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Cinta Pascual y el desafío de cuidar a los invisibles
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Presidenta de la patronal de residencias

Cinta Pascual y el desafío de cuidar a los invisibles

Su relato tiene 25 años de historia. Los que lleva trabajando en el sector como empresaria y como portavoz de distintas asociaciones vinculadas con estos centros

Foto: Cinta Pascual Montañés, presidenta del Círculo Empresarial de Atención a Personas. (EFE)
Cinta Pascual Montañés, presidenta del Círculo Empresarial de Atención a Personas. (EFE)

Cinta Pascual preside la patronal de residencias de mayores (CEAP) y lleva decenas de entrevistas en estos tres meses de pandemia. Ha comparecido en el Congreso acompañada de centenares de folios, de sus inseparables gafas y de una voz algo atiplada y dulce que a veces parece que va a quebrarse. Pero lejos de parecer cansada, y tras el pertinente saludo, no espera a la primera pregunta para lanzarse. "Las arrugas son invisibles, los mayores son invisibles… qué sensación de impotencia. Me pregunto si se han enterado de algo, porque seguimos siendo los últimos de la lista. Por eso es mi obligación contar lo que he vivido", dice.

Su relato tiene 25 años de historia. Los que lleva trabajando en el sector como empresaria y como portavoz de distintas asociaciones vinculadas con las residencias y el cuidado a los mayores. Una historia que, recuerda entre risas, empezó como empiezan muchas de las buenas ideas: dudando de la salud mental del protagonista.

"¡Pero tú estás loca!". Fue lo que le dijeron los suyos cuando, con apenas 24 años, quiso convertir el negocio de sus padres en una residencia para mayores, recuerda hoy, a sus 49. Una vez terminada la carrera de Trabajo Social, se dio cuenta de que ese restaurante y hotel en San Carlos de la Rápita con 25 habitaciones, todas con vistas al mar, podía servir para otra cosa. No había nada parecido en la comarca. Nada saldría mal.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)

Pero el primer año fue muy duro. "Me fui a trabajar a una residencia de Barcelona y le pedí a una compañera de carrera que me echara una mano con las llamadas. Pensaba que se nos iba a colapsar el teléfono. Pero nadie llamaba. En tres meses solo ingresó un matrimonio", cuenta.

Una noche despertó sobresaltada. "Esto no funciona, tienes que reconocerlo, igual tienes que cerrar", se dijo. Pero quiso agotar una última bala. Se presentó en la sede de la Generalitat a pedir ayuda. Les planteó su modelo y les convenció para implantar el modelo concertado. "Los mayores pagaban la pensión y la Administración la plaza. Me costó un año ocuparla al 100%", dice. Hoy tiene 17 centros repartidos por toda España.

Perdió a su madre hace unos dos años, y heredó de ella su capacidad de trabajo. También su afición a la comida (era cocinera de profesión). Lo trasladó a su modelo de negocio. "Nadie pregunta a los mayores qué les gusta. Yo me siento con ellos en el comedor para escuchar. Ver la cara de placer que sienten cuando comen aceitunas negras texturizadas nos da una cantidad de información…", cuenta.

Desde aquel abril de 1995, Cinta Pascual ha tenido que luchar muchas veces contra el inmovilismo

Desde aquel abril de 1995, Cinta Pascual ha tenido que luchar muchas veces contra el inmovilismo. "Lo que planteas está muy bien, pero es imposible". "Eso nosotros no lo podemos hacer". En otras ocasiones, ha tenido que escuchar a otros dudar de sus palabras. La última vez fue en febrero, cuando advirtió sobre las consecuencias del virus. Le dijeron que era una gripe, que no había que alarmarse tanto.

En la conversación no da nombres propios y apenas quiere rozar nada que tenga que ver con la clase política. Como si quisiera guardárselo para ella misma o para los suyos. Esos con los que pasa menos tiempo de lo que quisiera. Su marido trabaja con ella en la empresa, ocupándose de la informática. Pero sus hijos, de 15 y 11 años… "La pequeña se queja, porque no me ve, está en esa edad…", se lamenta.

—¿Mamá, cuando seas mayor dónde vas a vivir?

—En casa.

—En casa no, ¿eh?

Cinta bromea con esta conversación que mantuvo con su hijo mayor cuando este solo tenía 7 años. "Ya tenía claro dónde iba a envejecer su madre. Eso es que lo hemos hecho bien", cuenta.

"Los hijos no tenemos que ser cuidadores. Es muy duro lo que vemos. Esa carga emocional en las familias se tiene que trabajar"

Porque si algo destila Pascual es pragmatismo. Estamos obsesionados, dice, con evitar una etapa que llegará, arrugas mediante. "Los últimos cuatro años de nuestra vida tendremos algún tipo de dependencia. Es muy difícil que no pase. Y la mayor parte de las veces serán ocho años, cuatro de ellos cuidando y otros cuatro necesitando que otros lo hagan por nosotros". Entonces toca tomar decisiones, que suelen caer en las espaldas de los hijos.

"Los hijos no tenemos que ser cuidadores. Es muy duro lo que vemos. Esa carga emocional en las familias se tiene que trabajar", explica. Por eso, dice, no se puede juzgar. Nunca. "Yo atiendo a 2.500 personas y son 2.500 historias diferentes", dice.

Pascual se reconoce como Pepito Grillo. Con las administraciones con las que lidia desde hace 25 años, con los compañeros de sector, a veces también con sus propios empleados. Si hubiera hecho caso a todos los resistentes al cambio… Y vuelve a utilizar la comida como señuelo. "Imagínate una residencia, con su cocina central, como tienen todas. Ahora imagina si pones otra cocina en medio de un comedor. Para que aquellos residentes que quieran y puedan, se hagan una tortillita, o pongan una cafetera… el olor a café. El efecto en ellos es impresionante", narra.

Tras hora y media de conversación, se confiesa agotada de tener que repetir siempre los mismos mensajes

Porque se trata de que no haya que dejar los recuerdos y los hábitos en casa. "Mi madre echaba horas como nadie en una cocina, pero le gustaba desayunar en la cama. ¿Qué problema hay en hacerlo? Y si alguno quiere llevarse la radio para comer, ¿qué pasa? Le ponemos unos cascos y listo. Organizar una residencia con estas gafas parece imposible, y no lo es. Y todos deberían poder acceder a ello", explica.

Tras hora y media de conversación, se confiesa agotada de tener que repetir siempre los mismos mensajes. También el de que no se puede bajar la guardia. "No tiene ningún mérito lo que hice en el Congreso, conté lo que tocaba, y ya está. Pero ayer casi me pongo a llorar. Un familiar que acudió a ver a su madre, la abrazó aprovechando un descuido del personal. Y hemos tenido que poner a la señora en cuarentena 15 días. ¿Tú sabes lo que eso? ¿Tú sabes lo que es para las personas con demencia (la padecen el 67% de los que están en residencias) haber estado aislados tanto tiempo?", dice.

Pero la voz no se le quiebra.

Cinta Pascual preside la patronal de residencias de mayores (CEAP) y lleva decenas de entrevistas en estos tres meses de pandemia. Ha comparecido en el Congreso acompañada de centenares de folios, de sus inseparables gafas y de una voz algo atiplada y dulce que a veces parece que va a quebrarse. Pero lejos de parecer cansada, y tras el pertinente saludo, no espera a la primera pregunta para lanzarse. "Las arrugas son invisibles, los mayores son invisibles… qué sensación de impotencia. Me pregunto si se han enterado de algo, porque seguimos siendo los últimos de la lista. Por eso es mi obligación contar lo que he vivido", dice.

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