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Los servicios sociales son la nueva UCI: "A por comida viene gente como tú y como yo"
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EL 20% DE LA POBLACIÓN ACUDIRÁ A ELLOS

Los servicios sociales son la nueva UCI: "A por comida viene gente como tú y como yo"

Los servicios sociales atienden a cada vez más familias golpeadas por el coronavirus. Sus empleados cuentan lo que se está viviendo en la primera línea de la emergencia económica

Foto: Una persona recoge un 'pack' de comida en el centro de San Blas. (Carmen Castellón)
Una persona recoge un 'pack' de comida en el centro de San Blas. (Carmen Castellón)

Cuando Alexandra Micutaru llama por teléfono, no sabe qué va a encontrarse al otro lado. Como trabajadora social del barrio de San Blas-Canillejas, uno de los más vulnerables de Madrid, está acostumbrada a ver y oír casos de todo tipo. Pero estos días el volumen y tipo de expedientes que atiende hacen que el trabajo sea distinto: “Ahora mismo hay muchísimas situaciones graves y las quieres llamar a todas el mismo día, no dejarlo para mañana”, cuenta. “Tienes la sensación de que nunca es suficiente y eso frustra mucho, aunque intento contabilizar lo que hago para darme un poco de tranquilidad mental”.

Como el resto de sus compañeros, dos días a la semana atiende los expedientes que le corresponden desde su casa. Los demás días tiene citas presenciales en el centro para determinar qué medida es la más adecuada para cada uno. No se trata solo de llenar la nevera con los 'packs' de alimentos que reparten para cada vez más familias, también de cubrir otras necesidades que el coronavirus va dejando a su paso: ayudas para pagar el alquiler, derivaciones a abogados, atención psicológica, a la soledad... Hasta imprimir deberes para los niños que no tienen dónde hacerlo.

“Llegan personas que necesitan lo más básico: pañales, medicamentos o dinero para pagar una habitación de alquiler. Pero también gente que busca orientación laboral o cursos que hacer en casa”, cuenta Alexandra. “También estamos atendiendo a personas mayores que están solas, o se han quedado solas a raíz de esto: miramos si están bien, hacemos videollamadas, les enseñamos ejercicios para que hagan en casa, o buscamos algún vecino o familiar que pueda estar pendiente”.

El año pasado por estas fechas, había 9.000 nuevos usuarios de servicios sociales. Este año, ya van por los 22.000

Las más visibles son las ‘colas del hambre’ que se amontonan a las puertas los días de reparto de 'packs'. Ahora mismo, en Madrid, los servicios sociales están asistiendo con ayudas de alimentos a 82.000 personas, 30.000 familias. Pero quizá el dato que mejor refleja la emergencia social es el aumento de personas que acuden por primera vez a estos centros: si el año pasado por estas cifras había 9.000 nuevos usuarios, este año van por los 22.000. Y lo peor, una vez pasada la crisis sanitaria, está por llegar.

“Hemos hecho un diagnóstico y previsión de área con encuestas a personas que ya están notando la crisis social para ver a qué nos enfrentamos y los datos que salen a relucir son tremendos”, afirma Pepe Aniorte, director del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento de Madrid. “Uno de ellos es que si hasta ahora había un 6% de población que acude a servicios sociales, esta cifra puede llegar al 22%, que es la cantidad de gente que cree que lo va a necesitar. La crisis social va a ser similar a la de la posguerra”.

El grupo poblacional más afectado son las familias con hijos: El 46% de las de ellas ya han sufrido bajada de ingresos a causa del confinamiento, aunque la perspectiva es que la crisis acabe afectando al 64% de los hogares, según el mismo informe del consistorio madrileño basado en encuestas. “Sobre todo monoparentales, la mayoría conformadas por mujeres”, explica Aniorte.

placeholder Alexandra, trabajadora social. (Carmen Castellón)
Alexandra, trabajadora social. (Carmen Castellón)

Quienes llegan a los servicios sociales por primera vez lo hacen en estado de 'shock' al verse en una situación que siempre les había parecido ajena. “Antes del coronavirus sobre todo venía población inmigrante y muchos solicitantes de asilo. Ahora acuden muchas más personas españolas de origen, que se han visto en esta situación de repente. Padres de familia normales y corrientes, con trabajos normalizados. Gente como tú o como yo”, cuenta Ana Zapardiel, otra de las trabajadoras del centro de San Blas-Canillejas, al este de Madrid.

Vienen muchos padres de familia normales y corrientes, con trabajos normalizados

“Tengo el caso ahora de un papá separado con custodia compartida y dos hijos. Un trabajo normalizado con un poder adquisitivo medio, no bajo”, continúa. “Y de repente la empresa le manda a un ERTE que todavía no ha cobrado", continúa. "Paga 800 euros de hipoteca y el banco no le ha dado la moratoria. Estaba desesperado y alucinando de tener que acudir aquí. Tenemos en la cabeza que los servicios sociales son para otro tipo de personas”. En su centro se reparten casa por casa diariamente 480 comidas preparadas y ya han dado más de 1.000 cestas de compra a familias.

placeholder Ana Zapardiel, en el centro de San Blas-Canillejas (cedida)
Ana Zapardiel, en el centro de San Blas-Canillejas (cedida)

En las filas a las puertas de los centros sociales, el perfil de trabajadores de hostelería y empleadas de hogar es cada vez más frecuente, según cuentan quienes les atienden. También el de personas que vivían de la economía sumergida o la construcción. Sin embargo, esto irá cambiando a medida que avanza la crisis económica y el grupo de los más vulnerables se vaya extendiendo: “Ahora son las personas que están de ERTE, hostelería, turismo... Sectores que antes habían sido un colchón. Pero irán viniendo otros de profesiones que vayan cayendo”, añade Aniorte.

“Mucha gente siente que tantos esfuerzos han quedado en nada”, comparte Alexandra sobre los casos que recibe a diario. “Además de las necesidades económicas, noto mucha necesidad de encajarlo a nivel mental y emocional: cómo contárselo a los hijos, al entorno… Las llamadas ahora se alargan entre 20 y 30 minutos. Tienen mucha necesidad de hablar”.

Las llamadas ahora se alargan entre 20 y 30 minutos. Tienen mucha necesidad de hablar

En su caso, ha empezado a hacer yoga y cursos de 'coaching' para poder gestionar este tipo de situaciones, porque la situación también les está sobrepasando a ellos: “Estamos acostumbrados a todo, pero conciliar ese volumen de trabajo y la vida familiar es complicado. Te sientas al ordenador, lees lo que te llega del 010: ‘no me da ni para un cartón de leche’. Y uno es humano…”, comparte también Ana. “Pero sobre todo te frustra no poder atender de manera urgente todo lo que entra. Lo hemos ido haciendo como hemos podido, especialmente al principio. Igual tardábamos tres días en contestar una llamada, pero es que no podíamos con más”.

placeholder Los trabajadores sociales de Villaverde, en una reunión del centro. (Cedida)
Los trabajadores sociales de Villaverde, en una reunión del centro. (Cedida)

En el centro social de Villaverde, al sur de Madrid, ha habido días que han recibido “500, 600, 800...” llamadas a repartir entre, como mucho, 25 trabajadores. “Porque claro, ha habido varias bajas médicas por ansiedad, es muy duro. No hemos tenido horario, hemos trabajado sábados, domingos o festivos, los días que ha hecho falta”, cuenta Teresa Barquilla, jefa del equipo del centro.

Aunque la emergencia social es palpable ahora, en los centros de los barrios más deprimidos económicamente aseguran que llevan sin parar desde, al menos, el 6 de marzo cuando se cerraron los centros de mayores. “Ha sido una montaña rusa. Luego vino el pico por los cierres de colegios y comedores, y luego ya el provocado por el estado de alarma”, explica Barquilla. “Se dice que la UCI ahora es social, pero lo cierto es que estamos así desde el primer día”.

Se dice que la UCI ahora es social, pero lo cierto es que estamos así desde el primer día

Las dos primeras semanas de confinamiento los centros sociales permanecieron cerrados pero se trasladaron a los salones y habitaciones de los trabajadores. Desde allí, han ido atendiendo las demandas de emergencia que llegaban al número de teléfono municipal 010, que por primera vez no deriva a otros servicios, sino que registra directamente las peticiones para agilizar los procesos. A través de esa línea llegan ahora el 80% de los casos, que se derivan directamente a la bandeja de entrada del centro social que corresponde. “Durante todo el año pasado atendimos algo más de 10.000 casos y este año hasta abril han sido 7.600”, repasa Barquilla.

placeholder Reparto de comida en San Blas-Canillejas. (Carmen Castellón)
Reparto de comida en San Blas-Canillejas. (Carmen Castellón)

Uno de los problemas que están intentado mejorar a marchas forzadas es la complejidad administrativa y el exceso de burocracia que rodea habitualmente a esta administración para poder acercar la solución a cada emergencia. “El 90% de la necesidad ahora mismo es alimentación, pero también estamos poniendo en marcha ‘ayudas exprés’ económicas para que, si es un problema puntual, puedan salir del paso de manera autónoma y no se complique más”, añade Aniorte. Así, las tres semanas de plazo que tardaban en tramitarse este tipo de ayudas ha pasado a resolverse en dos o tres días.

Pero el gran problema es la falta de trabajadores disponibles para absorber y hacer frente a la demanda social. “El modelo necesita una revisión”, reconoce Aniorte. “Los servicios sociales de Madrid están anclados en los años ochenta: sobra burocracia y falta personal, y eso se está notando en esta crisis”. En los 21 distritos de la capital, hay repartidos 900 trabajadores entre atención directa y tramitaciones.

placeholder Reparto de cestas de comida en San Blas-Canillejas. (Carmen Castellón)
Reparto de cestas de comida en San Blas-Canillejas. (Carmen Castellón)

“Dijeron que iban a venir los militares a ayudarnos con el reparto a domicilio pero ni siquiera eso. Ha estado yendo gente del equipo directivo casa por casa exponiéndose, aunque el centro estuviese cerrado”, relata Ana. En su centro, se reparten casa por casa diariamente 480 comidas preparadas y ya han dado más de 1.000 cestas de compra a familias. A Teresa, trabajadora social veterana, esta falta de recursos no le sorprende: “Es una labor muy invisible, no pasa como con los sanitarios que sí hay más conciencia. La gente no conoce los servicios sociales, primero porque piensan que no lo van a necesitar, y segundo porque creen que solo estamos para tramitar prestaciones”.

“El plato de comida es solo una parte, detrás hay más necesidades que hay que ir complementando”, comparte Alexandra. “No trabajamos para gestionar la miseria, sino para que recuperen la confianza y sus capacidades. Porque esto es un proyecto común y tenemos que salir a flote todos”.

Cuando Alexandra Micutaru llama por teléfono, no sabe qué va a encontrarse al otro lado. Como trabajadora social del barrio de San Blas-Canillejas, uno de los más vulnerables de Madrid, está acostumbrada a ver y oír casos de todo tipo. Pero estos días el volumen y tipo de expedientes que atiende hacen que el trabajo sea distinto: “Ahora mismo hay muchísimas situaciones graves y las quieres llamar a todas el mismo día, no dejarlo para mañana”, cuenta. “Tienes la sensación de que nunca es suficiente y eso frustra mucho, aunque intento contabilizar lo que hago para darme un poco de tranquilidad mental”.

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