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Ni en el colegio ni en casa: millones de niños y familias españolas, en un callejón sin salida
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UN PROBLEMA PARA LA MITAD DE LA POBLACIÓN

Ni en el colegio ni en casa: millones de niños y familias españolas, en un callejón sin salida

Tras dos meses de teletrabajo y el anuncio de que se trabaja para que las aulas estén a la mitad el próximo curso, la pregunta es obvia: ¿qué hacemos con los niños?

Foto: Un colegio francés con distancia social. (Reuters)
Un colegio francés con distancia social. (Reuters)

María Álvarez es madre de dos hijos de cuatro y dos años y empresaria. El orden de los factores no altera el producto, porque ha desempeñado ambos roles simultáneamente durante los últimos meses. En su empresa, Ephimera, la mayoría de los puestos intermedios están formados por mujeres, por lo que conoce de primera mano los problemas de conciliación. “Cuando se decretó el confinamiento, todo el mundo entendía que no había tiempo material para pensar una solución, pero ya han pasado dos meses, se han legislado un montón de propuestas pero este tema que afecta a la mitad de la población ni está en el debate”.

La sensación que comienza a crecer entre algunos padres y profesionales del sector educativo –que, a menudo, son los mismos– es que nos encontramos en un callejón sin salida en el que no se sabe qué hacer con los ocho millones de estudiantes en enseñanzas no universitarias que hay en España. Ocho millones, tres de los cuales tienen entre 6 y 14 años, que han estudiado de forma ‘online’ en todo este tiempo y con los que no se sabe ni qué ocurrirá a corto plazo, dado que las distintas fases hacen difícil saber si volverán a las aulas para el fin de curso, ni a largo.

En nuestro instituto somos 1.000 personas, ¿hasta dónde va a llegar la cola para que se laven las manos al entrar?

Las palabras de la ministra de Educación Isabel Celaá el 4 de mayo, en una entrevista concedida a ‘El Heraldo de Aragón’ y posteriormente repetidas a ‘20 Minutos', en las que mencionaba de pasada que “si no hay remedio, los centros tendrán que estar a mitad de su capacidad”, cayeron como una bomba más. Más de una semana después, la ausencia de explicaciones adicionales ni la presentación de un plan causa aún más incertidumbre entre familias y profesores.

Pablo Poó Gallardo es profesor en un instituto de Sevilla y lo ve muy complicado tanto a corto como a medio plazo. “La triste realidad va a ser que muchos institutos no estamos preparados porque no contamos con la infraestructura suficiente”, explica. “Habría que realizar una inversión millonaria para adecuarlo a condiciones seguras. Los jugadores de fútbol que están volviendo al trabajo son 22, en nuestro centro somos 1.000. Incluso haciendo dos turnos de 500, ¿dónde va a llegar la cola de la entrada para que se laven las manos, se pongan las mascarillas…? Ahora multiplica eso por todos los institutos. Es un capital humano enorme”.

placeholder Una solución hidroalcohólica para cada estudiante. (Reuters)
Una solución hidroalcohólica para cada estudiante. (Reuters)

Incluso en el caso de que los institutos pudiesen dar clases al 50%, las familias tendrían que buscar alternativas para la otra mitad de los días, siempre con la sensación, especialmente acusada entre las mujeres, de que se está fracasando. “Te preguntan cómo te apañas, pero es que no te apañas”, añade la madre y trabajadora. “La realidad es que o faltas a tus hijos o a tu trabajo”. Como recuerda, el discurso del coste no tiene sentido, porque si no lo asume el Estado reforzando los cuerpos docentes y la infraestructura escolar, “el coste lo van a tener que soportar las familias”.

Especialmente, las mujeres. Una investigación en marcha realizada por las profesoras de sociología de la Universidad de Valencia Cristina Benlloch y Empar Aguado Bolise y recogida en 'The Conversation' recordaba que “mujeres que están teletrabajando mientras los niños y niñas se encuentran confinados en casa no tienen solo que trabajar y a la vez realizar tareas de cuidado de los pequeños, sino que en ocasiones se añade que deben intentar facilitar que sus parejas trabajen o teletrabajen”. Es otra de la consecuencias sociales del coronavirus: el retroceso de la mujer en el mercado laboral a través de las reducciones de jornada o excedencias.

Tener hijos te penaliza, porque cuando mandamos a los niños a casa ese coste no desaparece, se traslada a las familias

“El tema de la pelea entre los cuidados y el mundo laboral estaba latente y ahora es un hervidero”, prosigue Álvarez. “Yo lo que veo en todos los grupos de madres es que la gente está más preocupada por esta que por ninguna otra medida, porque te presiona todos los días, a todas horas, ocho millones de madres con sus hijos sufriendo que no se tome ninguna medida y que no se hable del tema”. “Tener hijo te penaliza”, prosigue. “Cuando mandamos a los niños y niñas a casa ese coste no desaparece, sino que se traslada, multiplicado, a las familias”, publicó en un tuit viral.

¿Qué hacemos con los niños?

Si los niños no pueden estar en casa, las miradas se dirigen instintivamente a centros escolares, donde en circunstancias normales, pasan su jornada. Sin embargo, su función no es la de ser una institución asistencial o, coloquialmente, la de servir de espacio para aparcar a los niños durante horas. Como explicaba la maestra y pedagoga Monse Poyatos, “el esfuerzo por equilibrar la vida laboral, el derecho a la formación de la infancia y la salud es colectivo, no solo de la escuela”.

placeholder La nueva fila india. (Reuters)
La nueva fila india. (Reuters)

“La conciliación es un problema que venimos arrastrando desde hace años, y que ahora se ve acrecentado”, valora por su parte Leticia Cardenal, presidenta de CEAPA (Confederación Española de Asociaciones de Madres y Padres) y madre de un niño de doce años. “Desde hace meses hemos intentado hacerlo como hemos podido, facilitar el teletrabajo va a ser una medida clave, sobre todo de cara al verano. Para eso va a hacer falta que todas las administraciones y sectores hagan un esfuerzo, y que no solo educación, sino que también empleo o servicios sociales se pongan de acuerdo”. El pasado domingo, la portavoz del Gobierno María José Montero comunicó que se estudiarán fórmulas para abordar la conciliación, pero por ahora no se han dado más detalles.

Tampoco es que los profesionales educativos tengan mucha confianza en un retorno a las aulas. Entre otras cosas, por seguridad. La Federación de Enseñanza de la Comunidad de Madrid de CCOO rechazó este miérccoles,tras una reunión con el Consejero de Educación, Enrique Ossorio, la reapertura de centros antes de septiembre, ya que sería "una grave imprudencia". Se trata de una de las regiones más afectadas por el coronavirus y, con 1,2 millones, una de las que más estudiantes aporta. Según sus cálculos, un 30% de las aulas en la comunidad no cumplen con el ratio establecido. Las consejerías de otras regiones como Castilla y León ya han manifestado que consideranimposible” un retorno con aulas a la mitad. El sindicato CSIF calcula que las medidas anunciadas costarán entre 3.600 y 4.200 millones de euros y “no resolverán la situación”.

Las aulas están diseñadas para 25 alumnos y los grupos son de 30. Los directores van a tener demasiada responsabilidad

“No sé si mi centro es representativo de muchos otros, pero creo que la mayoría sí que estamos con una ocupación muy por encima de la capacidad para la que fueron diseñados”, explica Toni Solano, director del IES Bovalar en Castellón. “Esto hace que haya poca disponibilidad de espacios alternativos para garantizar la distancia interpersonal. Por ejemplo, las aulas de mi centro están diseñadas para 25 alumnos y los grupos actuales son de 30. Apenas hay espacios comunes donde reunir a los alumnos, por ejemplo, para hacer pruebas en Bachiller o para sesiones de tutoría. En centros con 500 o 1000 alumnos, la mayoría de ellos niños o adolescentes, el cambio de clase genera un tsunami difícil de controlar. Si en condiciones normales se hace complicado velar por el cumplimiento de las normas, ¿cómo podremos garantizar que se respetan las distancias, las vías de circulación separadas, etc? ¿Qué se hará con quienes las incumplen: aplicar sanciones, expulsarlos...?”

Son dificultades logísticas y organizativas que la mayor parte de profesores, que se han visto obligados a adaptar sus clases y currículos de la noche a la mañana a un entorno totalmente distinto con una gran carga de trabajo, se cuestionan estos días. Muchos se lo han tomado con humor, por no decir resignación. Por ejemplo, el hashtag #PodriamosDarClase fue utilizado para sugerir irónicamente dónde podría darse clase presencialmente si las aulas tuviesen una limitación del 50%: “En tiendas de campaña, cada niño se lleva la suya al patio y nosotros vamos una por una como los testigos de Jehová”; “En las antiguas cabinas de teléfono, que están olvidadas y almacenadas”; “Por turnos. Media clase que fuese de enero a junio y el otro de julio a diciembre”.

Poó, autor de ‘La Mala educación. El sistema educativo desde dentro’, tampoco lo ve claro. “Mi aula de tutoría es diminuta, y estamos 32 personas codo con codo. ¿Qué vamos a hacer, grupos de 15 y 15?”, se pregunta. Eso por no hablar, reduciéndolo al absurdo, de los dos alumnos que, a consecuencia del exceso de alumnos por aula, se quedarían colgados. “Imagínate también la responsabilidad que van a tener a partir de ahora los directores de los colegios, que van a tener que ejercer casi como técnicos de salud, ni siquiera es cuestión de los inspectores”, añade. “

Depositar la responsabilidad de la desescalada en los centros educativos es otro de los factores que generan inquietud. En el País Vasco, por ejemplo, los sindicatos han calificado de “irresponsable” delegar la reapertura en los centros. “La administración está descargando de responsabilidad en que los centros hagan lo que consideren”, concluye el profesor andaluz. “Lo que nos preocupa de cara al curso que viene es que necesitaremos menos ratio, muchos recursos y una adaptación del currículo que exige coordinación docente, pero sabemos que la situación es tan terrible que será difícil conseguir todo eso. No sé hasta qué punto tendremos medios para garantizar una educación de calidad que no perjudique ni al alumnado ni a los docentes”, añade Solano.

Coser y descoser

¿Qué hacemos entonces con los niños si coser por un lado significa descoser por otro? La mayoría de opiniones coinciden en que sería necesario, además de distintos programas de apoyo propuestos por las administraciones públicas, acuerdos que implicasen no únicamente al ámbito educativo y familiar, sino a otros como los empresarios o el Estado social. Como recuerda Álvarez, teniendo cuidado, porque medidas como facilitar la reducción de jornada “puede acabar con un esfuerzo de muchos años para que las mujeres tengan su espacio”.

Los colegios no pueden convertirse en guarderías sin garantías sanitarias para que las familias puedan conciliar

Entre sus ideas se encuentra una jornada semanal de cuatro días. En su opinión, es la mejor manera de conseguir que el esfuerzo que ahora realizan las familias se distribuya por toda la sociedad. “Sea cual se la medida que se tome, no podemos plantearla sin llevar a cabo cambios estructurales, todo lo demás pasa por individualizar las respuestas a la crisis”, valora. “Parece que ponerte mascarilla o no es el factor esencial, pero no, pasa por liberar espacios y ordenar la sociedad de otras maneras”.

Por ejemplo, intentando eliminar el carácter involuntariamente asistencial que el colegio ha adquirido. “La solución hay, pero no es fácil”, añade Poó Gallardo. “Hay muchos frentes por tratar. Lo que van a hacer es lo de siempre, lo fácil, empezar la casa por el tejado. Vale, ¿y todo lo que hay detrás, qué hacemos? ¿Por qué no lo resolvemos antes y luego vemos qué hacemos con los chavales? Lo fácil que sería que llamasen a profesores en activo, los reuniesen una semana para que pensasen qué medidas se pueden tomar y diesen a conocer sus conclusiones a los políticos, que desconocen la realidad”.

Foto: Niños jugando al fútbol dentro de un edificio en Barcelona (EFE)

“La única opción que veo, de momento, es que se haga una vuelta escalonada por niveles, y dentro de cada nivel establecer turnos”, añade Solano. “Los centros deben contar con una auditoría sanitaria para comprobar que cumplen con los requisitos, pues los equipos directivos no somos expertos en prevención de riesgos y mucho menos en esta situación pandémica. La administración debería garantizar plataformas educativas oficiales y el acceso a dispositivos de aquellas familias que no cuenten con acceso a la enseñanza telemática. Y sobre todo, cuidar a las personas; sabemos que la educación es importante, pero no podemos plantear que los centros educativos se conviertan en guarderías sin garantías sanitarias para que las familias puedan conciliar vida personal y familiar. Como hemos dicho, no hay espacio suficiente para todos y se debe priorizar la salud a todo lo demás”. Un laberinto en el que, por ahora, no hemos visto aún la salida.

María Álvarez es madre de dos hijos de cuatro y dos años y empresaria. El orden de los factores no altera el producto, porque ha desempeñado ambos roles simultáneamente durante los últimos meses. En su empresa, Ephimera, la mayoría de los puestos intermedios están formados por mujeres, por lo que conoce de primera mano los problemas de conciliación. “Cuando se decretó el confinamiento, todo el mundo entendía que no había tiempo material para pensar una solución, pero ya han pasado dos meses, se han legislado un montón de propuestas pero este tema que afecta a la mitad de la población ni está en el debate”.

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