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El fraude del CEO: 17 detenidos por estafar a empleados haciéndose pasar por sus jefes
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1,3 millones estafados

El fraude del CEO: 17 detenidos por estafar a empleados haciéndose pasar por sus jefes

La Policía desmantela la rama española de una organización criminal encabezada por un nigeriano. La mayoría de empresas no denunciaba para evitar daños reputacionales

Foto: Billetes intervenidos por la Policía Nacional. (EC)
Billetes intervenidos por la Policía Nacional. (EC)

Los altos cargos de la compañía se sentían estafados y avergonzados. Nadie podía enterarse de lo que había pasado, porque la imagen de la empresa estaba en juego. La mayoría de organizaciones que sufrieron la zarpa de esta banda de 'carteristas avanzados', de hecho, prefería guardar silencio. Los responsables de las mercantiles habían caído como tontos en un timo que les había hecho perder dinero, pero entendían que lo mejor era tirar para adelante como si no hubiera pasado nada y poner más cuidado la próxima vez. El daño reputacional podía ser mayor que el robo experimentado.

Esta actitud de secretismo no ponía fácil el trabajo a los investigadores de la Unidad Adscrita a los Juzgados de Madrid la Policía Nacional, que estaban rastreando a los estafadores tras tener conocimiento de que llevaban a cabo el mismo 'modus operandi' por toda España. En concreto, los delincuentes averiguaban datos sensibles de una compañía a través de ingeniería social, redes, fuentes abiertas, bases de datos y todo tipo de artimañas. Con esta información, conocían que una mercantil, por ejemplo, estaba a punto de cerrar una operación importante.

Foto: Vista del Hospital general universitario de Santa Lucía en Cartagena, en una imagen de archivo. (EFE)

En ese momento, enviaban un correo electrónico u otro tipo de escrito a un empleado de cierto nivel suplantando la identidad del consejero delegado. En la misiva, el falso CEO pedía al subordinado que ingresase una cantidad de dinero determinada de forma urgente para llevar a cabo el acuerdo, que era muy relevante como todos sabían. "¿Qué empleado se va a negar a obedecer una orden de su jefe en la que se aportan datos concretos de la operación que muy pocas personas conocen?", reflexionan fuentes policiales con experiencia en ciberdelincuencia.

El trabajador, por lo tanto, daba curso a la transferencia y en pocos minutos los timadores sacaban el dinero de la cuenta corriente a través de cajeros automáticos, se hacían con el efectivo y se marchaban sin dejar rastro. Muchas empresas que han sufrido esta estafa, optaban por implantar unos nuevos protocolos la próxima vez que hubiera que ordenar un traspaso de este tipo y apostar por la callada para evitar el daño posterior que podría derivarse de una mala imagen en la prensa consecuencia de haberse puesto en evidencia una clara vulnerabilidad.

Foto: España es uno de los países donde más ciberdelitos se resuelven

A pesar del secretismo, los investigadores han conseguido detener a 17 miembros que la organización tenía en España distribuidos por varias localidades del país, como Madrid, Santander o Toledo. Según fuentes policiales, la Unidad Adscrita, coordinada por el Juzgado de Instrucción número 2 de Madrid, ha calculado que los criminales han podido estafar más de 1,3 millones de euros. Todos los detenidos formaban parte de una trama superior que operaba por todo el mundo y que estaba encabezada por un nigeriano. Otro nigeriano, también miembro de la cúpula, ha sido detenido en España. Para hacer la operación, de hecho, los agentes de la Policía Nacional han tenido que pedir la colaboración de varios países extranjeros.

Las fuentes consultadas aseguran que "uno de los ciberdelitos más habituales" en la actualidad es la suplantación de identidad. Los criminales se hacen pasar por alguien que no son con el fin de obtener algún tipo de rendimiento, bien en forma de datos sensibles que luego servirán para otros objetivos bien directamente económico. Los delincuentes detenidos adaptaban su plan a cada organización que atacaban, ya que cada una tenía sus peculiaridades y de hecho respondía de un modo u otro al timo.

Los altos cargos de la compañía se sentían estafados y avergonzados. Nadie podía enterarse de lo que había pasado, porque la imagen de la empresa estaba en juego. La mayoría de organizaciones que sufrieron la zarpa de esta banda de 'carteristas avanzados', de hecho, prefería guardar silencio. Los responsables de las mercantiles habían caído como tontos en un timo que les había hecho perder dinero, pero entendían que lo mejor era tirar para adelante como si no hubiera pasado nada y poner más cuidado la próxima vez. El daño reputacional podía ser mayor que el robo experimentado.

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