Es noticia
Fermín, el donante de plasma 'devoracovid' que teme a las agujas
  1. España
Sanidad

Fermín, el donante de plasma 'devoracovid' que teme a las agujas

Su organismo genera una potente carga de anticuerpos tras haber pasado el covid-19 sin apenas síntomas. Ese "oro líquido" hiperinmune se trasfunde a otros pacientes

Foto: Fermín Cabanillas con una bolsa de su plasma hiperinmune al covid-19. (F.R.)
Fermín Cabanillas con una bolsa de su plasma hiperinmune al covid-19. (F.R.)

Asegura Fermín que vivió hace una semana uno de los momentos más tristes de su vida. Todo empezó el miércoles, cuando recibió el mensaje privado de una desconocida a través de Facebook. Quien lo enviaba era una mujer de Vitoria, de no más de cuarenta años, a la que se le estaba muriendo su padre en una UCI ingresado por coronavirus. Yolanda, que es como se llama, había oído que en Sevilla existía un tal Fermín Cabanillas, periodista de profesión, que tenía una sangre sanadora: un plasma hiperinmune al covid-19 que al trasfundirlo a los enfermos facilitaba que generasen anticuerpos. Y a él recurrió a la desesperada para que fuese a donar al País Vasco y salvarle así la vida a su padre.

Pero esta no es una historia jalonada de heroicidades, tampoco es la crónica de un viaje de Sevilla a Vitoria plagado de barreras que superar y un reloj que sigue corriendo. La épica se zanjó poco después de recibir el mensaje. La respuesta de Fermín no podía ser otra. "Le contesté que las donaciones son anónimas, que yo no podía elegir a quien darle mi plasma, y que si su padre ya estaba en la UCI ya no serviría ese tratamiento", narra el protagonista a El Confidencial.

Dos días después, él se interesó por el estado de salud de ese hombre ingresado en la UCI de Vitoria que jamás había conocido. Su hija le respondió que había muerto. Se llamaba Constantino, aunque todos lo conocían por Tino. Tenía 67 años. "Fue un impacto terrible, mi gran frustración", confiesa Fermín.

Foto: Foto: EFE.

Para entender por qué la sangre de Fermín ha llegado a ser hiperinmune hay que remontarse al 26 de agosto. El periodista, colaborador de la Agencia EFE y de 'El Diario', había recibido el encargo de cubrir una información en Baeza, en Jaén; La Rábida, en Huelva; y otros quehaceres en Sevilla. Pensó que estaría expuesto y quiso hacerse una PCR en un laboratorio privado para disipar dudas. Horas antes de saber el resultado empezó a perder progresivamente el olfato y el gusto. "Cené marisco y no sabía igual —puntualiza—; la cerveza me sabía amarga". Lo achacó a una recurrente sinusitis, aunque la sospecha de un posible contagio por coronavirus estaba ahí.

El resultado fue positivo. Y Fermín se aisló en la casa en la que vive, en Gerena (Sevilla), y pidió a su familia que alargase el veraneo en Portugal. Fue él mismo quien avisó a su centro de salud del resultado de la PCR. A partir de ese momento se desencadenó sobre él una tormenta de llamadas de médicos, rastreadores y un largo etcétera. Cuatro horas después todo había vuelto a la calma.

Hiperinmune sin síntomas

Obsesionado, se tomaba la temperatura "735 veces al día", una exageración que escondía el temor de quien se sabe población de riesgo. Hacía quince años que no tenía ninguna crisis asmática, pero ese temor estaba ahí. "Hablé con una amiga psicóloga y me dijo que todo el que pilla el virus tiende a pensar que acabará intubado en un hospital", reconoce Fermín. Pero él apenas tuvo síntomas, "36,5 de máxima", y catorce días después volvió a hacerse una nueva PCR para confirmar que había ganado la batalla al covid.

Volvió a dar positivo, pero la nueva prueba le reveló más información. "Tenía una carga viral baja, algo que muchos médicos consideran como un negativo, una rareza que me había tocado a mí", detalla el periodista. Volvió a hablar con su centro de salud y le hicieron un test de sangre en el que se percataron de que tenía unos anticuerpos muy fuertes contra el virus. Le explicaron que no volvería a enfermar, que apenas podía contagiar a nadie y que se pusiera en manos de su centro regional de transfusiones sanguíneas porque su plasma podía ser muy bueno contra el covid. "Y así empezó todo", remata el protagonista.

placeholder Fermín Cabanillas en el Centro de Transfusión, Tejidos y Células de Sevilla. (F.R.)
Fermín Cabanillas en el Centro de Transfusión, Tejidos y Células de Sevilla. (F.R.)

Por oficio, Fermín llamó a la periodista del gabinete de comunicación del centro de transfusiones sanguíneas de Sevilla. Ese lugar no le era ajeno. Había hecho varios reportajes allí, pero jamás había ido a donar sangre. "Dora, la jefa de prensa, lleva años insistiéndome para que done, pero me dan pánico las agujas", confiesa Fermín.

En el análisis de sangre corroboraron que Fermín tenía unos insólitos niveles de anticuerpos. Si el máximo para los casos leves suele estar en torno a 2,7 unidades de referencia, él tenía 4,8. Eran muchos y muy fuertes, del tipo IgG, los que aparecen una vez pasada la infección. Así que el coordinador de trasplantes fue claro con él: por cada donación de plasma hiperinmune que hiciese habría dos personas que salvarían la vida. "Y me convencí", detalla el periodista.

El donante de éxito que teme las agujas

Cuenta Fermín que ni siquiera su mujer consigue creer que haya podido vencer su pánico a los pinchazos. "Ella está alucinando, pero yo no tenía dudas sobre si donar. Dudaba sobre si sería capaz. Y el primer día lo pasé muy mal. A los veinte minutos le dije al doctor que notaba temblores en las piernas. Me explicó que estaba todo bien, pero que mi miedo a la aguja que tenía en el brazo estaba jugándosela a mi mente", relata el hiperinmune.

Por eso Fermín jamás mira a la aguja cuando dona plasma. Minucioso, puntualiza a los reporteros de El Confidencial que su miedo a los pinchazos se llama tripanofobia, que suda cada vez que siente que la aguja se acerca, pero que el esfuerzo merece con creces la pena. "Siempre he defendido la teoría de que estamos aquí para algo —sostiene—; y esta es una alegría en mi vida. Teniendo dos hijos, sería injusto decir que es lo más grande que he vivido, pero esta es una de las mejores cosas que me han pasado".

La inmunoterapia pasiva, que es el nombre de este tratamiento con trasfusiones de plasma con anticuerpos, no es algo nuevo. Hay experiencias previas que se remontan a la mal llamada gripe española de 1918 y ha sido una estrategia utilizada en distintas pandemias de tipo respiratorio, como fueron el SARS en 2003 o la gripe A (H1N1) del 2009.

placeholder Rafael Lebrero (i), coordinador médico del Centro de Transfusión, Tejidos y Células. (F.R.)
Rafael Lebrero (i), coordinador médico del Centro de Transfusión, Tejidos y Células. (F.R.)

"En un momento en el que no tenemos un medicamento específico para el virus, un antiviral y sin vacuna, el plasma hiperinmune de una de las pocas herramientas específicas que nos quedan", explica el director del Centro de Transfusión de Sevilla y coordinador de la Red Andaluza de Medicina Transfusional, Salvador Oyonarte. "Da igual que hayan estado diagnosticados por PCR o no —sigue—, que hayan tenido muchos o pocos síntomas, cualquiera que haya pasado la covid desarrollará anticuerpos que son neutralizadores del virus".

Oyonarte pertenece al Comité Científico para la Seguridad Transfusional del Ministerio de Sanidad, también forma parte del EID Monitor de la EBA (European Blood Alliance), es miembro del grupo de expertos del Consejo de Europa TS057 y TS100 y del European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC). Y cita estudios como el desarrollado por la Clínica Mayo de Nueva York en el que de 3.000 pacientes trasfundidos ninguno necesitó ingresar en la UCI. Esta investigación se completó a 37.000 con similares tasas de éxito: se reducía la mortalidad, las entradas en cuidados intensivos y la sintomatología en un 57 por ciento.

Indicado para inmunodeprimidos

Nada más contraer la enfermedad, los pacientes desarrollan unos anticuerpos llamados IgM, que son menos específicos contra ese virus en particular pero sirven como primera línea de defensa; sin embargo, a partir del séptimo día tras pasar la infección aparecen los IgG, cuya misión principal es hacer de centinelas para reactivar el sistema inmune si al virus se le ocurre volver. Ese plasma, obtenido en bolsas de unos 600 mililitros por cada donación mediante la centrifugación de la sangre, se trasfunde a perfiles concretos y en momentos clave.

"Los usamos en las fases muy tempranas de la enfermedad. La mayoría de los ensayos clínicos lo han utilizado antes de los siete días. Y, además, evitando que haya mucha replicación viral y que la dosis de anticuerpos sea suficiente como para anular el poco virus que haya en la fase inicial", asegura Oyonarte. "Y está indicado en aquellas personas que por ciertas comorbilidades (hipertensión, cardiópatas, obesos, inmunodeprimidos, trasplantados renales, en tratamiento con quimioterapia) o porque sospechemos que van a evolucionar mal y tengan dificultad para generar anticuerpos. En estos pacientes, en fases tempranas podemos reducir la sintomatología, podemos evitar que empeoren, e incluso que entren en la UCI".

Fermín coincide con Francisco, otro donante de hiperplasma, en la sala de extracciones del centro regional de transfusiones de Sevilla. Allí, en un espacio de paredes color pastel, convienen los recuperados del coronavirus con los habituales donantes de sangre. Unos tiñen las bolsas de color rojo, los otros las colorean de un color amarillo pálido, parecido a una cerveza de trigo espesa, después de que su sangre pase por las centrifugadoras. A esto se le llama plasmaféresis. Una donación de plasma dura el doble que una de sangre.

placeholder Foto: F.R.
Foto: F.R.

A Francisco, donante de sangre habitual, lo llamaron del centro de transfusiones al casar los datos con los de la sanidad pública. Supieron de su positivo en covid y pensaron que podía ser un buen candidato para donar hiperplasma. Acudió sin pensárselo. Ya lleva dos donaciones y solo le falta una para llegar a las tres permitidas, salvo excepciones.

En su caso pasó la enfermedad sin excesivos síntomas. Solo recuerda una noche en la que sintió que la fiebre alta le provocó alucinaciones. "Nunca había tenido esa sensación, eran delirios, oía la radio pero no entendía lo que escuchaba", puntualiza Francisco, de apellido Aragón y 43 años de edad.

Desde que sabe que su sangre sirve para salvar vidas, acude puntual a su cita con la donación. "Se me pone la piel de gallina al pensar en que esto que hago puede hacer que alguien que está hospitalizado no llegue a la UCI —cuenta emocionado Francisco—; por cosas como estas me hice donante".

En otras dependencias, en las plantas superiores a la sala de extracción, el plasma con anticuerpos sigue un curso distinto al plasma convencional. Allí se marca con una etiqueta específica, circular y de color malva, y se congela. Cuando se acumulan varias bolsas, se envían a Granada, el siguiente destino antes de que llegue a los hospitales.

Donaciones de hiperplasma en aumento

El número de donaciones de este plasma con anticuerpos es creciente y, desde hace pocas semanas, el ejemplo de Fermín está generando una ola de solicitudes de personas que ya han superado la enfermedad para hacerse donantes. En Sevilla, todas han de pasar por la entrevista del coordinador médico del Centro de Transfusión, Tejidos y Células, Rafael Lebrero.

"La gente tiene muchas ganas de colaborar, sobre todo en lo relacionado con el covid. Hemos recibido llamadas de personas de más de 70 años a las que hemos agradecido su ofrecimiento, pero a las que no podemos permitir que donen", aclara el médico. Los criterios son similares a una donación convencional: tener entre 18 y 65 años, pesar más de 50 kilos y gozar de buena salud. "Y en el caso del plasma, tener bien las venas para aguantar este tipo de donación, que dura más", apostilla Lebrero.

Sin datos oficiales de número de donaciones, el coordinador cuenta a El Confidencial que la última vez que se contabilizaron, hace tres semanas, había unas 800 donaciones, aunque el número se ha disparado desde entonces.

placeholder Foto: F.R.
Foto: F.R.

"Esto es una cadena de curación", completa Fermín Cabanillas, embajador improvisado de la causa y autor del libro 'Covid-19: Diario de un hiperinmune confinado', en el que narra sus vivencias. "He ayudado a cuatro personas que, si han reaccionado bien al tratamiento, habrán evitado entrar en la UCI. Pero esos cuatro casos son también posibles donantes que podrían salvar a otras dieciséis, que a su vez... Estamos fomentando esa cadena. Se trata de que la gente no entre en las UCI, que eviten tener las secuelas o que no necesiten un respirador".

Fermín no ha superado su miedo a las agujas, pero dona. Tratando de controlar su miedo irracional, aunque contento. A sabiendas de que con un pinchacito se libera el oro que hay en sus venas.

Asegura Fermín que vivió hace una semana uno de los momentos más tristes de su vida. Todo empezó el miércoles, cuando recibió el mensaje privado de una desconocida a través de Facebook. Quien lo enviaba era una mujer de Vitoria, de no más de cuarenta años, a la que se le estaba muriendo su padre en una UCI ingresado por coronavirus. Yolanda, que es como se llama, había oído que en Sevilla existía un tal Fermín Cabanillas, periodista de profesión, que tenía una sangre sanadora: un plasma hiperinmune al covid-19 que al trasfundirlo a los enfermos facilitaba que generasen anticuerpos. Y a él recurrió a la desesperada para que fuese a donar al País Vasco y salvarle así la vida a su padre.

Vitoria
El redactor recomienda