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Los peregrinos del año de la pandemia: "Era mi vez 71 y me lancé sin saber si volvería"
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Los peregrinos del año de la pandemia: "Era mi vez 71 y me lancé sin saber si volvería"

¿Lanzarse a pasar semanas fuera de casa, conviviendo con desconocidos, hasta llegar a Santiago? Tres peregrinos nos cuentan su experiencia en el Camino este verano

Foto: En el camino. (Fotografía proporcionada por Endika Armengol)
En el camino. (Fotografía proporcionada por Endika Armengol)
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Cuando se le pregunta cuántas veces ha hecho ya el Camino de Santiago, Endika Armengol responde con un poco de vergüenza que este año ha sido la número 71 a sus 73. Un año, eso sí, que no se ha parecido en nada a otros. Como mucho, a lo que más se parece es a un mes de "noviembre o diciembre", como explica a El Confidencial. O a hace 16 o 17 años. "En muchos albergues de 100 plazas he estado solo, solo, solo".

Armengol, que sigue añadiendo muescas a su revólver —o Compostelas en su currículum—, ha afrontado este verano el camino con sentido solidario, siendo una de las más de cine personas que han cargado hasta Santiago de Compostela con la mochila homenaje a los muertos por coronavirus. Un itinerario marcado por las restricciones de movimiento, claro: como la idea surgió antes del final de la desescalada (se puso en marcha el 19 de junio en Roncesvalles) cada peregrino solo se ceñía a una única comunidad autónoma. Un camino por relevos.

"Durante el confinamiento ha habido 200 peregrinos que han llegado a Santiago, pero la mayoría vivían en Galicia"

En el caso de Armengol, han sido 10 días. El último tramo, desde Ponferrada hasta Santiago. A medida que pasaba los días, el caudal de peregrinos iba aumentado. "Éramos muy poquitos al principio, pero como al final del camino ya se había abierto todo, había mucha más gente, aunque no han sido los números de otros años", recuerda el autor de 'Las sandalias peregrinas'. "Ahora estamos ya en casi 500 Compostelas al día, a partir del día 1 de julio se fue notando poco a poco: 67, 74, 100 y pico...".

Muchos de ellos, repetidores como él, que empezó tarde, a los 46. También, algún grupo de jóvenes, así como excursiones de escuelas lideradas por el párroco. "Nos lo hemos planteado como una cuestión de veteranos, quien más o quien menos lo había hecho ya diez veces", recuerda Armengol, que suele salir solo pero raro es que al final del primer día no se haya encontrado ya con nadie. Eso ha sido quizá lo más difícil este año: conocer a gente nueva, especialmente de otros países. Endika tan solo se cruzó con un par de jóvenes alemanas. La desaparición de las cocinas de los albergues ha provocado la desaparición de las cenas de confraternización.

placeholder El exjugador de la NBA José Manuel Calderón completó este miércoles la penúltima etapa del Camino de Invierno. (EFE/Xoán Rey)
El exjugador de la NBA José Manuel Calderón completó este miércoles la penúltima etapa del Camino de Invierno. (EFE/Xoán Rey)

De ahí que prácticamente los recibiesen como reyes cuando pasaban por algunos pueblos. "Casi nos aplaudían cuando pasábamos, para ellos ha sido muy emocionante", añade. Para muchos de los vecinos, eran los primeros peregrinos que veían tras meses confinados. "Cada vez más pueblos pequeños viven del Camino, y que el Camino estuviese desierto les ha repercutido mucho económicamente. Ha habido semanas en las que no ha pasado nadie".

El Camino en 2020 ha pasado casi por las mismas fases que la desescalada, como razona el jubilado que destina gran parte de su vida a peregrinar. En un primer momento, cuando el país se cerró, algunos peregrinos se quedaron colgados en mitad de los Caminos, sin posibilidad para volver. Durante el confinamiento, recuerda Armengol, "llegaron unos 200 peregrinos pero supongo que de la última fase del camino, pero alguno se ha metido con tiendas de campaña". "Luego prácticamente no había ni nada ni nadie, con todos los establecimientos cerrados", prosigue. "Y cuando se abrió todo aproveché para salir, porque no sabía si iba a tener otra oportunidad para hacerlo".

Logísticamente, este año ha sido una variación un tanto peculiar de las dificultades de otros años. Los problemas para encontrar albergue, especialmente en los últimos compases del itinerario, se deben a las limitaciones de aforo, no a una masa crítica de peregrinos. "Llegando tuve que preguntar en tres o cuatro hasta encontrar sitio", recuerda. "No todos los albergues privados estaban abiertos, y los de la Xunta en teoría abrían cuando los otros estaban llenos. Menos gente pero menos plazas".

"En septiembre tengo otro grupo, de Oporto a Santiago. Mientras el cuerpo aguante, no digo que no. Ya no es motivación, es adicción"

¿Miedo? "Por contagiarme no, el único miedo que podía tener era por no poder volver a casa en caso de que hubiese un rebrote", explica Armengol, que se encuentra trabajando en su tercer libro sobre sus andaduras en el camino, que saldrá este año. "Pero era miedo hasta cierto punto, porque tengo amigos en Ferrol y otros lugares y me habrían acogido. Al final prima la hospitalidad y sobre todo somos una gran familia". ¿Algún consejo para los que se estén planteando hacer el Camino este año? "Veo mucha gente en foros con dudas, pero yo me lancé sin saber si volvería, así que si quieres ir, ve".

¿Cuándo será la número 72? "Espero volver el próximo mes, pero a ver", responde Armengol, que recuerda que lo religioso ha perdido importancia en favor de lo espiritual. "Mucha gente va a encontrarse a sí misma". Cuando le preguntamos si tras 71 Caminos se ha encontrado ya a sí mismo, se ríe de nuevo. "Yo empecé en el 1992, y a los dos o tres Caminos ya me había dado cuenta de que este era mi sitio". Más que encontrarse a sí mismo, ha encontrado a los demás. Marzo, mayo, julio y septiembre son los meses de su calendario de peregrinaciones. "En septiembre tengo otro grupo, de Oporto a Santiago. Mientras el cuerpo aguante, no digo que no. Ya no es motivación, es adicción".

Una peregrinación épica

El plan para este verano de Álvaro Calvente, un joven de 14 años, era hacer el Camino de Santiago con sus compañeros de la parroquia de San Patricio en Huelin (Málaga), pero la pandemia lo cambió todo. "Tiene una discapacidad mental pero la capacidad de acordarse de todo, así que cuando vio que pasaban los meses y que no nos íbamos, empezó a repetir que quería ir", explica su padre, Ildefonso, a El Confidencial. "Así que lo organicé para los dos y se apuntó un amigo nuestro de Torremolinos".

placeholder Francisco Millán, Álvaro e Ildefonso en el Camino. (Fotografía proporcionada por Ildefonso Calvente)
Francisco Millán, Álvaro e Ildefonso en el Camino. (Fotografía proporcionada por Ildefonso Calvente)

La suya quizá haya sido la historia más épica de este Camino de Santiago. Del plan inicial de 60 kilómetros, decidieron ampliarlo a 111, desde Sarria (Lugo), tras comprobar que Álvaro sería capaz. "Son cinco etapas pero para evitar la más dura de 30 km pusimos otra más para ir más tranquilos, porque tenemos que ir a su ritmo", explica. Los tres llegaron a Santiago a mediados de julio, donde fueron recibidos en olor de multitudes por otros peregrinos, que habían seguido su odisea a través de su cuenta de Twitter. "Cuando llegamos a Santiago hicimos como todo el mundo, nos pusimos a llorar como magdalenas en la Plaza del Obradoiro, y nos dimos cuenta de la cantidad de gente que nos conocía", explica.

"Cuando íbamos a sellar la Compostelana, salió el vigilante jurado para buscarnos y nos recibió el deán". Lo malo, que por cuestiones de aforo, cuando quisieron entrar en la catedral por la tarde ya estaba cerrada. Quizá una buena excusa para volver otro año, después una experiencia que "planteamos como un encuentro con Jesucristo y ha sido todo un bombazo". ¿Algún plan ya? "Quizá sea la Ruta Portuguesa".

Ildefonso ya había peregrinado hace unos 10 años, pero lo que encontró fue completamente distinto. "No tanto en el Camino en sí, aunque había mucha menos gente, sino entre los que nos recibían. Había una alegría impresionante por parte de albergues, hostales, bares, porque muchas veces éramos los primeros", rememora. Alguna, como la hostería de Os Valos, abrió solo para ellos. "Nos dijeron que algún día tenían que reabrir, así que empezaron por nosotros, aunque no les saldría rentable". Ha sido, eso sí, un camino más solitario porque salían un poco más tarde que el resto de peregrinos ("a las ocho").

"En ningún momento hemos hablado del covid en el Camino porque todo estaba tan tranquilo que ni nos acordábamos"

De nuevo la gran pregunta: ¿miedo? "Nada, mi esposa es auxiliar de enfermería en el hospital y mi hija es terapeuta y lo pilló, así que sabemos lo que es, pero en ningún momento hemos tenido sensación de riesgo. ¿Dónde mejor vamos a estar que en el Camino?", se pregunta. Respecto a la seguridad, los albergues abiertos mantienen escrupulosas medidas de seguridad. "Te limpias los pies, te limpias la mascarilla, te echas gel, y cuando entras está la habitación desinfectada", explica. "Yo tenía una doble con baño por Álvaro, pero este año todos los baños son privados, no hay comunes". Con una ventaja adicional: "En ningún momento hemos hablado del covid porque todo estaba tan tranquilo que ni nos acordábamos".

El viaje, cuyo objetivo también ha sido recaudar dinero para el Cottolengo de Málaga, terminó con una sorpresa: una carta del Papa Francisco a Álvaro. "En una de esas grabaciones, Álvaro, que es muy seguidor, invitaba al papa Francisco a venir a casa, y conseguimos enviarle una carta corta y unas fotos a través de su secretario", explica Calvente. "Por lo que nos han contado, lo vio y se sentó a escribirle una carta al niño tranquilamente. Nos enviaron una copia a casa y cuando llegó, Álvaro se la iba enseñando a todo el mundo por la calle cuando llevamos una copia al presbítero".

La carta reza "en medio de la pandemia que nos toca vivir, con tu sencillez, alegría y simplicidad, fuiste capaz de poner en movimiento la esperanza de muchas de las personas que te cruzaste en el camino o por las redes sociales. Peregrinaste e hiciste peregrinar a muchos alentándolos a no tener miedo y a recuperar la alegría porque en el camino nunca vamos solos". Ese ha sido otro de los hitos del Camino de Álvaro: conseguir que algunos de los seguidores de otros países latinoamericanos sintiesen que habían hecho parte de la peregrinación sin poner un pie en España.

Ahora o nunca

Normalmente, David Castelló tiene los veranos bastante ocupados. Es saxofonista, así que suele pasar estas semanas viajando por España de bolo en bolo, como director de dos bandas, o impartiendo cursos o conferencias. Este año se han reducido a la mínima expresión, así que tal vez era el mejor momento para hacer el Camino ante la ausencia de otras alternativas. "Me comentaron unos amigos que lo iban a hacer y me apunté, y por trabajo me venía mejor porque suelo tener la agenda más llena", explica recién retornado a casa. "Pensamos que era el momento adecuado".

placeholder David en Roncesvalles. (Fotografía proporcionada por David Castelló)
David en Roncesvalles. (Fotografía proporcionada por David Castelló)

En su caso, el itinerario fue el que une Roncesvalles con Logroño, entre el 26 de julio y el 4 de agosto. Una de las etapas tempranas del Camino, por lo que su experiencia ha sido distinta a la de Endika, Álvaro e Ildefonso, que transitaron rutas más concurridas. Especialmente, en lo que respecta a los albergues. "Había gente, pero menos que otros años", responde. "Ha habido etapas en las que no nos hemos cruzado con nadie, y en otras, con dos o tres grupos de peregrinos".

La mayoría de albergues de la zona siguen cerrados, dando prácticamente por perdido el año. Como mostraban los datos del INE, las pernoctaciones en albergues durante junio disminuyeron un 94% respecto al año anterior. "Los albergues municipales estaban cerrados, pero no hemos tenido problemas porque íbamos a los privados o a los hostales", añade. "En la mayoría de albergues el aforo estaba al 50% y nosotros, que éramos cinco, nos metían en una habitación de diez". Para muchos establecimientos, una capacidad que casi no compensa abrir. Para el viajero, un lujo. Nada de tener que reservar o poner quinta marcha para no quedarse sin sitio en los albergues.

"Los compañeros decían que había sido muy frío, que otros años había más gente y socialización, pero la gente que hemos conocido es una pasada"

El Camino ha propiciado pequeñas y grandes revelaciones. Entre ellas, sobre las distancias. "Te das cuenta que lo que en cinco minutos lo haces andando puedes tardar horas, disfrutas el paisaje de otra forma", explica. ¿Miedo? ¿Alguna recomendación? "Que no se preocupe por eso, que alojamiento siempre hay. Recomiendo la experiencia a todo el mundo, yo repetiré el año que viene". Era el principiante: entre sus compañeros, dos lo habían hecho otras dos veces u otro, una tercera. "Los compañeros decían que había sido muy frío, que otros años había más gente y socialización, pero así y todo la gente que hemos conocido es una pasada", concluye. "La gente que nos encontrábamos llevaba ya años haciéndolo; es adictivo".

Cuando se le pregunta cuántas veces ha hecho ya el Camino de Santiago, Endika Armengol responde con un poco de vergüenza que este año ha sido la número 71 a sus 73. Un año, eso sí, que no se ha parecido en nada a otros. Como mucho, a lo que más se parece es a un mes de "noviembre o diciembre", como explica a El Confidencial. O a hace 16 o 17 años. "En muchos albergues de 100 plazas he estado solo, solo, solo".

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