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Pepa Bueno: "Las treintañeras estafadas hacen imparable el feminismo"
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Pepa Bueno: "Las treintañeras estafadas hacen imparable el feminismo"

Fue la primera mujer directora y presentadora del telediario de las nueve de la noche en TVE. También fue la primera en ponerse al frente del 'Hoy por hoy', de la Cadena Ser

Foto: La periodista Pepa Bueno. (Alejandro Martínez Vélez)
La periodista Pepa Bueno. (Alejandro Martínez Vélez)

Pepa Bueno (Badajoz, 1964) narra en 'Vidas arrebatadas' la historia de José Mari y Víctor, dos víctimas de la banda terrorista ETA. "No es la historia de las víctimas, porque cada una ha gestionado el dolor como ha podido", explica. Tampoco se trataba, dice, de buscar culpables. "Soy una empática enfermiza", reconoce. La entrevista se realiza un miércoles a media mañana en una de las terrazas de la madrileña plaza de Olavide. La periodista aparece sonriente y con los brazos abiertos desde una de las bocacalles.

Fue la primera mujer directora y presentadora del telediario de las nueve de la noche en TVE. También fue la primera en ponerse al frente del 'Hoy por hoy', de la Cadena Ser, y actualmente es directora y presentadora de 'Hora 25'. Pero lo que le preocupa es que se le atrofien las antenas, por eso no quiere protagonismos ni que el ego le juegue una mala pasada. "He visto mucho talento perderse por el camino, por eso me da tanto miedo", aclara.

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Foto: A.M.V.

PREGUNTA. Esta mañana en redes sociales había un debate intenso sobre la necesidad o no de entrevistar a Isabel Medina, supuesta 'influencer falangista'. ¿Usted qué habría hecho?

RESPUESTA. Yo entrevistaría hasta al diablo. Pero lo entrevisto si va a contarme por qué lo es, porque convertirme en plataforma para escuchar soflamas no me interesa. Mi oficio es preguntar y tratar de explicarme por qué pasan las cosas. No hay nadie, por más que sus ideas me repugnen, ante quien yo no me pusiera a hacer preguntas. Y dicho esto, a estas alturas de mi carrera creo que distingues muy bien cuándo la entrevista es un instrumento que aporta información a quien te escucha y cuándo sirve para que alguien coloque un mensaje inalterable. Por eso la entrevista política ha perdido todo el interés. Es malo para ellos, para nosotros y para la sociedad.

P. ¿Cuesta mucho contenerse? Ya sabe que, como apriete, muchos ya no vuelven.

R. En campaña electoral muchas veces. Y con eso soy especialmente autocrítica. He hecho algunas entrevistas volcánicas, donde ha habido mucha tensión. Con Oriol Junqueras; con Raül Romeva, que encima había sido tertuliano mío en TVE; con Dolores de Cospedal; con Zapatero en Moncloa, en la época donde el Gobierno decía aquello de la desaceleración económica... Nuestra labor es someterlos al principio de contradicción, y cuando ves que haces una pregunta y una repregunta y se te va… Y no hay una plantilla para entrevistar. Esos que dicen "la entrevista tiene que ser" de una u otra manera es porque se creen más importantes que el entrevistado. Me interesan más los demás que yo misma, aunque te esté dando una entrevista en este momento (risas).

P. ¿Quién se le resiste, sea o no diablo?

R. Durante mucho tiempo fue Aznar, pero finalmente lo conseguí. Ahora no hay quien se resista, porque en el último año, con la pandemia, tiré a la basura la agenda informativa y opté por hablar solo con aquellos que tuvieran una responsabilidad directa en la gestión de esta catástrofe. Desaparecieron todos los portavoces de los partidos, que siempre quieren venir. Eso me ha creado una inercia y soy mucho más selectiva. Quiero información relevante para los oyentes, que están cansados, con miedo y llenos de incertidumbres.

Esos que dicen "la entrevista tiene que ser" de una u otra manera es porque se creen más importantes que el entrevistado

P. Hoy, en la sesión de control, se hablaba de temas que intuyo que nadie comenta en esta terraza de la plaza de Olavide…

R. ¿Tú sabes lo peligroso que es eso? Hay dos autopistas que van en paralelo y parece que jamás se cruzan, están las conversaciones de los periodistas y políticos y las del resto de personas. Eso es suicida, y si no fíjate lo que les ha pasado a algunos en las elecciones catalanas. Que en plena pandemia, cuanto más miedo teníamos, convirtieron aquello en una batalla política. Me da la impresión de que la gente que vota está mucho más cerca de la sensatez que los dirigentes que votan. Mantuvieron a Feijoo, a Urkullu, y han premiado a Illa.

P. Vámonos a una época en la que no había redes sociales y a otro lugar. A Badajoz, donde nació. ¿Siempre quiso ser periodista?

R. Desde que me recuerdo. No sé precisar ni por qué, porque no había periodistas en la familia. Pero tengo una imagen de mí misma con el cepillo redondo de alisar el pelo, en el espejo del baño de casa, retransmitiendo las elecciones como si fuera para un examen. Debía tener yo ahí, no sé, 12 años. Supongo que ayudó mi curiosidad por ver el mundo, cuando te crees que vas a ser Oriana Fallaci y luego te das cuenta de que no. Y tuve la enorme fortuna de que mi hermana mayor es muy lectora, y su pequeña biblioteca fue lo que me abrió el mundo. Sus libros fueron inoportunos porque no eran para mi edad, mi barrio de Badajoz se hizo más grande. Como era muy buena estudiante y de una casa de trabajadores, la cosa estaba clara: "Que la niña haga Derecho".

En medio se cruzó el teatro. Estuve cinco años en el Centro Dramático Regional de Extremadura en los primeros 80, era joven y me hizo leer a Brecht y a Chéjov rodeada de gente mayor. Fueron lecturas que me hicieron crecer y aprender. Viví mucho de rentas y creo que sigo haciéndolo (risas). Estuve a punto de dedicarme a ello, pero como era buena estudiante me matriculé en Periodismo. El primer año de carrera me decepcionó mucho y busqué prácticas para saber si merecía la pena continuar. Mi madre había fallecido y las conseguí en TVE, pero opté por hacerlas en Radio Badajoz para estar con mi padre y mi hermana pequeña. A los quince días ya estaba diciendo: "¡Pero cómo he vivido hasta ahora sin hacer un parte de sucesos!". Así hasta hoy.

P. Hablemos de ser mujer en el periodismo y ser jefa en el periodismo. Escribió en un artículo que las redacciones están llenas de mujeres y los despachos de hombres, en los 80 y también ahora. ¿Esa balanza se equilibrará algún día?

R. Soy optimista de naturaleza, incluso un poco naíf y posibilista. Creo que a veces demasiado, porque me dedico a arreglar vidas ajenas. El feminismo es imparable, y con las jóvenes aún más. Pero no es un camino fácil ni en línea recta. ¿Estamos igual hoy que entonces? Para nada. Hemos avanzado mucho, y en los últimos cuatro o cinco años aún más. Y hay un factor que me parece determinante, que son las treintañeras estafadas.

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Foto: A.M.V.

P. Desgráneme ese término, por favor…

R. En 2018, que fue cuando estalló la última ola de feminismo en España, estaba rodeada de ellas. Las educamos en igualdad con respecto a sus hermanos, sus compañeros de pupitre y sus parejas. Hicieron su carrera, su máster… y a los 30 descubren que hay techos de cristal, y las que quieren ser madres ven que es un parón en su carrera. Todo eso junto hace imparable el movimiento. Y eso genera reacciones, y la polarización no ayuda. Responde a lógicas muy masculinas y muy del pasado. Me cuesta expresarlo, pero es algo tan de machos alfa disputándose el territorio... El feminismo ha sido siempre más transversal, más horizontal.

P. Recuerdo conversaciones con compañeras a las que les chirriaba el feminismo de Ana Patricia Botín, como si fuera una estrategia de marketing… A mí me interesa que vaya calando, sea cual sea el interés.

R. Estas discusiones yo también las he tenido. A mí fue a quien le dijo Ana Patricia Botín que era feminista. Nos sirve muchísimo y bienvenido sea cualquiera con tal de que gane la conversación. Ahora bien, toda esta presencia activa de las mujeres no se puede quedar en cuatro cambios cosméticos. "Hacemos un plan de igualdad", "ponemos a dos mujeres en el consejo de administración"… Es algo más profundo y altera tanto el orden en la vida cotidiana como en la económica. Es una batalla larga y con resistencia en contra. Hemos denostado tanto lo políticamente correcto, cuando no supone más que civilización… Lo otro es la brutalidad.

P. Primera mujer directora y presentadora en un telediario de las 9 y primera mujer al frente de 'Hoy por hoy'. No me mienta, por favor. ¿A qué olía la primera reunión a la que acudió con galones?

R. Te cuento algo que no he contado nunca. Cada vez que me preguntan por esto llamo luego a Fran Llorente y le pregunto: "Oye, Fran, esto pasó de verdad, ¿no?". A nadie se le escapa que son los dos espacios de 'prime time' con más influencia, mejor remunerados y con más prestigio. Así que durante muchos años hicieron circular el rumor de que ahí las mujeres no funcionaban. Llegamos y no solo no pasó nada, sino que ganamos audiencia en ambos casos.

Toda esta presencia activa de las mujeres no se puede quedar en cuatro cambios cosméticos

P. Serán los mismos que dijeron que con la ley antitabaco se iba a hundir la hostelería.

R. Sí, los mismos. Pero los gurús se iban sucediendo unos a otros, reservándose su sitio en los mejores espacios. Te da mucha satisfacción haber roto ese techit; y también mucha pena, porque estamos hablando de 2009.

P. También ha hablado y escrito sobre la tiranía de la imagen. Me gusta mucho cuando cuenta que una directora presentadora tiene una hora menos que su compañero para preparar los contenidos del programa porque tiene que arreglarse… ¿También es ahí optimista?

R. En el tema de la imagen, fíjate, veo cierta regresión. Y creo que es más de una hora la exigencia para las mujeres en televisión. ¿Alguien me imagina presentando con las canas que hacen atractivo a Lorenzo Milá o a David Cantero? A mí me encanta ver cómo las jóvenes rompen con algunos tabúes que mantenemos nosotros, como la depilación, por ejemplo. Están reescribiendo la mirada sobre su cuerpo y la de los demás. El catálogo en el que un hombre hace imagen es infinito. Alto, bajo, gordo, flaco, viejo, joven, con o sin pelo. Repasemos el de ellas, es mucho más pequeño.

Eso sí, aunque lo critico en mi día a día también tengo una hora menos; y cuando estaba en televisión cuidaba mi imagen e invertía en ella para alcanzar el arquetipo. Que tú reconozcas que existe no te libra de caer en ellas. Caigo en trampas todos los días.

P. Me cuenta gente de su equipo que como jefa, una de las cosas que menos le gustan es que le den la razón a la primera. ¿De qué planeta viene, Pepa Bueno?

R. Creo que es inseguridad, pero también de que la única manera de no equivocarte es escuchar a tu gente. No me gusta tener un equipo en el que todos sean iguales, y tampoco que me den la razón. Siempre digo: "Arguméntame eso". Creo que las buenas ideas salen del intercambio. Me pasa mucho con Aimar (Bretos), que es también muy cabezón y a veces tenemos ideas muy claras pero muy distintas. De ahí solo pueden salir buenos programas.

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Foto: A.M.V.

P. ¿De ego cómo andamos?

R. Bueno, digamos que soy ambiciosa y vanidosa; pero el periodista que tiene mucho ego no hace periodismo, hace otra cosa. Comunicación de sí mismo, por ejemplo. Y a mí lo que me interesan son las historias de otros, no hacerme selfies. Somos prescindibles, así que mejor que no se nos atrofien las antenas.

P. Este debut como escritora ha sorprendido a muchos. También incluso por el tema escogido…

R. Déjame decirte una cosa: me encanta no ser previsible. Me habían propuesto libros sobre feminismo, periodismo… y no había visto nunca el momento porque tengo mucho respeto por el escritor. Pero esta historia merecía la pena. Cuando me dicen que hay dos víctimas de ETA que quieren contar su historia, y los conoces, y son dos personas que han escrito con una desconfianza tremenda hacia un mundo que les ha fallado pero confían en ti… me quité los pudores intelectuales pero tenía muchas razones para mis temores. Me espanta la figura del que porque tiene un nombre puede hacer lo que quiera. Este libro es la historia de Josemari y Víctor, no de las víctimas, porque cada uno ha gestionado su dolor como ha podido. Escribir es un oficio muy serio y me he torturado mucho en el proceso.

Pepa Bueno (Badajoz, 1964) narra en 'Vidas arrebatadas' la historia de José Mari y Víctor, dos víctimas de la banda terrorista ETA. "No es la historia de las víctimas, porque cada una ha gestionado el dolor como ha podido", explica. Tampoco se trataba, dice, de buscar culpables. "Soy una empática enfermiza", reconoce. La entrevista se realiza un miércoles a media mañana en una de las terrazas de la madrileña plaza de Olavide. La periodista aparece sonriente y con los brazos abiertos desde una de las bocacalles.

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