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El tractorista de Castilla al que siguen Buenafuente y la ministra Ribera
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en el pueblo del cementerio nuclear

El tractorista de Castilla al que siguen Buenafuente y la ministra Ribera

Con 32 años, paga cuatro nóminas con cinco tractores y 110 hectáreas de lavanda. Las fotos de su día a día se han hecho virales en Twitter tras año y pico de pandemia

Foto: El tractorista Rodrigo Carrillo. (Ángel Villarino)
El tractorista Rodrigo Carrillo. (Ángel Villarino)

Rodrigo Carrillo hace una foto desde su tractor a un zorrillo que asoma la cabeza entre la inabarcable mancha verde de la cebada. La sube a Twitter y reaccionan más de 7.000 personas, la mayoría atrapadas en el asfalto después de un año de pandemia y restricciones. Cobra valor de repente la vida de un pueblo de Cuenca (450 habitantes) situado en un desvío de la carretera de Valencia, la misma ruta que se hace a toda prisa para ir a la playa, apretando para perder de vista cuanto antes los secarrales de Castilla-La Mancha.

La cuenta de Carrillo ('Tractorista de Castilla') la siguen miles de personas, entre otras, Andreu Buenafuente, Gaspar Llamazares, Quequé y la ministra Teresa Ribera. “El que más ilusión me hace es Buenafuente, al que admiro mucho”. Sería un mérito relativo para alguien entregado en cuerpo y alma a la burbuja tuitera, pero no para un joven agricultor de Villar de Cañas (32 años) que apenas dedica unos minutos diarios a su teléfono. Un tipo que de lunes a viernes tarda horas en responder a los mensajes, que regresó al pueblo de su familia en 2013 y que ha consolidado una empresa boyante sin incubadoras de ideas, sin rondas de financiación, ni mucho más ‘networking’ que el que se hace en el bar de Pablo.

Carrillo, jugador de rugby, patillas anchas, ha hecho el camino inverso. Nació en Madrid, creció en el barrio de Ventas, estudió Sociología en la Complutense (“Me dio clase Pablo Iglesias, pero solo soporté tres clases su petulancia”) y después se marchó a vivir al pueblo. “Con la crisis, ya vi que la sociología no me iba a dar de comer y me vine con mi hermano a trabajar al campo. La rutina aquí puede ser dura, solitaria, pero creo que en general tengo más calidad de vida que los que se fueron a la ciudad. Aquí, la capacidad de ahorro es brutal. Y soy más libre. Solo dependo de mi trabajo y del tiempo que hace”.

Quedamos a mediodía junto a una iglesia renacentista del siglo XVI, en la nave que da cobijo a sus cinco tractores, donde ha colgado una bandera morada de Castilla. Hoy no ha salido al campo porque lleva varios días lloviendo, así que aprovecha para poner a punto la maquinaria, arreglar un caudalímetro con la ayuda de un par de amigos y rellenar papeles. “La burocracia es un coñazo. En el campo, el curro depende mucho del tiempo y la estación. Te puedes pasar semanas sin mucho que hacer, pero luego llega la cosecha y se trabaja desde que amanece hasta que estás hasta los cojones”.

placeholder Rodrigo Carrillo en su plantación de lavanda. (A. V.)
Rodrigo Carrillo en su plantación de lavanda. (A. V.)

Aburrido de la España vacía

Como les pasa a muchos jóvenes agricultores, está tan aburrido de la versión oficial (por ejemplo, la de Asaja, asociación de jóvenes agricultores, cuyos representantes no son exactamente jóvenes) como de las versiones noveladas: de lo de la España vacía o la del mito neorrural de vivir de un huerto con una azada y un perro… “Tengo en casa el libro de Sergio del Molino, pero aún no lo he leído. Sí que me leí ‘Tierra de mujeres’, de María Sánchez. Es un libro bonito, pero te admito que ese misticismo yo no lo he encontrado, quizá porque no tengo tanta poesía dentro. No te digo que no exista lo que cuenta, solo que yo lo veo diferente. Mi realidad es mucho más brutal que eso”.

Se refiere al alcoholismo, a los siete u ocho botellines al acabar la faena, al desempleo, a los accidentes laborales, a una conexión a internet “de mierda” y otros problemas que afectan a Villar de Cañas. “Como a cualquier otro pueblo, vamos, que tampoco somos especiales”. De vez en cuando, le llama alguien de Madrid para venirse a vivir al campo y Carrillo no tiene más remedio que ponerse serio.

placeholder El tractorista Rodrigo Carrillo. (A. V.)
El tractorista Rodrigo Carrillo. (A. V.)

“El otro día me llamó un tipo que quería plantar cáñamo sin maquinaria, plantando y segando como en la Edad Media. Y sin pesticidas ni nada, claro, que son muy ecologistas. Solo esta cosechadora, nueva, te cuesta más de 100.000 euros. Añádele las tierras, la destiladora, la nave, el almacén… A los cultivos más rentables, como la lavanda, tardas años en empezar a sacarles dinero. Para alguien que empiece de cero no sé si tiene mucho sentido, porque con la inversión inicial que necesitas puedes comprarte dos pisos en Madrid y vivir de las rentas”.

Los hermanos Carillo trabajan las tierras de su familia. Al girasol de pipa negra y la cebada (que se utiliza básicamente para forraje), su hermano y él añadieron lavandina y lavanda, muy cotizadas por la industria cosmética. Se fueron conduciendo hasta Francia para comprar unos aperos especiales para la cosechadora y ahora tienen 110 hectáreas (que traducido al tópico periodístico son unos 220 campos de fútbol). El precio ha caído con la pandemia (“la gente este año se ha perfumado menos”), pero las cuentas siguen saliendo. Pagan cuatro nóminas, incluida la suya.

Cementerio nuclear

Los campos que cultiva rodean un terreno que estuvo a punto de convertirse en un cementerio nuclear gestionado por Enresa. La parcela bajo la que iban a enterrarse los residuos radiactivos está rodeada de alambre y linda con sus campos. Dentro pastan las ovejas de Pablo, que saluda en manga corta y con un gorro peruano (“tiene ese color de piel porque se pasa el día andando al sol, pero es del pueblo de toda la vida”). El doble cambio de Gobierno (Moncloa y la Junta de Castilla-La Mancha) mató el proyecto cuando estaba ya todo hecho, incluidos la carretera y un enorme edificio de oficinas que hoy está totalmente abandonado.

Foto: José Saiz, alcalde de Villar de Cañas, ante la señal de un ATC inexistente. (R. M.)

“Me acuerdo cuando pasó Cospedal a inaugurarlo con su comitiva. Yo estaba en el campo y me llenaron de polvo. Me cabreó mucho aquello. Aquí estábamos a favor de que instalasen el cementerio, porque iba a traer riqueza al pueblo. La inversión eran 1.000 millones. Incluso yo, que al principio tenía miedo de que nadie quisiese mi lavanda por radiactiva. Pero es que al ayuntamiento llegaron miles de currículos, algunos hasta de Madrid. Una constructora levantó un bloque de viviendas en el pueblo que sigue vacío y se llegaron a abrir bares nuevos por las expectativas de negocio. Luego cambió el Gobierno (tras la moción de censura) y Emiliano García-Page dijo que ya no se hacía. Aquí nos agarramos un buen cabreo, empezando por el alcalde”.

Villar de Cañas está a solo una hora y media de Madrid y el tractorista de Castilla cubre los 143 kilómetros a menudo. “Mi novia trabaja allí y con esta conexión no se puede ni venir a teletrabajar una semana, porque en cualquier momento se queda sin internet. Ese es uno de los mayores problemas de la vida en los pueblos, que somos casi todo tíos. Amigos no me faltan, algunos de mi quinta, otros de 50 o 60 años, pero al final haces vida con todos, sin distinciones. Pero chicas aquí no hay ninguna, las cosas como son”.

Rodrigo Carrillo hace una foto desde su tractor a un zorrillo que asoma la cabeza entre la inabarcable mancha verde de la cebada. La sube a Twitter y reaccionan más de 7.000 personas, la mayoría atrapadas en el asfalto después de un año de pandemia y restricciones. Cobra valor de repente la vida de un pueblo de Cuenca (450 habitantes) situado en un desvío de la carretera de Valencia, la misma ruta que se hace a toda prisa para ir a la playa, apretando para perder de vista cuanto antes los secarrales de Castilla-La Mancha.

Emiliano García-Page Teresa Ribera
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