un libro en el que incide en lo que parece que es una inquietud interior, o un malestar enquistado, el temor a decir lo que piensa.

Hace cinco años publicó un libro que se llamaba 'Prohibido prohibir', luego otro titulado 'Yo no me callo' y ahora 'Sin complejos', que es la expresión que se utiliza en la derecha desde los primeros años de la democracia para denunciar a aquellos líderes que no se atreven a decir lo que piensan por quedar bien ante lo políticamente correcto. Esperanza Aguirre, que ha sido ministra de Educación y Cultura, presidenta del Senado, presidenta de la Comunidad de Madrid, y candidata a la alcaldía de Madrid, es decir, ha estado en puestos de primer nivel en todas las administraciones del Estado, es la que piensa que no solo ocurre, sino que existe una trama en España diseñada para imponer un pensamiento 'progre'. Los años transcurridos y las experiencias vividas han convertido a Esperanza Aguirre en una política con espolones, que parece siempre desconfiada y reticente, que nada tiene que ver con aquella ministra novata a la que Pablo Carbonell perseguía en televisión para mofarse de sus meteduras de pata.

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Foto: EFE.

PREGUNTA. Su evolución en política va de los primeros años en la Unión Liberal y Partido Liberal hasta la Alianza Popular de Fraga y el Partido Popular de Aznar. ¿Podría decirse que ha viajado usted desde el centro hasta la derecha?

RESPUESTA. Es que yo no creo que el centro en política sea un lugar geométrico equidistante entre la izquierda y la derecha. El centro, ahora mismo, es defender la Constitución, la unidad de España, la libertad, la propiedad… Un país de ciudadanos libres e iguales. Cuando empecé, escribí una ponencia ideológica del Partido Liberal, que se adjunta en el libro, y en la actualidad, cuarenta años después, la sigo suscribiendo. Es decir, que no he cambiado, como han hecho otros. Gracias a Dios, lo que nunca me he considerado es progresista. 'Progre', no…

P. Es decir, que usted se ha visto siempre en la derecha.

R. No... Liberal. Los liberales están en todas partes, como los socialistas, que también los hay en la derecha, con el agravante de que cuando llegan al poder los socialistas de derechas son más eficaces que los de la izquierda y quedan indelebles las cosas que hacen.

P. Desde hace muchos años, quizá desde los primeros años de democracia, la derecha en España se repite eso de 'hablar sin complejos', como si fuera una meta que no se alcanza. ¿De verdad se sienten así, como cohibidos? No lo entiendo muy bien…

R. A ver, yo quise ponerle otro título al libro, 'La tormenta perfecta', pero la editorial me lo cambió por este... Ya se ve que acertaron… La cuestión es que después de aceptar que se llamara 'Sin complejos' me he enterado de que la palabra 'complejo' viene de plegarse. Entonces sí, porque creo que es verdad que la derecha se ha plegado durante demasiado tiempo a los centros de producción ideológica que están en manos de la izquierda, los gurúes de la corrección política, digamos.

"Soy liberal y no creo que el centro en política sea un lugar geométrico equidistante entre la izquierda y la derecha"

P. Cuando habla de 'centros de producción de la izquierda' se refiere a medios de comunicación, líderes de opinión, artistas, intelectuales, cineastas…

R. Y no solo, también colegios, institutos, universidades, editoriales, productoras de televisión… Me refiero a todos esos.

P. Más aún. Dice usted en el libro: "Los periodistas que salen de las facultades de Ciencias de la Información lo hacen con una cosmovisión construida a base de los cánones que, desde hace mucho, dicta la izquierda". ¿De verdad cree usted, Esperanza, que todo eso está en manos de la izquierda?

R. Hombre, todo, todo, sería mucho decir, pero la inmensa mayoría, sí. Por ejemplo, ahora se ha puesto de moda decir que estamos luchando contra la desigualdad. Esto es como cuando le dijeron a Olof Palme, el histórico líder socialdemócrata sueco, que querían acabar con los ricos y él contestó que lo que él quería era acabar con los pobres. Yo no creo en la lucha contra la desigualdad, creo en la lucha contra la pobreza. Si a todos estos de la desigualdad le preguntas cuál es su 'país modelo', te dicen que Cuba o Corea del Norte… La desigualdad es una de las características de los países que más han avanzado en bienestar, en prosperidad y en posibilidades económicas para la gente que lo tiene peor.

P. Igual el problema de que el concepto 'ser de derechas' tenga una connotación negativa es un problema de la derecha española porque no parece que en otros países europeos, como Alemania, exista ese complejo.

R. Claro que se tiene esa connotación despectiva también. Pasa en Francia y en Italia. En Alemania no sé porque no lo conozco tanto, y en Inglaterra se llaman de otra forma, los 'tories' y los 'laboristas'… Pero está extendida la idea de que la derecha es egoísta, que no se ocupa de los demás, mientras que en la izquierda son todos bondadosísimos y están siempre preocupados de hacer el bien.

"Yo no creo en la lucha contra la desigualdad, creo en la lucha contra la pobreza"

P. Sin embargo, hay algo contradictorio en todo esto. Cuando la derecha habla de bajar impuestos o cuando expone su modelo económico, no se suele hablar de complejos. A lo mejor es que los complejos aparecen solo con algunos temas relacionados con el sexo y la moral, fundamentalmente…

R. Le voy a demostrar que no es así: yo misma, que no soy dudosa, creo que no me hubiera atrevido, a lo mejor, a quitar el impuesto de patrimonio en Madrid si Zapatero [el presidente socialista] no hubiera dicho que bajar los impuestos era de izquierdas. ¿Lo ve? Yo misma, 'mea culpa'. ¿Cómo te quedas?

P. Pues me quedo en que, a poco que se observe, la derecha hace gala de esa política de bajar impuestos, que no hay complejo alguno, que es lo que le decía.

R. Pero, ¿qué va a hacer gala la derecha de bajar impuestos? Si le cuesta muchísimo y lo no hace. Ahí están Galicia, Castilla y León… En Andalucía, sí lo han hecho.

P. Igual es que también, como dice usted, la izquierda es más resolutiva cuando llega al poder.

R. En Educación, está clarísimo: tuvimos mayoría absoluta en el año 2000 [con Aznar de presidente] y no aprobamos el calendario de aplicación de la Ley de Calidad de la Educación hasta finales de enero de 2004, es decir, un mes y medio antes de que llegase Zapatero. Esa es la demostración… Yo fui ministra de Educación en la legislatura anterior a esa, pero estábamos en minoría. ¿Cómo se puede entender que con mayoría absoluta no entre en vigor una ley?

P. En todo lo relacionado con el feminismo y con la violencia machista, ¿cree usted que la derecha actual mantiene una posición acomplejada o no?

R. Yo no me meto en eso. Lo que digo es que hasta el Partido Feminista de Lidia Falcón está en contra de estas que se llaman feministas, y me refiero a la ministra de Igualdad y a la vicepresidenta Carmen Calvo, que pretenden representarnos a todas las mujeres. Y en vez de luchar por la igualdad y la no discriminación entre hombres y mujeres, como hacemos otras, ellas luchan por la discriminación. Ellas quieren que todos los hombres pierdan la presunción de inocencia y que todas las mujeres seamos víctimas. Y mire usted, no. A mí no me representan.

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Foto: EFE.

P. Imaginaba que no estaría de acuerdo con ellas, pero lo que pretendo es profundizar en aquellos aspectos en los que a su juicio la derecha habla con complejo y por qué. Por ejemplo, hablemos de inmigración ya que tenemos encima la crisis de Ceuta. Entre lo que dice Vox y lo que dice el PP, ¿dónde estaría a su juicio la derecha sin complejos?

R. La derecha sin complejos es la que dice que se cumpla la ley. España fue un país de inmigrantes en los años 60 y todos fueron legalmente a trabajar a otros países. Cuando fui presidenta de Madrid teníamos un millón de inmigrantes que nos ayudaron extraordinariamente a ser la Comunidad más próspera y más rica. Eso no tiene nada que ver con la inmigración ilegal que favorece a las mafias. Sobre lo que ha pasado esta semana, le digo, fíjese, que Pedro Sánchez ha hecho muy bien yendo a Ceuta. Ha estado en su sitio, aunque no le haya sido agradable.

P. Ah, pues entonces le habrá gustado más la actuación del PP y Pablo Casado que la de Santiago Abascal, que se fue a Ceuta y pidió un muro.

R. Yo es que estoy con el PP en todo… Otra cosa es que yo crea que Pablo Casado, que dio todas las batallas ideológicas y culturales en el congreso en el que lo elegimos con una enorme ilusión frente a Soraya [Sáenz de Santamaría], se haya equivocado en su plan de ir al centro para recuperar el voto de Ciudadanos. A ver, la estrategia es acertada, pero se ha equivocado en la táctica y cometió tres errores: el cese de Cayetana [Álvarez de Toledo], los ataques personales a Santi Abascal [en la moción de censura de Vox] y la entrevista que concedió en RAC1 [radio catalana, favorable al independentismo]. Este último fue el error más gordo.

"La estrategia de Casado de ir al centro es acertada, pero se equivocó en la táctica y cometió tres errores"

P. ¿Lo de Cayetana le recuerda a su tiempo, cuando Rajoy era el presidente, y se decía que usted aspiraba a sustituirle?

R. Bueno, es que eso es una falsedad basada en nada. En Madrid, que era donde teníamos más votos y más afiliados, solo reuníamos doscientos avales y se necesitaban seiscientos, con lo que hubiera sido imposible. Pero es que yo me hubiera presentado si Mariano Rajoy hubiera dimitido, como parecía, cuando salió al balcón [de Génova] tras las elecciones de 2008. Cuando dijo que seguía adelante y que quería ser de nuevo candidato del PP, yo ya no tenía ningún interés en serlo. Si se hubiera quedado vacante la silla del líder del partido, a lo mejor hubiera tenido algún interés, pero como no ocurrió, en ningún momento pretendí bajar del caballo a Rajoy. Nunca lo pensé.

P. De Rajoy dice usted en el libro que su modelo es "un partido de 'apparatchiks' que no se metan en líos de definiciones ideológicas, y un gobierno de tecnócratas dedicado a gestionar la cosa económica". Vaya…

R. Hay que distinguir muy bien entre las dos etapas de Rajoy como presidente del partido. Hubo una primera etapa, desde el 2004 al 2008, en la que Cayetana, por cierto, era jefa de gabinete de Ángel Acebes, como secretario general del PP, y luego una segunda etapa, a partir de 2008, en la que Rajoy dijo que, por fin, iba a poder hacer su equipo, con lo que daba a entender que los anteriores no lo eran. Es más, en un discurso en Elche dijo que se fueran los liberales y los conservadores al Partido Liberal y al Partido Conservador, que no quería doctrinarios en el Partido Popular. Como es lógico, yo apoyé a Rajoy hasta que quiso echar del partido a liberales y a conservadores. Afortunadamente, algunos no le hicimos caso, pero otros sí, por eso la derecha se rompió en tres partidos, que es como se la legó él a Pablo Casado.

P. Cuando se lee su libro, da la sensación de que tiene usted más reparos con el PP, por eso de hablar sin complejos, que con Vox, al que defiende y considera injusto que se le llame un partido populista de extrema derecha. ¿Es así?

R. Es que Vox no ha dicho nada que esté en contra de la Constitución, que es la del consenso y de la concordia.

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Foto: EFE.

P. Es que se puede ser de extrema derecha y respetar la Constitución.

R. Pues yo no lo creo. Además, si se dijera que Podemos es de extrema izquierda populista, pues yo entendería que es el lenguaje que se usa, pero lo que pasa es otra cosa: se blanquea a la extrema izquierda, a los de Bildu, a los de Esquerra y a los del golpe de Estado y se llama extrema derecha a Vox.

P. Salvo que se me haya pasado, no habla usted en el libro de corrupción.

R. Si me hubieran encargado un libro de corrupción, naturalmente que hablaría de corrupción, sobre todo, del PSOE y de la Convergència i Unió de Pujol. Y diría también que, desde todos los puntos de vista, cuantitativos y cualitativos, aquí hay una doble vara de medir. La corrupción del PP ha hecho que carezcamos de presunción de inocencia todos los miembros del PP, mientras que a los del PSOE y Convergència no se les reprocha nada, aunque hayan sido condenados. Además, no se crea usted que la corrupción está solo en la política, está en todo.

P. He visto que utiliza como foto de perfil una imagen muy tierna con Isabel Díaz Ayuso, abrazada a usted, con la cabeza recostada en su hombro. ¿La siente como si fuera su heredera?

R. Por Isabel Díaz Ayuso siento una grandísima admiración porque ella es presidenta de la Comunidad de Madrid, como lo fui yo, pero lo ha tenido muchísimo más difícil. Fue presidenta sin ni siquiera ganar las elecciones, con un pacto que le costó mucho y con un vicepresidente del que no podemos decir que fuera muy leal. Luego, tras las elecciones catalanas, cuando a Iván Redondo y a Pedro Sánchez les dio el 'subidón' e intentaron quitarle al PP las instituciones en las que gobernamos, Murcia, Madrid, Castilla y León y no sé si Andalucía también, no contaban con los reflejos de Díaz Ayuso, con lo que les salió el tiro por la culata.

Esperanza Aguirre ha vuelto. Otra vez. La expresidenta de la Comunidad de Madrid es de las políticas que se reinventan con facilidad, derrochan lágrimas de despedida con la misma facilidad con la que ingenian un retorno. La política les corre por la sangre y la fama es el único elixir que consuela de la pérdida del poder. En su regreso, Esperanza Aguirre y Gil de Biedma (Madrid, enero de 1952) se anuncia en las cocinas de un programa de televisión y en las librerías de toda España con un libro en el que incide en lo que parece que es una inquietud interior, o un malestar enquistado, el temor a decir lo que piensa.

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