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Habla la voz del exilio: "No le veo futuro a la III República a pesar de Juan Carlos I"
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ENTREVISTA A LUDIVINA GARCÍA

Habla la voz del exilio: "No le veo futuro a la III República a pesar de Juan Carlos I"

Ludivina creció con la convicción de que un día vendría a España para resolver la duda que tantas vueltas le daba a la cabeza: había nacido en México, amaba México, pero extrañaba a España

Foto: Ludivina García durante su entrevista con El Confidencial. (Fotos: Carmen Castellón)
Ludivina García durante su entrevista con El Confidencial. (Fotos: Carmen Castellón)
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En pleno franquismo, en los años más duros de la posguerra, Ludivina García se educó en un colegio en el que todas las semanas honraban la bandera republicana y cantaban el himno de Riego, que, aunque nunca fue oficial, fue el que la gente popularizó durante la Segunda República. En las clases les enseñaban la historia de España y leían a Lorca, a Machado… Ludivina vivía en “un oasis”, como lo llamaban. Lejos de España, muy lejos de España, en México, una enorme colonia de exiliados republicanos educó a sus hijos en la nostalgia de España, el país del que tuvieron que salir tras la Guerra Civil. Llevaban tantas heridas, tantos desgarros, tanta pena, que de lo único que no hablaban era de la tragedia.

Ludivina García Arias (Morelia, México, 13 de diciembre de 1945) creció con la convicción de que un día vendría a España para resolver la duda que tantas vueltas le daba a la cabeza: había nacido en México, amaba México, pero extrañaba a España, añoraba Asturias, la tierra de sus padres. Quería saber si era mexicana o española y, para eso, algún día tenía que venir a España. Cumplió su sueño, volvió a España para estudiar en la Complutense y, en la clandestinidad de los años 70, se afilió al PSOE, y lo representó luego en todas las instituciones, desde la local hasta la europea, pasando por el Congreso de los Diputados. Allí estaba sentada en el golpe de Estado de Tejero. Coincidiremos que, si alguien puede hablar hoy de la república en España, son estos hijos de los exiliados republicanos que, como su padre, que murió en 1968 sin haber podido volver a vivir en su país, conocieron todas las formas de sufrimiento antes de instalarse en aquel refugio de México.

PREGUNTA.- Se hace difícil imaginar cómo crece una niña en un entorno así, con padres exiliados que le hablan maravillas de un país al que, tras una Guerra Civil, no pueden volver.

RESPUESTA.- En mi casa no se hablaba de la guerra, entre otras cosas porque cada vez que salía el tema, mi madre se echaba a llorar. Lo he comentado con muchos de mis compañeros de México y me han contado lo mismo, no se hablaba de la guerra, se hablaba de la república, de sus ciudades, de las comidas, de sus paisajes… Los temas dolorosos se rehuían. Enriqueta Tuñón Pablos, que también nació en México, porque toda la familia Tuñón de Lara eran, como sabe, muy republicana, entre comunistas y socialistas, lo define muy bien cuando dice que vivíamos en una burbuja. Una burbuja republicana en México, como en el colegio Luis Vives, en el que estábamos todos, cuando honrábamos la bandera de México y cantábamos el himno y, luego, la de la república, y también cantábamos el Himno de Riego con la letra que le hizo el profesor de historia, Marcial Rodríguez: “De nuevo España resurge, tan alto y tan grande es su honor, que en el hombre es un timbre de gloria, nacer y sentirse español”. Y en mi casa… Cada tarde, cuando mi padre regresaba de trabajar, nos sentaba en el salón, debajo de un cuadro con un paisaje de Asturias, ponía música de Albéniz, y empezaba a contarnos cosas de la historia de España o nos recitaba poemas de Lorca, de Machado... De la guerra mundial sí hablaba también, pero de la Guerra Civil, jamás. Tantos años han pasado, pero me sigo emocionando cada vez que oigo a Albéniz.

placeholder Ludivina García. (Foto: C. C.)
Ludivina García. (Foto: C. C.)

P.- Imagino que, con los años, sí conocería usted cada detalle del pasado de su padre en la República y en la guerra.

R.- Mi padre, Ismael García Lombardía, era maestro dentro de una familia de maestros de escuela de Asturias. El golpe militar, en julio del 1936, le pilló en Madrid porque quería presentarse a unas oposiciones. Digo esto porque en Oviedo vivía con mi abuelo, ya mayor y enfermo, con lo que le había pedido a su hermano que se quedara unos días con él, para cuidarlo mientras estaba fuera, en Madrid. Todos eran gente muy involucrada en los movimientos asociativos de trabajadores, además de militantes del Partido Comunista. En fin, que los fascistas fueron a buscarlo a la casa en la que estaba mi abuelo y a quien se encontraron fue a su hermano; lo fusilaron, estaba casado con tres niños pequeños, y mi abuelo murió, poco después, en un bombardeo. Hay que imaginarse lo que supuso eso para mi padre, saber que detuvieron a su hermano cuando iban buscándolo a él… Nunca hemos sabido dónde los enterraron.

P.- Su padre, luego, combatió en la guerra en varios frentes con el Ejército Republicano y, finalmente, se exilió a México.

R.- Combatió en varios frentes y, en febrero de 1939, viendo que la República se derrumbaba, se marchó a Francia. Allí, como a todos los republicanos que llegaban, lo internaron en un campo de concentración, primero en Argelès. Tras varios años, pudo conseguir un pasaje para América en un barco en el que viajaban, además de doscientos españoles, muchos judíos que huían del horror del nazismo.

"Hay que imaginar lo que supuso eso para mi padre, que detuvieran a su hermano cuando le buscaban a él. Nunca hemos sabido dónde los enterraron"

Llegaron a Nueva York y, como llevaban la fama de rojos peligrosos, los metieron en un tren y los mandaron para México. Durante toda su vida, mi padre siempre repetía lo que le dijo un funcionario de inmigración al llegar a la frontera de México, en Laredo: ‘señor, ¿ve usted esta raya en el suelo? Pues puede traspasarla porque dice mi general Cárdenas que, a partir de este momento, es usted libre de ir a donde quiera y a trabajar donde pueda. Sea usted honrado”. Nunca olvidó aquel gesto de grandeza, por eso el cariño eterno que le tenemos a México.

P.- Usted nace allí, unos años después, en 1945, y no sé cuándo, a qué edad, comienza a sentir la extrañeza de que le hablasen continuamente de España, como un paraíso perdido o una frustración.

R.- Sí, esto es curioso porque mis padres llegaron a México por motivos muy distintos, mi padre como exiliado político y mi madre, que era una campesina asturiana, por el exilio económico, la emigración de las zonas más pobres de España, fundamentalmente de Asturias y de Galicia. Mi madre trabajaba en uno de los comedores de refugiados que habían organizado los españoles para acoger a los que iban llegado, y allí conoció a mi padre.

placeholder Ludivina García. (Foto: Carmen Castellón)
Ludivina García. (Foto: Carmen Castellón)

P.- ¿Cuándo viaja usted por primera vez a España?

R.- Mi madre quiso volver en 1957, para ver a mi abuela; llevaban más de veinte años separadas. Vinimos con mi padre a Europa pero, al llegar a la frontera, mi padre se quedó en Francia y nosotras nos fuimos a Asturias, a Fresnedo. Recuerdo que llegamos a la aldea en un taxi, llovía y estaba anocheciendo. Al entrar en la casa, casi en penumbra, sólo se divisaban algunas siluetas.

"Llegaron a Nueva York y, como llevaban la fama de rojos peligrosos, los metieron en un tren y los mandaron para México"

Mi madre se fue hacia mi abuela y se fundieron en un abrazo que parecía que no terminaba hasta que, de repente, aquellas bombillas cogieron más vigor, iluminaron más la sala y, estupefacta, mi madre se dio cuenta que una de aquellas siluetas era un cura con sotana. Se quedó mirándolo, lo señaló y nos dijo, ‘niños, nos vamos’. El sacerdote, al momento, le dijo que no tenía nada de qué preocuparse, que entendía ese reencuentro entre una madre y una hija después de tanto tiempo. Con posterioridad, casi al final del franquismo, volví de nuevo y ya hice mi vida aquí.

P.- Decía antes que no se quería hablar de la guerra, pero, además de por el dolor que sentían, quizá tampoco querían reproducir en el exilio los enfrentamientos que hubo entre socialistas, comunistas, anarquistas, que acabaron todos conviviendo en el exilio.

R.- Naturalmente. Todos ellos, además, siempre pensaron que un día regresarían a España y ninguno quería envenenar ese sentimiento mutuo con disputas políticas. Sobre todo, tras la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, todos sintieron que se les había dado la razón, que ellos lucharon en el bando correcto contra el ejercito franquista. También las Naciones Unidas condenaron el régimen franquista, con lo que todos estaban convencidos del fin de la dictadura. Pero no, aquella ‘euforia democrática’ internacional se fue enfriando y algunos no volvieron jamás. Pero bueno, lo que preguntaba, que era tan firme la idea de convivir, sin reavivar disputas políticas, sobre todo porque también, por la emigración económica, había muchos españoles conservadores. Le contaré una anécdota que lo define bien: un empresario catalán, Arturo Mundet, había hecho fortuna con un refresco de manzana, muy famoso en México, Sidral Mundet, y abrió un espacio recreativo, con piscina, boleras, canchas de tenis, al que íbamos todos. Colocó en un mástil la bandera de España, roja, amarilla y roja, y aquello provocó una vez un conflicto. ¿Sabe lo que hizo? Pues Mundet decidió que, en adelante, la bandera de España iba a ser sólo una banda roja y otra amarilla. Porque había que convivir, claro…

Foto: El rey Felipe conversa con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), y el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias (i), durante un Consejo de Ministros celebrado en el Palacio de la Zarzuela. (EFE)

P.-. ¿Qué piensa cuando oye decir que Puigdemont es un exiliado?

R.- Pues pienso que es mentira, que el exilio es algo muy distinto a fugarse de un país para eludir la acción de la Justicia de un país democrático, y subrayo esto último: huye de una justicia democrática. Eso, además de que, seguramente, todavía vive en un país europeo con dinero de los fondos públicos españoles… En fin, que me duele que se diga y que se propague por los medios, con lo que el término exilio pierde todo sentido.

P.- En su decisión de afiliarse al PSOE en la clandestinidad, cuando vuelve a España, ¿cuánto había de reivindicación de le memoria de todos aquellos republicanos, como su padre, que murieron en el exilio sin poder volver? No sé, imagino esa rabia interior…

R.- Cuando volví en el 1970, la mayor parte de la oposición al régimen de Franco, ya fueran comunistas o liberales, eran todos republicanos. Me casé con un asturiano, Juan Luis Rodríguez-Vigil, mi exmarido, y ambos teníamos muy claro que queríamos afiliarnos al Partido Socialista. Teniendo en cuenta que Franco vivía aún, el número de afiliados era importante, unas quinientas personas en Asturias, muchos de ellos que ya habían sido detenidos y torturados años atrás. Lo que más me impresionó al conocerlos es que era gente de un talante democrático impresionante. A pesar de todo lo que habían sufrido, no tenían ningún rencor político y lo que querían para España era una democracia abierta y tranquila, sin venganzas. Me impactó muchísimo, me maravillaba.

"La monarquía parlamentaria no es una imposición del franquismo sino un acuerdo parlamentario y Juan Carlos tuvo que ganarse su espacio"

P.- Dice usted que todos, derechas e izquierdas, eran republicanos. ¿Cómo se produce la evolución de los republicanos de la clandestinidad hacia la aceptación de la monarquía parlamentaria?

R.- Todos nos sentíamos republicanos y la imagen que se tenia de Juan Carlos era la que correspondía en aquel momento, era el sucesor que había designado Franco. Es decir, la imagen nunca podía ser buena por su complicidad evidente con el régimen franquista. Lo que ocurrió es que, a medida que fue desarrollándose ese proceso tan complejo y difícil como fue la Transición, Juan Carlos comenzó a aparecer como una figura necesaria para aquello a lo que aspirábamos, una democracia tranquila. De forma que cuando llegaron las Cortes Constituyentes, que ya representaban a la soberanía popular, el PSOE, que había perdido aquellas elecciones, presentó en la comisión parlamentaria, antes de llegar al pleno, un voto particular sobre el modelo de Estado en defensa de la república. La votación se perdió porque sólo lo apoyaron los diputados del PSOE, ni los nacionalistas vascos ni los catalanes, a excepción de un diputado de Esquerra Republicana. Este dato es fundamental y no entiendo cómo el PSOE no lo recuerda a menudo. La monarquía parlamentaria no es una imposición del franquismo sino un acuerdo parlamentario y su titular, Juan Carlos, tuvo que ganarse su espacio durante la Transición.

P.- Y a usted, personalmente, por su vida, por su memoria, por padre, ¿le costó aceptar la monarquía y renunciar a la república?

R.- Entonces, y ahora, porque yo sigo considerándome republicana, lo que antepusimos fue la necesidad de la convivencia en España. Es cierto que, también en aquellos años, muchos preguntaban que por qué no se sometía a la Corona a un referéndum aparte, que por qué iba en el mismo paquete que la Constitución, pero ya le digo que la votación se realizó entre los representantes de la soberanía popular y, sobre todo, que lo fundamental y prioritario era avanzar y aprobar la Constitución que garantizaba en España una democracia plena. Sucede, además, que Juan Carlos tuvo su propio referéndum, y también lo ganó: fue en el golpe de Estado de Tejero, el 23 de febrero de 1981. Y me explico. Pasado el 23-F, se organizaron manifestaciones en toda España en defensa de la libertad. Yo estaba en la organización de la de Asturias y recuerdo en aquella multitud que comenzaron a llegar los autobuses de las cuencas mineras y empezaron a gritar ‘¡viva el Rey! ¡viva el Rey!’ Me dije, este hombre se ha ganado hoy la Corona, éste ha sido su referéndum. Yo estaba allí, en el Congreso, cuando entró Tejero, y en los días sucesivos nos reunimos con militares que, nerviosos aún por lo que había ocurrido, nos dijeron que en los cuarteles lo que imperaba aquel día no era la Constitución sino la palabra del rey. Por eso se paró el golpe de Estado, gracias a Juan Carlos, y a mí no me cabe la menor duda.

placeholder Ludivina García. (Foto: C. C.)
Ludivina García. (Foto: C. C.)

P.- ¿Como hija de un exiliado republicano, se siente identificada con quien pide hoy una república en España?

R.- A ver, desde el punto de vista meramente teórico, el hecho de contar con la más alta institución del Estado, la jefatura del Estado, que se transmite por filiación, encierra una evidente contradicción democrática. Pero la realidad es mucho más compleja que un mero análisis teórico y en el caso de España, además de que este asunto, como le decía antes, ya se debatió y de decidió democráticamente, lo fundamental es que la monarquía parlamentaria es garantía de estabilidad. ¿Me identifico con los republicanos de hoy? Ya le digo que yo me siento republicana y cuando he ido a reuniones de algunos partidos o colectivos que piden la III República me he dado cuenta de que cada uno de ellos defiende la necesidad de un estado republicano según su programa político. Los republicanos de hoy no buscan el interés general de España. Lo que no he visto en todos estos años es un movimiento republicano que sea una alternativa a la monarquía parlamentaria, ese bloque teórico no existe. Por tanto, le veo un escaso futuro.

P.- ¿Incluso después de lo sucedido con don Juan Carlos, los escándalos tras su abdicación?

R.- Lamentablemente, el propio Juan Carlos, después de su valiosa aportación en las primeras décadas de la democracia, se ha convertido, como persona, no como jefe del Estado ni como rey, en un obstáculo para la monarquía parlamentaria. Espero que todas las dudas que existen sobre su comportamiento se aclaren en los tribunales de justicia, que es lo que debe suceder en una democracia como la española. Lo que no se puede pretender es que esa responsabilidad se traslade también a su hijo, Felipe VI. Lo que no se puede hacer es mezclar debates, y en lo que se refiere al modelo de Estado lo que tenemos que pensar es que el desarrollo de la democracia en España no ha sido diferente con la monarquía a como pudo haber sido con una república. Por lo tanto, no hay motivos para generar inestabilidad política, social y económica, mucho más en estos momentos tan graves por la pandemia del coronavirus. No logro entender que haya partidos y personas que se dicen republicanos y no les importe lo que supondría para España esa inestabilidad en estos momentos…

"El desarrollo de la democracia en España no ha sido diferente con la monarquía a como pudo haber sido con una república"

P.- Es habitual oírle decir a dirigentes de Podemos que el PSOE traicionó a la república en la Transición. Podemos, que es el socio de gobierno del PSOE de Pedro Sánchez. ¿No echa usted de menos que los dirigentes de su partido reivindiquen los valores de la Transición con más énfasis, incluso con más convencimiento?

R.- Algunos hablan de la Transición como si aquello hubiera sido la reunión de cuatro o cinco personas sentadas en una mesa de camilla… Y no, claro, fue algo mucho más complejo y se alargó durante varios años, hasta que se aprobó la Constitución, el rey cedió al pueblo español todo el poder que había heredado de Franco y se consolidaron los derechos y libertades. ¿Hubo que ceder en la Transición? Pues naturalmente, todos cedieron para que se pudiera alcanzar un acuerdo, pero es que en eso consiste una democracia, en esa capacidad de diálogo y de entendimiento para progresar. Nadie traicionó a nadie. Y fueron los propios represaliados, aquellos que habían sufrido torturas o el exilio, los primeros que aceptaron y defendieron que se alcanzase un acuerdo para abrir esta etapa de democracia, que es única en la historia de España.

P.- ¿Es usted de las socialistas que está inquieta por la presencia de Podemos en el Gobierno, tal y como decía Pedro Sánchez antes que pactar con Pablo Iglesias?

R.- Desde las movilizaciones del 15-M, siempre he recelado de Podemos. Recuerdo que, entonces, me acercaba a las concentraciones para ver de qué iba todo aquello y me sorprendía la demagogia y la ligereza con la que repetían que los partidos políticos que habían obtenido millones de votos en las elecciones no los representaban, como si a ellos los hubieran elegido alguien… En fin, que no, que no me gusta Podemos ni que gobierne en coalición con el PSOE. Pero esa ha sido la mayoría de izquierda que salió de las urnas.

En pleno franquismo, en los años más duros de la posguerra, Ludivina García se educó en un colegio en el que todas las semanas honraban la bandera republicana y cantaban el himno de Riego, que, aunque nunca fue oficial, fue el que la gente popularizó durante la Segunda República. En las clases les enseñaban la historia de España y leían a Lorca, a Machado… Ludivina vivía en “un oasis”, como lo llamaban. Lejos de España, muy lejos de España, en México, una enorme colonia de exiliados republicanos educó a sus hijos en la nostalgia de España, el país del que tuvieron que salir tras la Guerra Civil. Llevaban tantas heridas, tantos desgarros, tanta pena, que de lo único que no hablaban era de la tragedia.

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