La fuga de El Piojo llega a su fin tras embestir a dos coches policiales con uno robado

La detención de Jonathan Moñiz, alias El Piojo, ha sido tan espectacular como su fuga. La huida, de más de dos meses, ha acabado este lunes después de una persecución por el distrito madrileño de La Latina, en la que el conocido butronero embistió a dos vehículos policiales con uno robado.

Finalmente, agentes del grupo XXI de la Brigada de Policía Judicial de la Jefatura Superior de Policía, junto con policías de la comisaría de Usera-Villaverde, interceptaron el vehículo y detuvieron al delincuente, fugado de la prisión de Valdemoro (Madrid) desde el pasado 5 de diciembre.

La detención del Piojo ha sido tan espectacular como su fuga, cuando serró los barrotes de las ventanas de la cárcel

Para su huida, junto con su hermano, El Piojo accedió al almacén de la planta baja del centro penitenciario, donde se guardan las pertenencias de los presos, al parecer con una llave que habían fabricado. Según la investigación abierta, serraron los barrotes de las ventanas y salieron a un tejadillo, desde donde accedieron a las vallas, la última de ellas de siete metros, en una zona custodiada por la Guardia Civil.

Se sospechaba desde el principio que pudieron recibir ayuda tanto del interior por parte de algún preso como del exterior. Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio de Interior, abrió una investigación interna para determinar posibles responsabilidades por la fuga, ya que se apunta a que las alarmas de seguridad de la prisión sonaron varias veces aquel día. En cualquier caso, el juez de Instrucción número 7 de Valdemoro ha abierto diligencias para investigar la fuga.

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Nacido en agosto de 1989, el Piojo es un viejo conocido de las fuerzas de seguridad y las fuentes consultadas le definen como un delincuente escurridizo a pesar de su edad. Se le detuvo el pasado marzo dentro de una operación contra dos bandas de butroneros especialistas en abrir cámaras acorazadas de joyerías.

El módulo 9 de la cárcel de Valdemoro en el que estaban ingresados contaba, cuando se produjo la fuga de los internos, con dos funcionarios, uno de carrera y otro en prácticas, para 90 internos, según indicaron fuentes sindicales. Los dos hermanos eran ordenanzas del 'office' del módulo 9 del penitenciario madrileño, un cargo que les otorgaba ciertos privilegios, como gozar de "más libertad de movimiento que el resto de los presos" por su buena conducta.