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La segunda ola no es como la primera: cómo hemos cambiado desde abril, en 6 gráficos
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EL DECLIVE DE LAs CLASEs MEDIA Y MEDIA-BAJA

La segunda ola no es como la primera: cómo hemos cambiado desde abril, en 6 gráficos

Desde que comenzó la pandemia, hemos evolucionado en actitudes y opiniones. Pero no todos lo hemos hecho de la misma forma. El resultado dice mucho de lo que se avecina

Foto: Foto: EFE.
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Cada vez que se publica un nuevo avance del barómetro del CIS, los medios de comunicación se fijan en la intención de voto, los posos del café del panorama electoral. En algunas ocasiones, algún resultado sorprendente capta nuestra atención, como el que hace referencia al relativamente bajo porcentaje de personas que estarían dispuestas a ponerse la vacuna inmediatamente.

Reencuentros, puentes y frío, los elementos que pueden multiplicar los contagios

Sin embargo, desde los últimos meses, el CIS ha ido tomando el pulso al estado de ánimo del español durante la pandemia a través de diferentes preguntas que reflejan su interés, su preocupación por la sanidad o su posición ante el equilibrio salud y economía. Eso sí, con sus problemas. Por un lado, que hasta hace apenas un par de meses no se realizaban preguntas sobre el impacto del coronavirus en la vida persona o la vida social, por lo que resulta imposible comparar las respuestas de la segunda ola con las de la primera.

En abril, el 93,5% de la población consideraba que el resto de españoles se comportaba con civismo y solidaridad, pero en septiembre, bajó al 48,3%

Por otro, que con demasiada frecuencia las preguntas no se repiten de manera estable un mes tras otro, por lo que resulta difícil trazar una evolución clara. El mejor ejemplo es la pregunta que hace referencia al civismo de la población, que apareció en abril, pero desapareció desde entonces hasta septiembre. De no haber sido así, nos habría permitido entender uno de los datos más llamativos de la pandemia: si en abril un 93,5% de la población consideraba que sus compatriotas se comportaban con civismo y solidaridad, el porcentaje descendió brutalmente hasta un 48,3% en septiembre.

La pasada semana, el Centro de Investigaciones Sociológicas publicó su estudio 'Efectos y consecuencias del coronavirus', el más ambicioso hasta el momento, pero que, por sus características, no es más que una foto fija del momento en que se realizaron las preguntas, durante los últimos días de octubre. Por eso, hemos decidido profundizar en la letra pequeña del CIS para ver cómo hemos cambiado durante los últimos siete meses recurriendo a las preguntas que se han mantenido estables un mes tras otro. El resultado es, en muchos casos, revelador.

Es necesario comenzar por lo más obvio: la preocupación por la pandemia se corresponde de manera casi directa con la curva de contagios. El CIS de noviembre, realizado durante los primeros días del mes, cuando estaba sobre la mesa la posibilidad de un confinamiento casi total, muestra unos niveles de preocupación casi semejantes a los del mes de mayo. Nunca hemos estado tan despreocupados como a principios de julio, pocas semanas después de la reapertura de la movilidad interna y justo antes de que los casos comenzasen a aumentar de nuevo. Resulta también llamativo que aquellos a los que la pandemia les preocupa “poco” aparecieron en junio, pero han vuelto a desaparecer en noviembre.

Sin embargo, debajo de esa lógica, hay diferencias menos perceptibles a simple vista. ¿Qué pasa si medimos esta preocupación por clase social?

El resultado puede parecer sorprendente, por no decir descorazonador: mientras que en el confinamiento la clase pobre era la que más se preocupaba por los efectos de la pandemia, ahora es la que menos muestra esa preocupación junto a la clase trabajadora, tal vez porque sus problemas son otros.

Como ocurre en otras cuestiones, las clases altas muestran una gran preocupación por los efectos del covid, en su caso, tanto al principio como al final. Ahora mismo, las clases sociales más preocupadas por la evolución de la pandemia son las medias y las medias-bajas, probablemente, las que más miedo sienten ante la posibilidad de perder su empleo.

Resulta natural pensar que el aumento de los contagios provoque un aumento del número de personas que piden mano dura. Lo que resulta llamativo es que ha habido una evolución muy distinta entre clases sociales a la hora de reclamar medidas como el confinamiento que, aunque no se cite literalmente, es a lo que alude la pregunta de noviembre. Durante la mayor parte de la desescalada, las clases más altas han apostado por medidas menos estrictas, quizá porque, como recordábamos en otro reportaje, les resulta más fácil autoprotegerse en condiciones normales.

Los cambios más significativos se producen en las clases medias-medias y medias-bajas, lo que hace pensar que son las que más están sufriendo

Es reseñable que la clase pobre fuese en un primer momento la que reclamaba medidas más duras, tal vez por la lógica inversa que el caso anterior, y que ahora sea la que menos lo hace. Es posible que ello se deba a factores como que un confinamiento severo dañaría aún más sus condiciones de vida, dados problemas como la aplicación del ingreso mínimo vital. De nuevo, las clases media-media y media-baja han pasado de ser las que menos dureza reclamaban en abril a las que más lo hacen ahora, lo que muestra que quizá sean las que se sienten más vulnerables.

Una aclaración: en este caso, hemos incorporado al gráfico una pregunta muy parecida, planteada en junio, aunque no exactamente igual a la del resto de meses: “Para que tengamos este verano unas vacaciones seguras, ¿cree que es necesario implantar medidas sanitarias adicionales?”.

El gran falso dilema de la pandemia, lo que explica por qué tantas personas optan por el conciliador “ambos”. Mientras que la preocupación por la economía ha seguido una evolución descendente, el comportamiento entre “salud” y “ambos” es complementario y comunicante: como es previsible, la preocupación por la salud desciende durante el verano, los meses de bonanza, y esta crece junto a la segunda ola. Sin embargo, la respuesta “ambos” —que, como hemos visto, es una manera de dar importancia a la economía sin restársela a la salud— ha crecido imparable desde el principio de la pandemia.

El gráfico más dramático de todos los aquí presentados. Los consultados que consideran que su situación económica es “buena” han descendido desde un 65,8% en abril hasta un 51,4% en noviembre, mientras que el resto de alternativas han permanecido casi estables, con un claro ascenso de los que están “regular” y un pequeño repunte de los que están “mal”.

Lo más llamativo quizá sea ver el efecto simétrico que ofrecen las líneas de los que tienen una situación muy buena y muy mala: a comienzos del verano, ambos porcentajes, hasta entonces semejantes, comenzaron a separarse. Como podría decirse de manera un tanto tosca, por cada persona a la que le ha dejado de ir muy bien, ha aparecido otra a la que le ha empezado a ir muy mal.

Como es lógico, la tendencia general muestra que cuanto peor es la pandemia, más se exige una reforma de la sanidad española. Pero ¿qué clases sociales lo piden con energía? Es revelador contemplar la evolución: si en un primer momento cuanto más baja es tu clase social más crítico eres (las clases altas son las menos exigentes, mientras que la trabajadora es la más crítica), a medida que evoluciona la pandemia, son de nuevo las clases medias-medias y las medias-bajas las que más hincapié hacen en este aspecto.

Concluimos con un gráfico que, aunque limitado, muestra bien la evolución de nuestros miedos y ansiedades. Si comparamos los primeros días de septiembre, en los que reinaba la inquietud ante el retorno a las aulas, con dos meses después, es fácil comprobar cómo hay una creciente confianza en la enseñanza presencial, que ha hecho aumentar tanto los partidarios de esta opción como descender el número de consultados que consideran que no debería haber clases hasta el final de la pandemia en ningún formato. Los datos también apuntan al fracaso del modelo mixto que se aplica en varios cursos de Secundaria.

Cada vez que se publica un nuevo avance del barómetro del CIS, los medios de comunicación se fijan en la intención de voto, los posos del café del panorama electoral. En algunas ocasiones, algún resultado sorprendente capta nuestra atención, como el que hace referencia al relativamente bajo porcentaje de personas que estarían dispuestas a ponerse la vacuna inmediatamente.

Barómetro del CIS Social
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