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El otro levantamiento del 2 de mayo: el ansia por salir pasa por encima del miedo al covid
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Nadie quiere perderse el momento

El otro levantamiento del 2 de mayo: el ansia por salir pasa por encima del miedo al covid

Madrid se llena en el primer día del desconfinamiento. Las ganas de salir desbordan las calles, pero se busca la distancia y se respetan los horarios en el primer contacto con la 'nueva normalidad'

Foto: (Foto: EFE)
(Foto: EFE)

Las casualidades del destino también marcan la desescalada. Tras 8 semanas de encierro, la evolución de la curva ha hecho posible que el primer día de desconfinamiento haya coincidido con una fecha marcada en el calendario nacional: el levantamiento del 2 de mayo de 1808. En ese momento las gentes de Madrid tomaron las calles de la capital para protestar por el mando de los franceses. Hoy, dos siglos después, poco se parece esa situación o esa ciudad a la actual, pero algo sí coincide y hace que el parecido venga a la memoria, y es que miles de ciudadanos se han echado a las calles, y a las calzadas, con el miedo y las ganas de vencer a un enemigo, esta vez invisible.

Desde las 6 de la mañana de este 2 de mayo el Gobierno de España (tras los buenos datos conseguidos en estos últimos días) había dado permiso para hacer algo de deporte individual o dar paseos en pareja para intentar relajar un confinamiento que ya dura 8 semanas. Los horarios estaban claros y, aunque tocase madrugar, nadie se quería perder estos primeros momentos de "libertad". Así lo define Carmen, una joven de 28 años que sonríe de oreja a oreja al terminar de correr en pleno centro de Madrid. Ella no ha sido de los pocos, aunque numerosos para unas horas tan intempestivas en pleno día festivo, que se han lanzado a la calle a las 6 de la mañana, pero sí a las 8:30. "He hecho unos 7 kilómetros y ha sido genial. Se ve todo de otra forma", añade.

Foto: ¿Correr? ¿Andar? ¿Montar en bicicleta? Lo que podrás hacer y lo que no el 2 de mayo. (EFE)

Los pocos de las 6 se han convertido en miles a partir de las 8, espoleados por las ganas de salir, y el buen tiempo. Mientras hablamos con Carmen son las 9:15 y el paseo de Pintor Rosales, junto al Parque del Oeste y a pocos pasos del Templo de Debod está a rebosar de gente. La ropa ajustada, los colorines y las zapatillas de deporte convierten este paseo en una especie de carrera popular improvisada, eso sí, se intentan mantener las distancias, ¿cómo? Tomando calzadas y zonas verdes a falta de más espacio (los parques madrileños se mantienen cerrados, por ahora).

placeholder (Foto: Guillermo Cid)
(Foto: Guillermo Cid)
placeholder (Foto: G. C.)
(Foto: G. C.)

"La verdad que hasta hace un ratito estaba todo bastante tranquilo, pero ahora mira. La verdad que da que pensar, he visto hasta grupetas por la Castellana", apunta Carlos, un ciclista de unos 40 años que vuelve a su casa, en la Calle Benito Gutiérrez, tras más de 2 horas de ruta. Su pesimismo, eso sí, choca con el de otros deportistas que en lo que él ve aglomeraciones ellos ven civismo. "Es que no hay más espacio, bastante bien lo estamos haciendo", apunta Carmen. Hoy los semáforos no se llenan de coches esperando el verde, sino de bicis, y la Policía Local hace lo posible por que esa marea de 'runners' y paseantes no terminen por cortar el paso a los pocos coches que circulan.

Pero, ¿se respetan las normas? Lo cierto es que si se da un breve paseo por el centro se ve rápidamente que las ansias por tomar las calles y la aglomeración del primer día hacen muy difícil seguir a rajatabla las normas, y más sin parques o zonas verdes a las que acudir (de momento la mayoría de estos espacios permanecen cerradas en la capital), pero unas se cumplen mejor que otras. La distancia de seguridad entre personas se respeta o se intenta lo máximo posible, salir a correr o montar en bici sin tu conviviente, eso ya no cuadra tanto. En las dos horas que este periódico ha estado por el centro ha visto pocos, por no decir ningún corrillo, pero muchos que o corren o montan en bici en pareja o, al menos, van cerca para evitar mayores problemas.

placeholder (Foto: G. C.)
(Foto: G. C.)

Andrés y Marina son una de las parejas que disimulan esa salida juntos. Mezclan el paseo con la carrera y así pueden disimular mejor. "Creo que no tiene mucho sentido lo de que no puedas hacer deporte con la persona con la que vives. Entiendo que no te puedas juntar con otra gente, pero al final nosotros compartimos todo, qué más da si salimos juntos. Además, ¿qué diferencia hay con pasear en pareja o correr en pareja?". Esto del no poder ir en pareja y el mantenimiento de los parques cerrados son las dos quejas principales que se oyen en una calle que recupera una imagen similar a la de antes de la llegada del coronavirus, aunque no, no es la misma. Ni siquiera el número de deportistas cuadra con lo que se ve un fin de semana normal.

No es la misma por la distancia, las mascarillas que algunos llevan hasta corriendo y también por la sensación de liberación de muchos. Algunos apenas trotan más que corren, los estiramientos se reparten por la ciudad y hasta hay quién parece que no ha perdido la forma en estos días, pero todos comparten el momento como un momento mágico. "¿Quién me iba a decir que iba a disfrutar tanto saliendo un sábado a las 8 de la mañana a correr?" se preguntaba Javi, un joven que, aseguraba, había hecho unos 3 kilómetros. "Estoy reventado pero vaya liberación".

(Foto: G. C.)

A las 10, cambio de tercio

Esa toma de las calles por los deportistas que incluso sin mamelucos que los persiguieran corrían como si no hubiera un mañana se ha tornado en paz a partir de la 10 de la mañana. Muchos dudaban de la disciplina militar de los ciudadanos con el asunto de los horarios y salvo contadas excepciones y algún susto que se ha visto obligado a dar algún policía a ciclistas o corredores despistados, el cambio en las calles de las 9:50 de la mañana a las 10:10 ha sido brutal. Como por arte de magia han desaparecido todos esos deportistas de espacios como el Palacio Real o la Gran Vía y han dejado paso a parejas mayores o dependientes, en la mayoría armados con mascarillas y guantes.

Tras la marabunta fluorescente y sofocada, aparecían parejas como María y Eva, una señora de unos 80 años y su cuidadora, de unos 40, que daban el primer paseo en 48 días. "Si es que no puedo casi ni andar, hijo, se me ha olvidado", comenta riendo María, agarrada al brazo de su acompañante. "Ha sido duro pero es que necesitaba salir ya, que me diese el aire y el sol", añadía. Como ella, también vencían al miedo al virus Carlos y su esposa que se sorprendían de ver todo tan vacío. "Me imaginaba que habría más gente, pero sí, se están respetando los horarios. A ver cómo va todo", comentan mientras avanzan en su paseo a un ritmo que ha cambiado por completo en solo 30 minutos.

placeholder Paseo Pintor Rosales a las 9:30 de la mañana. (Foto: G. C.)
Paseo Pintor Rosales a las 9:30 de la mañana. (Foto: G. C.)
placeholder Paseo Pintor Rosales a las 10:30 (Foto: G. C.)
Paseo Pintor Rosales a las 10:30 (Foto: G. C.)

Eso sí, tras la carrera y los paseos también se mueven otras sombras que marcarán lo que está por venir. El 2 de mayo de 1808 fue el inicio de un proceso largo y complejo y este 2 de mayo de 2020 también apunta a eso. Mientras las calles recuperan el color y el ritmo tranquilo de estas semanas tras el paso del maratón, una mujer de unos 40 años sale de una peluquería armada con una fregona y un cubo. Ataviada para la ocasión, prepara su local para el siguiente levantamiento, el que empieza este lunes.

Las casualidades del destino también marcan la desescalada. Tras 8 semanas de encierro, la evolución de la curva ha hecho posible que el primer día de desconfinamiento haya coincidido con una fecha marcada en el calendario nacional: el levantamiento del 2 de mayo de 1808. En ese momento las gentes de Madrid tomaron las calles de la capital para protestar por el mando de los franceses. Hoy, dos siglos después, poco se parece esa situación o esa ciudad a la actual, pero algo sí coincide y hace que el parecido venga a la memoria, y es que miles de ciudadanos se han echado a las calles, y a las calzadas, con el miedo y las ganas de vencer a un enemigo, esta vez invisible.

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