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La pandemia ha llegado a la fase de las ocurrencias
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La pandemia ha llegado a la fase de las ocurrencias

Ante unas medidas que cada vez generan más rechazo, cada cual está aprovechando para vender su solución milagrosa y matar varios pájaros de un tiro

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Foto: EFE.

El vertiginoso aumento de casos en el resto de Europa durante las últimas semanas tiene una preocupante moraleja: ni siquiera esos países que en principio lo han "hecho bien", como suele repetirse de forma coloquial, han sido capaces de librarse de una segunda ola que puede ser “más grave y mortal que la primera”, en palabras de Emmanuel Macron, y que dejará más secuelas económicas, como recordaba el antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional Olivier Blanchard.

Un terreno abonado para las ocurrencias. Es decir, la búsqueda de soluciones aparentemente sencillas que permitan resolver varios problemas de una vez, y que tienen su mejor ejemplo en la insistente fórmula 'salvar la Navidad'. Como recordó Fernando Simón este pasado jueves sobre dicha idea, “está muy bien el romanticismo, pero estas cosas, las tradiciones y los eventos sociales, aunque son importantes, tenemos que analizarlas con la cabeza más fría y quitarles el romanticismo. Al menos nosotros, los epidemiólogos, no la población”.

"Hay tanto descrédito hacia las medidas que cualquiera que proponga algo diferente va a tener penetración, porque nos da seguridad"

Si la primera ola, salvo contadas excepciones, se dejó en manos de los epidemiólogos, en esta segunda comienzan a abordarse las propuestas que, desde distintas disciplinas —en especial, la economía— intentan buscar fórmulas salvadoras. "Hay mucho descrédito hacia las medidas porque hay mucho vaivén, mucha bronca política", explica el epidemiólogo Pedro Gullón. “Eso hace que cualquier medida que proponga algo diferente y que parezca que va a funcionar bien va a tener penetración, porque da seguridad, pero no asumimos que va a tener una incertidumbre enorme”.

El problema con el que se encuentran epidemiólogos y expertos de Salud Pública en esta fase de la pandemia es que, debido a que es imposible verificar el impacto de la mayoría de medidas, es fácil que otras propuestas se cuelen. “Es durísimo, porque trabajamos con una evidencia científica que es blanda, porque aunque se siga el sentido común, no hay experiencias previas de algo así”, prosigue el epidemiólogo.

Foto: Foto: Reuters.

“Todos los confinamientos se basan poco más que en un par de artículos. Eso hace que medidas que puedan tener sentido se implanten porque quedan bien. El toque de queda no se plantea hasta que lo pone Francia sobre la mesa. Además, evaluar la efectividad es muy complejo, porque ninguna medida se plantea por sí sola, tardaremos años hasta que surjan evaluaciones complejas”. En muchos casos, como ocurrió con los carnés inmunitarios, la idea cae en desgracia por su difícil aplicación y sus problemas éticos y morales, pero en otros, terminan calando en el imaginario público y en determinadas decisiones políticas.

Confinados un mes para 'salvar la Navidad'

Comencemos por la propuesta de los Nobel Esther Duflo y Abhijit Banerjee, porque reúne algunas de las características más llamativas de estas propuestas. En su caso, los economistas sugerían un confinamiento muy severo en el adviento, entre el 1 y el 20 de diciembre, con el objetivo de permitir una Navidad en familia. Tenía su corolario comercial, que sugería adelantar la campaña de compras a finales de noviembre para minimizar su impacto económico.

Foto: Una imagen de otra era. (EFE)

Lo llamativo de este caso es que aunque las autoridades francesas rechazaron de pleno la medida, la aplicación de un confinamiento estricto que no se veía venir parece recoger el guante de los Nobel. En las últimas semanas, el término 'salvar la Navidad' ha entrado en los discursos políticos, también en España, hasta el punto de que primero el vicepresidente madrileño, Ignacio Aguado, afirmó la pasada semana que “aún estamos a tiempo de salvar la Navidad” y esta semana fue Pablo Casado quien hizo lo propio para justificar un estado de alarma de ocho semanas.

Al final, estas ideas calan, especialmente las que tienen que ver con distintas variaciones del confinamiento estricto de primavera, que ha quedado en el imaginario colectivo como la única medida que ha hecho bajar la curva. “Claro que calan”, valora Gullón. “Como tenemos la experiencia de que pasamos cerrados cinco semanas y se solucionó, extrapolamos y pensamos que si no estamos tan mal, con dos semanas va a estar todo bien de nuevo. Es una simplificación, porque puede que pase o no. Podemos bajar los contagios y quedarnos en una meseta de casos que luego repunten. No podemos extrapolar y hacer una regla de tres entre cinco y dos semanas, es más complejo”.

"Tienen que ser criterios epidemiológicos los que lo decidan, no tomar decisiones restrictivas porque haya que celebrar una fiesta"

Como recordaban los expertos en salud pública respecto a la idea de los Nobel franceses, las medidas no pueden plantearse sobre escenarios hipotéticos. “El confinamiento, el cierre de actividades, las restricciones sociales y de movilidad tienen que hacerse por razones justificadas”, explicaba a El Confidencial Julián Domínguez, miembro de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene, a propósito de la idea francesa. “Tienen que ser criterios epidemiológicos los que lo decidan ante un aumento de la incidencia acumulada o de críticos, no tomar decisiones restrictivas porque haya que celebrar una fiesta”.

Confinamiento “estricto y breve” de Sebastián

El exministro de Industria, Turismo y Comercio ha sido tal vez el español más activo a la hora de adaptar la fórmula del confinamiento exprés. “Algunos pedíamos un confinamiento estricto pero breve”, lamentaba el pasado domingo, tras la declaración del estado de alarma. “Se ha optado justo por lo contrario. ‘Light’ y muy duradero. Ojalá acierten, con la pandemia y con la economía”.

La propuesta del ministro de Zapatero era confinar muy severa y muy brevemente a la población, y posteriormente volver a “hacer bien las cosas”. Test, rastreos “y una Atención Primaria reforzada y alerta”. No obstante, es una medida que los epidemiólogos toman con cautela, puesto que, como recordaba el propio Simón en rueda de prensa, los plazos tan breves no suelen tener un gran impacto en las cifras, como mostró la evolución en marzo, cuando la curva no bajó hasta que el confinamiento se prolongó durante varias semanas.

Que se enfermen los jóvenes

Durante las últimas semanas, ha cogido carrerilla en determinados círculos la conocida como declaración de Great Barrington. El último en hacerse eco, aun de forma crítica, ‘The Economist’. La propuesta, firmada el pasado 4 de octubre, es una revisión de la conocida como inmunidad de rebaño que sugiere que los jóvenes y las personas saludables deberían seguir su vida de manera normal mientras que los ancianos y las personas vulnerables son protegidos. Una medida que se tomó más en serio que otras similares quizá porque algunos de los firmantes de la declaración llevaban los nombres de Oxford, Harvard y Stanford en sus currículos.

Una medida rebatida en incontables ocasiones. La más obvia, el memorando John Snow, que consideraba la declaración “una peligrosa falacia no apoyada por la comunidad científica”. Es una variación más, remezclada y vendida de nuevo como esos discos que se reeditan en ediciones lujosas, de una de las ideas que han sobrevolado la pandemia desde sus primeras fases.

Confinamiento, pero solo los fines de semana

Como decíamos antes, la mayoría de propuestas son variaciones más o menos amables sobre el confinamiento total, que presumiblemente permitirían reducir la transmisión sin exigir un esfuerzo tan grande a la ciudadanía. Aunque finalmente no se llevará a cabo, durante esta semana, el Govern catalán barajó la posibilidad de ordenar un confinamiento domiciliario única y exclusivamente durante el fin de semana.

El plan (descartado) tenía como objetivo realizar 10 millones de test diarios, lo que permitiría recuperar actividades como grandes eventos

La lógica, según afirmaba la jefa de Epidemiología del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, Magda Campins, es reducir el número de contactos “cuando hay más interacción”. El objetivo, limitar las relaciones sociales en los momentos más sensibles, sin que ello suponga un confinamiento domiciliario absoluto como el de primavera.

Cribajes masivos universales

Como recuerda Gullón, la mayoría de estas propuestas reaparece con cada nueva ola. La idea que tomó fuerza en abril, antes del desconfinamiento, de “hacer test a todo el mundo y dejar salir a los que diesen negativo” ha terminado evolucionando en supuestos análisis finísimos de contagiados a través de test masivos. Una idea que retornó con la llegada de los test de antígenos, que proporcionan resultados con una gran rapidez (y una fiabilidad mucho menor) y que ya se están utilizando en eventos como rodajes o congresos.

Este mismo mes, el polémico Oriol Mitjà hacía referencia a los cribajes masivos realizados en regiones como Cataluña como una manera eficiente de enfrentarse a la pandemia. Gullón no lo tiene tan claro: “Tienen sentido en entornos de alta incidencia como hospitales o sectores concretos como las empresas agroalimentarias. Si te sobran los test, podría tener sentido, pero no es el caso en ningún lugar del mundo. Además, da una falsa seguridad peligrosa”.

placeholder Test en Reino Unido. (EFE)
Test en Reino Unido. (EFE)

Es una medida que, cruzada con la del pasaporte inmunológico, ofrece un resultado semejante al de la declaración de Great Barrington: la promesa de poder volver a hacer una vida normal, en este caso, realizando un gran número de test rápidos y aceptando un ¿pequeño? margen de riesgo. Mitjà hacía referencia a la conocida como operación Moonshot, un plan propuesto por el Gobierno británico y que fue recogido en el ‘British Medical Journal’ a comienzos de septiembre.

El plan tenía ambiciosos objetivos: de 200.000 a 800.000 test diarios (contando PCR y antígenos) entre septiembre y diciembre de 2020 (entre sintomáticos, asintomáticos en regiones de riesgo, trabajadores del Sistema Nacional de Salud y como parte de estudios de prevalencia), y a partir de diciembre, entre dos y cuatro millones diarios. El objetivo era haber llegado, a principios del próximo año, a unos 10 millones diarios, lo que permitiría a la gente “llevar una vida normal”. Es decir, se podría llegar a participar en eventos masivos gracias a pasaportes inmunitarios digitales. Suena bien, pero olvídense del asunto: Reino Unido ha procesado esta semana alrededor de 350.000 test diarios y la estrategia fue descartada e incluida en el plan de la NHS.

La vitamina D es la solución

Por si no lo saben, la vitamina D amenaza con convertirse en la nueva panacea contra el coronavirus. Empeñados en explotar toda posible relación de causa efecto con el virus, el hallazgo —español— de que un 80% de los pacientes de covid sufre déficit de vitamina D era lo que faltaba para situarla en la lista de los remedios milagrosos contra la pandemia (una pista: otro estudio recuerda que alrededor de la mitad de la población sufre déficit de esta vitamina).

Hasta ahí, parecería relativamente normal —total, ¿a quién le amarga un poco de vitamina D?—, si no fuese porque, aprovechando la ocasión, algunos expertos en salud pública han pedido que los alimentos se fortifiquen para combatir el covid o, en su defecto, que se consuman suplementos vitamínicos, especialmente teniendo en cuenta que vamos a pasar más tiempo a oscuras. Por supuesto, puede tener su utilidad. De ahí a que sea verdaderamente eficaz contra la pandemia, no está tan claro.

No al cambio de hora

Es posible que no tenga como objetivo combatir directamente la pandemia, pero sí es una buena muestra de cómo el contexto actual es idóneo para que cada cual intente impulsar su agenda. El cambio de hora de invierno, que reduce una hora de luz por las tardes, fue el momento idóneo para que sus detractores abogasen por que este año el reloj se quedase congelado. Los principales promotores de la medida fueron Chris Difford, de la fantástica banda de 'new wave' Squeeze, y el periodista y presentador británico Martin Lewis. Ah, y la OMS ha pedido que todos grabemos una versión del 'We Are Family', de Sister Sledge, para mostrar que estamos todos juntos en esto. Pero ese es otro tema.

El vertiginoso aumento de casos en el resto de Europa durante las últimas semanas tiene una preocupante moraleja: ni siquiera esos países que en principio lo han "hecho bien", como suele repetirse de forma coloquial, han sido capaces de librarse de una segunda ola que puede ser “más grave y mortal que la primera”, en palabras de Emmanuel Macron, y que dejará más secuelas económicas, como recordaba el antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional Olivier Blanchard.

Ciencia Miguel Sebastián
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