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Roberto Leal: "Lo importante es rodearse de gente que no deje que te flipes"
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Entrevista con el presentador de Pasapalabra

Roberto Leal: "Lo importante es rodearse de gente que no deje que te flipes"

Simpático, con unos ojos que hablan, prudente y con la habilidad suficiente para no meterse en charcos. Un profesional del entretenimiento, que se presta a casi todo

Foto: Roberto Leal posa para El Confidencial. (Carmen Castellón)
Roberto Leal posa para El Confidencial. (Carmen Castellón)

"¿Qué pasa?", dice Roberto Leal nada más bajarse del coche que lo trae de la grabación de Pasapalabra. Y son ese saludo, sin un hola que lo preceda, y la actitud del que en vez de a una entrevista estuviera en una tarde de cañas con amigos, un anticipo de lo que pasará después.

El presentador de moda es lo que parece. Simpático, con unos ojos que hablan, prudente y con la habilidad suficiente para no meterse en charcos. Un profesional del entretenimiento, en el sentido más estadounidense del término, que se presta a casi todo. No pone pegas a las fotos, a los autógrafos, se ríe con ganas y se emociona cuando toca. Tendrá sus ratitos malos, claro, pero no aparecerán en la terraza de San Sebastián de los Reyes en la que está sentado. Una de dos: o tiene buen día o disimula de miedo.

placeholder Foto: Carmen Castellón.
Foto: Carmen Castellón.

PREGUNTA. Acláreme una cosa, por favor. ¿Cómo hace para caerle bien a todo el mundo? A veces parece Emilio Aragón en Médico de familia, el yerno ideal. También lo quieren mucho en La resistencia, donde acaba vacilando a David Broncano. ¿Qué truco tiene?

RESPUESTA. (Se ríe). Mira, lo de Emilio Aragón no lo había pensado. No creo caerle bien a todo el mundo, ojo, pero es verdad que hago programas para todo el público y noto que la gente me tiene cariño. Pero tengo mi retranca, claro, así que en cuanto puedo me voy encantado a ver a Broncano. Hace unos días estuve en 'Buenismo bien' (Cadena Ser) y me pedía Manuel Burque que por favor no cometa errores ni deje nunca nada por pagar. No puedo decepcionarles (risas).

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Foto: C. Castellón.

Leal no quiere líos ni adentrarse en jardines políticos. No le gusta meterse en problemas, no quiere hablar de más. Ha venido a poner paz en nuestras vidas, a entretenernos. A esa bendita tarea de la evasión en tiempos de permanente apocalipsis. "Tengo mi opinión, claro, pero llevo años haciendo programas para toda la familia", explica. Y eso que, aunque se resista a opinar, algunos les han buscado la letra pequeña a algunas de sus declaraciones. Ya saben, la comprensión lectora, que vive horas bajas.

P. Me cuentan que es usted de los que lo leen todo y lo escuchan todo. ¿Es eso cierto?

R. Bueno, yo soy periodista, y aunque estoy encantado con el entretenimiento, date cuenta de que vengo de informativos, que también fui el de las recetas de España directo… He hecho un poco de todo. Me interesa y quiero saber lo que pasa en el mundo aunque no lo necesite para hacer 'Pasapalabra'. No quiero ser un marciano.

P. ¿Cómo lleva la fama, que lo reconozcan por la calle? ¿Es de los que están en un sinvivir por las audiencias, aunque estas lleven dándole buenas noticias tanto tiempo?

La verdad es que con el paso de los años, todo esto de la fama he aprendido a gestionarlo. Te reconozco que antes estaba muy pendiente de las audiencias, de lo que se decía de los programas que hago. Ahora la relativizo mucho más. No sé si gracias al terapeuta o es más bien cosa de mi hija Lola, que tiene tres años. (Esa misma semana se publicará la noticia de que espera su segundo hijo). Cuando hablo de estos asuntos siempre me acuerdo de una frase que nos decía Tinet Rubira cuando estaba en Operación Triunfo: "No estamos salvando vidas ni operamos a corazón abierto".

Antes estaba muy pendiente de las audiencias, de lo que se decía de los programas que hago. Ahora lo relativizo mucho más

Leal es ahora el chico del rosco, pero es consciente de que el verdadero subidón de popularidad se lo debe a Operación Triunfo. Cuando sale a relucir esa etapa y ese programa, apoya las manos en la mesa, relaja el cuerpo y pone cara de ternura. Recuerda con enorme cariño a los concursantes, con algunos de los cuales sigue teniendo contacto.

P. Le confieso que algunos estábamos escépticos con la resurrección de ese programa. Los que vivimos como propias las historias de Bisbal, Chenoa y Rosa no dábamos muchos duros por esa edición de 2017… y fíjese.

R. Fue una época maravillosa, había tanto talento ahí, en los chicos, en los profesores. A veces me han acusado de ejercer con ellos cierto tono paternalista, pero bueno. Mi papel consistía en hacerles compañía pero siempre un paso por detrás, dejándoles su espacio. Al fin y al cabo, me escogieron a mí para presentarlo, que no era ni mucho menos superfamoso. Y se tomaban su trabajo muy en serio, se notaba, aunque siempre habrá críticas y gente a la que no le gusta el programa. La prueba es lo que han conseguido, que acaban de salir las candidaturas de los Grammy Latinos y están ahí. Mira Amaia, mira Aitana y Alba Reche.

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Foto: Carmen Castellón.

P. Habla con nostalgia de esas ediciones en las que estuvo al frente.

R. ¿Sabes lo que pasa? Que hablamos de programas que sobrepasan a los presentadores. 'OT' volvió sin Carlos Lozano y volverá sin Roberto. Pasapalabra volvió sin Cristian Gálvez, y Roberto Leal se irá, y el formato permanecerá. No pasa nada.

P. Desde que fui madre sostengo que los hijos son un aterrizador de egos bastante eficaz. No sé si es su caso.

R. Totalmente. Cuando llego a casa, después de hora de grabación, mi mujer me está esperando y me dice: "¡Ahora, cruza la pasarela!" (Risas). Y me ocupo de la niña. Mi madre también colabora en este asunto, y valoro mucho su opinión. No sé si fue en la segunda o tercera gala de OT, que la llamé y le pregunté si lo estaba haciendo bien. Y me dijo: "Sí, hijo mío, pero tú disfruta". En todo caso, si me queda algo de vanidad, está Sara, mi mujer, que de vez en cuando me suelta: "¿Pero y esa camisa que te han puesto? ¡Mañana una lisa!" (Risas). Lo importante es rodearse de gente que no deje que te flipes.

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Foto: C. Castellón.

Y entonces llega Mateo, de seis años, con una mascarilla estampada con dibujos. Se coloca delante de él y le grita: "¡Hola, Rober!". Viene de otra mesa de la terraza, con una energía a prueba de bombas. El presentador permanece un par de segundos sorprendido, pero enseguida empieza a hablar con él. Le pregunta el nombre, la edad, se da la vuelta y saluda a los padres: "¡Hay que ver el arte que tiene la criatura!". Otra familia que se lleva al bolsillo. "Mateo, ¿nos hacemos una foto?", le dice. El hermano mayor de Mateo inmortaliza el momento con su móvil. Leal choca los codos con ambos, vuelve a saludar a los progenitores. "Yo a esa edad no tenía ese desparpajo, te lo juro", bromea Leal.

placeholder El hermano mayor de Mateo inmortaliza el momento con su móvil. (C.C.)
El hermano mayor de Mateo inmortaliza el momento con su móvil. (C.C.)

P. Permítame que hablemos de ausencias. Lo que suponen, lo que pesan. Perdió usted a su padre hace no mucho, y recuerdo su entereza para comentarlo en televisión y de paso homenajearle.

R. Mi padre llevaba enfermo un tiempo, y se fue un 24 de diciembre. Que es verdad que no hay día bueno para morirse, pero justo ese día… Y a la semana estaba presentando las campanadas… (baja la cabeza, se contiene). Esa ausencia la llevo mal, de repente la distancia que hay entre Madrid y Sevilla me pesa demasiado. Porque empiezas a preguntarte la de veces que podía haber bajado a ver a mis padres y no lo hice. Por trabajo, por pereza, qué sé yo…

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Foto: C. Castellón.

P. La maldita culpa. Y la manera que tenemos de ver la muerte los adultos. La última vez que mi hija vio a mi padre, justo al salir de su casa me dijo: "Mamá, el abuelo se tiene que ir al cielo porque así ya no le va a doler nada".

R. (Se remanga la cazadora). Mira cómo tengo los pelos, como escarpias. Porque es verdad, lo mismo que pasaba en la película 'Un monstruo viene a verme', que a veces hay que dejar marchar a alguien. Es lo mejor que le puede pasar. Pienso mucho en mi madre, que se ha convertido en la viuda más reciente de la familia.

Leal estuvo contagiado de coronavirus. Unos síntomas leves, dice. No parece incómodo con el tema, pero procura salir del paso. Es uno de tantos contagiados, y a pesar de las peticiones por parte de los colegas, rechaza convertirse en portavoz. "No puedes decirle a la gente que no pasa nada, que tranquilidad. Porque soy presentador de televisión y le estoy hablando a gente que está sin trabajo, o con cualquier otro problema. Qué voy a decirles", explica. Sigue sin saber hoy si es inmune. Es un mar de dudas. Como casi todos.

Está encantado de la vida, en una etapa tranquila y feliz que espera que dure mucho tiempo

Le llegó el contrato con Antena 3 en pleno confinamiento. Llamó a su madre, cómo no, para consultarle. Está encantado de la vida, en una etapa tranquila y feliz que espera que dure mucho tiempo. A Lola, cuando se tercia, le dice que el abuelo está en una estrella del cielo. Lola le pregunta que cuándo va a bajar a verla. "Eso me rompe", dice. Y le brillan los ojos. Y parece que va a llorar, pero le da un sorbo a la bebida. Una manera como cualquier otra de recomponerse.

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Foto: Carmen Castellón.

Ha pasado el confinamiento como ha podido. Ha hecho lo que muchos. Resistir y hacer pan. "Lo hice un par de días y me salió duro como la rodilla de una cabra. Así que me dije: voy a comprarlo. Luego me di cuenta de que muchos tenían una tahona en casa. Claro, así cualquiera", bromea. Le dio mucha pena cuando acabaron los aplausos. Lo de ser mejores duró poco. Ahora, se teme, imperará la ley del más fuerte.

Se está haciendo de noche. Pretendemos que llegue a cenar con sus mujeres. La que le critica la camisa y la de tres años. "Por mí, si queréis, pedimos un gin-tonic", dice muerto de risa. Es el hombre perfecto. Y no lo sabe.

"¿Qué pasa?", dice Roberto Leal nada más bajarse del coche que lo trae de la grabación de Pasapalabra. Y son ese saludo, sin un hola que lo preceda, y la actitud del que en vez de a una entrevista estuviera en una tarde de cañas con amigos, un anticipo de lo que pasará después.

Roberto Leal
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