Los 180 pacientes del NH de Parla

Hotel Covid

Texto: Pablo Gabilondo
Fotografía: Carmen Castellón
Diseño: Laura Martín
Desarrollo: Pablo Narváez

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osé Luis pasa las horas pintando con carboncillo y ceras de colores. Infectado por coronavirus, la habitación 231 del hotel se ha convertido en su particular galería: sobre la cama, exhibe un autorretrato y el dibujo de una niña. En la pared, el rostro de su madre. El personal sanitario es su público, y él se esmera por estar a la altura: "Si no, me quedo parado". A las 11:03 de este martes, su hija le deja un paquete con ropa limpia y folios en recepción. Con 65 años, le tiembla la voz al hablar de ella, pero esta mañana toca probar el material que le ha mandado: "Si me enviáis una foto, os pinto a vosotros".

El NH de Parla, una ciudad de 128.000 habitantes al sur de Madrid, es su última parada antes de volver a casa. Aunque este mes ha pasado por el hospital y la UCI, él le quita importancia: "Estuve dos días en cuidados intensivos. No era grave, sin intubar ni nada". Desde el 16 de abril, se encuentra confinado en el hotel, un edificio de ladrillo rojo en el que ha cambiado la bata por el chándal: "Estoy convencido de que me voy a recuperar y pienso meterme a cura". Cuando recuerda su periplo por los hospitales, a José Luis se le escapan las lágrimas y tose, pero no quiere que su hija se preocupe: "Yo es que me emociono enseguida... Es emoción de agradecimiento".

La directora del hotel, Lidya Barrios, parece una intrusa entre los sanitarios. Acostumbrada a hospedar a grupos de chinos y americanos, ahora acoge a pacientes con coronavirus en 60 habitaciones. "En 48 horas, se desmanteló absolutamente todo". José, el responsable de mantenimiento, fue uno de los que participó en la operación: "A mí lo que me preocupa es volver a poner luego las cosas", se lamenta con una sonrisa. Él y Juan, que también se encarga de las chapuzas, son los únicos de la plantilla que siguen yendo a diario: "Con tanta agua y lejía, están dejando marcas en el mármol de recepción".

Los 13 hoteles medicalizados de Madrid han acogido a más de 2.500 contagiados en un mes

Entre el 23 y 24 de marzo, el NH se medicalizó bajo las órdenes del Hospital Infanta Cristina. El primer encargo consistió en quitar todos los tejidos de las habitaciones: visillos, cortinas, edredones, tulipas de lámparas... La moqueta de los pasillos se cubrió con vinilos y los ascensores se dividieron entre limpios y contaminados, con un montacargas para llevar los residuos a la menos uno. "Ahora en abril vamos a hacer un nuevo tratamiento contra legionela y se ha subido el nivel de cloro en el agua", explica Lidya. Tras un mes de ingresos, el hotel huele a hospital.

Bajo la zona covid, la vida sigue su curso. A las 12:02, en la planta de recepción, cinco veinteañeros aprovechan para hacer deporte. Todos vienen de otras comunidades autónomas para trabajar en el Hospital Infanta Cristina. Desde hace un mes, duermen en las habitaciones de la segunda planta, en el pasillo que hay a mano izquierda al salir las escaleras. En el de la derecha, están pacientes como José Luis, y la suite 218, situada en medio, hace de frontera. Ese cuarto es más grande que el resto, así que los enfermeros lo utilizan como cuartel general.

María, que acaba de graduarse en Enfermería y viene de Almería, es una de las que hace deporte junto a recepción. "Nos presentamos a una solicitud: 'En el caso de que se necesiten enfermeros, aportamos alojamiento'. A las dos horas, nos llamaron. Y al día siguiente, nos vinimos". Elena siguió el mismo camino y resume su última noche en Almería con cuatro palabras: "Una pechá de llorar". El contrato con el Hospital Infanta Cristina es el primero que firman y, por mucho que hagan piña en el hotel, la experiencia no ha sido fácil: "Echamos la vista atrás y pensamos que estábamos locas. En mi primer día de trabajo en el hospital, tuve dos fallecidos".

Las idas y venidas entre el hotel y el Infanta Cristina son habituales. La juventud del personal que atiende el NH, también. "Yo coordino a los 14 médicos. Se han presentado al MIR y están pendientes de plaza, pero se han venido a combatir la pandemia", explica Fran García Sánchez, el intensivista que dirige a los doctores en el hotel. Tras recibir una llamada de su jefe, el equipo se formó en dos días a través de las redes sociales, las academias MIR y viejos contactos: "Había que darles una formación rápida y tenemos muchas charlas teóricos en sesiones de cinco minutos". Fran, de 34 años, se convirtió de la noche a la mañana en el veterano profesor.

"No sabemos el tiempo que estará abierto y con el material vamos tirando de poco en poco”

Desde que reabrieron sus puertas, por el hotel han pasado 180 pacientes: "Recibimos altas del Alcorcón, Móstoles, Parla, La Poveda... Ellos vacían y nosotros llenamos". La misión del NH pasa por liberar las camas de diez centros sanitarios: "Son pacientes que en principio pueden marcharse a sus domicilios, pero que por las condiciones que presentan, conviene que se queden en una zona intermedia", explica el gerente del Infanta Cristina, Carlos Mingo Rodríguez. A un paso de volver a casa, el riesgo de contagio sigue ahí, pero ninguno de los sanitarios lo ha contraído.

Para mantener el virus acordonado, el hotel cuenta con 30 enfermeros y auxiliares. "Hemos tenido alguna persona mayor que pensaba que se iba a ir ya a casa y, al venir aquí, ha intentado marcharse. A recepción no han llegado, pero al ascensor sí", reconoce la coordinadora de enfermería, Beatriz Puente. Cuando los intentos de fuga se repiten, no les queda otra que mandarlos al hospital: "A una abuela no había forma de quitarle el bolso y el abrigo". En el hotel, la primera norma es quedarse en la habitación. Si se cumple, las parejas pueden dormir juntas y no hay problema en que los medicamentos se entremezclen con las pinturas.

La contención del virus también se refleja en el material que se acumula en el rellano de las escaleras. "No sabemos el tiempo que el hotel estará abierto y vamos tirando de poco en poco para que no sobre. Todos los días hay que ir al detalle, pero estamos bien, con equipos de protección", asegura Beatriz. Las salas de reuniones y los cuartos de limpieza también se han llenado de productos sanitarios. "Al principio fue un poco caótico porque esto es un hotel y no teníamos nada, entonces tocaba hacer viajecitos al hospital con el coche particular e ir trayendo cajas". La mañana de este martes, en la puerta del NH, todavía se puede ver a una sanitaria cubierta por una bolsa de basura.

El 18 de marzo, la Comunidad de Madrid anunció la medicalización de dos hoteles para liberar camas de hospitales. Con la ayuda de la Asociación Empresarial de Hoteleros de Madrid (AEHM), ahora cuenta con 13, y por ellos han pasado más de 2.500 pacientes en el último mes: “Ya han sido dados de alta a domicilio 1.782. No hay contraprestación económica, nosotros pagamos todos los servicios”, aseguran desde la Consejería de Sanidad. Esta semana han comenzado con el repliegue de dos de ellos, pero el resto sigue en funcionamiento y no hay fecha para su cierre. Además se han abierto un par de hoteles para acoger ancianos de residencias, y 22 para hospedar a 1.700 sanitarios que no quieren volver a pisar sus casas por el riesgo de contagio.

"Estoy convencido de que me voy a recuperar y pienso meterme a cura"

En el NH de Parla, mientras en las plantas uno y dos friegan el suelo con lejía, los familiares van llegando a recepción para dejar ropa y caprichos. José recibe a todos con la misma pregunta: "¿No hay comida, no?". Una de esas escenas se produce a las 12:14, cuando una mujer deja un paquete, sale del hotel y se planta al otro lado de la valla. Su marido está confinado en el primer piso y, asomado a la ventana, aprovechan para ponerse al día. A la mayoría de pacientes solo les queda esperar, así que a Fran ya nada le sorprende: "Lo primero que piden es la clave del wifi". Con la pandemia del coronavirus, el NH de Parla se ha convertido en un hospital tres estrellas.