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Arrimadas cambia el paso: deshielo con los barones del PP e irreconciliable con Casado
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DOS VELOCIDADES DE RELACIÓN

Arrimadas cambia el paso: deshielo con los barones del PP e irreconciliable con Casado

La desconfianza entre la líder de Cs y el del PP se ha impuesto y, por ahora, no parece tener solución. Mientras, Arrimadas fortalece su entendimiento con los líderes autonómicos

Foto: Alfonso Fernández Mañueco e Inés Arrimadas, el martes. (EFE)
Alfonso Fernández Mañueco e Inés Arrimadas, el martes. (EFE)

Desde la moción de censura en Murcia, la interlocución entre las direcciones nacionales de PP y Ciudadanos está casi enterrada. De un plumazo, dejaron de compartir dos de los cuatro gobiernos autonómicos que mantenían y la relación de desconfianza entre Pablo Casado e Inés Arrimadas ha alcanzado cotas inimaginables hasta hace muy poco tiempo. La imagen contrasta con la buena relación que la líder naranja mantiene con los presidentes de la Junta de Andalucía y de Castilla y León, con quienes ha asumido en primera persona contactos fluidos para garantizar que las coaliciones agotan sus respectivas legislaturas sin más sobresaltos.

Con Alfonso Fernández Mañueco se reunió esta semana en la sede del Gobierno regional, escenificando la firmeza del pacto, “más vivo que nunca”, según dijeron los dos. La puesta en escena del encuentro fue imponente, con una comparecencia conjunta y dos atriles (protocolariamente no era necesario, porque Arrimadas no es su homóloga). En Ciudadanos, atribuyen al “carácter castellano” de Mañueco el trato recibido. El presidente ya dejó claro que el partido naranja, en lo que a él respecta, había cumplido en todo momento y que la palabra de la líder naranja no estaba en cuestión. A diferencia del caso murciano, en Castilla y León la moción impulsada por el PSOE fracasó.

Pero la deferencia que tuvo Mañueco con la líder de Ciudadanos choca por completo con la estrategia desplegada en Génova y, de hecho, en la sede nacional del partido no gustó nada la escena de Valladolid, recordando que las relaciones con el presidente popular están en su peor momento. El partido naranja, de hecho, veía complicado mantener la reunión de Castilla y León (agendada previamente) con el inicio de la campaña madrileña y la situación general, pero el PP de esa región confirmó que por ellos no había ningún problema. Y hubo encuentro.

Foto: El líder del PP, Pablo Casado, tras la presidenta de la CAM, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)

Arrimadas inició en enero una ronda de contactos con distintos presidentes de comunidades autónomas, que tenía prevista con el arranque de su liderazgo al frente del partido el año pasado y que la pandemia frenó. Hace solo dos meses, en enero, se vio con el presidente andaluz, Juanma Moreno, y hace unas semanas también visitó al de Aragón, el socialista Javier Lambán. En el caso del presidente de la Junta de Andalucía, la interlocución se ha incrementado también tras la crisis de Murcia. A pesar de que Arrimadas y Casado se intercambiaron llamadas en aquella semana de marzo, la desconfianza se ha impuesto y, por ahora, reconocen desde ambas partes, no parece tener solución. Prueba de ello fue el acto del 11 de marzo celebrado en el Retiro, donde ambos líderes coincidieron y ni siquiera se miraron.

La líder de Ciudadanos quiso garantizar a Moreno y Mañueco que sus respectivos gobiernos no corrían ningún riesgo y les aseguró, contra el criterio defendido por el PP, que la moción de Murcia se circunscribía a ese territorio por unas circunstancias muy particulares. En la cúpula naranja consideran “acreditada” su versión con la fotografía de Arrimadas y el presidente castellanoleonés: “La excusa de Ayuso para convocar elecciones diciendo que preparábamos una moción en Madrid también era mentira, como se ha visto”.

placeholder Pablo Casado e Inés Arrimadas. (EFE)
Pablo Casado e Inés Arrimadas. (EFE)

A pesar de que Arrimadas aseguró a Casado que no era cierto, el presidente del PP avaló la decisión de Ayuso porque la realidad es que en ningún caso podría esperarse lo que había ocurrido en Murcia. Sí es cierto que dos días antes de que se anunciara la moción de censura, a Teodoro García Egea, secretario general de los populares, se le encendió una alarma al recibir una llamada de Carlos Cuadrado, en ese momento mano derecha de Arrimadas. Le hizo desconfiar el tono, teniendo en cuenta que las llamadas entre ambos son habituales para coordinar y comentar la acción de sus gobiernos de coalición. Algo fallaba, pero en ningún caso podía imaginar que sería algo así, según relatan fuentes de su entorno a este diario. En Génova, no esconden que el desencanto con la líder de Ciudadanos a estas alturas se ha vuelto absoluto.

Con la campaña de Madrid, en la que el objetivo de Ayuso pasa por que el partido naranja desaparezca en la región, la relación se recrudecerá aún más. Arrimadas está volcada en la candidatura de Edmundo Bal, consciente de que en esta cita electoral se lo juega todo. Hasta el punto de que todas las decisiones pasan por sus manos, previamente analizadas por la secretaria general, Marina Bravo. Y para Casado, por su parte, los resultados de Madrid pueden ser el inicio de la ansiada “reunificación del centro derecha”. Dos objetivos incompatibles en medio de una relación completamente rota.

Desde la moción de censura en Murcia, la interlocución entre las direcciones nacionales de PP y Ciudadanos está casi enterrada. De un plumazo, dejaron de compartir dos de los cuatro gobiernos autonómicos que mantenían y la relación de desconfianza entre Pablo Casado e Inés Arrimadas ha alcanzado cotas inimaginables hasta hace muy poco tiempo. La imagen contrasta con la buena relación que la líder naranja mantiene con los presidentes de la Junta de Andalucía y de Castilla y León, con quienes ha asumido en primera persona contactos fluidos para garantizar que las coaliciones agotan sus respectivas legislaturas sin más sobresaltos.

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