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De intentar asesinar a Mainat a salvarle la vida: la Justicia estudia si archiva el caso
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La defensa plantea al juez dos hipótesis

De intentar asesinar a Mainat a salvarle la vida: la Justicia estudia si archiva el caso

La defensa de Ángela sostiene, en un escrito reciente, que trató de salvarle la vida a su exmarido. Sus abogados han pedido el archivo de la causa con argumentos de notable calado

Foto: La esposa del productor televisivo, Josep Maria Mainat, Ángela Dobrowolski. (EFE)
La esposa del productor televisivo, Josep Maria Mainat, Ángela Dobrowolski. (EFE)

El comportamiento poco racional de Ángela no la ayuda. Intentar entrar en la casa que Mainat tiene en Canet de Mar, ser detenida cuando trataba de acceder a la vivienda del barrio de Horta en Barcelona para ver a sus pequeños… Todas estas iniciativas la han cubierto de un manto de locura ante la opinión pública y el convencimiento ha calado tanto que hasta a los magistrados que toman decisiones en sus procedimientos les va a costar librarse de esa imagen de mujer irracional, peligrosa, que escala tejados o entra por ventanas de domicilios que no habita. Recuperar la custodia de sus hijos se antoja hoy en día imposible. Los que la quieren condenan su conducta, reconocen que no es inteligente, pero aseguran que se siente acorralada por el enorme poder personal y económico de su todavía marido.

Los problemas de Ángela con la ley tienen un origen en un solo episodio, una presunta tentativa de asesinato. En teoría habría tratado de matar a su marido Josep Maria Mainat pinchándole insulina y provocándole una hipoglucemia. Es lo que afirma la investigación. Sin embargo, la defensa de Ángela sostiene que muy al contrario, que trató de salvarle la vida. En un escrito reciente, sus abogados, según ha sabido El Confidencial, han pedido el archivo de la causa con argumentos de notable calado.

El primero de ellos tiene que ver con el glucómetro. Según los investigadores, Ángela comprobó con el aparato que su marido tenía una hipoglucemia (47 de azúcar en sangre) a las 2.26 de la madrugada. Diez minutos después, a las 2.36, volvió a medirle y el resultado fue de 52. En vez de llamar inmediatamente a urgencias, argumentan los responsables de las pesquisas, se fue a dormir y le dejó caminar hacia la muerte durante 34 minutos, que fue cuando descolgó el teléfono y comunicó con el Servicio de Emergencias Médicas. Obviamente, eso tiene pinta de una tentativa de asesinato. Sin embargo, hay una prueba objetiva e incontestable que demuestra que esta afirmación no se ajusta a la verdad y es la propia llamada al SEM. Durante la misma, el operador de Emergencias, la iniciativa es suya, solicita a Ángela que pinche a Mainat y le diga qué valor tiene en sangre. El horario en el que se produjo la llamada no es manipulable, ni cabe el error. De esta forma se concluye que la medición que arrojó un resultado de 52 en sangre, en vez de a las 2.36 minutos de la madrugada, ocurrió a las 3.17. Es decir, el glucómetro tenía un retraso de más de 26 minutos.

Foto: Ciudad de la Justicia de Barcelona. (Europa Press)

Este dato lo cambia todo de forma radical. Si la justicia le acaba dando validez, demostraría que Ángela no se fue a dormir mientras dejaba morir a Mainat. Muy al contrario, significaría que Ángela apenas tardó 2 minutos en avisar a Emergencias desde que supo que su marido estaba en peligro, lo que lleva a concluir a la defensa que, en realidad, Ángela, la misma que se sube a los tejados y entra por ventanas en casas que no son suyas, salvó la vida a su esposo de una muerte casi segura y que sin su actitud proactiva y preocupada el desenlace podría haber sido fatal.

La llamada al SEM demuestra que los responsables de las pesquisas habían llegado a una segunda conclusión incorrecta. En el atestado aseguraron que Ángela no sabía que el glucómetro guardaba memoria y que por eso midió varias veces sin darse cuenta de que dejaba pruebas que la inculpaban. Esta afirmación también se desmonta tras conocer el contenido de la llamada al SEM. El operador le pide que le diga los valores de las mediciones anteriores y ella de forma expresa le informa de que va a mirar en la memoria del aparato, aunque por los nervios del momento no lo logra: "A ver, un momento, he de tirar hacia atrás con las mediciones".

placeholder El empresario y productor Josep María Mainat. (EFE)
El empresario y productor Josep María Mainat. (EFE)

Para terminar de cerrar el asunto, la defensa de Ángela explica que el famoso glucómetro ha desaparecido. Unos cuantos días después del incidente, Mainat se lo enseñó a los investigadores, que miraron la pantalla y en ese momento se percataron de que tenía un retraso horario de quince minutos. ¿Por qué no se lo quedaron? ¿Por qué no lo entregaron como pieza de convicción al juzgado que instruye la causa? Se trata de la prueba fundamental que sostiene una tentativa de asesinato y los responsables de las pesquisas dejaron, al parecer, que Mainat se lo llevara de vuelta a casa. Este hecho plantea dos cuestiones de enorme calado. La primera: hay un axioma judicial que dice que lo que no está en autos no existe.

El aparato no está en autos y por tanto no puede ser sometido a una pericia por parte de la defensa, ni estará disponible el día del juicio, lo que elimina como tal la prueba. Sin esa supuesta prueba, la condena se hace imposible, arguyen los abogados de Ángela. Y segundo: si está demostrado que el día de los hechos el glucómetro tenía un retraso superior a los 26 minutos y el día que lo analizaron los investigadores, jornadas después de la supuesta tentativa de asesinato, la desviación horaria solo era de 15 minutos, la defensa plantea al juez dos hipótesis: o empezó a funcionar más deprisa el glucómetro desde el 23 de junio al día de la entrega o bien fue manipulado ese aparato cambiando de hora.

El comportamiento poco racional de Ángela no la ayuda. Intentar entrar en la casa que Mainat tiene en Canet de Mar, ser detenida cuando trataba de acceder a la vivienda del barrio de Horta en Barcelona para ver a sus pequeños… Todas estas iniciativas la han cubierto de un manto de locura ante la opinión pública y el convencimiento ha calado tanto que hasta a los magistrados que toman decisiones en sus procedimientos les va a costar librarse de esa imagen de mujer irracional, peligrosa, que escala tejados o entra por ventanas de domicilios que no habita. Recuperar la custodia de sus hijos se antoja hoy en día imposible. Los que la quieren condenan su conducta, reconocen que no es inteligente, pero aseguran que se siente acorralada por el enorme poder personal y económico de su todavía marido.

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