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Pablo Iglesias, punto y final siete años después
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DIMITE DE TODOS SUS CARGOS

Pablo Iglesias, punto y final siete años después

El 'enfant terrible' que se convirtió en vicepresidente contra todo pronóstico se emborrachó de su propia épica y dejó su partido al borde de la absorción por su propia escisión

Foto: Pablo Iglesias, momentos antes de anunciar la renuncia de todos sus cargos tras el fracaso electoral del 4-M. (EFE)
Pablo Iglesias, momentos antes de anunciar la renuncia de todos sus cargos tras el fracaso electoral del 4-M. (EFE)

Pablo Iglesias lo apostó todo a una carta para cerrar su biografía política. Pretendía revestir su último capítulo con la épica del sacrificio. De haber renunciado a su carrera, su proyecto político y su cargo como vicepresidente para "frenar a la ultraderecha". Irse por la puerta grande de la historia con audacia y generosidad, tras llevar Unidas Podemos al primer Gobierno de coalición desde la vuelta de la democracia y dejarlo para morir sin honores en la trinchera del 'no pasarán'. No es que pasasen, sino que el animal político que creó el partido que acabó con el bipartidismo, el que se imponía en los debates electorales, el 'enfant terrible' que se convirtió en vicepresidente del Gobierno contra todo pronóstico se emborrachó de su propia épica, colocó un puente de plata para la campaña de sus rivales políticos y dejó su formación al borde la absorción de la que fue su escisión.

La otra batalla que disputaba Iglesias, contra Errejón, se saldó con una amplia victoria del líder de Más Madrid. El colofón que buscaba Iglesias a su biografía se lo llevó Errejón en forma de sorpaso al PSOE, empujado por el efecto Mónica García. El cierre de la biografía política de Iglesias no podría ser más distinto del que esperaba y por el que arriesgó todo su capital político. Su despedida no pudo ser otra que un resignado "caminando fui lo que fui, hasta siempre". Parafraseó 'El necio', de Silvio Rodríguez, después de anunciar que dejaba todos sus cargos. Antes de tiempo y de hacer más dolorosa una salida anunciada porque, como comienzan los versos del cubano: "Para no hacer de mi icono pedazos/ Para salvarme entre únicos e impares/ Para cederme lugar en su Parnaso/ Para darme un rinconcito en sus altares".

Una transición al adiós que ha durado unos días

Durante los últimos días de campaña, y a la vista de las encuestas propias y ajenas, el líder de Unidas Podemos ya había ido abonando el terreno para acelerar una marcha en diferido de la primera línea política que se precipitó en apenas unas horas. Oficializó que no se volvería a presentar a secretario general, poniendo fecha para su relevo: 2023. Coincidiendo con el mandato de ocho años que, según los estatutos, es el máximo si no se convoca una consulta a las bases para extenderlo de forma extraordinaria hasta los 12 años. En una reciente entrevista con el diario italiano 'Il Corrierre della Sera', Iglesias reconocía que "la política corre rápido y mi figura está gastada", para asegurar en referencia a Yolanda Díaz que "es necesario comprender cuándo dar un paso adelante para guiar y cuándo hacia atrás para estar en posición más modesta".

Su transición duraría "varios meses" hasta que se produjese un cambio en la secretaría general, pero la noche del 4-M se convirtió en el punto y final de Iglesias. No habrá bicefalia ya. El líder de Podemos, que ha renunciado a todos sus cargos, vuelve a la academia, al activismo y a la comunicación política de los que provenía. Todo se ha precipitado y la 'operación relevo' que comenzó a fraguarse el pasado verano, tras el convencimiento no reconocido de que la entrada en el Gobierno era un freno electoral para una formación a la izquierda del PSOE, junto al desgaste de su liderazgo, se consuma abruptamente.

En julio del pasado año, se comunicó la baja de Díaz de la federación gallega de Izquierda Unida, de la que fue secretaria general durante 12 años, tras el batacazo de los comicios autonómicos, como adelantó este diario. Su salida abría la primera puerta a que pudiera aspirar a liderar Unidas Podemos, lo que entonces, tanto desde el entorno de la ministra como desde el de Iglesias, se apresuraron a negar. Fuentes de IU, sin embargo, no tenían dudas de que se estaban poniendo los cimientos de lo que estaba por venir: "Es legítimo que quiera aspirar a liderar Podemos", opinaban entonces en IU.

Aunque la salida se comunicó en aquel momento, atendiendo a los procesos orgánicos del partido, el entorno de Díaz afirmaba que ya se había dado de baja al entrar en el Gobierno. De igual forma, recordaban que militaba en el PCE y apuntaban que "no tiene aspiraciones de liderar Podemos". Ahora se abre un proceso que no estará bajo el control de Iglesias, como pretendía.

El futuro es Yolanda Díaz

El alcance de la renovación está por determinar, habida cuenta de que Díaz ni es ni pretende ser militante de Podemos. Dado a las operaciones defensivas en forma de ofensiva, en esta ocasión Iglesias ha fracasado perdiéndolo todo. Tras siete años de hiperliderazgo desde que fundó y dirigió Podemos, el proceso de sucesión que ahora se pone en marcha se producirá sin tutelas. Está por definir si seguirán conviviendo de forma separada Podemos y sus confluencias, IU y el PCE. Si se precipitará un proceso constituyente y qué papel tendrán en este las voces que hasta ahora han acompañado a Iglesias, habida cuenta de que varias de ellas siguen formando parte del Gobierno de coalición, aunque bajo el liderazgo ya de Yolanda Díaz.

Las repercusiones en el Gobierno de coalición están por determinar, mientras que es de esperar que Iglesias intente escribir su relato de su puño y letra. Procedente de un entorno "marcado por las heridas del compromiso", como repetía en sus inicios políticos, no parece que vaya a pasar a la 'clandestinidad' de un día para otro. Sabotear Matrix siempre fue lo suyo, y ahora parece que quiere hacerlo de la mano de la televisión, "el gran dispositivo mediático de nuestro tiempo, lo más importante para establecer y determinar lo que piensa la gente (más aún que la educación, la familia o la Iglesia)", decía en uno de sus artículos académicos pre Podemos. Parece que fue hace un siglo. Pero fue hace pocos años.

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Pablo Iglesias lo apostó todo a una carta para cerrar su biografía política. Pretendía revestir su último capítulo con la épica del sacrificio. De haber renunciado a su carrera, su proyecto político y su cargo como vicepresidente para "frenar a la ultraderecha". Irse por la puerta grande de la historia con audacia y generosidad, tras llevar Unidas Podemos al primer Gobierno de coalición desde la vuelta de la democracia y dejarlo para morir sin honores en la trinchera del 'no pasarán'. No es que pasasen, sino que el animal político que creó el partido que acabó con el bipartidismo, el que se imponía en los debates electorales, el 'enfant terrible' que se convirtió en vicepresidente del Gobierno contra todo pronóstico se emborrachó de su propia épica, colocó un puente de plata para la campaña de sus rivales políticos y dejó su formación al borde la absorción de la que fue su escisión.

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