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Un siglo en las calles de Madrid: así sobreviven los comercios centenarios al covid
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GENERACIONES DETRÁS DEL MOSTRADOR

Un siglo en las calles de Madrid: así sobreviven los comercios centenarios al covid

Los negocios que llevan más de 100 años en la capital explican cómo están pasando estos meses y cuál es su receta para poder sobrevivir a la mayor crisis que han atravesado

Foto: Comercios centenarios de Madrid. (Alejandro Martínez Vélez)
Comercios centenarios de Madrid. (Alejandro Martínez Vélez)

Desde su discreta esquina en la céntrica calle de Augusto Figeroa, en Madrid, la tienda 'La Gloria' ha visto pasar una guerra civil, una dictadura y varias crisis económicas. Pero ni José ni Mariano, primos y encargados, ni sus bisabuelos que pusieron en marcha el negocio, tienen constancia de haber vivido nunca nada parecido a la pandemia que desde hace un año lo impregna todo.

Hace más de un siglo, desde 1892, que se dedican exclusivamente a la venta de uniformes de hostelería y sanidad. Y la pandemia ha golpeado de lleno el sector del que han dependido toda su historia. Los números están claros, y no salen: del 70% que suponían antes sus clientes de restaurantes y hoteles, ahora ronda el 30%. Para poder subsitir han tenido que reorientarse al ámbito sanitario, que hasta ahora había sido minoritario.

placeholder José mostrando los gorros de sanitarios que venden ahora en La Gloria. (A.M. Vélez)
José mostrando los gorros de sanitarios que venden ahora en La Gloria. (A.M. Vélez)

"Nunca antes había cerrado la tienda tanto tiempo como durante el confinamiento. Pero los gastos han seguido ahí. Y eso que tenemos suerte porque el local es nuestro, si no habría sido imposible asumir un alquiler de cuatro o cinco mil euros, que es lo que cuestan por aquí", explica Mariano Arrese desde detrás del mostrador.

"Tenemos suerte porque el local es nuestro, sino habría sido imposible"

En estos meses han visto echar el cerrojo a muchos comercios de alrededor que llegaron después que ellos. Grandes y medianas firmas que, ante el descenso del trasiego de la aledaña calle Fuencarral, no han podido mantener el ritmo de caja y cubrir gastos. “Ha habido semanas desesperantes, de abrir y que no pasase nadie ni sonase el teléfono en todo el día…", cuenta José Fresneda. Los dos han dejado de cobrar su sueldo algunos meses para mantener a flote el negocio familiar, pero reconocen que es algo que no todos pueden permitirse.

placeholder La Gloria está especializada en chaquetas y uniformes para hostelería. (A.M.V.)
La Gloria está especializada en chaquetas y uniformes para hostelería. (A.M.V.)

Entre su clientela se encuentran otros comercios centenarios de la capital, como el restaurante Lhardy, la Mallorquina, el hotel Palace o, incluso, Parques Reunidos. También muchos turistas que aprovechaban su paso por Madrid para llevarse las mismas chaquetas de cocina que usan las Estrellas Michelín.

Ahora todo eso se ha parado, por lo que desde marzo llevan intentando potenciar su otra especialidad, hasta que la hostelería vuelva. "Empezamos a hacer mascarillas y eso nos permitió pagar la luz un tiempo, pero ahora con lo de las FFP2 obligatorias está bajando otra vez", explican. "También nos estamos enfocando más en el uniforme sanitario, que antes suponía un 30% del negocio y ahora es al revés. Hemos sacado muchos más modelos de gorros o pijamas. Pero no es igual, hasta que la hostelería no vuelva, va a ser difícil".

En Madrid quedan 157 negocios que llevan más de un siglo despachando y atendiendo a los madrileños, según la base de datos de comercios centenarios que recopila el ayuntamiento. La gran mayoría están en el centro de la capital y los hay de todos los tipos: desde tiendas de artículos religiosos, boterías, cererías o restaurantes cuyas especialidades son ya tan famosas como sus nombres. A cada una le ha afectado la crisis de una manera, pero ninguna de ellas ha quebrado en este tiempo gracias a las rentas de llevar un siglo en el negocio.

Un siglo junto al Rastro

José Benito nunca había vivido tantos domingos con el Rastro cerrado, y eso ha repercutido directamente en la cantidad de bocatas de calamares y raciones de gambas —marca de la casa— que despacha. "Antes del covid cada domingo éramos 11 personas. Ahora estamos tres: un empleado, mi mujer y yo. Hay tardes que cierro a las cuatro porque para poner dos cañas no me compensa", explica el dueño de El Pescador, que lleva desde 1892 en la Ronda de Toledo.

placeholder José Benito, en la terraza de su bar en Ronda de Toledo. (A. M. Vélez)
José Benito, en la terraza de su bar en Ronda de Toledo. (A. M. Vélez)

El grito de guerra del local siempre ha sido "al fondo hay sitio" —aunque fuese mentira—, pero este hostelero reconoce que hace un año que no lo pronuncia porque su barra no se llena. Ni siquiera su abuelo, quien tomó las riendas del negocio en la posguerra, vio caer tanto la clientela. "Entonces había mucho que construir y los trabajadores venían a tomar algo, pero esto ha sido como una guerra sin que se reconstruya nada. Mi padre tiene 86 años, viene a comer aquí y dice que jamás pensó que vería esto. De jóvenes también lo pasaron mal, cuando se fue el mercado central del pescado [por el que recibe su nombre] a Mercamadrid, pero aguantaron mejor".

Ni siquiera las crisis económica del 90, la del 2008 o el cierre del Calderón, explica, les afectaron tanto. "Con las crisis aunque la gente tuviera poco dinero salía, ahora no es cuestión de dinero. Es la primera vez que he tenido que prescindir de mis empleados. Y estoy deseando llamarles para que vuelvan", cuenta en su terraza, completamente vacía. "Aguanto porque el local es mío y estaré hasta que me jubile y lo ponga en alquiler. Mis hijos tienen carrera y espero que se coloquen en otra cosa".

placeholder El Pescador ya no se llena los domingos. (A. M. Vélez)
El Pescador ya no se llena los domingos. (A. M. Vélez)

A escasos metros de allí está la 'Mantequería Andrés', vecinos desde hace un siglo que, aseguran, se sienten afortunados. Su tienda de especialidades gastronómicas ha sobrevivido bastante mejor que otros colegas centenarios de la capital, simplemente por su propia naturaleza. "Comer hay que comer y en nuestro caso no nos podemos quejar. Solo cerramos un mes en abril y fue por el exceso de pedidos que teníamos con el confinamiento. La gente cogió miedo a salir pero nosotros seguimos trabajando de otra forma", explica Andrés de las Heras, segunda generación del negocio, que nadie sabe quién fundó originalmente en 1870.

placeholder La clientela fiel ha sido fundamental para mantenerse. (A. M. Vélez)
La clientela fiel ha sido fundamental para mantenerse. (A. M. Vélez)

El giro que dio este negocio de tienda de ultramarinos a especializada en productos gourmet y de temporada, ha sido la clave para mantenerse este año. "Ya que no se puede salir, muchos se llevan mejores productos para comer en casa. Con todo esto no nos ha quedado mucho más que el comer bien", bromea tras el mostrador, parapetado con mamparas.

"Con todo esto no nos ha quedado mucho más que el comer bien"

Su clientela ha seguido fiel a la mercancía que conocen y que eligen escrupulosamente. Los mejores sobaos de Cantabria, los mejillones más gordos de Galicia o los espárragos más jugosos de La Rioja. Aunque ya tenían en marcha la web antes de que España cerrase, explican que ha sido en estos meses cuando han empezado a potenciarla para abrirse al comercio electrónico. En marzo y abril lo hicieron todo por teléfono, Whatsapp o correo electrónico: "Tenemos muchos clientes que no son del centro y venían en coche, recogían y se iban", explica. De hecho, el aforo de tres personas que tienen ahora no impide que el trasiego de clientes se detenga en ningún momento.

placeholder Andrés (d) junto a dos de sus empleados. (A. M. Vélez)
Andrés (d) junto a dos de sus empleados. (A. M. Vélez)

En todo Madrid, de enero de 2020 al mismo mes de este año, se ha reducido el número de locales abiertos en un 13% de manera general. Son más de 15.000 negocios que no han podido seguir adelante, según datos del censo de locales del ayuntamiento de Madrid. No a todos los sectores les ha afectado por igual, pero también influye dónde y qué tipo de clientela tengan habitualmente.

La farmacia de toda la vida

Pero no todo el impacto de la pandemia se nota en las cifras de facturación. En la Farmacia De la Serna, en pleno Lavapiés, este año ha sido el más estresante desde que Paloma y Beatriz, madre e hija, están al frente del negocio familiar. "Ha habido mucha más carga de trabajo, primero porque hemos tenido que suplir la carencia del centro de salud, que lo están cerrando. Además, tenemos que resolver más dudas de los pacientes porque no consiguen hablar con sus médicos o ir más a las casas a atender a los más mayores…", explica Paloma, la madre. "Y a eso suma tener que informarnos sobre cada mascarilla o producto que salía. O sobre los proveedores, que ha sido muy difícil saber qué comprabas en algunos momentos", continúa Beatriz.

Esta farmacia de barrio data de 1836, pero fue en 1945 cuando el bisabuelo de Beatriz introdujo a la familia en el negocio. Entre las cajas de colores de cada medicamento, conviven frascos marrones con víboras disecadas, prensadores para hacer aspirinas o boticarios con gránulos medicinales. Presumen además de laboratorio propio para hacer fórmulas magistrales, servicio que apenas puede verse ya en las farmacias modernas. "Lo tenemos más porque nos gusta que por lo que se usa, porque los médicos ya no mandan estas fórmulas salvo para personas que por lo que sea no puedan usar las dosis habituales. La usamos dos o tres veces al mes, y mi abuelo hacía unas 40 al día".

placeholder Paloma y Beatriz son madre e hija y encargadas de la farmacia La Serna (A.M.V.)
Paloma y Beatriz son madre e hija y encargadas de la farmacia La Serna (A.M.V.)

La suerte de Farmacia de la Serna es estar en un barrio con espíritu de cercanía. Por eso, dicen, han podido mantener la clientela, "pero otras en el centro o en grandes superficies lo han tenido muy difícil o han cerrado directamente porque vivían de gente de paso o turistas. Además tienen mucha más pérdida de stock de productos como los antigripales, que este año nos van a caducar a todos”, cuenta Beatriz, la generación que tomará las riendas de este negocio centenario.

Pero incluso en esa clientela fiel que les permite sobrevivir han visto expresiones y actitudes desconocidas hasta ahora. "La gente está mucho más deprimida y estresada, algunos incluso agresivos. Hay días que nos vamos hechas polvo", cuenta Paloma. "Y luego las personas de toda la vida que han dejado de venir, ya sea porque se han ido al pueblo o porque han fallecido y eso también te afecta, claro".

También Carlos Vallejo, justo enfrente, ha lamentado la pérdida por defunción de muchos de sus clientes, aunque no tanto como la influencia de Amazon, donde muchos acudieron a comprarse maquinillas para cortarse el pelo en casa durante el confinamiento. Las sillas del siglo pasado que se conservan en 'Peluquería Vallejo', fundada en 1905 por su abuelo, están desde marzo del año pasado más vacías, porque últimamente no hay ni turistas que se acerquen atraídos por la solera de su fachada.

placeholder Carlos Vallejo heredó el negocio de su abuelo. (A. M. Vélez)
Carlos Vallejo heredó el negocio de su abuelo. (A. M. Vélez)

En su caso, todavía no tiene claro si sobrevivirá a esta crisis. "Tendremos que ver cómo nos va en marzo y abril respecto al año pasado, porque el local no es nuestro y el casero no nos baja el alquiler", explica.

La estampa que se observa hoy es muy distinta a la de la foto en blanco y negro que preside el lugar, con una veintena de peluqueros y clientes en fila arreglando barbas o cortando el pelo. El local ha cambiado poco en un siglo, más allá de las restauraciones obligatorias. Tampoco se plantea hacerlo, conscientes de que si sobreviven a esta es gracias a esa antigüedad que les diferencia de las grandes cadenas. "Nos estamos anunciando más por redes, haciendo más promociones... Pero ahora mismo poco más podemos hacer".

Desde su discreta esquina en la céntrica calle de Augusto Figeroa, en Madrid, la tienda 'La Gloria' ha visto pasar una guerra civil, una dictadura y varias crisis económicas. Pero ni José ni Mariano, primos y encargados, ni sus bisabuelos que pusieron en marcha el negocio, tienen constancia de haber vivido nunca nada parecido a la pandemia que desde hace un año lo impregna todo.

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