El coronavirus en cuidados paliativos

Patologías previas

Texto: Pablo Gabilondo
Fotografía: Carmen Castellón
Diseño: Laura Martín
Desarrollo: Pablo Narváez
Texto: Pablo Gabilondo
Fotografía: Carmen Castellón
Diseño: Laura Martín
Desarrollo: Pablo Narváez

Á

ngela luce la espalda al descubierto en la planta de positivos. En mes y medio, le han diagnosticado cáncer de pulmón y coronavirus, pero no quiere ir en bata por los pasillos: "El vestido es italiano y lo tenía aquí por si me daban el alta", asegura con una sonrisa. A sus 65 años, ha superado el covid-19 y no puede retomar la quimioterapia, así que este martes abandona el hospital. Por unas horas, el cáncer queda en segundo plano y solo importa volver a casa: "Los tumores tienen la mala costumbre de seguir creciendo. Son así de desagradables y sé que ya no me quedan muchas opciones en esta vida". Fuera le esperan su mejor amiga y una botella de vino: "He sobrevivido".

Ángela es una de las pacientes de Cuidados Laguna, un hospital de Madrid especializado en paliativos. Las últimas tres semanas las ha pasado en la segunda planta, donde residen otros 26 contagiados. La mayoría ronda los 70 años y sufre patologías previas: cáncer, cirrosis, problemas cardiacos... Allí no hay enfermos leves, pero su esperanza de vida es demasiado corta para ingresar en la UCI: "En principio, el paciente de paliativos tiene una supervivencia menor a seis meses", explica la médico Yolanda Zuriarrain. En la Laguna, la capilla está junto a recepción y en las habitaciones cuelga un crucifijo. Cuando el paciente es musulmán, le buscan un cuarto orientado a La Meca.

"Yo no tenía hecho ni testamento. Estaba feliz, como una niña pequeña", recuerda Ángela. Su vida cambió a comienzos de marzo, cuando le diagnosticaron cáncer de pulmón con metástasis en el cerebro. Al poco de comenzar la quimioterapia en el Hospital Fundación Jiménez Díaz, contrajo el covid-19.

"Pasé una noche que casi me muero. Con un cáncer de pulmón, el coronavirus no es muy recomendable". El hospital la trasladó entonces a la Laguna y, pese a haber superado el virus, el alta de este martes tiene letra pequeña: "El tratamiento oncológico ya no es una opción. Yo, sinceramente, creo que se acabó".

Ángela habla de la muerte sin apartar la mirada. "Me lo planteo y digo: 'Oye, pues tampoco pasa nada'. Yo he vivido como me ha dado la gana: donde he querido, cuando he querido, con quien he querido... Joder, si me he dedicado toda la vida a mí misma: que si la ópera, que si el cine, que si los viajes...". Licenciada en Historia del Arte, sus reflexiones van acompañadas por referencias al viaje que hizo a Roma en febrero: "La Capilla Sixtina, el Juicio Final, Inocencio X... Ese cuadro lo pintó Velázquez y debería estar en El Prado".

"Miedo tenemos todos, hijo mío. ¿No lo tienes tú?"

En la Laguna han muerto seis pacientes con coronavirus. "También tenemos dos residencias de ancianos y hemos derivado contagiados a otros centros. Esos casos no los contamos", explica la doctora. En la segunda planta, la carga vírica es considerable y los sanitarios visten buzos blancos con sus nombres escritos a la espalda. Las puertas de las habitaciones están abiertas, pero algunos de sus inquilinos llevan días sin abrir los ojos. "Si tienen mucho dolor y no responden a la morfina o los ansiolíticos, les planteamos la posibilidad de sedarles. Lo intentamos consultar antes. No siempre se puede".

El coronavirus también ha golpeado a la plantilla. Se refleja en la cafetería cerrada del hospital, donde tres trabajadores se juntaban para desayunar a las ocho y media: Alonso, el psicólogo; don José, el capellán, y Fermín, el voluntario. Los días buenos, Mari les invitaba a un churro, pero los cambios no iban más allá. "Para la manzanilla de Don José, el agua solo podía calentarse en microondas". Alonso García lo recuerda con una sonrisa. Fermín murió con coronavirus el 22 de marzo. Don José, también contagiado, una semana después."

Alonso estuvo aislado en casa tras dar positivo. El 27 de marzo, su reincorporación al hospital no fue fácil: "Don José iba a casarme en julio. Tenemos la sensación de que va a volver cuando pase todo esto...". En la Laguna, son varios los trabajadores que se han derrumbado durante la pandemia. "Hay gente de baja por posible contagio, pero también alguno por pánico", explica Yolanda. De los 161 que conforman la plantilla, 140 siguen en activo. Encarnación Pérez, enfermera del hospital, lo resume en seis palabras: "Ahora nos cuidamos unos a otros".

El centro es concertado y parte de los enfermos ingresa con seguro privado, pero 30 camas se reservan para los pacientes que derivan de otros hospitales: la Paz, el 12 de Octubre... Cuando la UCI ya no tiene sentido, la Laguna es la última parada: "Aquí llegan paliativos sin un tratamiento que les pueda curar", explica Yolanda. También tienen un área de pediatría y dos residencias de ancianos, una de ellas especializada en daño cerebral. "Somos una fundación y recibimos apoyo de distintas entidades. Formamos parte del programa de enfermedades avanzadas de La Caixa".

Los pacientes de paliativos que no han contraído el virus ocupan la primera planta. En la habitación 104 está Carmen, una mujer de 88 años que sufre cáncer de estómago: "Aquí llevo nueve meses. Total, para lo que falta...". Alonso le pregunta "lo que falta para qué", y ella contesta con una sonrisa: "Para el mes que viene". Carmen es rápida y lleva la conversación a donde quiere: "Miedo tenemos todos, hijo mío. ¿No lo tienes tú?". Desde hace tiempo, solo le cuesta responder a una pregunta: "Mi bisnieto mayor quiere saber cuándo voy a volver". En su cuarto, además del crucifijo, hay un jarrón con flores de plástico. Son rosas de colores, de las que no se marchitan.

En el mismo pasillo, en la habitación 103, se encuentran Bella, de 72 años. “Sufre un glioblastoma en el cerebro, un tumor. El palabrejo llegó a mi vida en agosto y en la Laguna estamos desde el 2 de diciembre”, explica su hija Mari Ángeles. Mientras su madre duerme, ella come pipas en el sofá que hay junto a la camilla. “Con el coronavirus hemos pasado todas las etapas: los pacientes de la habitación de al lado contagiados, la UME viniendo dos veces, las visitas anuladas…”.

Ahora que pueden volver, Mari Ángeles hace guardia por las mañanas y su padre por las tardes. “Antes conocía a la gente de otras habitaciones y saludaba. Les coges cariño, pero llegó un momento en el que dejé de hacerlo: ellos se van, pero tú te quedas”. Después de cuatro meses, Mari Ángeles ya solo piensa en cuidar a su madre. Con sus patologías previas, hay que evitar la segunda planta a toda costa: “No me he despedido de ella ni lo haré nunca”.