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"He matado a alguien y no he sentido nada", confesó el descuartizador de Valdemoro
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la confesión del descuartizador de Valdemoro

"He matado a alguien y no he sentido nada", confesó el descuartizador de Valdemoro

Este es el relato que Celia y Miguel Ángel hacen del crimen de Emilce, la joven a la que quitó la vida el descuartizador de Valdemoro

Foto: El asesino confeso durante el registro de la casa donde vivía.
El asesino confeso durante el registro de la casa donde vivía.

Leonardo llama dos veces a Celia, su novia, pero ella no le coge el teléfono. Entonces él decide mandarle un mensaje: "Cógemelo, es urgente. Llevo desde ayer poniéndome. Estoy muy mal. La he cagado mucho, en serio". Insiste varias veces hasta que Celia se da cuenta de los constantes intentos de comunicación y descuelga. Quedan en verse en el ambulatorio de Valdemoro, porque ella tenía cita con el médico. Cuando Leonardo llega, ella está en la sala de espera: "Su aspecto era descuidado, con barba de varios días, despeinado. Olía a sangre y a humo", recuerda Celia. "¿Cómo vas así?", le pregunta. "Es que me he metido mucho y he bebido cuatro Red Bull", responde Leonardo. La conversación no puede seguir porque llaman a Celia a consulta.

La joven piensa que quizá su novio se ha metido en una pelea o se ha hecho daño a sí mismo. La violencia lo rodea. Lo sabe por experiencia. Recuerda cómo en más de una ocasión la ha golpeado a ella. Por eso había decidido dejarle, pero no daba el paso definitivo por miedo a su reacción. Cuando sale de la visita al médico los dos caminan hacia un parque para poder hablar tranquilos. "Prométeme que vas a estar conmigo siempre, pase lo que pase", le ruega Leonardo. "Te lo juro", responde Celia.

"Quítate las gafas y mírame a los ojos", pide el joven. Cuando ella obedece continua: "He matado a alguien y no he sentido nada. Me he deshecho ya de parte del cuerpo, pero me tienes que ayudar a limpiar la casa que es donde he cometido el crimen".

Foto: El descuartizador, durante el registro de la casa donde vivía.

Celia, que no dispone del 100% de sus capacidades mentales, se bloquea. No sabe si lo que le ha contado es verdad o no, si está tratando de impresionarla, pero tiene miedo a contrariarlo. Ambos acuden a un chino a comprar ropa para Leonardo. La que lleva está sucia y huele mal. En un momento en que la deja sola, ella aprovecha para llamar por teléfono a Miguel Ángel, su exnovio: "Estoy asustada. Leo me ha dicho que ha matado a alguien y quiere que le ayude a limpiar". "Dime dónde estás y voy a buscarte", le ofrece. "No puede ser. Se lo va a tomar como que huyo de él y seguro que me mata", responde Celia aterrorizada y en estado de 'shock'. "Te cuelgo que viene ya y me pilla…".

Leonardo y Celia pasan por otro comercio chino donde él adquiere una pala metálica, bolsas de basura y un carrito de compra. Desde allí se dirigen a la casa del joven. "Yo solo entro ahí con mi teléfono móvil y si me das una copia de las llaves y un cuchillo para defenderme", le advierte Celia. "A ti no pienso hacerte daño porque te quiero", le confiesa al tiempo que le entrega una navaja.

Al entrar en el domicilio la joven observa varias manchas de sangre y un fuerte olor a humo. Se fija en unas bolsas de supermercado. "Dentro están las cosas que he utilizado para matar", le explica él. "No voy a ayudarte a nada, ni a limpiar. Me encuentro muy mal. Me quiero ir", pide Celia asustada, pero él no parece escuchar sus súplicas. "Sube a limpiar el baño de arriba que solo hay sangre. Lo gordo está en el sótano", ordena él.

Leonardo no la deja sola y camina unos escalones detrás de ella. "Al llegar arriba, al dormitorio principal que tiene un baño incorporado, vi todo muy desordenado. Sobre la cama había un maletín abierto donde Leonardo guardaba las armas blancas. Había manchas de sangre en el suelo, en unos papeles. Sobre la mesilla vi cocaína en una bolsa y al lado una raya blanca preparada y puesta sobre un libro".

El interior del baño estaba lleno de sangre. "En esa bolsa está la cara de la víctima. Es uno de mis trofeos", anuncia él. Celia está aterrorizada. "Mientras yo limpio mete todo lo que veas dentro de esta bolsa de basura", ordena él. "No creo que hayas matado a nadie: Me niego a creerlo", le reprocha Celia que piensa que solo quiere asustarla. "Si quieres te enseño una cosa que te lo demuestre", ofrece él mientras sigue frotando. "Mejor no, no quiero ver nada", rechaza Celia.

"Sal de ahí ahora mismo", le pide Miguel Ángel "y ve a la Guardia Civil". Celia rehúsa: "Si hago eso seguro que me mata", susurra para que no la oiga

A media tarde, el asesino recuerda que tiene que llevar cocaína a uno de sus clientes. Se monta en el coche y obliga a Celia a acompañarlo. En el trayecto le cuenta lo siguiente: "La noche pasada una chica me escribió un mensaje. Decía que quería pasar a verme porque necesitaba unos ansiolíticos. Le dije que viniera. Desde que llegó pensé en cómo podría asesinarla sin que se pudiera defender y sin dejarle ninguna marca. Intenté estrangularla, pero me cansé y al final le di una puñalada en el corazón". Celia no quería creerle: "No he visto ninguna pertenencia de ninguna chica, ni el bolso ni nada". Leonardo confiesa: "Lo he quemado todo para no dejar pruebas".

De regreso de la entrega de la cocaína, vuelven a parar en un supermercado donde Leonardo compra lejía, quita grasas, detergente extra fuerte, estropajos verdes y un palo de una fregona. Cuando llegan a la casa Leonardo le dice: "Quiero que bajes conmigo al sótano". "No pienso", se niega ella aterrorizada. Cree que está inmersa en un cuento de terror. Él desciende por las escaleras y la deja allí sola. Celia aprovecha para pedir ayuda a su ex: "Estoy casi segura de que ha matado a una chica. Su casa huele mucho a sangre. He visto manchas en el baño. Quiere que baje al sótano con él. Dice que allí está el cuerpo…". "Sal de ahí ahora mismo", le pide Miguel Ángel "y ve a la Guardia Civil". Celia rehúsa: "Si hago eso seguro que me mata", susurra para que no la oiga.

En realidad a Miguel Ángel no le cabe en la cabeza que Leonardo haya matado a nadie: "Debe ser un paripé que se ha montado para asustarte. Antes de ir a la Guardia Civil debes conseguir alguna prueba". Celia se lo toma al pie de la letra, hace una fotografía reveladora y huye. Desde el coche llama a su ex: "Tengo una foto. Voy hacia tu casa y luego vamos juntos al cuartel".

Este es el relato que Celia y Miguel Ángel hacen del crimen de Emilce, la joven a la que quitó la vida el descuartizador de Valdemoro. Así consta en el sumario cuyo secreto se acaba de levantar y en el que el grupo de homicidios de Madrid de la Guardia Civil ha reunido pruebas más que suficientes para una condena.

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Leonardo llama dos veces a Celia, su novia, pero ella no le coge el teléfono. Entonces él decide mandarle un mensaje: "Cógemelo, es urgente. Llevo desde ayer poniéndome. Estoy muy mal. La he cagado mucho, en serio". Insiste varias veces hasta que Celia se da cuenta de los constantes intentos de comunicación y descuelga. Quedan en verse en el ambulatorio de Valdemoro, porque ella tenía cita con el médico. Cuando Leonardo llega, ella está en la sala de espera: "Su aspecto era descuidado, con barba de varios días, despeinado. Olía a sangre y a humo", recuerda Celia. "¿Cómo vas así?", le pregunta. "Es que me he metido mucho y he bebido cuatro Red Bull", responde Leonardo. La conversación no puede seguir porque llaman a Celia a consulta.

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