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"Las televisiones públicas tienen tres componentes: Goebbels, Kafka y Al Capone"
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Entrevista a Pedro Ruiz

"Las televisiones públicas tienen tres componentes: Goebbels, Kafka y Al Capone"

Pasa inadvertido por la madrileña calle de Barquillo, pero hubo un tiempo en el que Pedro Ruiz estaba en la boca y en las casas de muchos

Foto: Pedro Ruiz posa para El Confindencial. (Carmen Castellón)
Pedro Ruiz posa para El Confindencial. (Carmen Castellón)

Pedro Ruiz llega al teatro Infanta Isabel para atender a El Confidencial. Tres horas después arranca la función de su nueva obra, 'Loc@s. Reír nos cura'. Pasa inadvertido por la madrileña calle de Barquillo, pero hubo un tiempo en el que Pedro Ruiz estaba en la boca y en las casas de muchos. Por sus programas de televisión, por sus espectáculos, por alguno de sus 17 libros, por su nominación a los Goya como mejor actor de reparto.

Hoy es un tipo descreído, activo, y sobre todo sereno, que luce dos joyas discretas. Un anillo en el dedo meñique que era de su madre, y el reloj que le regaló Rocío Jurado por componerle varios temas de su repertorio.

Nacido en Cataluña hace 73 años, confiesa que su salud de hierro se la debe a una mezcla de suerte con la genética y al baño diario en su piscina. Cosa que no perdona ni un solo día del año. "Hoy lo he hecho dos veces. Una a las 10:45 y otra a las 14:15. Pero no tiene mucho mérito, no hace frío", bromea.

Su discurso está lleno de frases lapidarias. "De esa forma me ahorro mucha explicación posterior. Si titulas tú, mejor a que te lo titule otro", dice.

placeholder Foto: Carmen Castellón.
Foto: Carmen Castellón.

PREGUNTA. Mientras preparaba la entrevista me costaba encajarle. Ha hecho muchas cosas, pero, en el fondo, no se sabe muy bien de qué pie cojea.

RESPUESTA. Eso es bueno (risas).

P. Ser previsible es un poco terrible, ¿no le parece?

R. Una etiqueta es una cárcel, y yo me he pasado la vida rompiéndolas. Empecé en tiempos de Franco, una época tremendamente complicada para hacer cosas. Dejé Estudio Estadio por el teatro y muchos no lo comprendían. Me decían: "No me cabe en la cabeza que hayas sido el mismo que dirigió el espectáculo de Sara Montiel, que hayas estado nominado a un Goya (como actor de reparto en Moros y Cristianos, de Berlanga), que hayas hecho Estudio Estadio…". Y siempre respondía: "Ese es un problema del tamaño de tu cabeza". El etiquetador es más pobre que el etiquetado.

"Una etiqueta es una cárcel, y yo me he pasado la vida rompiéndolas. Empecé en tiempos de Franco, una época muy complicada para hacer cosas"

P. Insiste en mantenerse alejado de la política, jamás ha votado y presume de amigos de izquierda y de derecha, a pesar de la manía que tenemos en encasillar…

R. Intento tener amigos fuera y dentro de la política porque nunca he querido ser trinchera, sino puente. Creo que las personas no tenemos ideas, solemos tener callos. No creo en la izquierda, en la derecha, en el de arriba, en el de abajo… ayer se lo decía a Cristina Pardo: creo que la democracia es un bello concepto que nunca se ha llevado a la práctica, porque lo que impera es la dictadura del dinero. Solo me importa una palabra: honradez. Si hay honradez, hay democracia. Si hay honradez yo respeto tu trabajo aunque no esté de acuerdo contigo. Si hay honradez yo no exploto al trabajador ni robo del presupuesto público. Si no hay honradez ya me puede decir usted que es demócrata, que no lo es. Punto final.

P. Hace unos años le dijo a Julia Otero que vivíamos en un país en el que gana las elecciones quien cuatro meses antes ha comido con Botín y además le ha tocado pagar. ¿Sigue siendo el dinero el medidor de todas las cosas?

R. Creo que lo que nos mueve y nos detiene es el miedo, y como el dinero es la libertad de los cobardes (me incluyo entre ellos), es el que mete miedo. Ahora, en tiempos de pandemia, frente a me contagiaré o no me contagiaré está la pregunta de si llegaré a fin de mes. Nos creemos que la vida es un capítulo larguísimo en el que suceden muchas cosas y luego es muy breve, nos aferramos a cosas materiales. Yo suelo decir, aunque no sepa llevarlo a cabo, que en la vida no somos lo que tenemos, tenemos lo que somos.

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Foto: Carmen Castellón.

P. Creo que de las lecciones buenas del confinamiento es que nos hemos dado cuenta de las pocas cosas que necesitamos.

R. Es la clásica pregunta: ¿Qué salvarías de un naufragio? A mí. Nuestro valor es lo que llevamos encima.

P. Hay otras preguntas clásicas. Qué hacíamos el 11 de septiembre de 2001 y el 11 de marzo de 2004. Usted es catalán, ¿qué hacía el 1 de octubre de 2017?

R. Te respondo a las tres. El 11-M hacía un mes y pico que había dejado 'La noche abierta', y estaba sentado en mi casa de Barcelona, viendo la catástrofe y pensando: Lo harán mal. El 11S estaba en casa con mi madre, que estaba en silla de ruedas, y contemplamos la caída de las torres. Ella tenía la cabeza lúcida pero no podía hablar. Y el 1de octubre estaba fuera de Barcelona pero por casualidad, porque poco después, cuando se declaró la DUI, debutaba en el Casino de Barcelona. Recuerdo que es una de las funciones más difíciles que he hecho, con 350 personas que habían pagado su entrada pero que estaban tristísimas. Y yo también. Fíjate que actué el día que murió mi padre y también lo recuerdo complicado, pero es que ese día se notaba que no había quórum. Costó mucho hacerlo.

P. ¿A qué huele el teatro un día así?

R. Huele a ausencia. Están pero no están. Ainhoa Arteta dice que el público de un teatro es un agujero que respira. Ese día respiraban poco. No los sientes, no los notas.

"En el espectáculo de ahora rompo la cuarta pared, la productora no ha leído ni una sola línea de lo que voy a decir"

P. ¿Cómo aplaude y cómo respira el público de la pandemia?

R. Con la sensación de que hemos vuelto. En el espectáculo de ahora rompo la cuarta pared, la productora no ha leído ni una sola línea de lo que voy a decir. El público en este caso es un segundo actor, y hasta que no está no sabes lo que les gusta, lo que les hace gracia, lo que les emociona. Así, vas conformando las interpretaciones.

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F: C. C.

P. Aprovecha siempre que puede a animar a la gente a que vaya al teatro y al cine.

R. Tú has visto mi Twitter.

P. Un poco, pero sobre todo le he escuchado en entrevistas, que bastante tenemos con las redes sociales de los políticos.

R. (Sonríe) Mira mi teléfono. Es una jabonera que no vale ni 50 euros. No he encendido nunca un ordenador y espero no hacerlo nunca. Porque no quiero encharcarme en la dictadura de lo digital, y que, sin entrar en actitudes conspiranoicas, la libertad consiste en que sepan poco de ti, o al menos que no lo sepan todo. El Twitter, que es profesional, se basa en los SMS que le mando a mi secretaria, lo cuelga y nunca contesto a nadie. Aprovecho para agradecer a los que me siguen porque nunca respondo.

P. Eso es una suerte…

R. Es que no quiero saber. ¿A ti te gustaría saber lo que piensan de ti los 7.500 millones de pobladores de la tierra?

"No quiero encharcarme en la dictadura de lo digital, la libertad consiste en que sepan poco de ti"

P. Ni siquiera 700…

R. (Sonríe). Ni siete, ni 0,7. Así no te condiciona. Si lo sabes te conviertes en una víctima de las opiniones ajenas, y las opiniones son como los culos, cada uno tiene el suyo.

P. Pero volvamos a lo de ir al cine. Tengo amigos que han adoptado la postura de Javier Marías y dicen que se ha convertido en una experiencia insatisfactoria. La gente come, comenta en voz alta, no apaga el móvil…

R. A mí me gusta mucho, porque durante un buen rato te apagas tú y se encienden otros. Si una película te atrapa lo tuyo se borra, y si no es así, con todos mis respetos, me voy a los diez minutos.

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F: Carmen Castellón.

P. Ha confesado que estos dos años se retiró porque no le gustaba cómo estaba el patio…

R. No tanto como eso. Es que de repente notas que tu sitio no está, que lo que haces no interesa, o que no es el momento. Entonces forzarte a hacerlo es un error. Tienes que saber no estar. Y he visto en este tiempo que el nivel de la dignidad va bajando, pero no solamente en la política, sino en la televisión, en los medios, y eso me descorazona. Como no tenía nada que contar ni que decir porque no iba a estrenar nada en el teatro, no tenía nada que explicar. Ir a programas de televisión a opinar me parece totalmente gratuito. Los programas son negocios de las productoras, consecuentemente que salga el productor y diga lo que opina del Rey, que no nos use para su negocio. Si el medio no me deja trabajar en él, no voy a llenarlo gratis. Eso es un chapapote. Lo digo con respeto, pero todo es ya Sálvame. Es El chiringuito, es Al Rojo vivo… y yo no quiero trabajar en Sálvame. Lo que no quiero es hacer nada que mi concepto de dignidad me diga que no debo hacer, porque si te encharcas una vez y te cagas en tu cama, ya duermes en tu cama cagada el resto de tu vida.

P. Mejor no le pregunto cuándo vuelve a televisión, porque se lo habrán dicho unas 25 veces en los últimos días…

R. Déjame que acote un momento. En todo este tiempo yo no he dejado de presentar proyectos a las televisiones. A la pública, que es la que yo considero televisión, las otras son privadas y les puedo gustar o no, pero la pública es nuestra. Presento proyectos y de momento me dicen que no. Me reitero en que todas las televisiones públicas, la española, la tailandesa, la chilena y la australiana tienen tres componentes: Goebbels, Kafka y Al Capone.

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P. Vaya mezcla…

R. Doctrina, confusión y trinque. En mayor o menor medida, pero lo tienen todas. No se ponen para informar, se ponen para influir. Y yo quiero equivocarme solo.

P. ¿Cree que la parrilla televisiva no es sino el reflejo de cómo somos?

R. Sin ponerme de ejemplo, creo que cada paso atrás que da un individuo en la dignidad es un paso atrás que damos todos. A medida que se rinde uno, dos, tres, cien, tres mil, las cosas empiezan a ser terribles. Si damos por bueno todo, llegamos a este punto. La telebasura consiste en hablar de lo mejor de los peores y de lo peor de los mejores, y así se iguala todo. Por ejemplo, Pavarotti, gran tenor pero tacaño. Pepito, un fresco pero simpático. Si los ponemos al mismo nivel, así se maneja mejor el asunto.

P. Hablamos mucho de la bronca política. ¿Llegará a la calle o ha llegado ya?

R. Creo que estamos en manos de unos temerarios profundamente incultos. Y entre todos han metido el odio en el microondas, y lo están cociendo. Siempre he creído que los políticos son los pastores que tienen los ricos para manejar el rebaño. Claro que hay movimientos sociales muy importantes, como el Me too, pero al final las grandes fortunas, que tienen sus cuentas en sitios desconocidos, son las que mandan.

"El rencor es hacer fotocopias del dolor todos los días. Tú te levantas y te acuerdas de que Pepito o Pepita te puso la zancadilla"

P. ¿Quién influye más, Ferreras, Vasile o Amancio Ortega?

R. Afortunadamente Amancio Ortega. Llevándome bien con Ferreras y agradeciendo a Vasile que hago un remedo de él en el espectáculo y me ha mandado a Informativos Telecinco. Eso es tener sentimiento olímpico.

P. ¿Tiene la sensación de que hay alguien por ahí que no le perdona?

R. Sí, pero tiene derecho. Yo sí le perdono a él, porque cada uno es como es. El rencor es hacer fotocopias del dolor todos los días. Tú te levantas cada mañana y te acuerdas de que Pepito o Pepita te puso la zancadilla. El hombre es torpe, el planeta es pequeño y la vida es corta. Y no aprendemos. Es muy corto esto.

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P. Usted ha compuesto canciones, ha cantado, ha actuado, ha entrevistado, ha publicado libros… cumple con eso que decía Rajoy de los catalanes.

R. Puede ser. (Risas) Incluso soy catalán a veces, de vez en cuando. Con todo respeto a los patriotas, yo no creo en la patria. La patria y Dios son droga dura. No es que la desprecie, pero es que yo no quiero dar mi vida por nada de estas cosas. Me acuerdo de cuando me tocó jurar bandera, había que responder al general: "Sí, juramos". Yo dije: "Sí, juráis".

P. ¿Se le escuchó?

R. No, porque éramos 4.000 chillando a la vez. Si me hubieran escuchado me habrían prorrogado la mili.

P. Se quejaba Borja Cobeaga en este mismo periódico del abuso del concepto "berlanguiano". Usted trabajó con él, ¿está de acuerdo?

R. Era un tipo muy divertido. Cuando los demás nos quitábamos importancia de una manera hipócrita, él decía: "Esto que haces es fanfarronería negativa, te echas al suelo para que los demás te levanten".

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P. Ha tenido delante a gente muy grande. Esos minutos con Lola Flores vestida de adivina y con una bola de cristal son una maravilla…

R. Esos vídeos los pueden reponer las productoras en el 'Viaje al centro de la tele' sin que nosotros les demos permiso. Eso es una cosa contra la que estoy muy claramente posicionado. El día que Serrat cantó en 'Como Pedro por su casa', lo hizo por afecto, como lo haría yo por él y por otros. No lo hizo por el productor. Y se lo quedan para siempre. Y está a disposición de gente que nunca lo conseguiría con una sola gestión. Eso no está bien.

P. Vamos, que nadie le ha dejado abrumado…

R. No soy mitómano, pero soy muy respetuoso con el talento de los demás y con las cosas que no sé hacer. Tengo muchas lagunas culturas, sé mucho menos de lo que parezco. Cuando me siento a hablar con Saramago, sé que sabe mucho más que yo, pero también que en el fondo nos parecemos. Porque el discurso humano se resume en cuatro o cinco palabras. El 99% de nuestro ADN es el del chimpancé, por tanto consiste en Yo-mío-plátano-penalty-te mataré y luego rascada de huevos. Hasta ahí. En la parte tierna es hambre-miedo-sueño-frío-pipí-caca-mamá. Como le digo a Évole cuando se cabrea, 'nada es para tanto'. La vida está sobrevalorada.

P. A veces hay decisiones que parecen un acto de valentía. Pero, una vez pensadas, proceden de lo que un jefe mío denominaba "tener el hambre descansada". Se ha ido de los sitios cuando algo no le ha convencido, pero porque podía…

R. (Risas). La luz pagada, vamos.

"Lo que nunca he sido es ambicioso. Me han ido bien las cosas"

P. Es que cuando hay facturas por pagar, lo de los principios no está tan claro…

R. Todas las piruetas que haces es porque al final te está esperando el dinero del banco. Te lo decía antes. El dinero es la libertad de los cobardes. Es así. Por eso tiene valor el que no teniendo nada se lo juega también.

P. ¿Se define usted como hormiguita?

R. Lo que nunca he sido es ambicioso. Me han ido bien las cosas. Mi padre era chófer particular y ganaba 2.500 pelas al mes, con lo cual el día 8 empezábamos a preguntarnos cómo llegábamos a fin de mes, mi madre tenía una tienda de bacalao y gracias a eso vivíamos. Estudié Derecho y Periodismo y no acabé ninguna de las dos carreras, pero nunca me ha preocupado mucho. Me acuerdo mucho de una anécdota de Dalí, que regresaba de Nueva York y en la aduana lo pararon y le preguntaron: ¿algo de valor que declarar? Y él se miró de arriba y abajo y dijo (lo imita): "Todo yo".

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P. Dedicó 12 años a cuidar a su madre. ¿Qué aprendió del cambio de roles, de hacer de padre de tu madre?

R. Es muy duro. Dice Serrat en una canción que nunca es triste una verdad, lo que no tiene es remedio. Cuando ocurre, ocurre. Y dice José Sacristán que lo primero es antes. Si tú no tienes en tu lista de principios a tus padres, en caso de que se hayan portado bien contigo, no tienes claro nada. Yo podía, tenía medios, y lo dejé todo para hacer eso, con la colaboración de mi hermano. Pero dejé todo, y es lo mejor que he hecho en la vida.

Cuando tú ves a alguien que no cuida bien a su padre o a su madre, y han sido buenos, ya sabes cómo va a ser contigo como socio o como compañero. Ahí se define todo. Si no lo hace con su madre, ¿qué no hará conmigo?

P. Aunque diga que no hace concesiones a la actualidad, en la obra hay un rey emérito que va a 'La isla de las tentaciones'…

R. Es muy pesado ser rey, ¿eh?

P. ¿Tiene algo de dopado el debate entre monarquía o república?

R. Totalmente. Desde el punto de vista intelectual es mucho mejor que se elija a alguien, porque lo hereditario soporta mucha discusión. Pero vuelvo a lo de antes. Si no hay honradez, me da lo mismo monarquía y república. No me vale ninguno.

Pedro Ruiz llega al teatro Infanta Isabel para atender a El Confidencial. Tres horas después arranca la función de su nueva obra, 'Loc@s. Reír nos cura'. Pasa inadvertido por la madrileña calle de Barquillo, pero hubo un tiempo en el que Pedro Ruiz estaba en la boca y en las casas de muchos. Por sus programas de televisión, por sus espectáculos, por alguno de sus 17 libros, por su nominación a los Goya como mejor actor de reparto.

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