El pueblo que se acostumbró a lavarse los dientes con agua embotellada
La localidad segoviana de Lastras de Cuéllar lleva seis años sin agua potable ante la inacción de las administraciones
Cada lunes los vecinos de Lastras de Cuéllar (Segovia) desfilan por las calles del pueblo con un 'pack' de seis botellas de agua de litro y medio. O dos, si algún conviviente no puede acercarse a por su lote del reparto semanal que hace el ayuntamiento. Nueve litros que se quedan cortos para siete días. El municipio no dispone de agua potable desde hace seis años por culpa de la presencia de arsénico y nitratos del agua que proceden de su subsuelo.
La presión del alcalde durante este tiempo y el hastío ciudadano que estalló el año pasado han propiciado que las antiguas promesas se conviertan ahora en un proyecto de obra ya adjudicado que invita a ver la luz al final del túnel, aunque de todos modos alargará este problema impropio del siglo XXI otro año más.
“Aquí el día empieza cuando te levantas, te vas a lavar los dientes y lo tienes que hacer con agua embotellada. Afecta a todo: el agua de la cafetera es embotellada, también para lavar la fruta y la verdura, para cocer unos huevos, cocinar pasta o hacer un guiso. Yo, a mis perros les echo agua embotellada”, relata la miembro de la plataforma de vecinos Lastras Potable Ya, Mercedes Rodríguez. Las turbulencias llegaron en 2014, cuando los indicadores marcaron por primera vez niveles de arsénico superiores a los establecidos por la Unión Europea en el acuífero que surte de agua a Lastras de Cuéllar. La solución de las administraciones fue un parche, así lo reconocen en el ayuntamiento, pues la falta de dotación presupuestaria por parte de las instituciones superiores obligó a poner un filtro de arsénico para potabilizar el agua a sabiendas de que era una solución temporal y que no serviría en caso de aparecer nitratos.
El arsénico reapareció al finalizar el periodo hábil del filtro y también los nitratos; y entre subidas y bajadas en los índices, los cerca de 350 vecinos del pueblo han visto desde 2014 cómo el agua era potable un mes y no lo era al siguiente. “Al final seguía siendo agua contaminada, porque un mes el valor era de 51 mg/l y no se consideraba potable y al siguiente con 49 sí”, argumentan en la plataforma. Tras la presión del ayuntamiento, el movimiento vecinal con protestas en las calles y el engalanamiento de las viviendas con las botellas vacías, las reuniones de la plataforma con procuradores en las Cortes de Castilla y León o con el propio consejero de Fomento y Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones, finalmente se ha licitado y adjudicado la obra que traerá el agua del manantial de las fuentes del Cega, situado a tan solo cuatro kilómetros pero con una obra faraónica más por lo que ha costado conseguirla que por su dotación. Se licitó en 700.000 euros, aunque la empresa adjudicada finalmente lo rebajó a unos 550.000 euros, una cantidad que para el ayuntamiento supone en torno al 20 por ciento y el resto corresponde a la Diputación de Segovia y la Junta de Castilla y León.
Es el alcalde, Andrés García (Ciudadanos), quien confiesa a El Confidencial que por el momento la empresa adjudicataria está cumpliendo e incluso adelantando los plazos, por lo que confía que la obra, con previsión inicial de 8 a 9 meses, pueda estar concluida a final de año. “Espero y deseo que en Navidades lo tengamos”, augura el edil, quien ya se encontró este problema al ocupar la alcaldía en 2015, un quebradero de cabeza continuo “al ser el agua un bien tan necesario”. Explica que desde que comenzaron los problemas de contaminación del agua pidieron que se les conectase con los manantiales por tener estos un agua “de calidad y extraordinaria” y estar más cercanos a Lastras de Cuéllar que a cualquiera de los otros cinco pueblos que nutre. Por entonces, la Junta solo ofreció 60.000 euros al consistorio, siendo inviable para un municipio tan pequeño hacerse cargo del resto, por lo que aceptaron poner el filtro de arsénico que lo único que hizo fue aplazar el problema.
“¿Voluntad? Como todo en esta vida, hay veces que se pone más y otras menos, depende de los presupuestos y de que hay muchos pueblos en la misma situación. Hay que estar continuamente empujando, las cosas no son tan fáciles como llegar y pedirlo”, detalla el alcalde, quien considera que el problema “al menos parece que ya está solucionado”, gracias a la insistencia política y a la presión ciudadana. Los vecinos sí denuncian que desde la Diputación y la Junta se ha ido aplazando un problema que afecta a un bien de primera necesidad, por lo que se sienten “ninguneados” por el trato. “El presidente de la Diputación se puede comprar un coche de 80.000 euros, pero hasta ahora no han acordado la obra que a nosotros nos facilita la vida”, estalla Mercedes, uno de los seis miembros de la plataforma, creada el año pasado animados por el éxito que tuvieron las protestas vecinales ante el intento de retirar el servicio médico del pueblo.
“Nosotros entendemos que el ayuntamiento ha tenido un trabajo importante detrás de esto y pensamos que no les han hecho caso. Al principio no hicimos ruido, hemos estado seis años calladitos y al ser un municipio pequeño lo han dejado pasar”, reconoce, en un periodo en el que en la plataforma han considerado que “se han reído de los vecinos” al tener que pagar 60 euros anuales en facturas cuyo concepto es “servicio de agua potable”. Agradecen al ayuntamiento el reparto de agua potable cada lunes entre las 9:30 y las 11:00 de la mañana por un precio testimonial de 30 céntimos el paquete de seis botellas, que sin duda “se queda corto y a mayores o compras más agua o directamente te vas a las propias fuentes de donde se quiere traer el agua a llenar garrafas”.
De esta manera se han acostumbrado a vivir en un pueblo que esquiva los problemas intestinales, cardiacos y circulatorios que propicia el residuo pesado que tiene su agua. “Desgraciadamente, lo normalizas. Tienes una botella al lado del grifo, y como el papel del baño que se acaba un rollo y traes otro, pues con el agua igual. Es horrible decirlo, cuando voy a ver a mi hermana a Madrid hasta busco las botellas antes de darme cuenta de que allí se puede beber del grifo”, ejemplifica Mercedes. Ahora aplaude que la obra pueda finalizarse en el presente año, e invita a celebrarlo “con un buen chupito de agua de las fuentes”.
Cada lunes los vecinos de Lastras de Cuéllar (Segovia) desfilan por las calles del pueblo con un 'pack' de seis botellas de agua de litro y medio. O dos, si algún conviviente no puede acercarse a por su lote del reparto semanal que hace el ayuntamiento. Nueve litros que se quedan cortos para siete días. El municipio no dispone de agua potable desde hace seis años por culpa de la presencia de arsénico y nitratos del agua que proceden de su subsuelo.
La presión del alcalde durante este tiempo y el hastío ciudadano que estalló el año pasado han propiciado que las antiguas promesas se conviertan ahora en un proyecto de obra ya adjudicado que invita a ver la luz al final del túnel, aunque de todos modos alargará este problema impropio del siglo XXI otro año más.